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miércoles, 30 de abril de 2014

ANTE EL PRIMERO DE MAYO

Viñeta de El Roto


Una vez más, el Día Internacional de los Trabajadores, este 1º de mayo, estará marcado por el alto nivel de desempleo que hay en España, puesto de manifiesto, una vez más, en la Encuesta de Población Activa (EPA). El informe, hecho público el pasado 29 de abril, apunta una mínima reducción del desempleo de 2.300 personas, aunque la tasa de paro, por el descenso de la población activa, sube hasta el 25,93%. En total, 5,9 millones de parados.
Una situación que afecta especialmente a los jóvenes –de ellos hablaron el papa Francisco y el rey Juan Carlos en una audiencia, pues el drama de no encontrar trabajo afecta a un 55,48% de los miembros de este colectivo. Igualmente dramático es que dos millones de hogares tengan a todos sus miembros en paro. Los datos han mejorado ligeramente, pero parece ser insuficiente para hablar de recuperación económica y de mejora de la situación de las familias.

Para la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y la Juventud Obrera Cristiana (JOC), tal y como denuncian en su comunicado conjunto con motivo del 1º de mayo, esta situación se debe a que se ha puesto en el centro de la actividad económica el beneficio y el dinero.
“Así, la persona y sus familias son mercancía que se compra a cambio de un salario cada día menor. (…) El trabajo, convertido en un factor más de la producción y al servicio del capital, está dejando de ser un elemento esencial para que las personas y las familias puedan vivir con dignidad. Un escenario nefasto para el desarrollo de la vida de tantas personas”, denuncia.
En este sentido, estas instituciones obreras reclaman que la persona vuelva a estar en el centro no solo de la actividad económica, sino también de la política, de las relaciones laborales y del trabajo. “La forma en la que se está organizando el trabajo y la sociedad nos deshumaniza, nos impide el desarrollo personal, familiar, social y nos condena a vivir para trabajar, dispuestos a aceptar cualquier condición social. Se supedita al ser humano y a la familia a esta lógica”, añaden.
Del mismo modo, se muestran decididas a seguir luchando por los derechos sociales y a promover una “necesaria renovación y fortalecimiento” del movimiento sindical: “Es hora de seguir construyendo pequeñas alternativas en lo económico y en lo relacional, basadas en el incremento del compartir, a veces incluso de lo que no sobra, a contracorriente y en contraposición de la cultura falsa e inhumana del ‘tener más para vivir mejor’”.

De  Vida Nueva


ACOGER LA FUERZA DEL EVANGELIO

Dos discípulos de Jesús se van alejando de Jerusalén. Caminan tristes y desolados. En su corazón se ha apagado la esperanza que habían puesto en Jesús, cuando lo han visto morir en la cruz. Sin embargo, continúan pensando en él. No lo pueden olvidar. ¿Habrá sido todo una ilusión?
Mientras conversan y discuten de todo lo vivido, Jesús se acerca y se pone a caminar con ellos. Sin embargo, los discípulos no lo reconocen. Aquel Jesús en el que tanto habían confiado y al que habían amado tal vez con pasión, les parece ahora un caminante extraño.
Jesús se une a su conversación. Los caminantes lo escuchan primero sorprendidos, pero poco a poco algo se va despertando en su corazón. No saben exactamente qué. Más tarde dirán: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino?”
Los caminantes se sienten atraídos por las palabras de Jesús. Llega un momento en que necesitan su compañía. No quieren dejarlo marchar: “Quédate con nosotros”. Durante la cena, se les abrirán los ojos y lo reconocerán. Este es el primer mensaje del relato: Cuando acogemos a Jesús como compañero de camino, sus palabras pueden despertar en nosotros la esperanza perdida.
Durante estos años, muchas personas han perdido su confianza en Jesús. Poco a poco, se les ha convertido en un personaje extraño e irreconocible. Todo lo que saben de él es lo que pueden reconstruir, de manera parcial y fragmentaria, a partir de lo que han escuchado a predicadores y catequistas.
Sin duda, la homilía de los domingos cumple una tarea insustituible, pero resulta claramente insuficiente para que las personas de hoy puedan entrar en contacto directo y vivo con el Evangelio. Tal como se lleva a cabo, ante un pueblo que ha de permanecer mudo, sin exponer sus inquietudes, interrogantes y problemas, es difícil que logre regenerar la fe vacilante de tantas personas que buscan, a veces sin saberlo, encontrarse con Jesús.
¿No ha llegado el momento de instaurar, fuera del contexto de la liturgia dominical, un espacio nuevo y diferente para escuchar juntos el Evangelio de Jesús? ¿Por qué no reunirnos laicos y presbíteros, mujeres y hombres, cristianos convencidos y personas que se interesan por la fe, a escuchar, compartir, dialogar y acoger el Evangelio de Jesús?
Hemos de dar al Evangelio la oportunidad de entrar con toda su fuerza transformadora en contacto directo e inmediato con los problemas, crisis, miedos y esperanzas de la gente de hoy. Pronto será demasiado tarde para recuperar entre nosotros la frescura original del Evangelio.

De  Eclesalia.net




martes, 29 de abril de 2014

¿HABÉIS PUESTO EN DIOS VUESTRA ESPERANZA?

             San Pedro lo afirma: “habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza”. Los cristianos de hoy no somos tan asertivos. Son muchos los motivos que nos inducen a ponerlo entre interrogantes. La anemia espiritual, el escaso impulso misionero, las dudas y sospechas sobre la validez de nuestra pastoral, los complejos de inferioridad ante el mundo secularizado, nuestras propias divisiones internas, “la indiferencia ante los indiferentes” (Juan Martín Velasco)... y un largo etc. nos hacen pensar que nuestra esperanza no está puesta en Dios, ni en Jesucristo Resucitado, ni en la fuerza de su Espíritu, sino que queremos edificar la Iglesia sobre nuestras propias fuerzas. Es manifiesto el contraste entre la confianza de los nuevos santos, Juan XXIII y Juan Pablo II, y las vacilaciones de nosotros, curas y laicos del momento presente. A pesar de todas las llamadas “a armar lío” del papa Francisco, de sus insistentes exhortaciones a salir a las periferias, de su admirable ejemplo de vivir la alegría y la misericordia evangélicas de manera novedosa, no salimos de nuestros muros y, cuando lo hacemos, es para retornar a la “aldea” de los asuntos propios.

            El feroz individualismo de nuestra cultura liberal, la concepción de la felicidad como la inmediata satisfacción de los deseos y la exclusión de cualquier clase de dolor y de compromiso de futuro, nos están impidiendo dejarnos acompañar. Preferimos estar solos. Como solos iban y ciegos, alejándose del grupo, aquellos dos discípulos “de vuelta” a Emaús. Menos mal que se dejaron acompañar, si bien a cajas destempladas al comienzo (“¿eres tú el único que no sabes lo que ha pasado?”), y supieron escuchar al viajante anónimo del camino. Pronto empezaron a “arder sus corazones”. Y se abrieron hasta conceder hospitalidad al desconocido.

            ¿Qué tiene que ocurrir entre nosotros para que en lo cotidiano, en nuestros espacios ordinarios, en la normalidad de la vida abramos las puertas a Jesucristo y nos dejemos acompañar por él? ¿Cómo hallar la alegría del Evangelio en el servicio sencillo y anónimo del día a día? ¿Es que sólo es posible vibrar y hacer vibrar a los “creyentes” de hoy en grandes acontecimientos, en montajes extraordinarios, en viajes costosos y alejados de la vida común? ¿Cómo aprender a salir al paso de los decepcionados en los caminos rutinarios de la vida? ¿Cómo exigirnos a nosotros mismos para buscar y acompañar a quienes perdieron la ilusión de “ser” y derrochan su vida en la embriaguez del éxito, del dinero o del placer como único horizonte vital?

            Si, rescatando sepulcro de Don Quijote, encontraba Unamuno el modo de “desencadenar un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre las pobres muchedumbres ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren”, nosotros lo tenemos más a mano. Sí, habrá que ir al sepulcro de Jesucristo.  Encontrarlo vacío como la Magdalena. Para, después, encontrarse con Jesucristo Viviente que le dice: “os espero en Galilea”. Sí, en la Galilea de los gentiles, en las plácidas planicies de la agricultura o de la pesca en el lago, en calma unas veces y otras agitado por vientos contrarios. Por muy complejo, industrioso y variable que sea nuestro mundo de hoy,  éste es el campo en que el Señor nos llama a encontrarlo y manifestarlo con nuevo vigor y confianza.

                                                                                    JOSÉ MARÍA YAGÜE

N. B. He estado tentado esta semana a no escribir nada nuevo y remitir a mi reflexión de hace tres años porque me parece que sigue teniendo total validez. Pero me pareció demasiado cómodo. Quien quiera releerla, la encontrará fácilmente en valdelosa.com, año 2011, 4 de abril  con el título de “Tomad en serio vuestro proceder en la vida”.



domingo, 27 de abril de 2014

AVISO

Debido a temas burocráticos,  por causas totalmente ajenas a la voluntad de la Unidad Pastoral, la Junta de Castilla y León no ha concedido permiso para la realización de la marcha a los Villares de la Reina del día 1, por lo que se pospone hasta nueva fecha. Se avisará con antelación.
Sentimos las molestias causadas.
Por lo tanto, el día 1 sí hay Eucaristía en la Anunciación.


sábado, 26 de abril de 2014

AVISOS SEMANA 28 DE ABRIL

Lunes 28
- A las 4:30 reunión del equipo de Cáritas en los locales de Fátima

Miércoles 30
- Oración de Silencio, con exposición del Santísimo, de 5 a 6 en la Anunciación.
- También a las 5, reunión del Equipo de Pastoral de la Salud en el centro de la Anunciación.

Jueves 1 de Mayo
-  MARCHA SOLIDARIA, que consistirá en Salir de la Iglesia de San Mateo para dirigirnos a la ermita de El Viso, y vuelta por Villares de la Reina a la plaza de Barcelona donde leeremos el manifiesto; son unos 11 Km y los kilómetros patrocinados irán destinados a Cáritas de la Unidad Pastoral de San Mateo y la Anunciación.
Para apuntarse:
*  Sábado y domingo después de las misas en las sacristías de la Anunciación y San Mateo.
*  Días 21, 22, 24, 25, 28 Y 29 de abril en el despacho de San Mateo de 6 a 7.
Buscar patrocinadores, cuantos más mejor, para subvencionar los kilómetros.
Así, las personas mayores y las que no puedan participar activamente pueden hacerlo dejando su aportación en el despacho. 
Este día 1 no hay Eucaristía en la iglesia de la Anunciación.

Viernes 2
- Comienzo del mes de María con rezo del Rosario a las 7 en San Mateo.


miércoles, 23 de abril de 2014

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA

"Y no seas incrédulo, sino creyente"  (Jn 20,27)



En el evangelio se aparece Jesús a los discípulos cuando están reunidos. Los abraza con su mirada, les da la paz, les entrega el Espíritu Santo y les muestra sus llagas, signos de la crucifixión. Jesús les hace constatar a través de las dudas de Tomás que el que está delante de ellos es de verdad el Señor resucitado. También nosotros estamos reunidos hoy para tocar las llagas de Jesús, unas llagas gloriosas ahora, aunque siguen visibles en su cuerpo glorificado, como signo de su amor. Aparecen justamente como la declaración escrita, en su cuerpo, del amor que le llevó a morir por nosotros en la cruz. Señor Dios nuestro, en la plenitud de tu amor nos has dado a tu Hijo unigénito y, añadiendo don sobre don, has derramado en nosotros la abundancia de tu Espíritu de santidad.

Se apareció por segunda vez a los apóstoles, para satisfacer el deseo de Tomás, y su deseo les fue útil también a los otros; ahora, tras ver a Cristo, Tomás no tiene menos que los otros. Compensa, en efecto, la pérdida que le supuso no haber visto antes mediante la visión combinada con el tacto. Si hubiera sido de verdad incrédulo, como piensan algunos, Cristo no se habría dignado aparecérsele después de su propia resurrección.
Que estuviera ausente, que hubiera pedido con cierta insistencia ver y tocar al Señor..., todo eso estaba dispuesto para nuestra salvación. Así conoceríamos con mayor evidencia la verdad de la resurrección del Señor, una verdad que Tomás, tras haber sido reprochado por su necesaria curiosidad, confirmó diciéndole: «¡Señor mío y Dios mío!» (Gaudencio de Brescia, Sermón XVII, 6-9).

Señor Dios nuestro, en la plenitud de tu amor nos has dado a tu Hijo unigénito y, añadiendo don sobre don, has derramado en nosotros la abundancia de tu Espíritu de santidad. Custodia esos tesoros tan grandes, urge en nuestro ánimo el deseo de caminar hacia ti con pureza de corazón y santidad de vida. Que podamos vivir con fe y amor, con serenidad y fortaleza, los pequeños y los grandes sufrimientos de la vida diaria, a fin de que, purificados de todo fermento de mal, lleguemos juntos al banquete de la pascua eterna que has preparado desde siempre para nosotros, tus hijos, pecadores perdonados por medio de tu Cristo.

Vídeo:

Lecturas del día:



JESÚS SALVARÁ A LA IGLESIA

Aterrados por la ejecución de Jesús, los discípulos se refugian en una casa conocida. De nuevo están reunidos, pero no está con ellos Jesús. En la comunidad hay un vacío que nadie puede llenar. Les falta Jesús. ¿A quién seguirán ahora? ¿Qué podrán hacer sin él? “Está anocheciendo” en Jerusalén y también en el corazón de los discípulos.
Dentro de la casa, están “con las puertas cerradas”. Es una comunidad sin misión y sin horizonte, encerrada en sí misma, sin capacidad de acogida. Nadie piensa ya en salir por los caminos a anunciar el reino de Dios y curar la vida. Con las puertas cerradas no es posible acercarse al sufrimiento de las gentes.
Los discípulos están llenos de “miedo a los judíos”. Es una comunidad paralizada por el miedo, en actitud defensiva. Solo ven hostilidad y rechazo por todas partes. Con miedo no es posible amar el mundo como lo amaba Jesús, ni infundir en nadie aliento y esperanza.
De pronto, Jesús resucitado toma la iniciativa. Viene a rescatar a sus seguidores. “Entra en la casa y se pone en medio de ellos”. La pequeña comunidad comienza a transformarse. Del miedo pasan a la paz que les infunde Jesús. De la oscuridad de la noche pasan a la alegría de volver a verlo lleno de vida. De las puertas cerradas van a pasar pronto a la apertura de la misión.
Jesús les habla poniendo en aquellos pobres hombres toda su confianza: “Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”. No les dice a quién se han de acercar, qué han de anunciar ni cómo han de actuar. Ya lo han podido aprender de él por los caminos de Galilea. Serán en el mundo lo que ha sido él.
Jesús conoce la fragilidad de sus discípulos. Muchas veces les ha criticado su fe pequeña y vacilante. Necesitan la fuerza de su Espíritu para cumplir su misión. Por eso hace con ellos un gesto especial. No les impone las manos ni los bendice como a los enfermos. Exhala su aliento sobre ellos y les dice: “Recibid el Espíritu Santo”.
Solo Jesús salvará a la Iglesia. Solo él nos liberará de los miedos que nos paralizan, romperá los esquemas aburridos en los que pretendemos encerrarlo, abrirá tantas puertas que hemos ido cerrando a lo largo de los siglos, enderezará tantos caminos que nos han desviado de él.
Lo que se nos pide es reavivar mucho más en toda la Iglesia la confianza en Jesús resucitado, movilizarnos para ponerlo sin miedo en el centro de nuestras parroquias y comunidades, y concentrar todas nuestras fuerzas en escuchar bien lo que su Espíritu nos está diciendo hoy a sus seguidores y seguidoras.


De  Eclesalia.net


martes, 22 de abril de 2014

JESÚS SE PUSO EN MEDIO

            ¿No había muerto y su costado fue traspasado por la lanza? ¿No fue sepultado? Pues he aquí que, de repente, está en medio de ellos. No lo invocaron. No era una mesa de magia. Pero él se puso en medio y les saludó como siempre: Tened paz. también, no tengáis miedo. Yo estoy con vosotros. Yo soy. Ser es más que estar. Jesucristo es. Porque es, está, nos da consistencia, Es nuestro seguro dejando en nada las deudas del pasado y garantizándonos el futuro. El VIVIENTE nos hace vivir. Eso y mucho más nos sugiere ese “ponerse en medio” que dice el Evangelio.  Porque Jesús está en medio comienzan a surgir y crecer comunidades cristianas por doquier. Pequeñas, insignificantes al principio, pero enseguida llenas de originalidad y fuerza hasta el punto de llenar y transformar en poco tiempo el Imperio Romano. Son esos grupos minúsculos que se distinguen por tres cosas: están unidos y lo muestran reuniéndose asiduamente para escuchar; rezan juntos en torno a la mesa en que Cristo está presente en el pan y en el vino; comparten sus bienes (1ª lectura).

            ¿Está Jesús en medio de nuestra Iglesia hoy? Sin pensarlo demasiado diremos que sí. Pero, si examinamos el asunto a fondo, veremos que tenemos muchos centros que impiden que Jesucristo Resucitado sea el referente de verdad y el centro de nuestras miradas. Así vemos cómo la ortodoxia doctrinal o litúrgica, el esteticismo en las celebraciones, la denuncia de comportamientos morales incorrectos, o la búsqueda de alguna revolución social para paliar la injusticia de este mundo ocupan prácticamente todo el espacio de la predicación.

            No es que todo eso no sea importante. Lo es. Pero no puede ocupar el centro. En el centro sólo puede estar el Señor Resucitado. Porque sólo él es constituido Señor y Mesías. A partir de él, adquiere sentido todo lo demás y él nos enseñará la ortodoxia, el modo de orar y dar culto a Dios, la belleza y la alegría, la búsqueda de la justicia y la defensa de los pobres y excluidos. Todo eso y mucho más es el Evangelio de Jesús. Pero sin Jesús no hay Evangelio

            ¿Por qué la Iglesia corre hoy el riesgo de convertirse en un grupo residual y sin relevancia?  Porque en muchas de sus representaciones, es decir, de sus formas de hacerse presente en el mundo no aparece el Señor como el centro. Lo que caracteriza a la Iglesia y le otorga su vigor y novedad es la Presencia permanente del Señor Resucitado como su origen y su meta, su inspiración y su fuerza. Sin esa Presencia a través del Espíritu, la Iglesia es una ONG más. El punto de partida de nuestra urgente e ineludible autocrítica es éste: ¿Está Jesucristo realmente en el centro de nuestras vidas personales y de nuestra cohesión comunitaria? No lo veo tan claro cuando nuestro discurso prioritario es denunciar el relativismo o el laicismo militante, o incluso cuando cerramos filas en torno a la defensa de la familia,  etc. etc. Las dudas me asaltan porque no veo tan ocupado al Evangelio en todas esas cuestiones morales, sino en la novedad absoluta de una PRESENCIA. ¿Es la Presencia del Resucitado lo que me centra, lo que nos centra? ¿Es él quien, desde el centro de la mesa, nos da la paz, el sentido y la alegría de vivir?


                                                                                   JOSÉ MARÍA YAGÜE


lunes, 21 de abril de 2014

MARCHA SOLIDARIA

El próximo día 1 de mayo, la Unidad Pastoral organiza la Ruta de la Alegría, una marcha solidaria con un total de 11 Km.

  • Salida a las 9:30 desde la Iglesia de San Mateo
  • Misa y almuerzo en la ermita de Nuestra Señora El Viso, de los Villares de la Reina
  • Llegada a las 6:30 a la plaza de Barcelona.
  • Lectura de un manifiesto.
Se recuerda que el dinero recogido irá a Cáritas de la UP, pudiéndose patrocinar a los participantes.
Inscripciones sábados y domingos después de las Eucaristías en San Mateo y la Anunciación, así como los días 21-22-24-25-28 y 29 en el despacho de San Mateo de 6 a 7:30.


viernes, 18 de abril de 2014

VIA CRUCIS DE VIERNES SANTO EN LA UNIDAD PASTORAL






DOMINGO DE RESURRECCIÓN

«Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba»  (Col 3,1)

Icono al fresco de la Anastasis (Resurrección). Cora, Constantinopla, siglo XIV


«Mi alegría, Cristo, ha resucitado.» Con estas palabras solía saludar san Serafín de Sarov a quienes le visitaban.
Con ello se convertía en mensajero de la alegría pascual en todo tiempo. En el día de pascua, y a través del relato evangélico, el anuncio de la resurrección se dirige a todos los hombres por los mismos ángeles y, después de ellos, por las piadosas mujeres a la vuelta del sepulcro, por los apóstoles y por los cristianos de las generaciones pasadas, ahora vivas para siempre en El que vive. Sus palabras son una invitación, casi una provocación. Esas palabras hacen resurgir en el corazón de cada uno de nosotros la pregunta fundamental de la vida: ¿quién es Jesús para ti? Ahora bien, esta pregunta se quedaría para siempre como una herida dolorosamente abierta si no indicara al mismo tiempo el camino para encontrar la respuesta. No hemos de buscar entre los muertos al Autor de la vida. No encontraremos a Jesús en las páginas de los libros de historia o en las palabras de quienes lo describen como uno de tantos maestros de sabiduría de la humanidad. Él mismo, libre ya de las cadenas de la muerte, viene a nuestro encuentro; a lo largo del camino de la vida se nos concede encontrarnos con él, que no desdeña hacerse peregrino con el hombre peregrino, o mendigo, o simple hortelano.
Él, el Inaprensible, el totalmente Otro, se deja encontrar en su Iglesia, enviada a llevar la buena noticia de la resurrección hasta los confines de la tierra. En consecuencia, sólo hay una cuestión importante de verdad: ponernos en camino al alba, no demorarnos más, encadenados como estamos por los prejuicios y los temores, sino vencer las tinieblas de la duda con la esperanza.
¿Por qué no habría de suceder todavía hoy que encontráramos al Señor vivo? Más aún, es cierto que puede suceder. El modo y el lugar serán diferentes, personalísimos para cada uno de nosotros. El resultado de este acontecimiento, en cambio, será único: la transformación radical de la persona. ¿Encuentras a un hermano que no siente vergüenza de saludarte diciendo: «Mi alegría, Cristo, ha resucitado»? Pues bien, puedes estar seguro de que ha encontrado a Cristo. ¿Encuentras a alguien entregado por completo a los hermanos y absolutamente dedicado a las cosas del cielo? Pues bien, puedes estar seguro de que ha encontrado a Cristo... Sigue sus pasos, espía su secreto y llegará también para ti esa hora tan deseada.       


          Haz, Señor, que también nosotros nos sintamos llamados, vistos, conocidos por ti, que eres el Presente, y podamos descubrir así el valor único de nuestra vida en medio de la inmensa multitud de las otras criaturas.
          Danos un corazón humilde, abierto y disponible, para poder encontrarte y permitir que nos marques con tu sello divino, que es como una herida profunda, como un dolor y una alegría sin nombre: la certeza de estar hechos para ti, de pertenecerte y de no poder desear otra cosa que la comunión de vida contigo, nuestro único Señor.
           A ti queremos acercarnos en esta mañana de pascua, con los pies desnudos de la esperanza, para tocarle con la mano vacía de la pobreza, para mirarte con los ojos puros del amor y escucharte con los oídos abiertos do la fe. Y mientras, angustiados, vamos hacia ti, invocamos tu nombre, que resuena como música y como canto en lo más íntimo de nuestro corazón, donde el Espíritu, con gemidos inefables, llora nuestro dolor y con dulzura y vigor nos envía por los caminos del amor.                                                               

Estarás en condiciones de reconocer que tu espíritu ha resucitado plenamente en Cristo si puede decir con íntima convicción: «¡Si Jesús vive, eso me basta!». Estas palabras expresan de verdad una adhesión profunda y digna de los amigos de Jesús. Cuan puro es el afecto que puede decir: «¡Si Jesús vive, eso me basta!». Si él vive, vivo yo, porque mi alma está suspendida de él; más aún, él es mi vida y todo aquello de lo que tengo necesidad.
¿Qué puede faltarme, en efecto, si Jesús vive? Aun cuando me faltara todo, no me importa, con tal de que viva Jesús... Incluso si a él le complaciera que yo me faltara a mí mismo, me basta con que él viva, con tal que sea para él mismo. Sólo cuando el amor de Cristo absorba de este modo tan total el corazón del hombre, hasta el punto de que se abandone y se olvide de sí mismo y sólo se muestre sensible a Jesucristo y a todo lo relacionado con él, sólo entonces será perfecta en él la caridad (Guerrico de Igny, Serrno in Pascha, i, 5).

Lecturas del día:

Vídeo:


miércoles, 16 de abril de 2014

VOLVER A GALILEA

Los evangelios han recogido el recuerdo de tres mujeres admirables que, al amanecer del sábado, se han acercado al sepulcro donde ha sido enterrado Jesús. No lo pueden olvidar. Lo siguen amando más que a nadie. Mientras tanto, los varones han huido y permanecen tal vez escondidos.
El mensaje, que escuchan al llegar, es de una importancia excepcional. El evangelio más antiguo dice así: “¿Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado? No está aquí. Ha resucitado”. Es un error buscar a Jesús en el mundo de la muerte. Está vivo para siempre. Nunca lo podremos encontrar donde la vida está muerta.
No lo hemos de olvidar. Si queremos encontrar a Cristo resucitado, lleno de vida y fuerza creadora, no lo hemos de buscar en una religión muerta, reducida al cumplimiento externo de preceptos y ritos rutinarios, o en una fe apagada, que se sostiene en tópicos y fórmulas gastadas, vacías de amor vivo a Jesús.
Entonces, ¿dónde lo podemos encontrar? Las mujeres reciben este encargo: “Ahora id a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis”. ¿Por qué hay que volver a Galilea para ver al Resucitado? ¿Qué sentido profundo se encierra en esta invitación? ¿Qué se nos está diciendo a los cristianos de hoy?
En Galilea se escuchó, por vez primera y en toda su pureza, la Buena Noticia de Dios y el proyecto humanizador del Padre. Si no volvemos a escucharlos hoy con corazón sencillo y abierto, nos alimentaremos de doctrinas venerables, pero no conoceremos la alegría del Evangelio de Jesús, capaz de “resucitar” nuestra fe.
A orillas del lago de Galilea, empezó Jesús a llamar a sus primeros seguidores para enseñarles a vivir con su estilo de vida, y a colaborar con él en la gran tarea de hacer la vida más humana. Hoy Jesús sigue llamando. Si no escuchamos su llamada y él no “va delante de nosotros”, ¿hacia dónde se dirigirá el cristianismo?
Por los caminos de Galilea se fue gestando la primera comunidad de Jesús. Sus seguidores viven junto a él una experiencia única. Su presencia lo llena todo. Él es el centro. Con él aprenden a vivir acogiendo, perdonando, curando la vida y despertando la confianza en el amor insondable de Dios. Si no ponemos, cuanto antes, a Jesús en el centro de nuestras comunidades, nunca experimentaremos su presencia en medio de nosotros.
Si volvemos a Galilea, la “presencia invisible” de Jesús resucitado adquirirá rasgos humanos al leer los relatos evangélicos, y su “presencia silenciosa” recobrará voz concreta al escuchar sus palabras de aliento.


De  Eclesalia.net



martes, 15 de abril de 2014

PASCUA DE RESURRECCIÓN

            Tras la Semana Mayor del año cristiano, cuando cada creyente trata de adentrarse en el misterio del dolor y de la muerte a través de la inconcebible pasión y muerte de Jesucristo, amanece la mañana de Pascua, que nos trae la mejor noticia: la muerte ha sido vencida, ha triunfado la Vida. Eso quiere decir, entre otras cosas, que hay que optar por la Vida. Es absurdo no apostar al ganador. La paradoja consiste en que el triunfo definitivo pasa por el fracaso. Cristo, dentro de su andadura humana, no es un triunfador sino un vencido. Los momentos de gloria del Jesús histórico son efímeros: breves instantes de éxito en las curaciones que él trata de silenciar al máximo imponiendo el secreto (“no se lo digas a nadie”); los vítores del domingo de Ramos, aclamado por niños y gentes del camino, pero aún así montado en un burrito y puesto en cuestión por los principales, para acabar cinco días después condenado y ajusticiado.

            Lo que queda en la intrahistoria es la condena a muerte y finalmente la Cruz. De tejas abajo, Jesús es un fracasado. Esto no lo puede olvidar la Iglesia, como parece que ocurrió en el Barroco y prosigue hoy en todos los barroquismos de vestimentas, títulos y grandezas que históricamente han acompañado a los “dignatarios” eclesiásticos. Con vigor y rigor, el papa Francisco inaugura felizmente un nuevo estilo simplificador que Dios quiera dé paso a una diferente autocomprensión eclesial. El mismo papa nos está enseñando a ponernos del lado de las víctimas. No, no hay que apostar por los ganadores. Hay que salir a las periferias, oler a oveja, acercarse a los encarcelados, ancianos, disminuidos, pobres. Esto está en el centro del programa del Papa, como lo estuvo en el de Cristo. Es muy curioso que Jesús, durante su vida pública, sube una vez a Jerusalén por la fiesta (probablemente la Pascua) y su primera visita es a los enfermos postrados junto a la piscina de Betesda, esperando poder ser sanados por sus aguas curativas. El lugar de Cristo son los perdedores y los perdidos.

            Esto es lo que más nos cuesta comprender y practicar a los cristianos: que para llegar a la gloria, a la resurrección, hay que atravesar por noches, subidas, dolor y muerte. ¡Mucho cuidado cuando todo nos sonríe y nos va bien! Si en esas, no nos acercamos tampoco al sufrimiento de nuestros semejantes y pasamos indiferentes ante tanto dolor, injusticia y padecimientos de los que nos rodean, es casi seguro que no estamos entendiendo el misterio de la Pascua, del triunfo de la Vida, de la Resurrección. Porque la Resurrección sólo adviene cuando antes se ha muerto. La experiencia pascual en esta vida, con sus armónicos de alegría, paciencia y valor ante las adversidades, sólo se obtiene cuando el creyente entra en una comunión de vida y amor con Jesucristo muerto y resucitado. Que, “al fin, para el fin del amor hemos sido criados” (S. Juan de la Cruz). Pero esta comunión de amor pasa ineludi-blemente por sentir y vivir el dolor de las víctimas de este mundo opuesto a Cristo. Ante la Cruz no se pasa con indiferencia: o se comparte su angustia y  dolor o, como el mal ladrón y tantos otros, se reniega de Jesucristo increpándolo por no bajar de ella.

                                                                                             JOSÉ MARÍA YAGÜE




lunes, 14 de abril de 2014

SÁBADO SANTO

"Está bien esperar en silencio la salvación del Señor"  (Lam 3,6)


Sábado Santo: día de la sepultura de Dios. ¿No es acaso, de forma impresionante, nuestro día? ¿No comienza nuestro siglo a ser un gran Sábado Santo, día de la ausencia de Dios en el que incluso los discípulos experimentan un vacío que aletea en el corazón, que se extiende cada vez más, y por esta razón se preparan llenos de vergüenza y angustia a volver a casa y se encaminan sombríos y apesadumbrados en su desesperación hacia Emaús, sin darse cuenta de que aquel que creían muerto está en medio de ellos?
"Descenso al infierno" -esta confesión del Sábado Santo- significa que Cristo ha sobrepasado la puerta de la soledad, que ha tocado el fondo inalcanzable e insuperable de nuestra condición de soledad. Significa que aun en la noche externa, no franqueada por palabra alguna, en la que todos somos como niños expulsados, llorando, se oye una voz que nos llama, una mano que nos coge y nos guía. La soledad insuperable del hombre ha sido superada desde el momento en que él ha pasado por esta soledad. El infierno ha sido vencido desde que el amor ha entrado en la región de la muerte y la "tierra de nadie" de la soledad ha sido habitada por él (J. Ratzinger y W. Congdon, “Sabato della storia”, Milano 1998, 43-46, passim).

En el silencio de la ausencia en que se pierden los muertos, experimentamos la expulsión de Jesús de la tierra de los vivos. Aguardamos la última palabra del Dios vivo, esperando contra toda esperanza su intervención suprema a favor del Justo: Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron; e intercedió por los pecadores.



VIERNES SANTO

"Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó"  (Flp 2, 8-9a)

Icono de la Crucifixión. A. Rublev.

Como el Espíritu Santo había conducido a Jesús al desierto en el comienzo de su vida pública, así impulsa con fuerza a Jerusalén hacia "su hora", la hora del encuentro definitivo y de la manifestación definitiva del amor de Dios. El Espíritu Santo es quien da a Jesús la fuerza para mantener la lucha de Getsemaní, para adherirse a la voluntad del Padre y llegar hasta el final de su camino, a pesar de la angustia que le ocasiona sudor de sangre.
Luego, en el Calvario, aparece una escena casi desierta: en el cielo se dibujan las tres cruces y abajo -como dos brazos de una sola cruz- están María y Juan. En el profundo silencio del indescriptible sufrimiento se oye un grito: "Tengo sed". Es un grito que recuerda el encuentro de Jesús con la Samaritana. "Dame de beber", le había pedido, y siguió la revelación de que la sed de Jesús era de la fe de la Samaritana, sed de la fe de la humanidad, deseo de dar el agua viva, de saciar a todos con su gracia. La hora de la crucifixión y muerte de Jesús se corresponde con la hora de máxima fecundidad en el Espíritu.
Cuando el amor de Jesús llega al culmen de la inmolación, de su total anonadamiento, como del hontanar de un manantial subterráneo surge la Iglesia, la nueva comunidad de creyentes, nuevo Israel, pueblo de la nueva alianza. Y allí está María como cooperadora de la salvación, junto a Juan, que representa a los discípulos del Nazareno y a toda la humanidad, constituyendo el núcleo primitivo de la Iglesia naciente.

Jesús en la cruz suplica el perdón de los hombres a Dios y entrega el espíritu a las manos de su Padre. De su costado abierto mana, para todos, sangre inocente que no mancha, sino lava; y el agua que sacia nuestra sed de vida nueva, amor feliz y gloria eterna.
En la madre de Jesús y el discípulo amado, de pie junto a la cruz de Jesús, encontramos el espejo claro de la humanidad nueva, de todo el Pueblo de Dios.
Seguir al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y pasar con Él a la gracia de la filiación divina, de la fraternidad humana y de la vida eterna… es la salvación definitiva.

Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-04-18

Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=uQF-INRFqCM&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ


JUEVES SANTO

"Haced esto en memoria mía"  (1 Cor 11,24)



Mi Señor se quita el manto, se ciñe una toalla, echa agua en la jofaina y lava los pies a sus discípulos: también quiere lavarnos los pies a nosotros. Y no sólo a Pedro, sino a cada uno de los fieles nos dice: "Si no te lavo los pies, no podrás contarte entre los míos". Ven, Señor Jesús, deja el manto que te has puesto por mí. Despójate, para revestirte de tu misericordia. Cíñete una toalla, para que nos ciñas con tu don: la inmortalidad. Echa agua en la jofaina y lávanos no sólo los pies, sino también la cabeza; no sólo los pies de nuestro cuerpo, sino también los del alma. Quiero despojarme de toda suciedad propia de nuestra fragilidad.
¡Qué grande es este misterio! Como un siervo lavas los pies a tus siervos y como Dios mandas rocío del cielo [...]. También yo quiero lavar los pies a mis hermanos, quiero cumplir el mandato del Señor. Él me mandó no avergonzarme ni desdeñar el cumplir lo que él mismo hizo antes que yo. Me aprovecho del misterio de la humildad: mientras lavo a los otros, purifico mis manchas.
                                                                       (San Ambrosio, El Espíritu Santo I, 12-15).


Servir como Jesús, a los pies de los pobres y desvalidos, de los pecadores y desgraciados, de los enfermos y ancianos, de los niños y últimos abandonados.
Amar como Jesús, gratuita y humildemente, sencilla y limpiamente, con generosidad ilimitada y perdón entero.
Entregar como Jesús cuerpo y sangre, la existencia toda, a favor de los faltos de todo, para sellar la Alianza nueva y eterna, agraciando a los desgraciados humanos con incondicional amor fraterno, trasunto fiel del don primero, el amor divino. 

Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-04-17

Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=N5ic-W52Xrg&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ


sábado, 12 de abril de 2014

EL ICONO DEL DOMINGO DE RAMOS

Icono de Theofanes de Creta. 1546. Monte Athos. Grecia.

Texto bíblico: Mateo 21, 1-17

Introducción
"Enterrados junto a Ti, oh Cristo Dios nuestro, mediante el bautismo, a través de Tu resurrección no hemos hecho dignos de la vida inmortal. Por ello ensalzando Te cantamos: Hosanna en lo más alto de los cielos, bendito Aquél que viene en el nombre del Señor". (Apolytikion y kontakion de la festividad).

La Fiesta
La primera noticia de la celebración de la Entrada de Jesús en Jerusalén nos llega por el Diario de Viaje de la peregrina Egeria, que se remonta a los años 381-384.
"...Cuando empieza la hora undécima se lee el texto evangélico en el los niños con ramos y con palmas van al encuentro del Señor, diciendo: Bendito Aquél que viene en el nombre del Señor...."
Desde el siglo II, la entrada triunfal de Cristo en la Ciudad Santa ha sido considerada una de las grandes afirmaciones del mesianismo.
Se lee, en efecto, en la obra de Justino, Dialogo con Trifón: "La entrada de Jesús en Jerusalén no ha realizado en sí el poder que lo ha hecho cristo, pero ha indicado a los hombres que él era Cristo." Con el tiempo, la conmemoración jerosolimitana creció en importancia y en solemnidad de forma que en el siglo VI era de uso en casi todas las Iglesias orientales, mientras que en Occidente se menciona un siglo más tarde, en las obras de Isidoro de Sevilla (+ 636).
 
La iconografía
Las primeras representaciones iconográficas de la fiesta, se remontan a mediados del siglo IV, y son esenciales: Cristo a lomos de un asno, a su paso se extienden los mantos y se agitan las ramas en señal de alegría.
Dichas representaciones nos muestran a Cristo sentado "de lado" y no a horcajadas. El motivo debemos buscarlo len la transformación de la representación de "naturalista" a "simbólica", por lo que la cabalgadura se convierte en un "trono" del Cristo-Rey.
En el manual de iconografía de Dionisio de Furná, de alrededor de 1700, ejemplifica la escena tal y como se representa en la ilustración. La estabilidad del esquema iconográfico se debe sobre todo al hecho de que el elemento inspirador ha sido exclusivamente el relato de los Evangelistas.

El Pollino
Los enviados fueron y hallaron el pollino como les dijo. Mientras lo desataban, sus dueños les dijeron: "¿ Por qué desatáis el pollino?" Ellos respondieron: "El Señor lo necesita".
"Cristo -comenta Crisóstomo- en esta ocasión realiza dos profecías: una mediante sus actos y la otra con sus palabra. realiza la primer montando una burra, y la segunda realizando las palabras del profeta Zacarías que había predicho que el rey habría montado en un asno. Y realizando la antigua profecía da comienzo a una nueva era prefigurando con sus actos lo que habría ocurrido después. Es decir, Cristo aquí preanuncia la llamada a los gentiles, que hasta ahora han vivido como animales impuros; junto a ellos Él descansará y estos vendrán a Él y le seguirán. Así la realización de una profecía marca el inicio de otra." "Tú, asido al pollino - se canta en uno de los himnos de la fiesta-, prefiguras la conversión de las gentes indomables de la incredulidad a la fe."
El asno representa el elemento instintivo del hombre, una vida desarrollada toda ella en el plano terrestre y sensual. Simbólicamente por tanto el espíritu debe "montar sobre la materia, como Cristo hace sobre el asno. La teología "monta", está por encima de cualquier conocimiento humano y sensible.
Crisóstomo dice que "aquí el pollino representa a la Iglesia y al pueblo nuevo que hasta entonces era impuro y se hace puro cuando Jesús se sienta sobre él. Notad aquí como se mantiene la relación entre la imagen y la realidad. Los Apóstoles desatan a los animales: pues son los Apóstoles lo que han llamado a los judíos como a nosotros a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."

Las montañas
"Quien confía en el Señor -dice el salmista- es como el monte Sión: no vacila, está asentado para siempre. Los montes ciñen Jerusalén y así circunda el Señor a supueblo ahora y por siempre."
La montaña que se yergue generalmente a la izquierda es el Monte de los Olivos, del que Jesús bajó para entrar en Jerusalén; no obstante, sus significados simbólicos son numerosos. Ccuando en la cumbre presenta dos cimas, se quiere evocar el motivo de la doble naturaleza de Cristo: la divina y la humana.  En cualquier caso es la montaña mesiánica, la Sión santa, "madre de todos los pueblos", morada divina. que el Salmista había celebrado, como residencia del rey de Israel y lugar del templo, en el corazón de la antigua Jerusalén, y de la que el profeta Isaías había dicho: "El monte de la casa del Señor será establecido como cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados. (...) Él alzará su mano sobre el monte de la hija de Sión."
La montaña, en los iconos está frente a Jerusalén, se yergue y se despliega en toda su mole, ocupando un espacio visual mayor que la ciudad; por sus laderas se ve bajar al Señor y sus discípulos hacia Jerusalén, la ciudad encerrada en sus murallas.
 
Los discípulos
En algunas representaciones Cristo mira a los Apóstoles, el pueblo nuevo, y ellos realizan un gesto de bendición típicamente sacerdotal: "pues son los Apóstoles los que han llamado a los judíos como a nosotros a la fe, y por ellos hemos sido conducidos a Cristo."
Por un momento, antes del escándalo de la Pasión, son protagonistas y partícipes del triunfo del Maestro. Han ejecutado sus ordenes, han puesto sus mantos sobre el asno, lo han aclamado con sus cantos, antes de la futura dispersión, y gozan por la revelación mesiánica de su Maestro, pregustando un triunfo que no será definitivo ni a su medida.
En el flanco de la montaña se abre un antro del que parecen salir los Apóstoles que siguen a Cristo. Representa la cueva del Monte de los Olivos "en la que enseñaba el Señor", como se puede leer en el Diario de Egeria. La gruta es una vorágine negra, que representa a las tinieblas. Y los discípulos encarnan al pueblo que caminaba en tinieblas y que vio una gran luz, "sobre los que habitan en la tierra de sombras de muerte."
Ellos son el pueblo nuevo, "el cortejo del Cristo-Rey, sacerdote y víctima, que aparece entre los fieles".
"Antes era la noche -escribe el teólogo Nicolás Cabasilas (1320-1390)- cuando la impotencia era absoluta y ninguno sabía donde caminar, reinando aún la noche sobre la tierra: quien camina en las tinieblas no sabe a donde va."
"Multiplicaste la alegría, has hecho grande el júbilo -profetizó Isaías-. gozan ante ti, como gozan los que recogen mies, como se alegran los que se reparten la presa (...) porque (...) tiene sobre los hombros la soberanía y se llamará maravilloso consejero, Dios fuerte, Padre sempiterno, Príncipe de la Paz."
Y mientras Jesús se acercaba a la bajada del Monte de los Olivos, toda la multitud de los discípulos, exultante, comenzó a loar a Dios en voz alta, se lee en el Evangelio de Lucas.
 
La Palmera
En el centro de las representaciones, se hallan Cristo, y sobre el fondo, la palmera de la que los niños sacan ramas para festejar al Hijo de David. En Jerusalén, aún a mediados del siglo IV, una tradición local indicaba la palmera de la cual habían sido cortadas la ramas para aclamar a Cristo. La presencia de la palmera, sin embargo, no es tanto el recuerdo de un hecho histórico sino un elemento simbólico. "Y brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago. Sobre el que se posará el espíritu del Señor. (...) En aquel día el renuevo de la raíz de Jesé se alzará como estandarte para los pueblos...." 
La palmera es una imagen mesiánica: llena el vacío entre el monte de Dios -la Divinidad- y la ciudad -la humanidad.

Cristo
Solo el Cristo lleva nimbo. Pues Él es el único Santo: "Yo soy Aquél que soy", como se lee en los brazos de su nimbo crucífero. Su túnica es púrpura regia y su manto azul dorado, porque la púrpura de su carne -su humildad- ha sido envuelta por su divinidad.
Tiene entre las manos el rollo de nuestras deudas "el documento escrito de nuestra deuda, cuyas condiciones nos eran desfavorables".
Cristo está sentado de forma innatural sobre el pollino. Está sentado en el trono del Rey pacífico y manso; y su mirada triste, vuelta al pueblo que le acoge, parece reproducir las palabras de Romano el Meloda: "Me estoy acercando a tu entrada: Te rechazaré, te renegaré, no porque te odie, sino porque advierto tu odio hacia mi y hacia los míos".
Jesús se acerca como Esposo. la liturgia oriental hace resonar el tropario: "Que viene el esposo, salid a recibirlo" Una exhortación a la vigilancia y una palabra reveladora de la situación de Jesús que va a dar la vida por su Esposa, la iglesia.
 
Los niños
Su pequeñez contrasta en el icono con las medidas de los otros personajes; son los pequeños del Reino que Jesús defiende en sus aclamaciones. Es el triunfo de la inocencia, la elocuencia de los niños, la manifestación de los que acogen el Reino con su sencillez.
El Domingo de Ramos es la fiesta de los niños y la iconografía dedica a ellos gran atención. Ellos no se preguntan: "¿Quien es éste?"; son, en cambio, lo que con sus gritos: "Hosanna al Hijo de David" suscitaron la indignación de escribas y fariseos.
El episodio de los niños que van al encuentro del Señor con los ramos no está reflejado en los Evangelios, por lo que se trata de una tradición local. 
Los niños entonces realizan la profecía del rey David: "Por la boca de los niños y de los que maman has dado argumento contra tus adversarios para reducir al silencio al enemigo y al rebelde."
 
El Pueblo
Frente a Jesús está el grupo de los habitantes de Jerusalén. No todos son enemigos. pero su actitud hierática y su rostro adusto parecen identificarse con la recriminación que algunos le hacen, pidiendo que haga callar a los niños. Jesús es signo de contradicción. El ingreso que ha organizado en la ciudad Santa, en un tiempo en que se junta mucha gente por la Pascua, su tolerancia ante las aclamaciones mesiánicas, es una autentica provocación.
El grupo, a la entrada de la ciudad santa, parece representar esa actitud de hostilidad, de rechazo y finalmente de condena con que Jesús será sacado de esa ciudad en la que entra solemnemente, cargado con la cruz de la ignominia y de la muerte.

Volvamos la vista al icono, contemplemos al Señor sentado en el asno, y recordemos que es el Rey, el Siervo, el Esposo, el Mesías. El icono proyecta en el futuro la imagen del crucificado y del Resucitado.



AVISOS SEMANA 14 DE ABRIL

Esta Semana Santa no tienen lugar las actividades habituales, que se retomarán la semana de Pascua. De esta manera, los talleres de punto, la oración de silencio, el taller de guitarra, etc. se posponen.

El lunes 14 de Abril  no habrá Eucaristía de 6:45 en la Anunciación, ni de 7:30 en San Mateo. Celebramos la Eucaristía y el perdón en la Iglesia de Santo Tomás de Villanueva a las 7:30.


HORARIOS DE SEMANA SANTA




DOMINGO DE RAMOS
10,45 h.-- San Mateo (Centro parroquial)
11,45 h. – Anunciación del Señor (Centro parroquial)
13,00 h. – San Mateo

JUEVES SANTO
10,00 h. --- Laudes (Anunciación)
17,00 h. --- Eucaristía Cena del Señor. Anunciación del Señor
18,00 h.---  Eucaristía Cena del Señor. San Mateo
22,00 h. --- Hora Santa (San Mateo)

VIERNES SANTO
10,00 h.  --- Laudes (Anunciación)
11,00 h. --- Vía Crucis desde la Anunciación a San Mateo (por el barrio)
17,00 h .---  Liturgia En la muerte del Señor. Anunciación del Señor
18,00 h .---  Liturgia En la muerte del Señor. San Mateo
20,30 h. ---  Oración ante la Cruz (Anunciación)

SÁBADO SANTO
10,00 h. --- Laudes (Anunciación)
                                            
22,30 h. --- VIGILIA PASCUAL (Anunciación del Señor).

DOMINGO DE RESURRECCIÓN
11,00 h. --- Eucaristía San Mateo
12,00 h.---  Eucaristía Anunciación del Señor
13,00 h. --- Eucaristía San Mateo


“JESÚS HA RESUCITADO Y ESTÁ ENTRE NOSOTROS” 


PASCUA JUDÍA


Haggadah de Sarajevo, manuscrito del siglo XIV de origen sefardí, que salió de España con la expulsión de los judíos en 1492 y, tras numerosas vicisitudes, acabó en Sarajevo, sobreviviendo a guerras y persecuciones más de 600 años. La Haggadah Pesaj (= Narración de la Pascua) es una serie de historias, parábolas, cánticos y narraciones que se utilizan durante la celebración de la pascua judía.

Esta semana próxima, nuestros hermanos mayores en la fe, el pueblo judío, celebra su pascua, que conmemora la liberación y salida de Egipto y el inicio del peregrinar como pueblo por el desierto, de la mano del Señor y de uno de los mayores profetas, Moisés.
Para nosotros, cristianos, es muy importante recordar su origen porque en ella hunde sus raíces el concepto de nuevo pueblo de Dios en Jesucristo, nuevo Moisés, que nos libera y conduce hacia la Tierra Prometida, el Reino de Dios.
Además, es relevante señalar que la última cena de Jesús, según los Evangelios sinópticos, con la institución de la Eucaristía, se trata de una celebración de la pascua judía.
El cordero pascual que se inmolaba en las casas y en el Templo de Jerusalén, para nosotros es el sacrificio de Nuestro Señor en la Cruz.
Desde aquí queremos desear al pueblo de Israel una feliz celebración.

JAG PESAJ SAMEAJ!



viernes, 11 de abril de 2014

TERCERA CHARLA DE CUARESMA

El pasado jueves 10 de abril, Carmen Calzada, presidenta de Cáritas Diocesana, impartió una charla en la iglesia de la Anunciación centrada en la experiencia del perdón en el marco de la crisis económica y de valores en la que estamos metidos.
Desde aquí le damos las gracias por su enriquecedora aportación en las puertas ya de la Semana Santa.








jueves, 10 de abril de 2014

FESTIVIDAD DEL DOMINGO DE RAMOS

"Se humillaba y no abría la boca"   (Is 53,7a)



La pasión del Señor nos pone en silencio. Un silencio más profundo que las múltiples voces que nos rodean y que habitualmente nos invaden. De lo hondo del corazón brota una pregunta que no podemos evitar: ¿por qué?
La respuesta nos la da el mismo Jesús, que dice: "Esta es mi sangre derramada por todos, para el perdón de los pecados"(Mt 26,28). Contemplemos al Hijo del hombre, al Señor glorioso, humillado por nosotros, injuriado, perseguido. Miremos al Hijo de Dios, que no baja de la cruz para salvarse a sí mismo, sino que se queda crucificado para salvarnos a todos nosotros. Fiel al designio del Padre, fiel al amor al hombre, ha asumido el abandono extremo debido al pecado, para que nosotros, libres, pudiésemos gustar la alegría de la comunión con Dios.
Que se conmueva la tierra por nuestra habitual indiferencia, que se despedacen las rocas de los corazones empedernidos. Hoy se nos brinda la gracia de la pasión de Cristo. Al nombre de Jesús, también nosotros doblamos las rodillas y, en silencio, humildemente, dejamos nuestro pecado a los pies de su cruz gloriosa, de su cruz de amor.


Tu rostro, Señor Jesús, es el rostro del Dios humilde que nos ama hasta despojarse, hasta hacerse pobre entre nosotros. Tu rostro es el rostro de nuestro dolor, de nuestra soledad, de nuestra angustia, de nuestra muerte que has querido asumir para que ya no estuviésemos solos y desesperados.
Haz que aprendamos a reconocer esta revelación desconcertante de tu omnipotencia, la omnipotencia de quien ama hasta compartir el sufrimiento, hasta dejarse crucificar por nuestro amor. Enséñanos lo que significa amar como tú nos amas, para aceptar en silencio el participar en tu misterio de pasión y muerte y gustar contigo el gozo de la victoria plena y total sobre la división, el pecado y la muerte.


Venid y, al mismo tiempo que ascendemos al monte de los Olivos, salgamos al encuentro de Cristo, que vuelve hoy de Betania y, por propia voluntad, se apresura hacia su venerable y dichosa pasión para llevar a plenitud el misterio de la salvación de los hombres. Va libremente hacia Jerusalén. Corramos, pues, a una con quien se apresura a su pasión e imitemos a quienes salieron a su encuentro. Y no para extender por el suelo, a su paso, ramos de olivo, vestiduras o palmas, sino para prosternarnos nosotros mismos, con la disposición más humillada de la que seamos capaces y con el más limpio propósito, de manera que acojamos al Verbo que viene y así logremos recibir en nosotros mismos a aquel Dios que ningún lugar es capaz de contener.
Alégremonos, pues, porque se nos ha presentado mansamente el que es manso y que asciende sobre el ocaso de nuestra ínfima vileza, para venir hasta nosotros y convivir con nosotros, de modo que pueda, por su parte, llevarnos hasta la familiaridad con él. 
Así es como nosotros deberíamos prosternarnos a los pies de Cristo, no poniendo bajo sus pies nuestras túnicas o unas ramas inertes, que muy pronto perderían su verdor, su fruto y su aspecto agradable, sino revistiéndonos de su gracia, es decir, de él mismo, pues "los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo" (Gál 3,27). Así debemos ponemos a sus pies, como si fuéramos unas túnicas (Andrés de Creta, Sermón 9 sobre el domingo de Ramos, PG 97, 990-994).

Lecturas del día:

Vídeo de la festividad: