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sábado, 30 de agosto de 2014

CUANDO TÚ ME MIRAS ASÍ

Cuando Tú me miras así
me pierdo en tu mirada

mi barro se desvanece.
Ya soy libre, desaparecí.

Por la puerta de tus ojos
me fui, dejando mi nada.

Qué será, cuando de verdad
me sacarás del destierro
de forma definitiva.

El gozo fluye ligero,
anegando mi ventura.
Los ríos bajan del cielo
irrigando la llanura,
del mar de tu mirar manso.

Te contemplo en la noche
a pesar de no ver nada.
Pero en mi debilidad,
me distraigo, me pierdo.
Lo sé bien, pero qué más da,
si vivo en tu presencia,
mi desnudez y miseria.
Confianza es mi escudo.

Tus ojos nunca me dejan
atado por mis pobrezas.
Me guardan de la malicia
de mis muchos enemigos,
demasiados por mis fuerzas.

¡Sí, el cielo tiene rostro!
El más bello que nunca vi.
Andaré a su encuentro
sobre un lago sin fondo
el del amor en tus ojos.

                               Abraham de la Cruz


jueves, 28 de agosto de 2014

DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO

"Dame, Señor, los mismos sentimientos de Cristo Jesús"  (Flp 2,5a)

Cristo. El Greco

Tomad, Señor y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad,
todo mi haber y poseer
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
                                             
                                                     Ignacio de Loyola


Hijo, no puedes poseer libertad perfecta si no te niegas del todo a ti mismo.
En prisiones están todos los ricos y amadores de si mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto y no las de Jesucristo, sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar.
Porque todo lo que no procede de Dios perecerá.
Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego.
Reflexiona bien esto y, cuando lo cumplieres, lo entenderás todo.
Señor, no es ésta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.
Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para cosas mas altas o, a lo menos, aspirar a ellas con deseo.
¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera y toda tu vida correría gozosa y pacífica.
Aún tienes mucho que dejar; que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que me pides (Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, III, 32,1-3).



"Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti" (Imitación de Cristo, 2,1).  Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, eso interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, yo que mientras estés ocupado en ellas no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has reparado en tu interior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: hazle sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. ¿Cuántos desapegos no están incluidos en "todo lo demás"?
Desapego de las cosas, de todas las cosas a las que a veces se apega nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; desapego de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; desapego de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás...
 (G. Luzzanti, Il Regno di Dio é in mezzo o noi, I, Milán, 1976, Wss).


Lecturas del día:


martes, 26 de agosto de 2014

OFRECED VUESTROS CUERPOS COMO HOSTIAS VIVAS

            Tenía destinadas dos horas de este lunes 25 de agosto para escribir la reflexión semanal que trata de ser una actualización del Evangelio del domingo próximo a nuestro momento histórico. He comenzado leyendo lo que escribí hace unos años. Y resulta que es lo que quisiera decir hoy. Es un poco más largo que de costumbre, pero creo que vale la pena mantenerlo tal cual, con ligeros retoques. A veces es necesario volver sobre lo realmente importante. No es, en este caso, ni pereza ni comodidad transcribir con algún retoque lo ya dicho anteriormente.

            Nuestra cultura hedonista está reñida con la cruz. Sin embargo, no procede cargar las tintas sobre las dificultades especiales que puede encontrar el hombre actual para el seguimiento de Jesús. Porque el sufrimiento nadie lo quiere ni lo ha querido nunca y la “buena vida” (en términos de bienestar, disfrute, quietud sin sobresaltos ni riesgos...) es una legítima aspiración del ser humano. Por esto, cuando Jesús explica que le aguardan padecimientos y que sufrirá una muerte ultrajante, Pedro pretende apartarlo de ese camino: ¡eso no puede pasarte! La postura de Pedro es la del sentido común; nadie quiere nada malo para las personas queridas, y si se puede evitar algún mal, es obligación hacerlo.

            Pero es cierto, que nuestra civilización exacerba la tendencia natural ahuir del dolor. Tras haber logrado domesticar muchas fuerzas hostiles de la naturaleza, con tantos medios para evitar el dolor, incluso de los enfermos, y con tantas ofertas para hacer agradable la vida, estamos en peores condiciones y disposición para aceptar el mensaje de la Cruz. Si a ello se añade la fuerza persuasiva de la propaganda, dedicada a ofrecer comodidad y evitar molestias, entonces resulta poco menos que de locos la propuesta del seguimiento de Cristo: negarse a sí mismo, cargar con la cruz. ¡Ahí es nada!

            ¿No es éste el problema crucial que personalmente padecemos muchos “buenos cristianos”, incluso los obispos y sacerdotes, dedicados al culto y a la predicación? Sabemos que Cristo nos redime mostrándonos su amor hasta dar la vida en la Cruz. Sabemos que nadie tiene mayor amor que el que da la vida por los demás. Sabemos que cargar con la cruz significa comprometernos en el trabajo anónimo, sencillo y cotidiano para hacer la vida más soportable a quienes la tienen difícil, para acompañar, consolar, ayudar... Sabemos... Sabemos...

            Pero el confort de nuestras casas, las múltiples y variadas ofertas de TV, cine, música, deportes... para todos los gustos, nos entretienen y así vamos aplazando “sine die” la decisión de negarnos a nosotros mismos (tomar distancia frente a la propia satisfacción), de cargar con el peso de servir a los demás y de seguir en serio a Jesús. Confieso que éste es mi problema fundamental e invito a los amigos lectores a que se examinen para descubrir si no es el miedo al sufrimiento y a la renuncia al bienestar la raíz de la falta de compromiso con la vida, con la gente que sufre y con los acuciantes problemas de nuestro mundo (el cercano de la vecindad, del pueblo, de la parroquia y el más lejano pero no menos acuciante de los pobres del tercer mundo, de las guerras, de los desplazados...).  En efecto, la sociedad de bienestar nos acuna y adormece y así se puede ir pasando la vida –dilapidándola- en lugar de encontrarla junto a Cristo, mediante el sacrificio del propio yo.

             La breve lectura de Romanos (segunda del próximo domingo) nos ofrece el programa: “presentad vuestros cuerpos como hostia viva, santa y agradable a Dios. Éste es el culto razonable, el que Dios quiere”. En realidad, San Pablo quiere decir “ofreced vuestras personas”, todo vuestro ser, pero está muy bien traducir por cuerpos, ya que hoy somos muy dados al cultivo autocomplaciente del cuerpo, a la comodidad física y a evitar por todos los medios el dolor corporal.

            Por tanto, lo que se nos sugiere a los cristianos es esforzarnos en el culto verdadero, el que se da en la vida misma. Es decir, la disposición para el sacrificio, para el sufrimiento que viene de la mano del compromiso con la esposa, con el esposo, con los hijos, con los vecinos, con los feligreses, con los pobres... Que no otra cosa es la Cruz de Cristo. Naturalmente, este compromiso, este cargar con la cruz, requiere “renovar la mente y no ajustarse a los deseos y propuestas de este mundo”. De no ser así, acabaremos como el Pedro del Evangelio, a quien Jesús llama Satanás, es decir, obstáculo, maestro de falsedad. El mismo Jesús le indica su puesto con firmeza: no te pongas en mi camino, toma el lugar que te corresponde detrás de mí. ¿Queremos ser discípulos en estas condiciones?

                                                                              JOSE MARÍA YAGÜE





jueves, 21 de agosto de 2014

DOMINGO 21 DEL TIEMPO ORDINARIO

"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo"  (Mt 16,16).

El Salvador, Maestro bondadoso. Rusia, siglo XVI

El reconocimiento de Simon Pedro de la verdadera identidad de Cristo señala el momento culminante de la experiencia de los apóstoles y de la Iglesia, que tiene en Cristo su fundamento. Pedro, según el texto del cuarto evangelio (6,69), "cree y conoce" que Jesús de Nazaret es "es el santo de Dios", el consagrado por excelencia, el Mesías—Cristo. Las consecuencias de tal reconocimiento han marcado una historia bimilenaria y todavía activa. Sobre todo, subraya que reconocer a Cristo es fruto de la revelación del Padre acogida con Espíritu de fe (¡creído y conocido!). En segundo lugar, un acto semejante es, a su vez, fuente de aquella bienaventuranza que le concede al testimonio cristiano empuje y alegría. En tercer lugar es sobre la roca de Pedro y los apóstoles donde tiene el fundamento la comunidad de Jesús, el nuevo y universal pueblo de Dios. Contra él resultaran impotentes las fuerzas de la muerte ("las puertas del infierno", en el lenguaje bíblico). Pedro y los apóstoles (cf Mt 18,18) ejercen el poder de Cristo (cf Ap 1,18), la triple tarea de gobernar ("atar" y "desatar"), santificar y enseñar. El estupor de Pablo ante los designios divinos bien puede equipararse al episodio evangélico de la investidura de Pedro y la constitución de la Iglesia como una comunidad cimentada sobre la roca de la fe y -lo recuerda Juan al final del evangelio- del amor.


Concédele a tu Iglesia, Señor,
que no alimente actitudes soberbias,
sino servicios humildes, agradables a ti.
Que desdeñe el mal
y practique cuanto es recto
con amor y plena libertad
(oración fijada por la antigua liturgia romana para el 15 de junio, en memoria de los mártires).



Como sabéis, el Señor Jesús eligió antes de su pasión a sus discípulos, a quienes llamó apóstoles. Entre ellos solo Pedro ha merecido personificar a toda la Iglesia casi por doquier. En atención a esa personificación de toda la Iglesia que solo él representaba, mereció escuchar: ¡Te daré las llaves del Reino de los Cielos!. Estas llaves no las recibió un solo hombre, sino la unidad de la Iglesia. Por este motivo se proclama la excelencia de Pedro, porque era figura de la universalidad y unidad de la misma Iglesia cuando se le dijo: Te daré, lo que en realidad se daba a todos. Para que veáis que es la Iglesia la que recibió las llaves del Reino de los Cielos, escuchad lo que en otro lugar dice el Señor a todos sus apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo". Y a continuación: "A quien perdonéis los pecados les quedarán perdonados, y a quienes se los retengáis les serán retenidos". Esto se refiere al poder de las llaves, del que se dijo: "Lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo, y lo que atéis en la tierra será atado en el cielo". Pero lo de antes se dijo solo a Pedro. Para ver que Pedro personificaba entonces a toda la Iglesia, escucha lo que se le dice a él, y en él a todos los santos fieles: "...lo que atéis en la tierra quedará atado también en el cielo, y lo que desatéis en la tierra será desatado también en el cielo". La paloma ata, la paloma desata. Ata y desata el edificio levantado sobre la piedra. Teman los atados, teman los desatados 
                                                                                   Agustín de Hipona


Lecturas del día:


miércoles, 20 de agosto de 2014

¿QUÉ SIGNIFICO YO EN TU VIDA?

            Más allá de esas dos preguntas que Jesús dirige a sus discípulos: ¿quién dice la gente que soy yo? ¿quién decís vosotros que soy yo?, para nosotros se podrían traducir en esta única: ¿qué significo yo en tu vida?

            Esta es la gran cuestión para el cristiano de hoy. No bastan unas prácticas religiosas para ser cristiano (“no todo el que me dice, Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos”). Tampoco basta aceptar unas doctrinas religiosas y morales sostenidas por los representantes de la Iglesia, e incluso  sintonizar con ellas, con lo difícil que ello resulta a un buen grupo de personas, sobre todo jóvenes, particularmente en asuntos como el matrimonio indisoluble, las relaciones sexuales o la contraconcepción. Ni siquiera es suficiente para ser un buen cristiano un comportamiento moral regido por la doctrina de la Iglesia, sobre todo en la cuestión social. Todas estas cosas son muy importantes y necesarias para la vida cristiana, si ésta no ha de ser un uso de la fe a la carta y según personales preferencias.

            Pero la clave de la fe y de la vida cristiana es la relación personal con Jesucristo. Que de eso van las preguntas lanzadas por Jesús a sus discípulos, de entonces y de ahora. La respuesta de aquellos, representada por Pedro, no es la misma en los tres evangelios sinópticos. Marcos y Lucas hacen responder a Pedro: “tú eres el Mesías”. A esas palabras, Mateo añade: “el Hijo de Dios vivo”. Esta diversidad no es cuestión de matices, de un poco de más o de menos. Es algo sustancial.

            Reconocer a Jesús como “Mesías” es mucho. Es aceptarlo como el prometido por Dios en el A.T. para liberar al pueblo judío de su dependencia extranjera, de su crónico estado colonial. Pero cabían muy variopintas interpretaciones del papel del Mesías esperado. Entre ellas, la de ser un líder político que expulsaría a los extranjeros con la fuerza de las armas (así los zelotes y sicarios de los que alguno pudo pertenecer al grupo selecto de los doce discípulos de Jesús). El rechazo inmediato de Pedro al camino propuesto por Jesús de subir a Jerusalén para allí sufrir el rechazo de los poderes públicos y la muerte, es un claro ejemplo de la no plena aceptación del mesianismo de Cristo por los discípulos en aquel preciso momento, antes de la Pascua.

            Por eso hay que dar un paso más. Reconocer y aceptar a Jesucristo como “el Hijo de Dios vivo”. Es decir, como el que asume la soberanía y el dominio de la vida del discípulo. Y, en contraprestación, el discípulo se transforma en copartícipe de todos los bienes del Señor. Jesús explicó esto con la alegoría de la vid y los sarmientos. La historia de la espiritualidad (especialmente carmelitana, pero ni mucho menos exclusiva de Sta. Teresa) lo ha enseñado con el ideal de la plena unión de Cristo y el cristiano. La doctrina del cuerpo místico de Cristo ya en San Pablo y expuesta, por ejemplo, por S. Juan Eudes lo expresa admirablemente: los bienes de la cabeza son también de los miembros y los miembros pertenecen totalmente a la cabeza.

            ¿Buscamos los cristianos hoy este encuentro y esta plena identificación con Jesús? De otro modo, la vida cristiana es precaria y siempre amenazada de sucumbir.


                                                                                  JOSÉ MARÍA YAGÜE


lunes, 18 de agosto de 2014

BODAS DE ORO DE MARTINA Y JOSÉ

El domingo 17 celebraron sus bodas de oro en la Eucaristía de la Anunciación Martina y José. Desde aquí les felicitamos y animamos a que continúen siendo fieles y ejemplo de amor humano y cristiano. Gracias por esos 50 años.







viernes, 15 de agosto de 2014

BODAS DE ORO DE PEPE Y PAULA

Hoy día 15 de agosto celebraron sus bodas de oro Pepe y Paula durante la Eucaristía de la iglesia de la Anunciación. Son ejemplo de amor y fidelidad a lo largo de toda una vida, por lo que les damos las gracias.
Las comunidad parroquial les desea toda la felicidad en este gran día.








TARIFA





20 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Ten piedad de mí, Señor Hijo de David"  (Mt 15,22)



Con el episodio de la cananea, la Iglesia de los orígenes afrontaba una cuestión de capital importancia, y no menos decisiva para la Iglesia de hoy: la salvación del que todavía no ha sido alcanzado por el Evangelio de Jesús. La intervención de la mujer se puede formular de la siguiente manera: "La salvación pasa por el reconocimiento del mesianismo y el señorío de Cristo". El mismo Mateo nos enseña en el gran cuadro del juicio universal (c. 25) que tal reconocimiento puede ser implícito, ya que esta mas ligado al amor al prójimo que a la pertenencia formal a la Iglesia. Con eso se salvaguarda la unicidad de la salvación, que tiene en Cristo muerto y resucitado a su artífice, y al mismo tiempo, la apertura universal a los dones divinos.
Tal apertura ya fue anunciada proféticamente para la era mesiánica: ver el templo de Dios abierto a toda la gente. Este "nuevo templo" es la humanidad misma de Cristo, como recordara la Carta a los Hebreos, donde habita la divinidad, de modo que cada hombre que ore puede considerarse, según Pablo, "templo de Dios", llamado a insertarse como miembro vivo en el cuerpo de Cristo.
Toda la familia humana tiene cabida en el misterio divino que comporta la recapitulación de cada criatura en Jesucristo, el Señor Así lo enseña el Concilio Vaticano II: "Una sola es la vocación última de todos los hombres, es decir; la vocación divina. En consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la posibilidad de que, de un modo que solo Dios conoce, se asocien a su misterio pascual"
(Concilio Vaticano II, constitución pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo actual, n. 22, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid *1976, 289-291).


Señor Jesucristo, hijo de David, acoge nuestra súplica. Aunque no venimos de tierras paganas sometidas por el maligno, siempre somos ovejas extraviadas de tu rebaño. En nuestros corazones pende un pasado de idolatría e infidelidad. Ciertamente, no somos dignos de sentarnos a la mesa de los hijos, pero una migaja de tu pan celeste puede redimirnos de nuestras perversiones y proporcionarnos el don de la salvación. Suscita en nosotros una "fe grande", como la de la cananea, de modo que podamos testimoniar entre los hombres los prodigios de tu amor.


La mujer de la región de Tiro y Sidón ora forzada y empujada por la necesidad. No puede hacer otra cosa, porque su hija está "poseída", expresión que, entre otras cosas, significa que la comprensión entre ella y su hija hace tiempo que se ha roto, que ha cesado desde mucho tiempo atrás la inteligencia mutua y que ya no es posible volver a reconocer el alma de la otro detrás de las manifestaciones externas de los gestos y las palabras; como bajo la influencia de un poder extraño, la persona de la otra escapa a la percepción. Eso es lo que la Biblia designa con la terrible palabra "demonismo". Teniendo presente el tormento de semejante enfermedad, la mujer se dirige a Jesús y, bajo la presión e la necesidad, nada podré detenerla. Impulsada por los desvelos y la preocupación por su hija, no se deja apartar como una pesada, como pretenden los discípulos. Abraza cualquier Forma de humillación y se abandona a una forma de súplica que se podría calificar de perruna, si no se viese en ella precisamente la grandeza de su humanidad.
Así de poderosos pueden llegar a ser los lazos del amor en la súplica de unos por otros.
(E. Drewermann, El mensaje de las mujeres: La ciencia del amor, Herden Barcelona 1996, 134- 135; traducción, Claudio Gancho).


Lecturas del dia:




jueves, 14 de agosto de 2014

ASUNCIÓN DE LA VIRGEN

"El Señor ha mirado la humildad de su sierva"  (Lc 1,48)

Icono de la Dormición de laVirgen. Teófanes de Creta. S. XVI

La persona de María encierra y realiza en sí misma un camino particular de fe a pesar de la elección que la consideró no afectada por el pecado original y que la hizo Madre de Dios, «la que avanzaba "en la peregrinación de la fe"» (Redemptoris Mater 25). Este avanzar por el camino de la fe la convierte también en un posible modelo para todo el que quiere comprender lo que significa reconocer el total señorío de Dios sobre su propia vida.
Este señorío encuentra su realización ya en el ámbito de nuestro camino de crecimiento humano. A medida que el señorío de Dios entra en nuestra historia conseguimos ver con unos ojos nuevos la realidad que nos rodea. Nuestros ojos no ven ya sólo los abusos, las injusticias de quienes oprimen al débil, las mentiras de quienes tienen la soberbia en su propia lengua, la riqueza que se convierte en muerte del pobre... Poco a poco nuestros ojos se vuelven semejantes a los de María, a esos ojos que la hacen capaz de reconocer el poder de Dios que actúa en la historia en favor de la justicia y de la paz, y nos damos cuenta de cómo nosotros mismos podemos volvernos, a nuestra vez, historia de liberación, precisamente como María, si nos confiamos a este anuncio.
El señorío de Dios encuentra también su realización en nuestro camino de fe. Con María nos damos cuenta de que somos «siervos del Señor», llamados a proclamar la obra del Señor y sus maravillas, llamados a «engrandecer» su presencia en nuestra vida. Con María no tenemos miedo a reconocer frente al mundo nuestra elección, no tenemos miedo a llamarnos siervos e hijos de Dios, no tenemos miedo a la obra que el Espíritu Santo está realizando en nosotros. Este camino se realiza a través de la oración, a través del servicio y a través del testimonio, junto con María, que fue capaz de hacer efectivos, en su propia carne, su oración del Magníficat, su servicio a los otros (la visitación fue antes que nada respuesta a una necesidad de Isabel) y su anuncio de liberación.
El último anuncio de este señorío de Dios sobre nuestra vida tiene lugar cuando conseguimos comprender que éste no permanece extraño a nuestra corporeidad. Lo podemos intuir ya en el anuncio de la encarnación o sentirlo en nuestra vida a través de la corporeidad de los distintos sacramentos. La realidad de la resurrección, que para nuestra naturaleza humana se vuelve ya eficaz en la asunción de María al cielo, es la última llamada a abandonar asimismo nuestro cuerpo al poder del Reino de Dios. Hasta nuestro cuerpo, con sus necesidades ínfimas y con sus deseos más elevados, con sus gritos de «¡tengo hambre!» y sus «¡te amo!», está incluido en el Reino de Dios. El cuerpo de María, que llevó en él el cuerpo del Verbo encarnado e hizo frente también al dolor de la historia, se vuelve en su asunción la promesa y la realización del hecho de que nuestros sueños, nuestros deseos, nuestras necesidades, no puedan apartarse de la presencia divina que ha tocado nuestra vida.

Lecturas del día:


martes, 12 de agosto de 2014

LA MUJER CANANEA

            Jesús se ha retirado con sus discípulos fuera de los confines de Galilea. Anda dedicado a la instrucción de los discípulos, formando lo que más tarde sería la iglesia apostólica. En el centro de esa instrucción, su núcleo, está el amor a los semejantes, que comporta casi siempre cargar con cruces que podrían evitarse si el objetivo de la vida se pone en la “buena vida”.

            El grupo recorre parajes ahora tristemente famosos por las guerras: los confines de Tiro y Sidón. La antigua Fenicia, hoy el Líbano y Siria. La guerra, el terror, la descalificación y el odio por motivos raciales y religiosos se han asentado en estos territorios. La cosa no es de ahora, viene de muy, muy lejos. Precisamente el evangelio del domingo nos habla  ya de esta mala sintonía entre los judíos y los extranjeros.
La escena que nos presenta el evangelista Mateo ofrece aristas punzantes. Los discípulos quieren que Jesús despida a una señora extranjera que viene tras ellos rogando insistentemente su intervención a favor de una hija enferma. El comienzo del diálogo entre Jesús y esta señora es bronco y desagradable. Resulta difícil de captar el sentido del insulto del que la señora resulta víctima. No nos imaginamos fácilmente a Jesús tildando de “perra” a una pobre señora necesitada y suplicante. Se nos escapan los matices y las modulaciones, pero el hecho está descrito así. La insistencia de la mujer, no exenta de agudeza pero en los límites de la humildad y el servilismo, es calificada por Jesús como modelo de fe. De hecho, el “final feliz” (la curación de la hija enferma) es consecuencia de esta fe inquebrantable y de la tenaz persistencia en la súplica.

            Por todo ello, el relato deja un sabor agridulce. Agrio porque pone de relieve la distancia y el mal entendimiento entre los pueblos, distancia y falta de sintonía en las que Jesús parece participar. Agrio también porque, una vez más, los discípulos quieren que la mujer sea despedida (cosa que la traducción litúrgica disimula cambiando el término “despedir” por el de “atender”), poniendo de manifiesto su no implicación en la solidaridad, como ocurriera antes de la multiplicación de los panes.

            Pero dulce porque la extranjera obtiene lo que desea: la compasión de Jesús que realiza la curación. Más allá de los puros sentimientos, del relato emergen dos grandes consecuencias, necesarias hoy para el logro de la paz entre pueblos históricamente enemigos:

             El diálogo, la acogida del otro, no desde posturas de poder o superioridad sino de comprensión de la necesidad del que está en el otro lado. Misiles y bombardeos sólo destruyen, ahondan las heridas y no aportan solución. La compasión está en la raíz de cualquier salida positiva a toda situación de conflicto. Sin ponerse en el pellejo del otro no hay solución que valga.

            También nosotros tendremos que aprender. Los nacionalismos ibéricos no aportarán nada bueno a la convivencia cuando el chauvinismo y el rechazo visceral pretenden imponerse caprichosamente haciendo imposible todo diálogo constructivo.

                                                                           JOSÉ MARÍA YAGÜE




miércoles, 6 de agosto de 2014

19 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"No temas, yo estoy contigo"  (Hch 18,10).

Mosaico siglo XII. Sicilia.

Elías en el Monte Horeb

Los tres textos de la liturgia reflejan el tema de la fe en el Dios-con-nosotros, presente y activo tanto en la historia universal como en los acontecimientos personales de cada uno. Y a su vez, nos proponen una reflexión sobre la continuidad de la experiencia de fe judía y cristiana, de la diferencia de calidad y modos. Elías, Pablo y Pedro son tres campeones con quienes podemos confrontar nuestra experiencia de fe en el Dios trascendente, supremo y santo, que es todo para el hombre; el Dios de los "padres" envuelto en aureola misteriosa es el Dios que actúa dentro de la historia como el que salva; el Dios cuya esencia es incognoscible, pero cuya voluntad y deseo se inclinan en favor del hombre, en mimarlo y llevarlo cogido de la mano. Esto no permite fáciles abstracciones filosóficas, sino empeñar todo el ser en la opción fundamental de la fe. No son simples mensajes, sino hechos. El Dios "totalmente otro" no se manifiesta en imágenes, sino que se revela mediante la Palabra y, al llegar la plenitud de los tiempos, en el Hijo unigénito. La fe no puede quedar relegada a la esfera afectiva del hombre. La fe es compromiso y empeño, pues la historia no es una secuencia de hechos, sino un único acontecimiento salvífico, cuya trama la teje Dios con toda la humanidad.


Concédenos, Señor la vista que nos permita ver tu amor en el mundo, a pesar de los chascos humanos. Concédenos la fe para confiar en tu bondad, a pesar de nuestra ignorancia y debilidad. Concédenos el conocimiento, para que sigamos orando con un corazón consciente, y muéstranos lo que cada uno de nosotros tiene que hacer para favorecer la llegada del día de la paz universal.
(los astronautas del Apolo VIII, desde el espacio, el 24 de diciembre de 1968).


Dios mío, he nacido para contemplarte, para vivir en ti, para actuar por ti. Sólo la conciencia de servirte fielmente puede darme la paz. Tengo miedo de pensar que no soy digno de ti. Este es el verdadero "temor de Dios", Dios mío, he crecido y he tenido que soportar que seas un desconocido no sólo de pensamientos, sino también de palabras y de obras... En mi interior me he propuesto resarcir esas ofensas, ser impecable y valiente caballero tuyo.
Me he equivocado, he pecado contra ti, no me he entregado a ti con todas mis fuerzas, me he distraído; también yo te he ofendido. He tenido miedo de cumplir tu voluntad; han surgido en mí prepotencias y villanías que de ningún modo quería sentir. Pero la violencia usada en tu nombre o -mejor- la resistencia al mal en tu nombre es santa, aunque resulte dolorosa a alguien. Y como alguien, Dios, quieres que esté yo, y estaré con el más fuerte para participar de su fuerza, si bien, pienso, después, que esto puede bloquearme de cara a uno más débil que yo, de cara a alguien que tengo más necesidad que yo. No obstante, ¿perderé la fuerza que tengo?, ¿se me comunicará la debilidad ajena? Quizá, el riesgo existe, pero la salvación consiste en neutralizar las influencias o, mejor dicho, en mantener un equilibrio tal para poder dar sin ser arrastrados (Mario Finzi, un joven judío de Bolonia, el 23 de marzo de 1944, ocho días antes de su detención y deportación a Auschwitz).


Lecturas del día:




martes, 5 de agosto de 2014

MÁNDAME IR HACIA TI CAMINANDO SOBRE LAS AGUAS

            En “La alegría del Evangelio”, el papa Francisco invita a toda la Iglesia a ponerse en estado de misión. Algo equivalente a lo que Jesús manda a sus discípulos: entrar en la barca al oscurecer y atravesar el lago. Parábola de la Iglesia en el Mundo.

            En el momento presente, entrar en la misión equivale a iniciar y proseguir un proceso arriesgado, en medio de la oscura noche de la indiferencia religiosa, en muchas ocasiones sacudidos por los vientos contrarios del laicismo hostil. En algunos países todavía es peor: la persecución religiosa con frecuentes atentados que terminan en quema de iglesias o condenas a muerte por Estados confesionales, intolerantes frente al Cristianismo.

            También hoy, parece que el Señor no está en la barca. En efecto, el Resucitado no es visible a los ojos ni maneja nuestros remos. Su presencia es otra. Más silenciosa y oculta de lo que desearíamos. “No está ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego”. Es decir, no podemos esperar grandes teofanías, manifestaciones espectaculares de Dios. En el Horeb, el profeta Elías percibe su presencia en el silencio de una suave y tenue brisa (Primera Lectura). Es el Espíritu que se resiste a complacer los sentidos y dejarse manejar por poderes religiosos mundanos.

            Desde las aguas encrespadas, Jesús nos dice como a Pedro: Ven. El discípulo baja de la barca, camina sobre el mar y va hacia Jesús. Todo ello mientras cree. Pero se hunde en cuanto se fija en la altura de las olas y la fuerza del viento. Clara representación de nuestra Iglesia acomodada, asustada, replegada sobre sí misma. No puede la Iglesia cumplir su cometido si no pone los ojos fijos en Su señor y se lanza en su seguimiento. Con una seguridad que no procede de sus poderes (excesivos casi siempre), sino en la propia debilidad que la obliga a confiar sólo en su Señor.

            No es malo experimentar la debilidad. Lo peligroso es ese fatal mecanismo de defensa que la disimula con excesos de ortodoxia o autoritarismo. Sólo el recurso a una vida evangélica nos puede sacar de la postración actual. Cuando Pedro se hunde, el recurso no es –como en otras ocasiones- alardear de superioridad o firmeza. Es sólo la súplica: Señor, sálvame.

            Como escribí hace ya algunos años, “espera hoy a la Iglesia una larga y dura travesía, hacia “la otra orilla”. En el momento presente ni siquiera intuimos en la noche dónde está la otra orilla y cuando será el fin de la travesía. Queda sólo la pura fe y el gritar con el Salmista y con Pedro cuando nos hundimos: “Sálvame, oh Dios, que estoy con el agua al cuello. Me hundo en el cieno del abismo y no puedo hacer pie, me he metido en aguas profundas y las olas me anegan” (Sal 69, 2-3).

            Ante el mandato del Señor de adelantarnos a la otra orilla –otra sociedad, otra iglesia, otro mundo son posibles-, lo único que no cabe es quedarse donde estamos o anclar la vieja barca cuyas cuadernas, todas ellas, crujen. Hay que lanzarse al agua en busca del Señor que, invisible, tiende su mano a quien lo busca”.


                                                                                    JOSÉ MARÍA YAGÜE


ORACIÓN POR LA PAZ EN IRAK

Ésta es la oración por la paz en Irak que puedes rezar el 6 de agosto con católicos de todo el mundo

Con los cristianos iraquíes me uno a los que tenderán las manos al Señor invocando la paz en Irak. Unimos nuestros corazones y nuestras voces delante del Señor.

El próximo 6 de agosto, Fiesta de la Transfiguración, Ayuda a la Iglesia Necesitada promueve una jornada de oración por la paz en Irak. La invitación es dirigida por AIN junto al Patriarca caldeo Raphael Louis Sako, que ha escrito la oración de invocación a la paz.
"Con los cristianos iraquíes me uno a los que tenderán las manos al Señor invocando la paz en Irak. Unimos nuestros corazones y nuestras voces delante del Señor".
Como explica el presidente ejecutivo internacional de AIN, Johannes Heeremann, la iniciativa se ha inspirado en el llamamiento pronunciado por el papa Francisco durante el ángelus del domingo pasado. "Las palabras del Santo Padre -continúa Heeremann- nos ha empujado a invitar a la oración a los fieles de todas las religiones, en particular a las comunidades musulmanas tan probadas por la violencia. Frente a tanto sufrimiento, como al que asistimos hoy en Irak, debemos unirnos a nuestros hermanos que sufren y mostrar que no les hemos abandonado".
El mes pasado, Ayuda a la Iglesia Necesitada donó cien mil euros a la archidiócesis caldea de Mosul para ayudar a los refugiados, y continúa recogiendo fondos para apoyar a la Iglesia iraquí. Como en otras ocasiones, la fundación pontificia conjuga el apoyo económico a la Iglesia perseguida y que sufre en el mundo, con la cercanía en la oración. Recientemente, AIN ha lanzado otras iniciativas similares por la Iglesia y las poblaciones en dificultad de República Democrática del Congo, Siria y República Centroafricana.
"La fraternidad y la solidaridad son lo que nuestra atormentada nación necesita en este momento -afirma el patriarca Sako-. Para miles de personas inocentes, la crisis que estamos atravesando significa gran dolor, profundo sufrimiento y privaciones invaluables".
El prelado iraquí pone el acento sobre el día elegido para la oración por la paz: la Fiesta de la Transfiguración. "Es el día de la transformación de los corazones y de las mentes en el encuentro con la luz de Dios que se emite sobre toda la humanidad. Pueda la luz del Tabor, a través de nuestra cercanía, llenar de amor y esperanza los corazones de aquellos que sufren. Pueda el mensaje del Tabor, a través de nuestras oraciones, inspirar a los líderes de este país para que sacrifiquen los intereses personales en virtud del bien común".



LA TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

«A tu luz vemos la luz»   (Sal 35,10)

Transfiguración. Maestro ruso del siglo XVI

La Transfiguración nos invita a abrir los ojos del corazón al misterio de la luz de Dios presente en toda la historia de la salvación.
Ya al inicio de la creación el Todopoderoso dice: «Fiat lux», «Haya luz» (Gn 1, 3), y la luz se separó de la oscuridad.
Al igual que las demás criaturas, la luz es un signo que revela algo de Dios: es como el reflejo de su gloria, que acompaña sus manifestaciones.
Cuando Dios se presenta, «su fulgor es como la luz, salen rayos de sus manos» (Ha 3, 4). La luz -se dice en los Salmos- es el manto con que Dios se envuelve (Sal 104, 2).
En el libro de la Sabiduría el simbolismo de la luz se utiliza para describir la esencia misma de Dios: la sabiduría, efusión de la gloria de Dios, es «un reflejo de la luz eterna», superior a toda luz creada (Sb 7, 27. 29).
En el Nuevo Testamento es Cristo quien constituye la plena manifestación de la luz de Dios. Su resurrección ha derrotado para siempre el poder de las tinieblas del mal.
Con Cristo resucitado triunfan la verdad y el amor sobre la mentira y el pecado. En él la luz de Dios ilumina ya definitivamente la vida de los hombres y el camino de la historia.

«Yo soy la luz del mundo -afirma en el Evangelio-; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida» (Jn 8, 12).
                                                                                                       Benedicto XVI


Existe una llama interior que arde en las criaturas y canta su pertenencia a Dios, y gime por el deseo de él.
Existe un hilo de oro sutil que une los acontecimientos de la historia en la mano del Señor, a fin de que no caigan en la nada, y los conectará finalmente en un bordado maravilloso. El rostro de Cristo está impreso en el corazón de cada hombre y le constituye en amado de Dios desde la eternidad. Y están, a continuación, nuestros pobres ojos ofuscados..., acostumbrados a dispersarse en la curiosidad epidérmica e insaciable, trastornados por múltiples impresiones; nosotros no sabemos ya orientar la mirada al centro de cada realidad, a su fuente. Nos volvemos incapaces de asumir la mirada de Dios sobre las cosas, porque nuestra lógica y nuestra práctica se orientan en dirección opuesta a la suya, en su esfuerzo por no perder nuestra vida, por no tomar nuestra cruz. Sólo cuando Jesús nos deja entrever algo de su fulgurante misterio nos damos cuenta de nuestra habitual ceguera.
La luz de la transfiguración viene a hendir hoy, si lo queremos, nuestras tinieblas. Ahora bien, debemos acoger la invitación a retirarnos a un lugar apartado con Jesús subiendo a un monte elevado, es decir, aceptar la fatiga que supone dar los pasos concretos que nos alejan de un ritmo de vida agitado y nos obligan a prescindir de los fardos inútiles. Si fuéramos capaces de permanecer un poco en el silencio, percibiríamos su radiante Presencia. La luz de Jesús en el Tabor nos hace intuir que el dolor no tiene la última palabra. La última y única Palabra es este Hijo predilecto, hecho Siervo de YHWH por amor. Escuchémoslo mientras nos indica el camino de la vida: vida resucitada en cuanto dada.Escuchémoslo mientras nos indica con una claridad absoluta los pasos diarios. Escuchémoslo mientras nos invita a bajar con él hacia los hermanos. Entonces el lucero de la mañana se alzará en nuestros corazones e, iluminando nuestra mirada interior, nos hará vislumbrar -en la opacidad de las cosas, en la oscuridad de los acontecimientos, en el rostro de cada nombre- a Dios «todo en todos», eterna meta de nuestra peregrinación en el tiempo.

Lecturas de la fiesta:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-08-06


CAMPAMENTO PEÑAPARDA 2014






La familia campamental estuvo compuesta por 47 acampados y 16 premonitores y monitores, y la cocinera Maribel. La ambientación del campamento estuvo relacionada con la salida de Israel de Egipto (Exodo). Los ropajes egipcios no faltaron con sus componentes al igual que Moisés. Se vivieron los días de formar pueblo, la amistad, la unión – cooperación, libertad, Dios…. Hemos tenido talleres (collares egipcios, lira, tambores, pompones…), juegos corporativos, integración, por la paz… gynkanas, olimpiadas y paralimpiadas, marcha – rastreo, veladas nocturnas (noche de la momia, radio peñaparda, canciones campamentales, velada final) y todos los días celebraciones religiosas (oraciones participativas, celebración de la alegría del perdón, Eucaristía...). 
Hemos sembrado valores humanos y evangélicos, y hemos formado esa familia que el último día llora por separarse y decir que corto se me ha hecho el campamento.

                                                                                               Nacho


lunes, 4 de agosto de 2014

CAMINO DE SANTIAGO 2014



El camino de Santiago de este año con Laura, Laurita, Gema, Fátima, María, Andrea, Cristina, Guadalupe y Nacho ha sido una ocasión para adentrarnos en la cultura del encuentro y en la espiritualidad que guarda este camino de fe. Además tuvimos la suerte de encontrarnos con tres amigas que han compartido el camino con nosotros, Encarna, Belén y María Jose que ha sido un complemento magnifico y enriquecedor junto con nuestro amigo José, chileno que caminó con nosotros las dos últimas etapas y llegó con nosotros a Santiago de Compostela. Como bien dice la canción de Serrat "el camino se hace al andar" y qué verdad es.  Cada uno de los que hemos hecho el camino tiene una experiencia diferente que enriquecedora. Los kilómetros de camino nos muestran las entrañas de la vida misma y nos ponen ante nuestra vida para afrontar con esfuerzo y superación. El ritmo de vida de esta semana del 28 al 2 de Agosto ha sido levantarnos a las 5,30 h., desayunar y empezar a andar hasta la hora del desayuno fuerte sobre las 8,30 h. momento de reagruparse y compartir como íbamos, después retomamos el camino hasta llegar a nuestra meta de cada día donde buscamos albergue, ducha, comida del peregrino, siesta, tiempo libre y al final de la tarde la Eucaristía en la parroquia con los peregrinos (experiencia de que los jóvenes buscan a Dios), la cena y por último cura de dolencias y a la cama a las 22,00 h. Me siento orgulloso de haber compartido esta experiencia con mis ocho chicas y mis tres amigas que en ningún momento se han arrepentido de esta aventura que animo a todos a vivirlo. Buen camino. 

                                                                                                              Nacho


CAMPO DE TRABAJO GEJO DE LOS REYES 2014




El segundo campo de trabajo del 7 al 12 de Julio en Gejo de los Reyes (Villaseco de los Reyes)  donde participamos 19 chicos/as de 2º, 3º ESO y cuatro monitores y basado en los superhéroes. El pueblo del Gejo de los Reyes de volcó con nosotros tanto ayudándonos hacer la comida como en las celebraciones religiosas de todas las tardes y en cena del último que compartimos en el pabellón.  Las mañanas fueron de trabajo desinteresado en el pueblo y parroquia:  
-          Limpiamos y dejamos transitable la “Charca del cura” – una preciosidad.
-          Barrimos, fregamos y ordenamos la iglesia y sacristía.
-          Pintamos unos bancos exteriores a la  Iglesia.
-          Limpiamos de zarzas y abrojos algunas calles del pueblo.
-          Reconstruimos una fuente muy antigua  y adecentamos otra fuente.


                                                                                          Nacho


CAMPO DE TRABAJO GEMA 2014





Empezando por el primer campo de trabajo del 30 de Junio al 5 de Julio en Gema (Yecla de Yeltes) donde participamos 14 chicas de 6º de primaria y 1º de ESO, y cuatro monitores. El pueblo de Gema nos acogió bien y compartió algunos momentos del campo de trabajo.  Las mañanas las dedicamos al trabajo desinteresado en el pueblo y en la parroquia:
-          La limpieza de la Iglesia parroquial
-          Limpieza de calles del pueblo
-          Limpieza del cementerio
-          Limpieza del centro multiusos
-          Conocimiento de la ganadería, horticultura y apicultura.

Las tardes eran baño, talleres, juegos, sorpresas y todos los días tuvimos celebraciones religiosas (oraciones, celebración de la alegría del perdón y eucaristía):
-          Un día nos explicaron en cárnicas Peñiño como era la elaboración del chorizo, salchichón, lomo y jamón, y luego tuvimos una degustación.
-          Otro día fuimos a una explotación de ovejas para leche donde Rogelio, su hijo y su mujer nos enseñaron toda su actividad desde ordeñar ovejas a mano, ordeñar con la ordeñadora y luego dar el biberón a los corderillos que se habían quedo sin madre. Y para finalizar degustamos un buen queso de oveja y unas fantas.
-          Al día siguiente nuestro amigo Ceferino, alfarero profesional y vocacional con paciencia nos enseñó a modelar el barro con la rueda y por ultimo con moldes cada una hicimos un recuerdo con barro que nos lo hemos traído para casa.
-          Y por último visitamos la finca de toros bravos de Traguntía donde merendamos por gentiliza de Paca y su familia, hicimos un taller de marcos y al final montados en el remolque del tractor recorrimos toda la finca viendo y sacando fotos a los novillos, toros, erales …
-          Visita al Castro de Yecla de Yeltes y su museo de los Vettones.

Las noches eran muy variadas:
-          Gynkanas, rastreos nocturnos, juegos variados...

Logramos de verdad formar una familia y vivir desde los valores humanos y evangélicos.

                                                                             Nacho