El
evangelio que se leerá el domingo próximo contiene cien palabras. En ellas se
expresa toda la sabiduría cristiana. Entre otras muchas muy bellas, estas pocas
palabras son la más hermosa perla del evangelio de San Mateo.
Te doy
gracias. Es el sentimiento fundamental de Jesús. El que sobresale por encima de
todos los demás. Es toda su vida. Vive en la gratitud y, por tanto, en la
gratuidad. La vida no es un negocio. Es un don. Con todas sus venturas. Y
también con todas sus desventuras. ¿Cómo ver en la Cruz la glorificación de Dios
y de su criatura? Hacen falta unos ojos y un corazón nuevos para entender así
la vida humana. Y también la muerte.
¿Quién
puede entender, sentir, vivir la gratitud? Sólo los sencillos. ¿Quiere esto
decir que hay que ser tonto, optimista compulsivo, ingenuo o estar de espaldas
a la realidad para ser feliz? No casa en absoluto ninguno de esos rasgos con
Jesús de Nazaret. La explicación es otra: él posee una sabiduría superior. La
de ver la realidad, toda la realidad, desde la mirada amorosa de Dios. En la
mirada y el quehacer de Dios, toda la miseria humana y cósmica va siendo
transformada. Dichoso el que recibe esa iluminación.
Conocer al
Padre. Es, debería ser, la gran aspiración y también la principal ocupación del
corazón humano. Pero el corazón se dispersa en la multiplicidad de lo real. Y
así se di-vierte. También se pervierte. Por eso se pierde. Sin conocimiento de
Dios, la mente y el corazón humanos están en riesgo permanente de errar el
tiro. Y, por tanto, de construir un mundo al revés. Éste es el mundo en el que
vivimos seducidos, engañados. Las ideologías pretenden suplantar el
conocimiento de Dios. Capitalismo, comunismo, posmodernidad, nihilismo... Así
nos va. ¿No sería mucho más fácil buscar la verdad de Jesús, el sencillo
aldeano de Nazaret? El sabe entender incluso su muerte? Pero hay que ser
valientes, fuertes y libres para acudir a Jesús.
El nos susurra
hoy estas tres invitaciones, contenidas en las cien palabras:
Venid a mí los cansados y agobiados. Para dar el primer paso
hacia Jesús hace falta creer en él. Y no darse por vencido a las primeras
dificultades. El viaje hacia Jesús transcurre por caminos recónditos y a veces
empinados.
Cargad con mi yugo. Cierto
es que el hombre actual no quiere yugos ni cargas. Ahora bien, no se alcanza la
tan soñada libertad sin disciplina, compromiso y fidelidad. Por otra parte,
todo el mundo se unce a algún yugo. El asunto es a cuál queremos unirnos. El
Señor nos dice que su yugo es llevadero y su carga ligera. Hay que leer más y
antes las bienaventuranzas que los mandamientos.
Aprended de mí. El aprendizaje lo refiere a algo muy
concreto: la sencillez y la mansedumbre. Estilo, forma de ser frontalmente
opuestos a la tendencia actual a la arrogancia y la queja. ¿No habrá que
invertir esta tendencia para mirar personas y acontecimientos con otros ojos
menos agresivos y culpabilizadores?
Dichoso
quien se anima a entrar en este convite del Señor. Dichoso quien sabe y puede
vivir en la gratitud.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
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