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miércoles, 30 de octubre de 2013

FIESTA DE TODOS LOS SANTOS

"Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor."  (Sal 23)


Los santos no se evaden, para refugiarse en una intimidad solo poblada por Dios. Al revés, la fe les abre al mundo. Les acerca al prójimo. Les llena de motivos para el encuentro. son maestros, sanadores, artistas, que comparten las zozobras y las alegrías de la gente.
Disfrutan con la vida bien concreta y real, ríen alto y fuerte. A veces también lloran. Arriesgan, en ocasiones hasta dar la vida por enfrentarse a lo injusto. Como hizo Jesús, en cuyo espejo se miran. Otras veces es la suya una entrega más callada, más cotidiana, que va construyéndose en el día a día. Todos los santos del mundo y de la historia.

Al recordarles, lo hacemos con gratitud, con admiración, pero también con la conciencia de que cada uno de nosotros está llamado a vivir el evangelio con la misma pasión, hondura y radicalidad. 

Lecturas de la fiesta:


¿QUIÉN SOY YO PARA JUZGAR?

La parábola del fariseo y el publicano suele despertar en no pocos cristianos un rechazo grande hacia el fariseo que se presenta ante Dios arrogante y seguro de sí mismo, y una simpatía espontánea hacia el publicano que reconoce humildemente su pecado. Paradójicamente, el relato puede despertar en nosotros este sentimiento: “Te doy gracias, Dios mío, porque no soy como este fariseo”.
Para escuchar correctamente el mensaje de la parábola, hemos de tener en cuenta que Jesús no la cuenta para criticar a los sectores fariseos, sino para sacudir la conciencia de “algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás”. Entre estos nos encontramos, ciertamente, no pocos católicos de nuestros días.
La oración del fariseo nos revela su actitud interior: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como los demás”. ¿Que clase de oración es esta de creerse mejor que los demás? Hasta un fariseo, fiel cumplidor de la Ley, puede vivir en una actitud pervertida. Este hombre se siente justo ante Dios y, precisamente por eso, se convierte en juez que desprecia y condena a los que no son como él.
El publicano, por el contrario, solo acierta a decir: “¡Oh Dios! Ten compasión de este pecador”. Este hombre reconoce humildemente su pecado. No se puede gloriar de su vida. Se encomienda a la compasión de Dios. No se compara con nadie. No juzga a los demás. Vive en verdad ante sí mismo y ante Dios.
La parábola es una penetrante crítica que desenmascara una actitud religiosa engañosa, que nos permite vivir ante Dios seguros de nuestra inocencia, mientras condenamos desde nuestra supuesta superioridad moral a todo el que no piensa o actúa como nosotros.
Circunstancias históricas y corrientes triunfalistas alejadas del evangelio nos han hecho a los católicos especialmente proclives a esa tentación. Por eso, hemos de leer la parábola cada uno en actitud autocrítica: ¿Por qué nos creemos mejores que los agnósticos? ¿Por qué nos sentimos más cerca de Dios que los no practicantes? ¿Qué hay en el fondo de ciertas oraciones por la conversión de los pecadores? ¿Qué es reparar los pecados de los demás sin vivir convirtiéndonos a Dios?
Recientemente, ante la pregunta de un periodista, el Papa Francisco hizo esta afirmación: “¿Quién soy yo para juzgar a un gay?”. Sus palabras han sorprendido a casi todos. Al parecer, nadie se esperaba una respuesta tan sencilla y evangélica de un Papa católico. Sin embargo, esa es la actitud de quien vive en verdad ante Dios.


De  Eclesalia.net

martes, 29 de octubre de 2013

DIOS, AMIGO DE LA VIDA

            “Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado”. Así habla un libro antiguo, el de la Sabiduría. Se trata de la sabiduría de un Pueblo, el de Israel, que nos transmite la sabiduría de Dios. Los cristianos hemos hecho nuestro este libro como todos los que están en la Biblia.

            Un luminoso ejemplo del amor de Dios a todos los seres es la escena de Jesús en casa de Zaqueo, lectura que también haremos en las misas del próximo domingo. Zaqueo era un jefe de publicanos. Es decir, jefe de unos personajes mal vistos, ladrones generalmente, y colaboradores de un Imperio invasor. Vamos, que podría ser considerado como un Bárcenas cualquiera o uno de esos sindicalistas aprovechados de los ERES de Andalucía.

            Pues con todos esos antecedentes, Jesús se atreve a autoinvitarse para comer en casa del susodicho personaje. Los dimes y diretes, aun sin periódicos y televisiones, corrieron como la pólvora por la ciudad (pueblo medianamente grande) de Jericó. ¡Jesús ha ido a comer en casa del publicano Zaqueo”, ese que nos tiene acribillados a impuestos! Y no es que a Jesús no le importe lo que los demás piensen de él. Faltaría más. El buen nombre y la buena fama hay que conservarlos en la medida de lo posible. Pero le importa más, infinitamente más, la persona de Zaqueo. Mostrar a este personaje curioso subido a un árbol, arremangada la túnica, con tal de ver a Jesús, que –digan lo que digan- él es amado de Dios. Y eso es lo que le cuenta Jesús, entre bocado y bocado y trago y trago: que Dios le ama y espera mucho y bueno de él.

            ¡Menudo descubrimiento! Tanto que el ricachón y amigo del dinero decide regalar la mitad a los pobres y a los que ha defraudado darles cuatro veces más. ¡Debía tener acumulado bastante el tal Zaqueo! Con jueces como Jesús y ladrones como Zaqueo podrían suprimirse las cárceles. Si todos los ladrones de guante blanco de nuestras democracias devolviesen lo que han robado con sus intereses, me parece que todos los españoles estaríamos dispuestos a ofrecerles el indulto y hasta la amnistía para que no fuesen a la prisión. El erario público se ahorraría además el darles de comer gratis, su custodia y las cárceles.


            Pero eso sólo ocurre cuando alguien, cualquiera que sea, rico o pobre, descubre que el mayor tesoro no es el dinero, sino el saberse amado de Dios. Tal es el milagro que hace Jesús: mostrar a Zaqueo la amabilidad de Dios de tal manera que se lo cree. Tal es la tarea –pendiente, muy pendiente- de la Iglesia, de los cristianos. Cambiar esa imagen perversa de un dios lejano, juez enfadado, castigador donde los haya y vengativo, por el Dios real, papá de Jesucristo, amigo de los hombres y de las mujeres. Que no desea otra cosa sino que lo queramos un poquito y lo mostremos queriendo un montón a todos los que Él ama. Naturalmente primero a los pobres, a los que nadie quiere y a los excluidos por tantos “bienpensantes” que han construido una sociedad rota, dividida por los privilegios y se han atrevido a inventar un diosecillo que justifica el desorden. Aunque ellos lo llamen “orden social”. Ya. Angelitos...   

                                                                         José María Yagüe   

CÓMO JESÚS TRABAJA CONSTANTEMENTE EN NUESTRA VIDA


Adrienne von Speyr (La Chaux-de-Fonds, 20 de septiembre de 1902 – Basilea, 17 de septiembre de 1967) fue una de las más importantes místicas católicas del siglo XX. Fue la primera mujer en ejercer la profesión médica en Suiza. Su vida se caracterizó por intensas iluminaciones desde la infancia, vividas con un cierto malestar por ser de confesión protestante desde el nacimiento.

Se convirtió al catolicismo a los 38 años, en 1940, tras un largo período de crisis y de búsqueda, poco después de haber conocido al jesuita Hans Urs von Balthasar, uno de los mayores teólogos católicos del siglo XX.
Permaneció siempre ligada a él por una intensa relación espiritual, y con él comenzó una gran colaboración intelectual. A su entrega al prójimo, a quien dedicó toda su misión como médica, unió la vida familiar –se casó dos veces, después de quedarse viuda– y, sobre todo, una intensa vida espiritual, centrada particularmente en el misterio trinitario. En efecto, el punto de partida de su teología creativa es la Trinidad de Dios, que desde la eternidad ama, dialoga y crea. 
Esta cercanía al centro del misterio cristiano,  juntamente con la claridad y la fuerza expresiva de su escritura, convierte su obra en una de las más penetrantes y sutiles presentaciones de la doctrina católica. Para Adrienne von Speyr la vida de fe es fuente de alegría y paz, aun cuando no se le ahorre al creyente (y mucho menos al místico) la cruz: en este sentido, son importantes sus experiencias relativas al Sábado Santo. Sobre todo, la segunda parte de su vida, una vez alcanzada la paz espiritual tras la conversión, estuvo marcada por enfermedades graves, fuertes sufrimientos y, por último, por la ceguera. Murió en 1967, tras haber recibido el don de los estigmas, precisamente el día de la fiesta de santa Hildegarda de Bingen, también ella médica y mística. El fragmento que publicamos forma parte de «Drei Frauen und der Herr» («Tre donne e il Signore», obra publicada en italiano por Jaca Book).

Los encuentros de Jesús con los hombres en el Evangelio parecen ser del todo casuales. Algunos personajes aparecen y desaparecen, multitudes enteras lo siguen y se convierten en testigos de sus milagros y en oyentes de su predicación. La mayor parte permanece anónima; algunos aparecen solamente para que la situación se delinee claramente, y en la práctica podrían ser sustituidos por otros. Pero también hay personas que, un poco a la vez o de repente, surgen de una cierta oscuridad y, a partir de ese momento, ante la mirada meditativa de la Iglesia, personifican la forma de un servicio particular prestado al Señor.
Cuando esas personas aparecen, nos damos cuenta de que ya desde hacía tiempo habían sido objeto de la consideración y la aceptación del Señor. Él las eligió, las acogió mucho antes de que ellas lo supieran. Y por el momento, hasta que salgan del escondimiento en él, él las sostiene. Algunas ya tienen el presentimiento de que un día él tendrá necesidad de ellas, que ya ahora tiene necesidad de ellas, más aún, que ya tuvo necesidad de ellas; la relación que existe entre ellas y él, relación que él solo estableció, no les es totalmente desconocida.
 Pero hay personas que no saben, que lo encontraron en un escondimiento total, sin haber sido iluminadas, y a pesar de ello él las sostiene durante años, mientras plasma su camino, las dirige y las ayuda a convertirse en las personas que él necesita. En estas personas, que durante muchos años permanecen desconocidas y representan también a esas innumerables personas de cuya relación con el Señor jamás de los jamases conoceremos algo, se nos manifiesta de manera particular su poder de sostener en sí a todo hombre. Con cada uno él por sí solo puede establecer una relación, una relación por la cual en un primer momento solamente pronunció la palabra sí.  La estableció como su creación –y esta posición es la gracia, que precede a todo movimiento y respuesta del hombre–, pero en su sí al hombre ya está incluido, como un germen vivo, latente, también el sí del hombre: en la unilateralidad de la llamada ya está la bilateralidad del encuentro.
De María, que dice al ángel su sí, sabemos por la fe que el Hijo ya desde hacía mucho tiempo, desde la eternidad, la sostuvo y la llevó en su sí. La preeligió como su madre, la predestinó y también la redimió anticipadamente. Es como si hubiera estado sostenida por el sí del Hijo hasta donde fue posible: hasta el momento de la decisión. Así como le sucede al que va a confesarse: está sostenido hasta el momento en que hace su confesión.
Este estar sostenido por el Señor no significa en absoluto que él elimine nuestra responsabilidad; más bien, nos fortalece en la decisión justa para que podamos encontrarlo en la plenitud de nuestra voluntad libre, a fin de que la fuerza que nos da nos haga capaces de elegir lo que es la voluntad del Padre.  Todo el pasado de María está perfectamente encerrado en su sí; en este sí podemos leer cómo gastó su vida, todo lo que contribuyó a formar este sí, en qué se demostró capaz de ser como el Hijo quería. Y en el instante en que pronunció su sí, asumió ante él una responsabilidad que tuvo en cuenta en grado superlativo su autonomía.
Algo parecido les sucede a todos aquellos a quienes el Señor sostiene, plasma en sí y encontrará antes o después. Este acto de sostener incluye dos momentos: uno está totalmente en la eternidad, en el plan del Hijo divino de redimir por amor el mundo para el Padre e incluir en esta decisión a cada hombre, cuya misión prevé; el otro está en la vida temporal de Jesús: aquí hay encuentros auténticamente humanos, cara a cara, como cuando Pedro se presenta por primera vez ante el Señor, o, de modo oculto y misterioso, cuando Jesús ve a Natanael bajo la higuera y lo acoge, mientras quien es visto y acogido todavía no sabe nada de todo eso.


domingo, 27 de octubre de 2013

AVISOS SEMANA 28 DE OCTUBRE

Lunes 28
-  A las 5 nos reunimos Grupo de Mayores en Centro de la Anunciación del Señor.

Miércoles 30
- A las 5, en  el templo de la Anunciación del Señor habrá Oración de Silencio, con exposición del Santísimo.

Jueves 31
- Clases de Guitarra de la UP a las 5 en el centro de la Anunciación.
- A las 8 tendremos Exposición del Santísimo en la Iglesia de la Anunciación del Señor.

Viernes 1 de Noviembre, festividad de Todos los Santos
Celebraciones
11 --------  San Mateo
12 --------- La Anunciación del Señor
1   --------- San Mateo

Sábado 2 de Noviembre, festividad de los Fieles Difuntos
12 ---------- La Anunciación del Señor
1  ----------- San Mateo.
Por la tarde como los sábados.


sábado, 26 de octubre de 2013

LA VIDA SIEMPRE EN OBRAS


«Para ello trabajo y peleo, con la energía suya que actúa eficazmente en mí» (Col 1,29)

Uno piensa en los constructores de las pirámides o de grandes obras como el Taj-Majal, obras milenarias que perdurarán en la memoria de la humanidad… y al lado de eso todo parece efímero. Uno podría pensar que poco va a significar la propia vida. Poco mis sueños, mis desvelos, mis estudios, mis noches sin pegar ojo por las preocupaciones cotidianas. Poco mis decisiones, mis amores, mis renuncias… Pero no es verdad. No es poco. Es todo, a ojos de un Dios para quien, cada uno de nosotros, somos la niña de sus ojos. Mi vida, mis sueños, mis logros, mis éxitos y fracasos, todo ello importa. Aunque no siempre lo veamos. Y porque importa, merece la pena intentar que sea, de algún modo, eterno.

¿Qué puedo hacer?
¿Qué espero hacer?
¿Qué quiero hacer con mi vida?



miércoles, 23 de octubre de 2013

DOMINGO 30 DEL TIEMPO ORDINARIO

 “Dios mío, ten compasión de mí, que soy un pecador”  (Lc 18,13)



Nos sentimos siempre un tanto incómodos ante el pasaje evangélico del fariseo y del publicano. Nos desagrada un poco que haya sólo dos protagonistas. Nosotros, en efecto, no nos sentimos identificados con el fariseo, tan antipático en su actitud de persona de bien que mira a todos los otros de arriba abajo -incluso a Dios, si fuera posible-; sin embargo, tampoco nos identificamos con el publicano, porque es difícil reconocerse tan odiosamente pecadores, aunque al final quisiéramos ser «justificados» como él.
A decir verdad, hay un tercer personaje, presente en el relato, aunque invisible: somos nosotros. Soy yo, el que ahora lee la parábola. En mi corazón no está ni sólo el fariseo ni sólo el publicano, sino sucesivamente uno y otro, o bien ambos al mismo tiempo. Está el deseo de ser una persona agradable a Dios, una persona que de vez en cuando se cree superior a los otros; vienen, a continuación, momentos en los que, por gracia, se me concede advertir qué lejos ando de los sentimientos de Cristo, y, entonces, ya ni siquiera me atrevo a levantar los ojos al cielo. La vida cristiana es, por tanto -como dice san Pablo-, una lucha, un combate, una carrera para conseguir, con una imploración incesante, llegar a ser dóciles y humildes, llegar a tener en nosotros «los mismos sentimientos de Cristo Jesús», el cual no vino a aplastarnos con su superioridad, sino a hacerse pobre, pequeño, incluso pecado y maldito, para que nosotros pudiéramos ser justificados.


Señor Jesús, tu mandamiento de amarnos como tú mismo nos amaste nos hiere el corazón y nos hace descubrir con dolor qué lejos andamos de habernos revestido de tus sentimientos de misericordia y de humildad. Estamos hechos de tal modo que conseguimos pecar incluso cuando nos dirigimos a tu Padre en oración. Ten piedad de nosotros. Danos tu Espíritu bueno. Enséñanos a ponernos a la escucha de su grito inexpresable, que es el único que puede llamar al Padre y obtener la salvación y la paz para nosotros.


Es una cosa buena aprender la humildad según Cristo. Es posible extenuar nuestro propio cuerpo en poco tiempo con ayunos, pero no es fácil ni se puede conseguir en poco tiempo humillar el alma de modo que permanezca siempre humilde. Tenemos el corazón completamente endurecido y ya no percibimos qué son la humildad y el amor de Cristo. Ciertamente, esta humildad y este amor sólo es posible llegar a conocerlos con la gracia del Espíritu Santo, pero no nos damos cuenta de que es posible atraerlos a nosotros. ¡Oh, cómo debemos invocar al Señor para que dé a nuestra alma el Santo Espíritu de humildad. El alma humilde tiene una gran paz, mientras que el alma soberbia se atormenta por sí misma. 
El orgulloso no conoce el amor de Dios y se encuentra alejado de Él. Se ensoberbece porque es rico, sabio o famoso, pero ignora la profundidad de su pobreza y de su ruina, porque no ha conocido a Dios. En cambio, el Señor viene en ayuda de quien combate contra la soberbia, a fin de que triunfe sobre esta pasión. Para que puedas ser salvado, es necesario que te vuelvas humilde, puesto que, aunque se trasladara por la fuerza un hombre soberbio al paraíso, tampoco allí encontraría paz ni se sentiría satisfecho, y diría: «¿Por qué no estoy en el primer puesto?». Sin embargo, el alma humilde está llena de amor y no busca los primeros puestos, sino que desea el bien para todos y se contenta con cualquier condición. En virtud del amor, el alma desea para cada hombre un bien mayor que para sí misma, y goza cuando ve que los otros son más afortunados que ella, y se aflige cuando ve que se encuentran en el sufrimiento. El alma del hombre humilde es como el mar. Echa una piedra en el mar: apenas perturbará la superficie y de inmediato se hundirá. Así se hunden las aflicciones en el corazón del hombre humilde, porque el poder del Señor está con él (Archimandrita Sofronio,Silvano del Monte Athos, Turín 1973, pp. 274-281, passim).

Vídeo de la semana:

Lecturas del día:


DOS ACTITUDES CONTRAPUESTAS

            Eso es lo que nos presenta el evangelio del próximo domingo. Un test sencillo para evaluar cómo nos situamos en la vida y con qué resultados.  Para comprender este evangelio habría que traducir la nomenclatura de los dos protagonistas. Fariseos y publicanos eran dos grupos de personas existentes en los tiempos de Jesús, pero esos términos han venido a significar otra cosa para nosotros.

            Los primeros eran conservadores de las tradiciones de su pueblo, fieles cumplidores de las leyes y, como eso era bien visto en aquella sociedad muy religiosa, les gustaba rezar mucho y que les vieran. Jesús les tachó de hipócritas, justo lo que ha venido a significar hoy ese término de fariseos, porque su interior y su justicia no se correspondían con las apariencias. Publicanos eran los cobradores de impuestos al servicio del Imperio invasor y colonizador. Se les permitía meter la mano en la bolsa, con tal de que a Roma llegase lo estipulado. Naturalmente eran muy mal vistos por los pagadores de impuestos, es decir por el pueblo llano que estaba hasta el cuello. Y hasta las narices.

            No hay equivalentes exactos en nuestra sociedad. Sin embargo, como aproximación a los primeros, uno piensa en los ejecutivos de alto rango, socialmente bien considerados, triunfadores, bien vestidos, con traje y corbata unas veces y con prendas deportivas otras, pero por supuesto de diseño y obtenidas en “boutiques”. Aunque éstos no suelan ser muy religiosos y no se les vea rezar, esto no tiene demasiada importancia porque depende de las modas y de hábitos sociales propios de cada época. Como ahora no toca ser “religiosos”, no conviene hacer alardes de misticismo.

            Los publicanos serían los inspectores de Hacienda y adjuntos, los que se meten en nuestras cuentas más para sacar que para ingresar. La diferencia está en que los de ahora cobran para un Estado independiente (con el permiso de Europa, claro) y no se les permite –en general- meter mano en la bolsa para sus gastos personales. Por eso no tienen tan mala fama como los publicanos, pero simpáticos no son desde luego.

            Como queda claro en la parábola, aparte de los términos, lo que importa es la actitud de unos y otros. Los prepotentes se consideran superiores a los otros. Están orgullosos de su triunfo en la vida. Triunfo que, sin duda, consideran consecuencia de sus cualidades, mérito y trabajo. No son unos vagos como esos que sólo se quejan de no haber tenido oportunidades. Los servidores del bien común se saben llenos de faltas y defectos. No se ponen en el centro de la imagen porque saben que lo suyo es servir a los demás. Porque reconocen que muchas veces se sirven a sí mismos, están dispuestos a arrepentirse y pedir disculpas. Y hasta a cambiar.

            Autosuficientes o servidores. Por ahí anda el meollo de la cuestión.          

                                                                                   José María Yagüe
          

martes, 22 de octubre de 2013

YA VES QUÉ TONTERÍA

Ya ves qué tontería,
me gusta escribir tu nombre,
llenar papeles con tu nombre,
llenar el aire con tu nombre;
decir a los niños tu nombre,
escribir a mi padre muerto
y contarle que te llamas así.
Me creo que siempre que lo digo me oyes.
Me creo que da buena suerte.
Voy por las calles tan contenta
y no llevo encima más que tu nombre.



                                                                                        Gloria Fuertes

                                                                                  

domingo, 20 de octubre de 2013

AVISOS SEMANA 21 DE OCTUBRE

Lunes 21
- A las 5:15  convocamos para iniciar Grupo de Oración en la Vida en Centro de San Mateo.
- A las 5 quedan las personas que quieran participar en el Taller de Punto en el Centro de La Anunciación del Señor.

Miércoles 23
- A las 5, Oración de Silencio con exposición del Santísimo en la iglesia de la Anunciación.
- También a las 5, queremos crear el Grupo Misionero en el Centro de la Anunciación del Señor.

Jueves 24
- Grupo de Vida Ascendente a las 5 en el Centro de San Mateo.
- Clases de guitarra de la UP, también a las 5, en los locales de la Anunciación.
- De 6 a 7 de la tarde comenzamos la Escuela de Padres para padres de niños, preadolescentes de catequesis y otros padres que quieran participar en el centro de San Mateo.
- A las 8 tendremos exposición del Santísimo en la Iglesia de San Mateo. 

Viernes 25
- Formación Bíblica a las 8 en los locales de San Mateo.

Sábado 26
- De 5:30 a 7, Taller de tiempo libre para niños en los locales de la Anunciación.

Domingo 27
- A las 11 en la iglesia de San Mateo, Eucaristía de envío de los Agentes de Pastoral de la UP.

sábado, 19 de octubre de 2013

LA AUDACIA DE SOÑAR

«Después derramaré mi espíritu sobre todos: vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, vuestros jóvenes verán visiones.» (Joel 3, 1)

Eso sí merece la pena. Soñar en otro mundo posible. Soñar en otra vida, en otra justicia, en otra humanidad mucho más capaz de resolver sus cuitas. Y más que soñar creer. Creer que hay caminos para acercarse a ese mundo mejor. Caminos necesarios, fascinantes. Caminos alternativos. Lógicas que prescinden de lo que el mundo vende como imprescindible, necesario e inevitable. Formas que arrancan del amor y la búsqueda de una verdad diferente. No puede ser de otra manera.

¿En qué sueñas tú?

                                                                                     Nacho

jueves, 17 de octubre de 2013

DOMINGO 29 DEL TIEMPO ORDINARIO

"Desde lo hondo a ti grito, Señor"  (Sal 129,1)



Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20131020&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


MEDITATIO
«Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lc 18,8). Sabemos que a Jesús le gustaba llamarse «Hijo del hombre». Es él, por consiguiente, quien hoy nos interroga sobre nuestra fe en el momento de su venida. Es también él, en efecto, «el que era, el que es y el que viene» (cf. Ap 1,4). Debemos preguntarnos, pues, si, aquí y ahora, creemos en él.
Existe una comprobación que puede ayudarnos a medir si nuestra fe está viva o bien languidece la oración. Ésta es, antes que nada, escucha de la Palabra y es también intercesión por los hermanos. Nadie que comprenda el don que ha recibido al acoger el depósito de la fe puede eximirse del deseo, que se vuelve a veces apremiante, de comunicarlo a todos los hombres. La oración es ese grito que pide al Padre, día y noche, que haga justicia a sus elegidos, es decir, que intervenga en la historia para liberar del mal a sus hijos y para hacer que todos reconozcan en Jesús, su Hijo, al Salvador del hombre. Para que este grito pueda llegar a ser eficaz y no cese nunca, cada uno de nosotros debe dar su consentimiento para llegar a ser -en una comunión conscientemente buscada y amada- una sola cosa con el Hijo inmolado, que extendió sus brazos en la cruz y sigue estando siempre vivo para interceder por nosotros ante el Padre. Esto tiene lugar sobre todo a través de la participación en el misterio eucarístico, que nos llama a configurarnos cada vez más íntimamente con nuestro Señor y Maestro.

ORATIO
Señor Jesús, en los días de tu vida mortal elevaste una oración con fuertes gritos y lágrimas. Conoces, por tanto, la profundidad de la que puede brotar el grito que sube de nosotros los hombres hacia el rostro del Padre. Enséñanos una oración perseverante, que no ceda a cansancios y desánimos, que no se turbe ante el aparente silencio de Dios, ante su inadmisible indiferencia. Haz que obtengamos de tu ofrenda la fuerza para perseverar y mantenernos en la petición; que el mal no sofoque la voz de nuestra oración, sino que la experiencia misma de tu cruz nos proporcione la certeza de que no hay noche sin alba de resurrección. Amén.

CONTEMPLATIO
No he dicho de manera suficiente hasta qué punto el alma que ora debe creer en el amor del Dios al que se dirige. Sí, la oración es como un cara a cara. El alma y Dios están en el mismo plano. Ocupan la misma estancia secreta. Es lúcida confidencia en Dios-Amor, en Dios que se entrega, que es irresistible. Pero esta confidencia va muy lejos. Ninguna prueba ni ningún retraso puede mellarla.
Dios es amor. Ama y desea ser amado. Es la ley profunda de su ser. Conocerla resuelve todos los problemas. Un alma que tiende a él nunca puede importunarle; siempre le encanta, y debe saberlo. Dios es Padre, Dios es amigo, Dios es juez; pero un Padre cuya ternura no tiene límites y cuyo poder es igual a su amor; pero un amigo cuyo amor es inalterable y está a la completa disposición de todas nuestras necesidades; pero un juez siempre justo, al que siempre conmueven nuestras súplicas y que es solícito para responder a ellas. Quiere que le insistamos, impone estas llamadas, reclama estas peticiones, para estar seguro de nuestro amor, para saborear la dulzura de tener una prueba de él, aunque sea interesado (Augustin Guillerand, «Scritti spirituali», en Un itinerario di contemplazione. Antología di autori certosini, Cinisello B. 1986, pp. 56ss, passim).

PARA LA LECTURA ESPIRITUAL
Toda oración nace de una situación de desconsuelo. Si ruego a alguien es porque tengo necesidad de él. Y si mi oración no es escuchada de inmediato, corre el riesgo de quedar humillada y puede hacer que me encierre en mí mismo, en un abismo aún más negro que aquel del que quisiera sustraerme: la desesperación. Toda oración que sea verdaderamente tal se sostiene, fatigosa y delicadamente, entre la desesperación y la esperanza. Jesús nos sugiere que, cuando nos dirijamos a Dios, oremos siempre, sin cansarnos nunca. A largo plazo, por ser una oración verdadera, se confundirá con la espera humilde, paciente, vacilante, pero que no disminuye nunca, a no ser que quiera contentarme con una oración mágica, que haga saltar la respuesta de una manera automática, instantánea, barata.

Ahora bien, cuando se trata de oración verdadera, cuando se trata de la gran herida del mundo que se abre a la mirada de Dios, del fundamental desconsuelo del hombre que pide gracia, Dios desea que sea cara. Dios espera que el hombre luche con él, desea la confrontación entre la pobreza y la gracia, porque desea ardientemente dejarse vencer por la oración. Cuando un hombre grita su desconsuelo ante Dios -y no sólo el suyo propio, sino también la inmensa angustia del mundo-, se manifiesta y se realiza un gran misterio de amor. Dios escucha atenta, amorosamente, esta oración, como la respiración del universo. Cuando la oración brota del corazón del hombre, es el mundo el que empieza a respirar. Dios se inclina y escucha esta oración convertida en el aliento secreto del mundo, que le da vida interior y que debe despertarlo a Dios. El mundo entero se encuentra, en toda oración, como un gran niño adormecido en los brazos de Dios y a punto de despertarse bajo su mirada, al rumor de su propia respiración (A. Louf, Solo l’amore vi bastera, Cásale Monf. 1985, pp. 192-194, passim).

Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=PruDGScZtQY&feature=c4-overview&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ


miércoles, 16 de octubre de 2013

¿SEGUIMOS CREYENDO EN LA JUSTICIA?

Lucas narra una breve parábola indicándonos que Jesús la contó para explicar a sus discípulos “cómo tenían que orar siempre sin desanimarse”. Este tema es muy querido al evangelista que, en varias ocasiones, repite la misma idea. Como es natural, la parábola ha sido leída casi siempre como una invitación a cuidar la perseverancia de nuestra oración a Dios.
Sin embargo, si observamos el contenido del relato y la conclusión del mismo Jesús, vemos que la clave de la parábola es la sed de justicia. Hasta cuatro veces se repite la expresión “hacer justicia”. Más que modelo de oración, la viuda del relato es ejemplo admirable de lucha por la justicia en medio de una sociedad corrupta que abusa de los más débiles.
El primer personaje de la parábola es un juez que “ni teme a Dios ni le importan los hombres”. Es la encarnación exacta de la corrupción que denuncian repetidamente los profetas: los poderosos no temen la justicia de Dios y no respetan la dignidad ni los derechos de los pobres. No son casos aislados. Los profetas denuncian la corrupción del sistema judicial en Israel y la estructura machista de aquella sociedad patriarcal.
El segundo personaje es una viuda indefensa en medio de una sociedad injusta. Por una parte, vive sufriendo los atropellos de un “adversario” más poderoso que ella. Por otra, es víctima de un juez al que no le importa en absoluto su persona ni su sufrimiento. Así viven millones de mujeres de todos los tiempos en la mayoría de los pueblos.
En la conclusión de la parábola, Jesús no habla de la oración. Antes que nada, pide confianza en la justicia de Dios:“¿No hará Dios justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?”. Estos elegidos no son “los miembros de la Iglesia” sino los pobres de todos los pueblos que claman pidiendo justicia. De ellos es el reino de Dios.
Luego, Jesús hace una pregunta que es todo un desafío para sus discípulos: “Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?”. No está pensando en la fe como adhesión doctrinal, sino en la fe que alienta la actuación de la viuda, modelo de indignación, resistencia activa y coraje para reclamar justicia a los corruptos.
¿Es esta la fe y la oración de los cristianos satisfechos de las sociedades del bienestar? Seguramente, tiene razón J. B. Metz cuando denuncia que en la espiritualidad cristiana hay demasiados cánticos y pocos gritos de indignación, demasiada complacencia y poca nostalgia de un mundo más humano, demasiado consuelo y poca hambre de justicia


De  Eclesalia.net

DOMUND

             No sé exactamente cuándo fue instituida esta Jornada conocida como DOMUND. Sí sé que hace muchísimos años. Allá por los años cincuenta del siglo pasado, los colegiales salíamos con aquellas huchas de barro, cabezas de indios con plumas, negritos, indígenas latinos, etc. a hacer la única cuestación anual que se estilaba por aquellos tiempos. Hoy han proliferado los días en los que se ponen mesas en las calles y jóvenes, señoras y toda clase de voluntarios te ponen la banderita a cambio de una ayuda. Sin duda, aquel entusiasmo misional que nos infundían “in illo tempore” tenía mucho de folklórico, de ideal, de sueño. Lo poco que sabíamos de las misiones era a través de algunos misioneros religiosos que escribían a sus familiares o colegas de su congregación religiosa y que éstos nos leían a veces durante la misa o en las clases. También, por supuesto, gracias a los divertidos escritos del P. Llorente desde Alaska.

            Gracias a esto surgía en muchos de nosotros un deseo de “ir a misiones”, de ser misioneros, bien sea viajando a esos territorios exóticos o bien desde aquí apoyando con la oración, la ayuda económica u otro tipo de colaboración con los misioneros de avanzada. Hubo unos años, allá por las décadas de los 60 y 70 en que sólo de Salamanca estábamos por Latinoamérica alrededor de 30 sacerdotes.

            Han cambiado mucho los tiempos. Sabemos que hoy la misión “ad gentes”, es decir, a los gentiles, a los ateos, a los paganos no está sólo en aquellos territorios lejanos, de impenetrables selvas o nevados permanentes. Sabemos que la increencia está a nuestro lado y afecta a los vecinos, a los compañeros de trabajo, a los propios familiares. Por otra parte, la otrora abundancia de clero permitía enviar buenos porcentajes de curas y religiosos a “las misiones” sin que la pastoral de la propia casa se resintiera en absoluto. Pero el problema no está en eso. Lo que hay que preguntarse en estos tiempos, en los DOMUNDs hodiernos, es si verdaderamente los cristianos tenemos espíritu misionero. Es decir, si mantenemos la urgencia de compartir nuestra fe. Porque si no compartimos la fe, si no nos urge la evangelización, la pregunta es si nosotros mismos, es decir, religiosos/as, sacerdotes, laicos/as comprometidos mantenemos viva la fe o también estamos claudicando ante el avance de la laicización y la mundanización no sólo del mundo sino también de la Iglesia.


            De ahí la permanente llamada del papa Francisco a salir. Salir a las periferias, salir de templos y despachos parroquiales, en el fondo salir de nosotros mismos para encontrarnos con los hombres y mujeres para compartir la fe. En la misma línea va lo de los pastores con olor a oveja. Dentro o fuera, lejos o cerca, la urgencia hoy es salir como salió María tras la encarnación para convertirse en Ntra. Sra. de la Visitación. Quien es visitado por el Señor se convierte necesariamente en visitador para anunciar que la vida, la alegría y la paz sólo dimanan del Señor de la vida, de la alegría y de la paz. Y éste no es ni el dinero, ni el éxito, ni el prestigio o la fama, idolillos para andar o arrastrarse por casa. Ese Señor no es sino Jesucristo, el Crucificado y el Exaltado.

                                                                         José María Yagüe

...Y LA CIUDAD SE LLENÓ DE ALEGRÍA

martes, 15 de octubre de 2013

TALLER DE PUNTO DE LA UNIDAD PASTORAL

Todos los lunes a las 5 de la tarde, en los locales de la Anunciación, tiene lugar el taller de punto de la UP, abierto a todas las personas interesadas que deseen iniciarse en el punto de agujas.





ORAR SEGÚN SANTA TERESA DE JESÚS



I. QUÉ ES ORAR
Te invito a algo tan sencillo como vivir la amistad con Jesús y cultivarla en el silencio, en el encuentro personal … en la oración.
Como toda amistad, necesita algunas condiciones para que dure se haga más fuerte. Para llegar a ser orante necesitas cuidar:
Tus relaciones con los demás: respecto, amor, solidaridad, perdón…
Tu relación contigo.
Tu relación con Jesús.
Y algo más: “determinada determinación“. Sólo si comienzas con decisión y entusiasmo, sin importarte las dificultades (que llegarán), con constancia, encontrarás los frutos duraderos de la amistad con Jesús.

 II. ANTES DE EMPEZAR
Pasamos al momento concreto de la oración. Si quieres empezar de cualquier modo, puedes encontrar muchas dificultades. Para “ponernos en situación”, te pueden ayudar estas pequeñas pautas:
Busca un ambiente adecuado y silencio.
Prepara un texto del Evangelio, quizá un símbolo, un canto o alguna imagen: te ayudará a fijar la atención en Jesús.
Toma una postura relajada que te ayude a centrarte, a situarte desde dentro.
Poco a poco, toma conciencia de tu respiración, de tu cuerpo, de tu interior para estar en ti sin dispersión..
Centra ahora tu atención en Jesús, en su presencia amorosa en ti y en todo.

III. ENTRANDO EN LA ORACIÓN.
Ahora tienes que encontrar tu propio modo de orar, según tu modo de ser, tu sensibilidad y tu situación. Lo importante está en volvernos a Jesús, contemplarle y penetrar en su misterio con ayuda de su Espíritu.
Te pueden servir estas sugerencias:
Representarlo vivo en tu interior.
Mirarle adentrándote en alguna de las escenas evangélicas.
Contemplar una imagen de Jesús o repetir una frase breve que exprese lo que quieres decirle.
Recitar muy pausadamente el Padre nuestro, su oración, saboreándola.
Es bueno discurrir un rato, profundizar, comprender… pero esto no debe ser el centro del orar. La amistad es cosa del corazón…

IV. MÁS ADENTRO.
El centro de nuestra oración es la persona de Jesús. No importa cómo hayas entrado, la clave está en permanecer a su lado, dejarte mirar, escucharle, acoger su luz para conocerle a Él, penetrar en su misterio desde tu propio corazón y dejarte envolver por su presencia.
“Estate allí, acallado el entendimiento, mira que te mira, acompáñale y habla y pide y regálate con Él. Pídele que aciertes a contentarle siempre, porque de él te ha venido todo bien”
Es tiempo de recibir el don de Dios, de dejarle a Él la iniciativa para obrar, momento también de responder: una palabra, un gesto, un sentimiento, una petición. Sobre todo, tiempo de reconocer y agradecer -¡su amor hace obras grandes!-, tiempo de pedir conocer su voluntad, cómo te sueña Dios en tu vida concreta.

V. ALGO SE MUEVE.
La oración no es un momento, es un camino. Te irá descubriendo poco a poco quién es Jesús, su misterio, sus valores, su propuesta, sus sentimientos y el amor con que te acoge y te busca… Al mismo tiempo, te ayudará a conocerte personalmente de otro modo, quién eres y cómo vives. Mirar a Jesús y mirarte tal y como Dios te ve y te sueña. No descuides esto, aunque no sea lo central, porque sólo así podemos vivir en la verdad. No hay oración sino en la verdad ¡como la amistad!.
También se irá concretando la llamada que Jesús te hace a vivir en libertad interior, la auténtica que da el Evangelio. Sean cuales sean tus circunstancias, te invita a vivir con Él y como Él. Ser orante es vivir el seguimiento de Jesús con todas las consecuencias.

VI. Y ¿DESPUÉS?
Con frecuencia, la oración será tiempo de paz, de alegría interior, de luz… pero no siempre. Tu momento personal, tu situación, el cuestionamiento que encuentras en la oración… hacen que los sentimientos  que nacen en la oración sean siempre distintos.
No evalúes por esto tu oración. Lo importante es que se produzca el encuentro, que tu actitud sea de atención amorosa y escucha. Recoge las luces que hayas recibido, agradece la presencia del Señor y su amor, la sientas o no. La oración es cuestión de fe, de tiempo, de constancia… y de compromiso.
Mira hacia fuera ¿acaso no empiezas a verlo todo de otra manera? Los demás, la vida da cada día, lo que sucede en el mundo tiene ya otros colores, colores de esperanza y de amor.

VII. LA HUELLA DE ORAR
La oración deja huella en nuestro interior, “deja dejos”. No se trata de tener muy buenos deseos, ni de hacer eso que llaman “buenos propósitos”. La oración, como la amistad, es sobretodo un DON, un regalo que, acogido desde el corazón, va haciendo crecer  algo nuevo, nos cambia. Y eso se nota por fuera, son esos “dejos confirmados con obras”.
Todos los sentimientos que puedan surgir en la oración tienen una importancia relativa. Lo fundamental es que esa obra de Jesús en ti, unida a tu respuesta, se va reflejando en otro modo de estar y actuar en la vida con otros valores, otros criterios, otros sentimientos profundos. Él nos ama sin medida ni condiciones. Amarle no es cosa de palabras bonitas, “sino servir con justicia y fortaleza y humildad”. Buen camino.

                                 Preparado por el Carmelo Joven para la JMJ 2011 en Madrid.


lunes, 14 de octubre de 2013

¿Y SI SALIMOS DE LA TIERRA CONOCIDA?

«El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra nativa y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.» (Gen 12, 1)

La gente da por sentadas muchas cosas, muchas seguridades, muchos prejuicios: los jóvenes son superficiales; los cristianos son de derechas; los justos son de izquierdas; los viejos se quejan; los pobres son buenos; los creyentes son ingenuos o necios; los políticos son malos y corruptos; los curas tienen panza, y viven como Dios; las monjas son monjitas; los científicos son ateos; los guapos son tontos… suma y sigue. ¿No hace falta, alguna vez, zarandear tantas estupideces, tantas afirmaciones que no tienen otro fundamento que el vacío, y mirar, con audacia y valentía, el mundo de otra manera…?

¿Por qué no intentar mirar a tu mundo y a tu gente, por un día, sin dar demasiadas cosas por sentado?


                                                                                          Nacho


domingo, 13 de octubre de 2013

AVISOS SEMANA 14 DE OCTUBRE

Lunes 14
-  A las 5, Grupo de Mayores en el centro de la Anunciación.
-  También a las 5, Taller de Punto en el centro de la Anunciación.
-  Grupo de Doctrina Social de la Iglesia a las 7:30 en el centro de la Anunciación.

Miércoles 16
-  A las 4:30, Grupo de Mayores de Cáritas en el centro de San Mateo
-  A las 5, oración de silencio en el templo de la Anunciación, con exposición del Santísimo.
-  A las 8 de la tarde, Equipo de Animación Litúrgica de la UP en el centro de San Mateo.

Jueves 17
-  Taller de Guitarra a las 6 en el centro de la Anunciación.
-  Exposición del Santísimo a las 6:15 en la Anunciación.

BAUTIZO DE ANDRES

Hoy domingo día 13 de octubre, se ha incorporado a la Iglesia y a la comunidad parroquial Andrés durante la Eucaristía de 12. Damos gracias al Señor por él.




viernes, 11 de octubre de 2013

DOMINGO 28 DEL TIEMPO ORDINARIO

“Daré gracias a tu nombre por tu misericordia y tu lealtad”  (Sal 137,2a).



Las lecturas que la liturgia nos propone hoy sugieren de inmediato el tema de la gratitud. Sin embargo, nos invitan a algo más que a una pura actitud de agradecimiento obligatorio. Si Dios realiza el milagro de curar a Naamán, el Sirio, un extranjero por tanto, si el evangelio nos muestra a un cismático samaritano que vuelve alabando «en alta voz» al Dios de Israel, tal vez nos encontremos frente a la advertencia de que los que nos sentimos en la Iglesia como en nuestra casa no debemos dar por descontado el conocimiento que tenemos de Dios. El Señor nos invita a redescubrir que él y sólo él es nuestro Dios. Él obra maravillas y nos hace pasar continuamente de la lepra del pecado a la vida nueva, pero nos lo recuerda sirviéndose de extranjeros que pasan por el camino de la humildad para llegar a una fe liberada de todo orgullo y capaz de mostrarse agradecida. Vivimos en una época en la que reina un gran relativismo religioso, en el que, en nombre de una tolerancia mal entendida, se hace fácil para todos pensar -por dentro- que nuestro Dios no es, después de todo, tan único. Sin embargo, Dios quiere que reafirmemos con todas las libras de nuestro corazón nuestra profesión de fe en él. Pablo nos invita a «acordarnos» de Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros. No hay otro mediador entre Dios y los hombres.

¿Cómo tiene lugar, sin embargo, este agradecimiento? El modo serio de reconocer el señorío de Cristo es expulsar de nuestro corazón todo ídolo, el primero y el más funesto de los cuales es nuestro propio yo. Que el Señor nos haga capaces de convertir nuestra existencia en una pura y plena eucaristía, en una perenne acción de gracias.


Es fuerte la muerte, que puede privarnos del don de la vida. Es fuerte el amor, que puede restituirnos a una vida mejor.
Es fuerte la muerte, que tiene poder para desposeernos de los despojos de este cuerpo. Es fuerte el amor, que tiene poder para arrebatar a la muerte su presa y devolvérnosla.
Es fuerte la muerte, a la que nadie puede resistir. Es fuerte el amor, capaz de vencerla, de embotar su aguijón, de reprimir sus embates, de confundir su victoria. Lo cual tendrá lugar cuando podamos apostrofarla, diciendo: ¿Dónde están tus pestes, muerte? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?
Es fuerte el amor como la muerte, porque el amor de Cristo da muerte a la misma muerte. Por esto dice: Oh muerte, yo seré tu muerte; país de los muertos, yo seré tu aguijón.También el amor con que nosotros amamos a Cristo es fuerte como la muerte, ya que viene a ser él mismo como una muerte, dado que es el aniquilamiento de la vida anterior, la abolición de las malas costumbres y el sepelio de las obras muertas.
Nuestro amor a Cristo es como un intercambio de dos cosas semejantes, aunque su amor hacia nosotros supera al nuestro. Porque él nos amó primero, y con el ejemplo de amor que nos dio se ha hecho para nosotros como un sello, mediante el cual nos hacemos conformes a su imagen, abandonando la imagen del hombre terreno y llevando la imagen del hombre celestial, por el hecho de amarlo como él nos ha amado. Porque en esto nos ha dejado un ejemplo para que sigamos sus huellas. Por esto dice: Grábame como un sello en tu corazón.Es como si dijera: «Ámame, como yo te amo. Tenme en tu pensamiento, en tu recuerdo, en tu deseo, en tus suspiros, en tus gemidos y sollozos. Acuérdate, hombre, qué tal te he hecho, cuan por encima te he puesto de las demás criaturas, con qué dignidad te he ennoblecido, cómo te he coronado de gloria y de honor, cómo te he hecho un poco inferior a los ángeles, cómo he puesto bajo tus pies todas las cosas. Acuérdate no sólo de qué grandes cosas he hecho para ti, sino también de qué duras y humillantes cosas he sufrido por ti, y dime si no obras perversamente cuando dejas de amarme. ¿Quién te ama como yo? ¿Quién te ha creado, sino yo? ¿Quién te ha redimido, sino yo?»
Quita de mí, Señor, este corazón de piedra, quita de mí este corazón endurecido, incircunciso. Tú que purificas los corazones y amas los corazones puros, toma posesión de mi corazón y habita en él, llénalo con tu presencia, tú que eres superior a lo más grande que hay en mí y que estás más dentro de mí que mi propia intimidad. Tú que eres el modelo perfecto de la belleza y el sello de la santidad, sella mi corazón con la impronta de tu imagen; sella mi corazón, por tu misericordia, tú, Dios por quien se consume mi corazón, tú lote perpetuo. Amén (Balduino de Cantorbery, Tratado 10, PL 204, cois. 513-516 passim).

Lecturas del día:

Vídeo de la semana:


miércoles, 9 de octubre de 2013

CREER SIN AGRADECER

El relato comienza narrando la curación de un grupo de diez leprosos en las cercanías de Samaría. Pero, esta vez, no se detiene Lucas en los detalles de la curación, sino en la reacción de uno de los leprosos al verse curado. El evangelista describe cuidadosamente todos sus pasos, pues quiere sacudir la fe rutinaria de no pocos cristianos.
Jesús ha pedido a los leprosos que se presenten a los sacerdotes para obtener la autorización que los permita integrarse en la sociedad. Pero uno de ellos, de origen samaritano, al ver que está curado, en vez de ir a los sacerdotes, se vuelve para buscar a Jesús. Siente que para él comienza una vida nueva. En adelante, todo será diferente: podrá vivir de manera más digna y dichosa. Sabe a quién se lo debe. Necesita encontrarse con Jesús.
Vuelve “alabando a Dios a grandes gritos”. Sabe que la fuerza salvadora de Jesús solo puede tener su origen en Dios. Ahora siente algo nuevo por ese Padre Bueno del que habla Jesús. No lo olvidará jamás. En adelante vivirá dando gracias a Dios. Lo alabará gritando con todas sus fuerzas. Todos han de saber que se siente amado por él.
Al encontrarse con Jesús, “se echa a sus pies dándole gracias”. Sus compañeros han seguido su camino para encontrarse con los sacerdotes, pero él sabe que Jesús es su único Salvador. Por eso está aquí junto a él dándole gracias. En Jesús ha encontrado el mejor regalo de Dios.
Al concluir el relato, Jesús toma la palabra y hace tres preguntas expresando su sorpresa y tristeza ante lo ocurrido. No están dirigidas al samaritano que tiene a sus pies. Recogen el mensaje que Lucas quiere que se escuche en las comunidades cristianas.
“¿No han quedado limpios los diez?”.¿No se han curado todos? ¿Por qué no reconocen lo que han recibido de Jesús?“Los otros nueve, ¿dónde están?”. ¿Por qué no están allí? ¿Por qué hay tantos cristianos que viven sin dar gracias a Dios casi nunca? ¿Por qué no sienten un agradecimiento especial hacia Jesús? ¿No lo conocen? ¿No significa nada nuevo para ellos?
“¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?”. ¿Por qué hay personas alejadas de la práctica religiosa que sienten verdadera admiración y agradecimiento hacia Jesús, mientras algunos cristianos no sienten nada especial por él? Benedicto XVI advertía hace unos años que un agnóstico en búsqueda puede estar más cerca de Dios que un cristiano rutinario que lo es solo por tradición o herencia. Una fe que no genera en los creyentes alegría y agradecimiento es una fe enferma.


De  Eclesalia.net

martes, 8 de octubre de 2013

EL DRAMA DE LA INGRATITUD

            Leer hoy a contraluz el relato del sirio curado de la lepra (de nombre Naamán) y la curación de los diez leprosos puede resultar muy instructivo. Sobre todo si ante nosotros aparece la figura del papa Francisco, sus palabras y sus acciones.

            Naamán el Sirio era un alto personaje en la Corte de su País. Emigra a Palestina por indicación de una esclava para ser curado por el profeta Eliseo. Cuando tras varias vicisitudes que no son del caso se siente curado, se apresura a volver donde el Profeta y darle las gracias. No le es aceptado ningún presente pero entonces queda convencido de la fuerza del Dios de Eliseo. Por eso pide dos cargas de tierra de ese país para construir en el suyo un altar al Dios que le ha curado sobre esa tierra sagrada. El proceso es claro: curación, gratitud, adoración.

            Los paralelismos con Lucas son evidentes. Un extranjero, entre los diez curados, vuelve donde Jesús para dar las gracias por su sanación. El, sólo él, ha ido a dar gloria a Dios. Él, sólo él, recibe la salvación. Los otros fueron curados de la piel, éste ha sido salvado integralmente: “Levántate, vete, tu fe te ha salvado”.

            Un especialista en Biblia titula este relato como “el dramatismo de la lucha entre la gratitud y la ingratitud”. ¿Por qué dramatismo? Porque la salvación del ser humano, eso que hoy se suele llamar realización, se juega precisamente en este terreno.  El desagradecido, el que va a lo suyo, el que nada más sabe reclamar derechos y explotar en quejas o lamentos cuando piensa que no ha recibido lo que merece, ese tiene muy cerca del corazón la amargura y el resentimiento. Ni es feliz, ni está realizado ni está salvado.

            Por el contrario, quien, olvidándose de sí mismo y de sus propios intereses, tiene como prioridad agradecer el bien recibido, ese es que ha obtenido la salvación y da gloria a Dios. Construya o no altares al Dios vivo. Para nada se excluye que, en su momento, pueda reclamar sus propios derechos y, sobre todo, los de los demás.   Cierto que para muchos no es fácil ver la vida como una bendición y un don. Los excluidos por cualquier causa, personas que no han recibido amor ni siquiera desde niños, hambrientos, quienes desean trabajar y no tienen lugar en el mercado de trabajo, comenzando por tantos jóvenes, enfermos no suficientemente atendidos o sin medios, los que carecen de todo mientras observan la rapiña y la codicia de los privilegiados, etc. etc., éstos no estarán inclinados precisamente a agradecer.

            Por eso la primera tarea, y aquí viene a cuento lo dicho arriba del papa Francisco, es sanar, levantar, ofrecer compasión y ayuda a quien la necesita. Si queremos que realmente se glorifique a Dios, comencemos por el principio: sanar, ser Iglesia samaritana que tiene como primer objetivo incluir a los excluidos. No hay otra.


                                                                             JOSÉ MARÍA YAGÜE

domingo, 6 de octubre de 2013

AVISOS SEMANA 7 DE OCTUBRE

Martes 8 
-  A las 5:30 h. nos vemos el Grupo de la Legión de María  en los locales de San Mateo.
-  Comienza el Taller de tricotar a las 5:00 h. en el centro de la Anunciación.

Miércoles 9
-  Se convoca al Equipo de Pastoral de la Salud de la UP a las 5:00 h. en el centro de la Anunciación.
-  Oración de silencio a las 5:00 en el templo de la Anunciación, con exposición del Santísimo.

Jueves 10
-  A partir de las 5, clases de guitarra de la UP en el centro de la Anunciación.
-  A las 5:30 h. nos reuniremos el Grupo de Vida Ascendente en el centro de San Mateo.
-  A las 8 de la tarde exposición del Santísimo en San Mateo.
-  Reunión del grupo de Liturgia de la UP en los locales de San Mateo a las 8:30

Estamos el mes del Rosario y de las Misiones:
De lunes a sábado en San Mateo rezo del Rosario a las 7:00 h.
De lunes a sábado en La Anunciación rezo del Rosario a las 6:15 h.

Sábado 12 de Octubre – Fiesta de la Virgen del Pilar:
13:00 h. en San Mateo (El Pilar)
6:45 h. en la Anunciación (Víspera de Domingo)

7:30 h. en San Mateo (Víspera de Domingo).


sábado, 5 de octubre de 2013

27 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"¡Creo, ayuda a mi poca fe!"  (Mc 9,24)



Señor, eres un amigo difícil. Nos pides una fe plena, total, absoluta, en ti, en el misterio de tu persona, y después te escondes o nos llevas por caminos en los que parece imposible reconocer las huellas de tus pasos. El mal del mundo nos atormenta y nos inquieta; ese silencio tuyo tan frecuente nos resulta aún más pesado, pues no es fácil creer que un Dios bueno vela por nosotros.
Abre los ojos de nuestro corazón, para que te veamos presente en nuestra vida y en la historia de cada hombre. Concédenos, sobre todo, la capacidad de abandonarnos a ti como niños confiados que no te plantean preguntas, sino que se están quietos en su sitio, seguros de que tú sabes el porqué de nuestro dolor y no te diviertes sometiéndonos a pruebas, sino que, si nos induces a socorrernos, es a fin de prepararnos para una alegría mayor.
  


El Señor nos invita a ir a la fiesta, cuyo tiempo -nos dice- está siempre dispuesto. ¿Cuál es esa fiesta? La fiesta más elevada, la más verdadera; es la fiesta de la vida eterna, es decir, la eterna bienaventuranza, donde se da de verdad la presencia de Dios. Ésta no puede tener lugar aquí abajo, aunque la fiesta que podemos celebrar ya aquí es un anticipo de aquélla. Éste es el tiempo de buscar a Dios y tener su presencia como punto de mira en todas nuestras obras. Muchas personas quieren pregustar semejante gran fiesta y se lamentan de que no se les conceda. Y si no encuentran ninguna fiesta en su corazón cuando oran, ni sienten la presencia de Dios, eso les aflige, y lo hacen cada vez menos y de mala gana. El hombre no debe proceder nunca así; no debemos descuidar nunca ninguna obra, porque Dios está presente, aunque no lo notemos: ha venido de manera secreta a la fiesta. Donde está Dios, está la fiesta de verdad; Dios no puede dejar de estar presente allí donde, con una intención pura, se busca sólo a él; aunque esté de una manera escondida, allí está siempre. El tiempo en el que quiera y deba revelarse y mostrarse de una manera abierta es un asunto que debemos dejar en sus manos. Pero no hay duda de que está presente allí donde le buscan; por consiguiente, no hemos de realizar ninguna acción buena de mala gana, porque Dios está ahí, aunque todavía esté escondido para ti.
Éste es el fundamento: amar a Dios con un corazón íntegro y puro y nada más, y amarnos con una caridad fraterna los unos a los otros como a nosotros mismos; tener un espíritu humilde y sometido a Dios y unas relaciones amables con los hermanos; despojarnos de nosotros mismos, de modo que Dios pueda poseer libremente nuestro corazón, en el que ha grabado su imagen divina, y morar en el lugar donde está toda su gloria.
                    
                                                                                Taulero


Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20131006&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0

Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=Qin9X5BdgvY&feature=c4-overview&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ




miércoles, 2 de octubre de 2013

¿SOMOS CREYENTES?

Jesús les había repetido en diversas ocasiones: “¡Qué pequeña es vuestra fe!”. Los discípulos no protestan. Saben que tiene razón. Llevan bastante tiempo junto a él. Lo ven entregado totalmente al Proyecto de Dios; solo piensa en hacer el bien; solo vive para hacer la vida de todos más digna y más humana. ¿Lo podrán seguir hasta el final?
Según Lucas, en un momento determinado, los discípulos le dicen a Jesús: “Auméntanos la fe”. Sienten que su fe es pequeña y débil. Necesitan confiar más en Dios y creer más en Jesús. No le entienden muy bien, pero no le discuten. Hacen justamente lo más importante: pedirle ayuda para que haga crecer su fe.
La crisis religiosa de nuestros días no respeta ni si quiera a los practicantes. Nosotros hablamos de creyentes y no creyentes, como si fueran dos grupos bien definidos: unos tienen fe, otros no. En realidad, no es así. Casi siempre, en el corazón humano hay, a la vez, un creyente y un no creyente. Por eso, también los que nos llamamos “cristianos” nos hemos de preguntar: ¿Somos realmente creyentes? ¿Quién es Dios para nosotros? ¿Lo amamos? ¿Es él quien dirige nuestra vida?
La fe puede debilitarse en nosotros sin que nunca nos haya asaltado una duda. Si no la cuidamos, puede irse diluyendo poco a poco en nuestro interior para quedar reducida sencillamente a una costumbre que no nos atrevemos a abandonar por si acaso. Distraídos por mil cosas, ya no acertamos a comunicarnos con Dios. Vivimos prácticamente sin él.
¿Qué podemos hacer? En realidad, no se necesitan grandes cosas. Es inútil que nos hagamos propósitos extraordinarios pues seguramente no los vamos a cumplir. Lo primero es rezar como aquel desconocido que un día se acercó a Jesús y le dijo: “Creo, Señor, pero ven en ayuda de mi incredulidad”. Es bueno repetirlas con corazón sencillo.
Dios nos entiende. El despertará nuestra fe.
No hemos de hablar con Dios como si estuviera fuera de nosotros. Está dentro. Lo mejor es cerrar los ojos y quedarnos en silencio para sentir y acoger su Presencia. Tampoco nos hemos de entretener en pensar en él, como si estuviera solo en nuestra cabeza. Está en lo íntimo de nuestro ser. Lo hemos de buscar en nuestro corazón.
Lo importante es insistir hasta tener una primera experiencia, aunque sea pobre, aunque solo dure unos instantes. Si un día percibimos que no estamos solos en la vida, si captamos que somos amados por Dios sin merecerlo, todo cambiará. No importa que hayamos vivido olvidados de él. Creer en Dios, es, antes que nada, confiar en el amor que nos tiene.


De  Eclesalia.net

martes, 1 de octubre de 2013

AUMENTANOS LA FE

            Cordiales saludos a mis lectores desde mi casita –provisional- en la esquina de Moreras y Begonias. Ya de vuelta a España tras seis semanas en las selvas amazónicas, con mucho calor y no poco trabajo, vaya mi gratitud a esos poquitos perseverantes en el seguimiento de estas reflexiones semanales. Con el deseo de que los pensamientos de este viejito –me he convencido por aquellas tierras de que lo soy- sean útiles para el espíritu y aporten sosiego, serenidad, paz y gozo en el Espíritu.

            Ese Espíritu que Dios nos ha dado y que se nos invita a reavivar en nuestro interior en la próxima segunda lectura dominical. Por cierto, Espíritu no de cobardía, sino de energía, amor y buen juicio para perseverar en los duros trabajos del Evangelio. Cierto que ese Espíritu sólo se percibe y se recibe en la fe. Aquella fe que los mismísimos discípulos pedían a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”.

            Al reincorporarme a las tareas ordinarias de la pastoral en mis dos parroquias rurales (no sé aún cómo será mi colaboración en la Ciudad, tras haber cesado como Vicario Parroquial de San Mateo), yo me pregunto cómo es mi fe. Y veo necesario para cuantos nos llamamos creyentes, que nos detengamos a examinar esto mismo: ¿cómo anda nuestra fe?  ¿Es la que presta fundamento, dirección, solidez y apoyo a mi sentir y a mi quehacer? ¿O está arrinconada ahí, en la mente, como puro asentimiento a verdades que no ofrecen orientación a mi vida?

            ¿Cuántos de nosotros somos capaces de arrodillarnos cada noche ante Dios para decirle con el corazón y de verdad aquellas palabras del Evangelio: “soy un pobre siervo y he hecho lo que tenía que hacer”?

            Sin quejas egoístas, sin lamentos por los fallos propios y de los demás, dispuestos a despertar a un nuevo día que Dios nos dispensará para realizar algún bien y deshacer algún mal, ahorrándoles disgustos a los que nos rodean.  Sin grandes pretensiones, como nos enseña el Salmo 131: “no pretendo grandezas que superan mi capacidad”. Pero con la enorme libertad de quien se sabe puesto en la vida para recorrer un camino, el que nos traza la fe, único, personal e intransferible, de servicio y de bondad.


                                                        JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO