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viernes, 30 de agosto de 2013

INVITACIÓN DEL OBISPO A LA SEMANA PASTORAL

Queridos  hermanos:    
Un año más, lleno de esperanza, os convoco a participar en la VII Semana de Pastoral (16-21   de septiembre de 2013), “Rema mar adentro” (Lc  5,4). Un nuevo impulso diocesano.
   
Como ya conocéis, la Diócesis entera está llamada a elaborar un nuevo Plan diocesano de Pastoral. El      Consejo diocesano de Pastoral ha preparado un Segundo Borrador del mismo y sobre la base de los   cinco capítulos que contiene quiere ahondar  esta Semana de  Pastoral. Nuestra Diócesis se encamina hacia un renovado encuentro con Jesucristo (1), a revitalizar nuestras comunidades (2), organizar una iniciación cristiana más viva (3), salir a nuevos escenarios de evangelización (4) y vivir proféticamente la caridad con los pobres (5).

No debemos olvidar que aun nos hallamos en el Año de la Fe, que con entusiasmo venimos   celebrando en nuestra Iglesia local de Salamanca. Toda la tarea evangelizadora de la Diócesis está llamada
a renovar la fe en nuestras personas, comunidades e instituciones. El  programa de la Semana puede   ayudarnos a ello. Este Año es “un tiempo de  gracia que nos está ayudando a sentir la gran alegría de creer, a reavivar la percepción de la amplitud de horizontes que la fe nos desvela,  para confesarla  en su unidad
e integridad, fieles a la memoria del Señor, sostenidos por su presencia y por la acción del Espíritu Santo” (Papa Francisco, Lumen  Fidei, 5).     
   
Os invito a  participar en las conferencias,  la mesa redonda, el teatro, las celebraciones y la vigilia de oración que se van a desarrollar. Todo ello va a aumentar nuestra  formación, y lo que es más   importante, es un  ejercicio de comunión  eclesial  que a todos  nos enriquece y alegra.            
Mi  invitación se hace más insistente todavía a que participéis en la Asamblea diocesana el sábado 21 de septiembre, por la  mañana.  Son de sumo interés las presentaciones del Borrador del Plan de Pastoral, en cuya elaboración está invitada a participar toda la comunidad diocesana, y de una Nueva Propuesta para nuestro Seminario diocesano, ante la urgente necesidad de intensificar la Pastoral Vocacional en nuestra Diócesis.   

Ruego y agradezco a los párrocos que hagáis llegar esta invitación a todos los fieles

Recibid un abrazo fraternal en Cristo


     

                                              +    Carlos, Obispo de Salamanca.   

Descarga del triptico de la semana pastoral:
http://www.diocesisdesalamanca.com/uploads/media/triptico_semana_pastoral_2013.pdf
    


    

jueves, 29 de agosto de 2013

EL PAQUETE

Enviado por Miguel Ruano:

En el vacío de la noche espiritual, todo es posibilidad. Y en esa posibilidad pura, sin contornos,
Dios se mueve a sus anchas y hace con nosotros lo que no le hemos permitido hacer a la luz
del día. El consuelo que puede alcanzarse en las tinieblas es incomparablemente más hermoso
y necesario al que sobreviene en medio de la luz….

…Hice un paquete con mi vida, si
es que algo así fuera posible; lo
envolví en papel de regalo y lo
extendí hacia Dios, con intención
de que Él lo tomara.


                  “El olvido de sí” (Charles de Foucauld) .Pablo D’Ors.


22 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"¡Dichoso tú si no pueden pagarte!"  (Lc 14,14)



Poner la humildad en el centro de nuestras consideraciones no es, a buen seguro, cosa fácil hoy; entre otras causas, porque el término «humildad» parece haber sido erradicado por completo del vocabulario corriente. Y si el vocabulario lo ignora, eso significa que la humildad, como actitud de vida, se ha convertido ahora en un opcional; más aún, en una rareza indeseable. Sin embargo, no sólo el cristiano, sino todo verdadero creyente, si se mantiene en la escuela de Dios y, con mayor razón, en la escuela del Evangelio, advierte que se siente más llamado cada día a caminar por el sendero de la humildad. Éste es el camino que Dios abrió del cielo a la tierra cuando él bajó a nosotros. Éste es el camino por el que Cristo se movió cuando vivía en medio de nosotros. Éste es el camino por el que han andado los santos y los mártires. Éste es el camino de la perfección cristiana, el que se abre ante todos aquellos que, como peregrinos sobre la tierra, se sienten llamados a la patria del cielo.

La liturgia de la Palabra de hoy pone de manifiesto, por otra parte, el aspecto positivo de la humildad cuando la acogemos de un modo sincero y animoso como actitud de vida: con ella y por ella se nos admite en el banquete del Reino. Ella es el traje de boda del que no podemos prescindir; con ella, en cambio, llegamos a ser agradables al Señor y somos admitidos a la alegría del banquete nupcial. Es como decir que la humildad nos hace semejantes a Jesús y que sólo de este modo reconoce Jesús en nosotros nuestra semejanza con él. La humildad es, para un cristiano, actitud de vida y actitud interior, al mismo tiempo. Si no es humilde el ánimo, no pueden ser humildes las palabras y los gestos. Es ésta una lección que sólo podemos aprender de Jesús. Fue él quien dijo -y se dirigía a sus discípulos-: «Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras vidas» (Mt 11,29). ¿Quién de nosotros puede decir con toda verdad que ha «aprendido sobre Cristo» (Ef 4,20)?

               --------------------------------------------------------------------------------------------------------

¡Tú eres, Señor, el Padre de los humildes! Hazme comprender, oh Señor, que tu paternidad se manifiesta en plenitud sólo cuando encuentra hijos sencillos y humildes. Hazme comprender, oh Señor, que mi filiación se manifestará en plenitud sólo cuando te reconozca como el Padre de los últimos.
¡Tú eres, Señor, el Padre de los huérfanos y el defensor de las viudas! Hazme comprender, oh Señor, que tu paternidad se revela plenamente sólo cuando se ejerce con las categorías más expuestas de nuestra vida social. Hazme comprender, oh Señor, que mi filiación alcanzará su cima sólo cuando me abra con generosidad a las necesidades materiales y espirituales de mis hermanos y hermanas más débiles.

¡Tú le preparas una tierra, oh Señor, al indigente! Hazme comprender, oh Señor, que tu providencia a lo largo de la historia se manifiesta siempre con gestos concretos y tangibles, tendentes a rehabilitar y recalificar a todos los que han conocido la humillación de las diferentes pobrezas. Hazme comprender, oh Señor, que la filiación que me has regalado me pide un compromiso histórico valiente y firme en favor de todos los que, con excesiva frecuencia, excluye la sociedad como personas improductivas e indeseables.


Lecturas de este domingo:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130901&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


CON EL SENTIDO COMÚN Y CONTRA EL SENTIR COMÚN

           Si alguna persona ha existido en el mundo inclasificable y sorprendente, esa persona es Jesús de Nazaret. Por eso chocan necesariamente sus respuestas y sus propuestas son originales, únicas.  El evangelio del domingo próximo es fantástico. De un notable sentido común e insólitamente calculador en la primera parte, se pasa, en la segunda, a una sugerencia absolutamente contracorriente. Veamos.

            Viendo cómo, en los banquetes, muchos buscan los primeros puestos, sugiere lo opuesto: sentarse en los últimos lugares para que cuando llegue el anfitrión haga ascender a los sitios de honor a los que no tienen pretensiones. Así los humildes quedan ensalzados. No parece que a Jesús le interesasen personalmente los primeros puestos o quedar bien ante la gente. Pero no es malo ser ensalzado por los demás y siempre ayuda a la autoestima de quienes la tienen debilitada.

            Lo más chocante, sin embargo, es la segunda parte. Resulta una propuesta contracorriente en aquel tiempo y, sobre todo, en el nuestro. No sólo en los negocios, sino en todas las dimensiones del quehacer humano, se busca la recompensa, la ganancia. La gratuidad ha desaparecido de las relaciones humanas. Se impone el "do ut des", es decir, el dar para que me des. Pues bien, la propuesta de Jesús va en sentido completamente opuesto. Cuando invites a alguien, hazlo a quien no puede corresponderte, a quien ni siquiera te puede reconocer.

            Los cuatro tipos de personas a quienes se sugiere dirigir los favores tienen su qué: los pobres que no te pueden devolver el favor; los cojos y lisiados a quienes tienes que esperar porque llegarán tarde y tendrás que ir a buscarlos tú mismo; los ciegos que cuando pases ante ellos ni siquiera te pueden dar las gracias porque no te ven.

            En síntesis: la pura gratuidad. Que, en definitiva, procede de la misericordia y la compasión aderezada con una buena dosis de generosidad. Esas actitudes vitales, sin las que tampoco funciona la justicia, como recordó a los mismísimos financieros y empresarios el papa Benedicto XVI. Lo que ocurre porque sin misericordia termina imponiéndose la codicia que, en efecto es una idolatría. Ni habrá paz porque se impondrá la competencia, que genera la rivalidad para alcanzar los primeros puestos.

            Vayan con estas líneas mi saludo a todos los lectores desde la selva del Perú, donde me encuentro desde hace dos semanas. Tal es el motivo de mi "huelga" de la semana pasada. Y también de estas letras porque, desde estas latitudes, las cosas se ven de manera distinta. Por aquí estaremos un mes más.

                                                                 JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO



miércoles, 28 de agosto de 2013

SAN AGUSTÍN

             ¡OH ETERNA VERDAD, VERDADERA CARIDAD Y CARA ETERNIDAD!

Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste. Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud. Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hecho por ella. La conoce el que conoce la verdad.
¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo. Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba: “Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí.”
Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía: Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.
¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.


                                                                                  De las Confesiones


viernes, 23 de agosto de 2013

HACIENDO RESONAR SU SONIDO ¿TE LLEGA?

Miguel Ruano nos envía:
Los hombres prefieren cualquier cosa antes que la soledad. Preferimos llenarnos de basura antes que estar vacíos. La nada es lo que más nos horroriza. ¡Cuánto aterra constatar el vacío que somos! ¡Cuánto asusta comprobar que vivimos en casas, sí, pero no en las paredes, sino en el espacio vacío que queda entre una pared y otra! Vivimos en el vacío, ésa es la casa, nuestra casa. ¡Y hacemos de todo con tal de sortear esta certeza sobrecogedora! Hay algo dentro de nosotros que no queremos que resuene, y huimos espantados cuando lo hace. Sin embargo, nada hay en el mundo tan necesario como ese sonido. ¡Ah, la nada! No sé qué es, pero hay que ser nada para que Dios pueda entrar en el corazón. La soledad y el silencio son los campos de cultivo de la fe y, diría más, el silencio y la soledad son los campos de cultivo en que se fragua eso que llamamos ser humano."
                                                   (“El olvido de si”. Pablo d’Ors)


21 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Esforzaos en entrar por la puerta estrecha" (Lc 13,24)

Jesús no dijo que fuera fácil. Dijo que merecía la pena.

Si deseo intentar expresar quién es este «tú» que me busca, que me llama -como se manifiesta en la conciencia de quien cree-, puedo dar algunas de sus características, que son también un intento de descripción de la experiencia de fe, aunque no la agotan, y no son sino el esfuerzo por decir algo que está más allá de nuestras palabras.
El «tú» que busca al creyente se presenta, en primer lugar, como un misterio indisponible, sobre el que no podemos poner las manos, que está siempre más allá de cuanto pensamos haber comprendido o captado de él. Se presenta asimismo con la característica de don, o sea, algo que no podemos pretender, sino que se da, y cuyo darse nos sorprende, porque tiene siempre la connotación de lo gratuito, de lo no debido.
Se presenta aún como alguien que habla, que dice palabras de consuelo, de aliento, incluso de juicio, pero que siempre levantan y hacen caminar de nuevo. Se presenta como alguien que atrae con una atracción que suscita una búsqueda continua. Quien cree, cuando reflexiona sobre su fe, siente como muy verdaderas las palabras del salmo: «Como busca la cierva corrientes de agua, así, Dios mío, te busca todo mi ser» (Sal 42), o bien: «Oh Dios, tú eres mi Dios, desde el alba te deseo; estoy sediento de ti» (Sal 63).
Y este «tú» misterioso, que se hace buscar, que nos atrae continua y misteriosamente, se presenta también como un aliado, como alguien que está de mi parte, que me permite decir en cualquier circunstancia: «Dios me ama y no temo ningún mal». Se presenta como alguien que abre siempre nuevas perspectivas, nuevos horizontes de acción, y, por consiguiente, suelta de continuo los lazos de la vida, plantea nuevas vías de salida, nuevos posibles comienzos. Por último, se presenta como alguien que se entrega, que se comunica, que se manifiesta, que ofrece una comunicación de experiencia.

El que conoce un poco la Biblia se da cuenta de que en cada página vibra la presencia de un «tú» que continuamente nos sorprende, nos impulsa, estimula la vida cotidiana y la abre a la novedad. Y el que cree, cuando lee las palabras bíblicas, siente de una manera eficaz su verdad para su vida; vive, por así decirlo, su confirmación.
 (C. M. Martini, «Le ragioni del mio credere», en Cattedra dei non credenti, Milán 1992).


Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130825&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


jueves, 15 de agosto de 2013

20 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? Pues no, sino división  (Lc 12,51)

"Estamos rodeados de una nube de testigos" (Hb 12,1). Iconostasio ruso s. XVII

¿Qué paz vino a traer a la tierra Jesús, que fue llamado «el príncipe de la paz» y a quien Pablo presenta como aquel que, derribando el muro de separación, ha inaugurado los tiempos de la paz mesiánica? Resulta incluso demasiado fácil edulcorar el don de la paz mesiánica, intentando empobrecerla y adaptarla a nuestras miopes visiones, a nuestras expectativas egoístas. Una paz a medida del hombre no siempre corresponde al don de la paz que Dios, por medio de Jesucristo, quiere asegurar a toda la humanidad.

La paz que Jesús anuncia y da es una paz que divide. Es capaz de provocar divisiones incluso en el interior de cada persona. Desde este punto de vista, son altamente significativos los acontecimientos que le tocó vivir al profeta Jeremías. Éste, por la palabra de su Señor, fue arrancado de sí mismo, de sus proyectos humanos, hasta de sus deseos legítimos, para ser catapultado totalmente hacia la historia de su pueblo.

La paz que Jesús anuncia y da es una paz que divide. Provoca divisiones en el interior de las relaciones humanas: lo afirma Jesús de modo claro en otros lugares de su evangelio y vuelve a afirmarlo también aquí de un modo bastante vigoroso: «De ahora en adelante estarán divididos los cinco miembros de una familia, tres contra dos, y dos contra tres». No es difícil entrever el primado absoluto de la Palabra de Dios en la vida del creyente, así como la extrema eficacia de una vocación evangélica cuando ésta debe chocar con una lógica terrena que obedece a criterios muy diferentes.

La paz que Jesús anuncia y da es una paz que divide. Provoca divisiones entre unos grupos y otros, entre unas comunidades y otras, entre unos pueblos y otros, precisamente por la novedad que trae al mundo y por el escándalo de ese «misterio pascual» que -tanto para nosotros como para él- constituye el criterio primero e insustituible de todo comportamiento humano.

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Los apóstoles, instruidos por la palabra y por el ejemplo de Cristo, siguieron el mismo camino. Desde los primeros días de la Iglesia, los discípulos de Cristo se esforzaron en convertir a los hombres a la fe de Cristo Señor no por acción coercitiva ni por artificios indignos del Evangelio, sino ante todo por la virtud de la Palabra de Dios. Anunciaban a todos resueltamente el designio de Dios Salvador, «que quiere que todos los hombres se salven y vengan al conocimiento de la verdad» (1 Tim 2,4), pero, al mismo tiempo, respetaban a los débiles, aunque estuvieran en el error, manifestando de este modo cómo «cada cual dará a Dios cuenta de sí» (Rom 14,12), debiendo obedecer a su conciencia.
Al igual que Cristo, los apóstoles estuvieron siempre empeñados en dar testimonio de la verdad de Dios, atreviéndose a proclamar cada vez con mayor abundancia, ante el pueblo y las autoridades, «la Palabra de Dios con confianza» (Hch 4,31). Pues defendían con toda fidelidad que el Evangelio era verdaderamente la virtud de Dios para la salvación de todo el que cree. Despreciando, pues, todas «las armas de la carne», y siguiendo el ejemplo de la mansedumbre y de la modestia de Cristo, predicaron la Palabra de Dios confiando plenamente en la fuerza divina de esta palabra para destruir los poderes enemigos de Dios y llevar a los hombres a la fe y al acatamiento de Cristo. Los apóstoles, como el Maestro, reconocieron la legítima autoridad civil: «No hay autoridad que no venga de Dios», enseña el apóstol, que, en consecuencia, manda: «Toda persona esté sometida a las potestades superiores..., quien resiste a la autoridad resiste al orden establecido por Dios» (Rom 13,12). Y al mismo tiempo no tuvieron miedo de contradecir al poder público cuando éste se oponía a la santa voluntad de Dios: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» (Hch 5,29). Este camino lo siguieron innumerables mártires y fieles a través de los siglos y en todo el mundo.
La Iglesia, por consiguiente, fiel a la verdad evangélica, sigue el camino de Cristo y de los apóstoles cuando reconoce y promueve la libertad religiosa como conforme a la dignidad humana y a la revelación de Dios. Conservó y enseñó en el decurso de los tiempos la doctrina recibida del Maestro y de los apóstoles (Concilio Vaticano II, Declaración sobre la libertad religiosa Dignitatis humanae, llss).

Lecturas del día:


miércoles, 14 de agosto de 2013

LA ASUNCION DE LA VIRGEN

"El Señor ha mirado la humildad de su sierva"  (Lc 1,48)




Nuestra celebración consiste, en realidad, más en la indicación del misterio que en su explicación. Y aunque yo quisiera anteponer el silencio al habla, ésta última se ve forzada por el afecto, dando lugar a las palabras, y cede a éstas, aunque no tengan coraje y no ignoren su debilidad, que es demasiado grande respecto a la posibilidad de satisfacer de una manera adecuada el arcano del prolongado silencio [...].
Por eso, ¡ánimo!, obedecedme a mí, que soy buen consejero, y corred al encuentro con la Madre de Dios. Y mientras ahora estáis relucientes por la acción y por la palabra, y resplandecéis por todos lados gracias a la belleza de la virtud, quiera el mismo Cristo recogeros y recibiros al mismo tiempo en el místico banquete. Y os lo muestra claramente con el hecho de que hoy traslada a su Madre siempre virgen, de cuyo seno, y aun siendo Dios, tomó misteriosamente nuestra forma, de los lugares terrenos como reina de nuestra naturaleza, dejando el poder del misterio sin anuncio, aunque no del todo incomunicable. En efecto, ella vino en el nacimiento y, sin embargo, tuvo una condición extraordinaria. Aquella que procuró la vida, sube para un viaje de nueva vida y se traslada al lugar incorruptible, principio de vida.

                                        (Andrés de Creta, Omelie mañane, Roma 1987, pp. 133, passim).



Lecturas de la fiesta:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130815&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


martes, 13 de agosto de 2013

HE VENIDO A TRAER LA GUERRA

           

             “No he venido a traer la paz sino la guerra”. Directo, elemental y paradójico. Insólito e incomprensible en labios de Jesús. El llamado príncipe de la paz, el que ha venido a reconciliar el cielo con la tierra; quien habla de poner la otra mejilla... ahora dice que ha venido a traer la guerra.

            Incomprensible. ¿Cuál es la clave para entender esto? Quizá nuestra sociedad ofrece una pista no desdeñable: todo hoy induce a no meterse en líos, a evitar el conflicto a toda costa, al “buenismo”, a la máxima tolerancia, a la permisividad... Lo que se llama la cultura light, neologismo inglés aceptado por la Real Academia de la Lengua, o sea descafeinado. Todo esto que se predica y se practica, pero que conduce a una mayor violencia, a la glorificación de los malhechores, al abuso contra los débiles y los inocentes, a la pérdida de confianza en las personas honestas. En síntesis, a la exención de cualquier tipo de responsabilidad personal.

            Frente a una sociedad así, el profeta verdadero no permanece indiferente, no calla. Y se convierte en fuente de conflicto. Los profetas juegan con fuego. Pasó con Jeremías arrojado a un aljibe por orden del rey, a instancias de los principales, quienes no toleraban sus denuncias. A Jeremías le sacaron del aljibe. Pasó con Cristo, pero a Cristo lo crucificaron y no lo bajaron de la cruz sino muerto.

            No se trata de volver a los tiempos de los profetas de calamidades, de anunciar con voz cavernosa los castigos del infierno, de difundir la imagen de un Dios ofendido y severo que castiga inexorablemente. Pero sí de tomarse en serio la vida humana y el Evangelio. Éste, que siempre es buena noticia, nos habla de pasar por un bautismo, que no es otro que el trabajo, el sacrificio, la responsabilidad, la lucha contra el mal.

            “No habéis llegado a la sangre en vuestra lucha contra el pecado”. Ah! ¿Es que existe el pecado? Este es el asunto y aquí está la clave. Que hemos caído en la ingenuidad de pensar que sin lucha, sin esfuerzo, obtendremos la felicidad y un  mundo ideal. Y que el pecado no existe. Error, tremendo error.   Error que ya intuía Albert Einstein cuando afirmaba “no sé cómo será la tercera guerra mundial, pero sí sé que la cuarta será con piedras y lanzas”. Porque dejando suelto al ser humano, en libertad sin otros valores, en activismo sin conciencia, en disfrute de todas las posibilidades sin considerar que existe el otro,... podremos derivar en una tercera guerra que termine con toda la civilización lograda a costa de siglos y para la cuarta no quede nada.

            Quizá todo esto resulte demasiado simple y elemental. Pero un pensamiento simple, si responde a la realidad, es más eficaz. “Recordad al que soportó la oposición de los pecadores y no os canséis ni perdáis el ánimo”, sugiero yo con el autor del texto de Hebreos que nos ofrece la Liturgia del próximo domingo.


                                                                            JOSÉ MARÍA YAGÜE


lunes, 12 de agosto de 2013

BAUTIZO DE PAULA


El domingo 11 de agosto se bautizó en la Anunciación Paula.  Le damos la bienvenida a la comunidad de la Unidad Pastoral y felicitamos a padres, padrinos y resto de la familia.






sábado, 10 de agosto de 2013

CAMPAMENTOS DE ESTE VERANO

Los dos campos de trabajo han sido una experiencia bonita para conocer y estar junto a los preadolescentes y adolescentes. Hemos combinado trabajo, alegría, convivencia, diversión, talleres y momentos de fe con los dos pueblos (Escuernavacas y Iruelos) - oraciones, Perdón y Eucaristia. En definitiva dos semanas fecundas, llenas de vida y juventud. Y donde no se me olvida ningún rostro de los chicos/as por que conseguimos en los campos de trabajo ser una autentica familia. Por ultimo dar las gracias a los monitores que hacen posible estas actividades de verano de la unidad pastoral.
En cuanto al campamento de la Unidad Pastoral con niños/as de diversos lugares (Carbajosa, cofradía de Jesús amigo de los niños y otros), primeramente reconocer la labor inestimable y darles las gracias a los  monitores, premonitores y colaboradores, que sin ellos esta aventura no se hubiera podido vivir, y segundo por todos los acampados que a su manera habrán vivido estos ocho días en plena naturaleza de diversas formas y a su edad. El campamento cada día tenia su espíritu y su valor, y que se ofrecían por medio de actividades (talleres, juegos, canciones, ginkanas, celebraciones de fe (oraciones, Perdón y Eucaristias). Los niños/as han disfrutado y creo que al final hemos logrado una familia campamental. Cada niño / a seguramente en sus familias estará intentando vivir la experiencia vivida juntos.
Confió que estas actividades de verano ayuden a revitalizar la familia de la unidad pastoral desde los niños y los adolescentes. 

El próximo verano más, mejor y diferente.

                                                                           Nacho






jueves, 8 de agosto de 2013

19 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Dichoso el criado si, al llegar su amo, le encuentra haciendo lo que debe"  (Lc 12,43)



Eres tú, Señor, la luz que ilumina mi camino. Con excesiva frecuencia me encuentro solo y perdido por los caminos de este mundo. Con excesiva frecuencia me siento presa o víctima de oscuros asaltos que obnubilan los ojos de mi mente y de mi corazón. Inúndame, Señor, con la luz de tu Palabra.
Eres tú, Señor, el fundamento de la promesa en la que está firmemente asentada mi fe. Con excesiva frecuencia me siento débil e inestable frente a las promesas alternativas que me llegan de todas partes y cada dos por tres. Con excesiva frecuencia me siento atraído y casi seducido por promesas totalmente contrarias a la tuya. Lléname, Señor, con la fuerza de tu promesa.
Eres tú, Señor, el dador de todo bien. Con excesiva frecuencia el mundo me hace probar bienes que me apartan de tu mesa y me distraen de tus propuestas. Con excesiva frecuencia me veo expuesto a las seducciones de «alimentos terrenos» que satisfacen mi paladar pero no alimentan mi vida. Hazme gustar, Señor, los bienes que son tuyos, pero sobre todo a ti, que eres mi único bien.
Eres tú, Señor, mi bienaventuranza. Con excesiva frecuencia oigo que, en el mundo, son proclamados bienaventurados los ricos, los poderosos, los vividores. Con excesiva frecuencia veo oprimidos y perseguidos a aquellos que te siguen por el camino del Evangelio. Hazme participar, Señor, de esa alegría que sólo puede derivar de la práctica de las bienaventuranzas evangélicas.


                               ---------------------------------------------                                                 

Impulsados por la caridad que procede de Dios, hacen el bien a todos, pero especialmente a los hermanos en la fe (cf. Gal 6,10), despojándose «de toda maldad y de todo engaño, de hipocresías, envidias y maledicencias» (1 Pe 2,1), atrayendo de esta forma los hombres a Cristo. Mas la caridad de Dios que «se ha derramado en nuestros corazones por virtud del Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5), hace a los seglares capaces de expresar realmente en su vida el espíritu de las bienaventuranzas. Siguiendo a Cristo pobre, ni se abaten por la escasez ni se ensoberbecen por la abundancia de los bienes temporales; imitando a Cristo humilde, no ambicionan la gloria vana (cf. Gal 5,26), sino que procuran agradar a Dios antes que a los hombres, preparados siempre a dejarlo todo por Cristo (cf. Lc 14,26), a padecer persecución por la justicia (cf. Mt 5,10), recordando las palabras del Señor: «Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24). Cultivando entre sí la amistad cristiana, se ayudan mutuamente en cualquier necesidad.
La espiritualidad de los laicos debe tomar su nota característica del estado de matrimonio y de familia, de soltería o de viudez, de la condición de enfermedad, de la actividad profesional y social. No descuiden, pues, el cultivo asiduo de las cualidades y dotes convenientes para ello que se les ha dado y el uso de los propios dones recibidos del Espíritu Santo (Concilio Vaticano II, Decreto sobre el apostolado seglar Apostólicam actuositatem, 4).


Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130811&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


martes, 6 de agosto de 2013

ESTAD ATENTOS

            Es fácil caer en la cuenta de la importancia de la atención en lo cotidiano. Por desgracia, las noticias de cada día nos alertan de consecuencias trágicas por la falta de atención. Una breve distracción de dos minutos, por una llamada por teléfono o por lo que sea, provoca la muerte de 79 personas. Un “pequeño” despiste al volante del automóvil puede terminar con nuestra vida y la de los demás.  Como esto lo sabemos por su evidencia, no solemos distraernos demasiado en asuntos tan patentes. Aún así, mucho más de lo que convendría. Si estuviéramos menos distraídos y más atentos siempre, sin duda ocurrirían menos accidentes.

            Pero hay asuntos en los que las distracciones se notan menos, pasan desapercibidas para nosotros y para los demás y, sin embargo, también producen trágicos resultados. Son asuntos en los que no está en juego la supervivencia material, pero sí el sentido mismo de la vida y el valor de la persona.  Quiero decir que no basta poner atención en las acciones, en el movimiento. Hay que estar atentos a todo lo que somos, lo que nos pasa y lo que hacemos; a todo y a todos los que nos rodean. La atención es una actitud interior muy profunda que se traduce en el compromiso por vivir bien y hacer vivir bien a los demás. Por supuesto, es más fácil ser despistado o hacerse el despistado. Así no te comprometes. Vas “a tu bola”, nada te reprochas y piensas que nadie debe reprocharte nada. El pretexto está a flor de labios: no supe, no me enteré, no caí en la cuenta...

            Aquella joven filósofo que terminó muriendo con poco más de 30 años porque era incapaz de comer más y mejor, de tratarse bien, aun estando enferma, que los soldados en el frente, durante la Segunda Guerra mundial, nos había dejado escritas páginas admirables e instructivas sobre la atención:

            Se llamaba Simone Weil y nos decía esto: “Y, sobre todo, vivir con atención. No permitir que las cualidades naturales se atrofien por falta de práctica. No volver la mirada para evitar el compromiso con el dolor. Mirar con atención a la vida, a cuanto nos rodea. Atención, atención, atención. Si sólo estudiáramos con atención, escucháramos con atención, orásemos con atención, mirásemos a los rostros con atención, ahí estarían todas las llamadas y todos los motivos. Pero para ello hay que entrenarse”.  Y continúa: “no te puedes impedir hacer el esfuerzo supremo... No tengo por qué temer que no llegue a hacer el esfuerzo supremo. Con la única condición de no mentirme a mi misma y de poner atención”.

            Esto se llama autenticidad. Y es lo que Jesús nos sugiere como estilo de vida en el evangelio del domingo próximo: “tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Estad como los que aguardan a su Señor para abrirle apenas llegue y llame”.   No nos facilita la atención a lo esencial el modo moderno de vivir: la velocidad, los viajes, los medios e instrumentos de comunicación, los ruidos.... Algo y muy serio tendremos que cambiar para estar atentos y ser auténticos.          

                                                                               JOSÉ MARÍA YAGÜE
  
  
 
Abraham, de Sieger Köder
      Rodeado de estrellas, pero con la mirada fija en lo esencial





lunes, 5 de agosto de 2013

TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

"A tu luz vemos la luz"  (Sal 35,10)

Icono ruso de la Transfiguración. Siglo XVI

Cuando, "antes de la Cruz" Cristo toma consigo, para acompañarle al monte, a los tres discípulos, no se ha cambiado a sí mismo delante de ellos, no ha asumido en lo externo una forma, una naturaleza, que antes no tuviese, no se ha vuelto resplandeciente con una gloria que le resultase extraña, por efecto de una luz proveniente de otra parte. Su persona perfecta  no ha sufrido ningún cambio o transformación, sino, según los Santos Padres, Cristo abrió los ojos a los discípulos: "Pasaron de la carne al espíritu", escribe San Máximo el Confesor. Y San Juan Damasceno:

"No se transfigura asumiendo lo que no era, sino mostrando a sus discípulos lo que era, abriéndoles los ojos, y de ciegos como estaban los convierte en vidente (...). Permaneciendo siempre el mismo en su identidad, se muestra ahora a sus discípulos bajo un aspecto diverso respecto al que antes se manifestaba". 

Por un instante Cristo les concede contemplar la gloria de su divinidad, que estaba unida hipostáticamente, "sin confusión", sin cambio, sin división y sin separación" a su naturaleza humana (definición de fe del IV Concilio Ecuménico de Calcedonia). Revela a los ojos "abiertos" de los apóstoles la gloria inaccesible e insoportable que había "velado" por condescendencia bajo el velo de la carne, en la sombra de su cuerpo,  y muestra la carne transparente como cristal. San Gregorio Palamas enseña:

"El poder divino brillaba como a través de láminas de vidrio, resultando diáfano a cuantos habían purificado el ojo del corazón" (San Gregorio Palamás, Primera homilía sobre la Transfiguración, PG 151, 433C).

Muestra, por un instante, el estado permanente que adquirirá su cuerpo después de la Resurrección y que los cuerpos de los santos poseen en el Reino de los Cielos, para ayudar a los apóstoles y prepararlos a la prueba de su Pasión:

"Antes de la Cruz, Señor, tomando contigo a los discípulos sobre una alta montaña, te transfiguraste ante ellos, iluminándoles con los rayos de tu majestad. Por amor hacia los hombres y por tu poder soberano querías mostrarles el esplendor de la Resurreccion". (Kondakio de la fiesta)

Esta luz increada, esta única gloria y energía del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, "belleza del siglo futuro y eterno" emanada del cuerpo de Cristo como de una fuente de irradiación, se convierte en "el reflejo de la carne semejante a Dios (homóteos), y le permite ver desde entonces el reino de Dios venido "con poder", como el Señor les había prometido antes de llevarlos a la montaña:

"Os aseguro que entre los aquí presentes algunos no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de Dios" (Mc 9,11).

En el mundo creado, el sol envía su luz sobre todas las criaturas para darles vida; igualmente la luz increada se comunica a los vestidos del Señor, "blancos como la nieve" (Mt 17, 2), pues una cosa es la unión con Dios "según la hipóstasis" y otra la participación " por gracia", "por energía u operación":

"Su rostro resplandecía como el sol, pues se identifica, según la hipóstasis, con la luz inmaterial, y por esto se convierte en el Sol de Justicia; pero sus vestidos se vuelven blancos como la nieve, pues recibien la gloria por revestimiento  y no por unión, por relación y no según la hipóstasis" (San Juan Damasceno, homilía sobre la Transfiguración, 4, PG 96, 552C).

Según San Máximo, estos vestidos blancos "resplandecientes" (Mt 9, 3), "fulgurantes" (Lc 9, 29), son los logoi de la creación, las raíces ontológicas de las cosas que han encontrado su realización, su recapitulación, en la persona del Logos de Dios encarnado (San Máximo el Confesor, Ambigua, 28, PG 91, 1128BD).
Los elementos del mundo natural liberados de la pesadez de la carne, cesan de cubrir a Cristo, como pesados vestidos de invierno, volviéndose ligeros, luminosos, pneumatóforos ( portadores de Espíritu), y comunican a los hombres la irradiación de la gloria de Dios. 

     


Si supiéramos reconocer el don de Dios, si supiéramos experimentar estupor, como el pastor Moisés, ante todas las zarzas que arden en los bordes de nuestros caminos, comprenderíamos entonces que la transfiguración del Señor —la nuestra— empieza con un cierto cambio de nuestra mirada. Fue la mirada de los apóstoles la que fue transfigurada; el Señor permanece el mismo. 
La cotidianidad de nuestra vida, trivial y extraordinaria, debería revelar entonces su deslumbrante profundidad. El mundo entero es una zarza ardiente, todo ser humano —sea cual sea la impresión que suscita en nosotros— es esta profundidad de Dios. Todo acontecimiento lleva en él un rayo de su luz. Nosotros, que hemos aprendido a mirar hoy tantas cosas, ¿hemos aprendido los datos elementales de nuestro oficio de hombres? Se vive, en efecto, a la medida del amor, pero se ama a la medida de lo que se ve. Ahora, en la transfiguración, nuestra visión participa en el misterio, de ahí que el amor esté en condiciones de brotar de nuestros corazones como fuego que arde sin consumir, y así puede enseñarnos a vivir.
Debemos pasar de la somnolencia de la que habla el evangelio a la auténtica vela, a la vigilancia del corazón. Cuando despertemos se nos dará la alegría inagotable de la cruz. Al ver, por fin, en la fe, al hombre en Dios y a Dios en el hombre —Cristo— nos volveremos capaces de amar y el amor saldrá victorioso sobre toda muerte.
El Señor se transfiguró orando; también nosotros seremos transfigurados únicamente en la oración. Sin una oración continua, nuestra vida queda desfigurada. Ser transfigurados es aprender a ver la realidad, es decir, a nuestro Dios, a Cristo, con los ojos abiertos de par en par. Ciertamente, en este mundo de locos, siempre tendremos necesidad de cerrar los ojos y los oídos para recuperar un cierto silencio. Es necesario, es como una especie de ejercicio para la vida espiritual. Sin embargo, la vida, la que brota, la vida del Dios vivo, es contemplarlo con los ojos abiertos. El está en el hombre, nosotros estamos en él. Toda la creación es la zarza ardiente de su parusía. Si nosotros «esperásemos con amor su venida» (2 Tim 4,8), daríamos un impulso muy diferente a nuestro servicio en este mundo. 


Lecturas de la fiesta:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130806&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0

  
                      



domingo, 4 de agosto de 2013

PERO QUIERO LÍO EN LAS DIÓCESIS ¿SERÁ POSIBLE?

Discurso del Papa Francisco al comité de coordinación del CELAM:

http://www.aciprensa.com/noticias/texto-completo-discurso-del-papa-francisco-al-comite-de-coordinacion-del-celam-12778/#.Uf6rXJIW1io


Cuando ha caído este documento en mis manos, y no porque esté de moda el Papa Francisco, porque pienso que los papas anteriores también lo dijeron, me ha llenado de una grata sorpresa.
Hace años en la formación que se me fue dando en nuestra diócesis con el sínodo diocesano y otros encuentros de vida diocesana, arciprestazgos y parroquial se ponían cimientos sobre estos pilares que hoy encuentro en boca del  Papa (¡que alivio!).
He sido testigo de la gran involución que  nuestra diócesis  ha experimentado en la vida de la Iglesia diocesana, hemos pasado en estos últimos años a un invierno eclesial, donde se impone el lenguaje autoritario y se le volvía a los fieles laicos a un estado invernadero.
Un presbiterio muy lleno de el sentido de autoridad (digo yo, autoritarismos) que no tiene nada que ver con el lenguaje evangélico, donde la primacía es ser todos hermanos, una iglesia para la misión y toda ella al servicio de la humanidad. Un tejido eclesial donde el laicado siempre sufre de un riguroso estado de inmadurez, que solo se queda de forma afectiva pero no efectiva. Se dan pasos como si se dieran migajas o porque no hay otro remedio.
Quisiera que pudieras leer y perdóname,  el atrevimiento este discurso del Papa al COMITÉ DE COORDINACIÓN DEL CELAM, algunas cosas serán para ellos,  pero otras muchas nos viene como anillo al dedo. Pienso que pone el dedo en la llaga y que podría ser muy bueno que se hiciera una  lectura para nuestra diócesis, arciprestazgos y parroquias.
 Cuando he leído este texto,  siento que viene a responder algunas lagunas que en mi experiencia de iglesia, o como cristiano que lleva casi toda la vida participando en el tejido eclesial y sintiéndome desde dentro y no como mero observador,  hemos dejado aparte.
Es hora de la misión pero tenemos que sentir la frescura que nos da que somos hermanos todos y que todos desde la vocación cristiana,  hemos sido llamados ha servir que no hay que clericalizarse para poder vivir el seguimiento a Jesús y descubrir que todo ministerio o carisma  se nutre desde el servicio. y un servicio para los demás y ni para uno mismo.
Devolver en el lenguaje de nuestra iglesia local eso que llama el Papa Francisco Cultura del encuentro, pues también dentro tenemos que hacerla visible, muy, muy visible.
Me permito enviarte esto, porque me uno a lo que Francisco le dijo a los jóvenes de Argentina: "Pero quiero lío en las diócesis", Así que pongo en tus manos este documento y te invito a que tu también seas motor del lio en las diócesis. disculpa mi atrevimiento.
Pero soy feliz haciendo resonar en el corazón lo escuchado al Papa Francisco todos estos dias.


                                                                             (Enviado por Miguel Ruano)

jueves, 1 de agosto de 2013

18 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"Nuestra vida no depende de nuestros bienes"  (Lc 12,15)

¿En qué Dios confiamos?

Muy presto será contigo este negocio; mira cómo te has de componer.
Hoy es el hombre y mañana no parece.
En quitándolo de la vista, presto se va también de la memoria.
¡Oh torpeza y dureza del corazón humano, que solamente piensa en lo presente y no se cuida de lo por venir!
Así habías de conducirte en toda obra y pensamiento, como si hoy hubieses de morir.
Si tuvieses buena conciencia, no temerías mucho la muerte.
Mejor fuera evitar los pecados que huir de la muerte.
Si no estás dispuesto hoy, ¿cómo lo estarás mañana?
Mañana es día incierto, ¿y qué sabes si amanecerás mañana?
¿Qué aprovecha vivir mucho, cuando tan poco nos enmendamos?
¡Ah! La larga vida no siempre nos enmienda; antes muchas veces añade pecados.
¡Ojalá hubiéramos vivido siquiera un día bien en este mundo!
Muchos cuentan los años de su conversión, pero muchas veces es poco el fruto de la enmienda.
Si es temeroso el morir, puede ser que sea más peligroso el vivir mucho.
Bienaventurado el que tiene siempre la hora de la muerte delante de sus ojos y se dispone cada día a morir.
Si has visto alguna vez morir un a hombre, piensa que por aquella carrera has de pasar.
Cuando fuere de mañana, piensa que no llegarás a la noche; y cuando fuere de noche, no te atrevas a prometerte la mañana.
Por eso, estate siempre prevenido y vive de tal manera que nunca te halle la muerte inadvertido.
Muchos mueren de repente, porque «en la hora que no se piensa vendrá el Hijo del Hombre» (Lc 12,40).
Cuando viniere aquella hora postrera, de otra suerte comenzarás a sentir de toda tu vida pasada y te dolerás mucho de haber sido tan negligente y perezoso.
¡Qué bienaventurado y prudente es el que vive de tal modo cual desea que lo halle Dios en la muerte!
Porque el perfecto desprecio del mundo, el ardiente deseo de aprovechar en las virtudes, el amor de la observancia, el trabajo de la penitencia, la prontitud de la obediencia, la abnegación de sí mismo, la paciencia en toda adversidad por amor de Cristo, aran confianza te darán de morir felizmente.
Muchas cosas buenas puedes hacer cuando estás sano, pero, cuando enfermo, no sé qué podrás. Pocos se enmiendan en la enfermedad, y los que andan en muchas romerías, tarde se santifican.
No confíes en amigos ni en vecinos, ni dilates para después tu salvación, porque más presto de lo que piensas estarás olvidado de los hombres.
Mejor es ahora, con tiempo, prevenir algunas buenas obras que envíes adelante, que esperar en el socorro de otros.
Si tú no eres solícito para ti ahora, ¿quién tendrá cuidado de ti después?
Ahora es el tiempo muy precioso; «ahora son los días de salud; ahora es el tiempo aceptable» (2 Cor 6,2).
Pero, ¡ay dolor!, que lo gastas sin aprovecharte, pudiendo en él ganar con qué vivir eternamente.
Vendrá cuando desearías un día o una hora para enmendarle, y no sé si te será concedida.
¡Oh hermano! ¡De cuánto peligro te podrías librar y de cuan grave espanto salir si estuvieses siempre temeroso de la muerte y preparado para ella!
Trata ahora de vivir de modo que en la hora de la muerte puedas más bien alegrarte que temer.
Aprende ahora a morir al mundo, para que entonces comiences a vivir con Cristo.
Aprende ahora a despreciarlo todo, para que entonces puedas libremente ir a Cristo.
Castiga ahora tu cuerpo con penitencia, para que entonces puedas tener confianza cierta.
¡Oh necio! ¿Por qué piensas vivir mucho, no teniendo un día seguro?
¡Cuántos se han engañado y han sido separados del cuerpo cuando no lo esperaban!
¿Cuántas veces oíste contar que uno murió a cuchillo, otro se ahogó, otro cayó de lo alto y se quebró la cabeza, otro comiendo se quedo pasmado, a otro jugando le vino su fin? Uno murió con fuego, otro con hierro, otro de peste, otro pereció a mano de ladrones, y así la muerte es fenecimiento de todos, y la vida de los hombres se pasa como sombra rápidamente.
¿Quién se acordará de ti, y quién rogará por ti después de muerto?
Haz ahora, hermano, haz lo que pudieres, que no sabes cuándo morirás; no sabes lo que te acaecerá después de la muerte.
Ahora que tienes tiempo, atesora riquezas inmortales.
Nada pienses fuera de tu salvación y cuida solamente de las cosas de Dios.
«Granjéate ahora amigos», venerando a los santos de Dios e imitando sus obras, «para que cuando salieres» de esta vida «te reciban en las moradas eternas» (Lc 16,9).
Trátase como huésped y peregrino sobre la tierra a quien no le va nada en los negocios del mundo.
Guarda tu corazón libre y levantado a Dios, porque aquí «no tienes domicilio permanente» (Heb 13,14) 

                                                         (Tomás de Kempis, La imitación de Cristo, I, 23)


Lecturas del día:

Vídeo del mes de agosto: