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lunes, 31 de diciembre de 2012

1 DE ENERO: SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS.

"María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón"  (Lc 2,19)




Desde hace varios años, el primer día del año civil se celebra en todo el mundo “la jornada de la paz” en nombre de María, madre de Dios y madre de la Iglesia. La paz (= Shalom) es el don mesiánico por excelencia que Jesús resucitado ha traído a sus discípulos (cf. Jn 20,19- 21); es la salvación de los hombres y la reconciliación definitiva con Dios. Pero la paz de Cristo es también la paz del hombre, rica en valores humanos, sociales y políticos, que encuentra su fundamento, para decirlo con la Pacem in terris de Juan XXIII, en las condiciones de verdad, de justicia, de amor y de libertad, que son los cuatro pilares sobre los que se erige el edificio de la paz.

La constante bendición de Dios en la primera alianza, la acción de Cristo realizada en favor de toda la humanidad y de cada uno de sus componentes, el mismo nombre impuesto a Jesús, que evoca su misión de salvador, todos son hechos orientados en la línea de la paz, de la alianza, de la fraternidad. Dios no ha creado al hombre para la guerra, sino para la paz y la fraternidad. El mal en todas sus múltiples formas se contrarresta sólo con una constante educación en la paz. Aquella paz que la Virgen María, Reina de la paz, nos puede obtener del Padre: la shalom bíblica viene de Dios y está ligada a la justicia. La raíz de la paz, no obstante, reside en el corazón del hombre, esto es, en el rechazo de la idolatría, porque no hay paz sin verdadera conversión, no hay paz sin tensiones (cf. Mt 10,34). La paz de Cristo no es como la del mundo, porque la de Cristo exige que nos alejemos de la mentalidad mundana. Con la venida de Cristo la paz nos ha sido ofrecida a cada uno de nosotros, porque brota del corazón de Dios, que es amor. 

Lecturas del día:


REFLEXIÓN FIN DE AÑO


         Este es el clamor de un grupo de jóvenes que forman parte de la llamada generación perdida: la mejor preparada de la historia de nuestro país y, al mismo tiempo, la que está sufriendo una precarización laboral más despiadada. Ellos firman la reflexión de fin de año del centro de estudios Cristianisme i Justícia.
Hacen un análisis lúcido de la situación que estamos viviendo, reconociendo los errores, denunciando la creciente desigualdad social y declarando su compromiso de trabajar para transformar esta realidad. “No queremos ser una generación perdida”, afirman, huyendo de la etiqueta que a menudo se utiliza para referirse a los jóvenes de esta franja de edad.
         Se definen como “hijos de la bonanza”, de una sociedad mercantilizada donde la democracia se ha ido diluyendo en individualismo y reconocen que “en algún momento de este proceso dejamos de pensar qué modelo de sociedad queríamos porque no lo creímos necesario y el totalitarismo de la indiferencia empezó a hacer presencia en nuestras vidas”. Pero ahora aseguran que “nos han quitado la venda de los ojos” y ahora constatan el déficit democrático, el desprestigio de las instituciones políticas, la polarización ideológica que dificulta el diálogo, los riesgos del absolutismo de la técnica y una creciente superficialidad que invade todos los ámbitos de la vida.

         Una llamada a la fraternidad y a trabajar por lo común
         Frente a esto denuncian el desmantelamiento del Estado del Bienestar, que está provocando un aumento de las desigualdades sociales y advierten que la crisis “igual que ha producido una ola de solidaridad, está alentando la aparición de un nuevo fascismo social” que puede ser una amenaza a la convivencia y a la democracia.
         Constatan como la mercantilización y la superficialidad “nos ha empobrecido como sociedad y como personas, nos ha hecho perder conciencia de nuestra influencia y responsabilidad en la sociedad”. En su reflexión, estos jóvenes consideran que es necesario recuperar la presencia de la ética en la economía y recuerdan que “existe un uso inofensivo y un uso prudente del dinero, pero no un uso inocuo”. También reivindican la figura del pensador, del humanista y reclaman “profundidad y rigor intelectual a todos los niveles de la sociedad”.
         A pesar del desconcierto que provoca encontrarse en un cambio de época, enfrentándose a la “imposibilidad de lograr muchos de los proyectos personales y comunitarios con que nos habían enseñado a soñar”, este grupo de jóvenes se niega a formar parte de una generación perdida. “Sentimos la necesidad de encontrar vías de implicación en la recuperación de ciertos valores y una visión humanizadora del mundo”, dicen. Y ponen como ejemplo esperanzador, las “iniciativas locales de carácter colectivo y transformador que son anticipaciones de un futuro que está por venir”.
         Su manifiesto quiere ser una llamada a la esperanza. En él se comprometen e invitan a recuperar la fraternidad y a trabajar para lo común, combatir el individualismo y la indiferencia, y cuidar la persona en su integridad.
         Este documento lo firman un grupo formado por 13 jóvenes entre 25 y 35 años. Hacen su reflexión desde su condición de jóvenes cristianos, desde la convicción que “el cristianismo de hoy debería ser una utopía entusiasmadora”.

De   Eclesalia.net



domingo, 30 de diciembre de 2012

AVISOS SEMANA 31 DICIEMBRE

El martes día 1 la Eucaristía en la festividad de María madre de Dios y de la Iglesia se celebra con horario de domingo, en la Anunciación a las 12 y San Mateo a las 11 y a la 1.
El miércoles 2, a las 5, oración de silencio en la Anunciación.
Jueves 3 a las 6, clase de guitarra en los locales de la Anunciación.


EUCARISTÍA DEL DÍA DE LA SAGRADA FAMILIA









La Eucaristía de este día fue preparada por el grupo de matrimonios y niños de la  Anunciación. Le pedimos a la familia de Nazaret que ayude a las familias de nuestra UP a ser luz en medio de nuestro barrio de Garrido, signos de ese amor que desde cada iglesia doméstica se irradia al mundo.


jueves, 27 de diciembre de 2012

DOMINGO DE LA SAGRADA FAMILIA

"Yo debo ocuparme de las cosas de mi Padre"  (Lc 2,49)

Sagrada familia: huida a Egipto. Icono copto.


        Esta página de Lucas es la única en todo el evangelio en la que contemplamos a los tres miembros de la Sagrada Familia actuando como personas responsables y libres. En los episodios que preceden, Jesús es un niño, que no tiene aún ninguna autonomía; en las que siguen, José ha vuelto a la sombra -probablemente la sombra de la muerte- y no aparece más.
        Y bien, en esta narración los tres personajes aparecen como "buscadores de Dios". Son apasionados y angustiados buscadores de Dios María y José, que pensaban buscar un niño perdido mientras iban tras uno en el que reside corporalmente la plenitud de la divinidad, como dice san Pablo (cf. Col 2,9); uno que, desde la eternidad, es el Verbo, que en el principio estaba ¡unto a Dios y era Dios (cf. Jn 1,1); uno que es el Señor del cielo y de la tierra (Mt 28,18).
        Es un buscador del Padre Jesús que, fascinado por el templo, no sabe marcharse: se queda nada menos que tres días, encantado, interrogando y escuchando insaciablemente a los rabinos que hablaban del Dios de Israel.
        Es una verdad difícil de comprender para los hombres, pero el significado más auténtico y profundo de sus casas es el de ser lugares donde, en la dulzura de afectos serenos e intensos, se debe ante todo buscar a Dios, al Dios que es la sede eterna y la fuente originaria de todo amor.
              
                                                          (G. Biffi, Homilía sobre la Sagrada Familia)

Vídeo:

Lecturas:


SAN JUAN EVANGELISTA

"La Palabra se hizo carne, y nosotros hemos visto su gloria"  (Jn 1,14)

Recostarse sobre su corazón


Queridos hermanos:
Les anunciamos lo que ya existía desde el principio, lo que hemos oído y hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y hemos tocado con nuestras propias manos. Nos referimos a aquel que es la Palabra de la vida.
Esta vida se ha hecho visible y nosotros la hemos visto y somos testigos de ella. Les anunciamos esta vida, que es eterna, y estaba con el Padre y se nos ha manifestado a nosotros.
Les anunciamos, pues, lo que hemos visto y oído, para que ustedes estén unidos con nosotros, y juntos estemos unidos con el Padre y su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que se alegren y su alegría sea completa.

1Jn 1,1-4


UNA FAMILIA DIFERENTE


Entre los católicos se defiende casi instintivamente el valor de la familia, pero no siempre nos detenemos a reflexionar el contenido concreto de un proyecto familiar, entendido y vivido desde el Evangelio. ¿Cómo sería una familia inspirada en Jesús?
La familia, según él, tiene su origen en el misterio del Creador que atrae a la mujer y al varón a ser “una sola carne”, compartiendo su vida en una entrega mutua, animada por un amor libre y gratuito. Esto es lo primero y decisivo. Esta experiencia amorosa de los padres puede engendrar una familia sana.
Siguiendo la llamada profunda de su amor, los padres se convierten en fuente de vida nueva. Es su tarea más apasionante. La que puede dar una hondura y un horizonte nuevo a su amor. La que puede consolidar para siempre su obra creadora en el mundo.
Los hijos son un regalo y una responsabilidad. Un reto difícil y una satisfacción incomparable. La actuación de Jesús, defendiendo siempre a los pequeños y abrazando y bendiciendo a los niños, sugiere la actitud básica: cuidar la vida frágil de quienes comienzan su andadura por este mundo. Nadie les podrá ofrecer nada mejor.
Una familia cristiana trata de vivir una experiencia original en medio de la sociedad actual, indiferente y agnóstica: construir su hogar desde Jesús. “Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. Es Jesús quien alienta, sostiene y orienta la vida sana de la familia.
El hogar se convierte entonces en un espacio privilegiado para vivir las experiencias más básicas de la fe cristiana: la confianza en un Dios Bueno, amigo del ser humano; la atracción por el estilo de vida de Jesús; el descubrimiento del proyecto de Dios, de construir un mundo más digno, justo y amable para todos. La lectura del Evangelio en familia es, para todo esto, una experiencia decisiva.
En un hogar donde se le vive a Jesús con fe sencilla, pero con pasión grande, crece una familia siempre acogedora, sensible al sufrimiento de los más necesitados, donde se aprende a compartir y a comprometerse por un mundo más humano. Una familia que no se encierra solo en sus intereses sino que vive abierta a la familia humana.
Muchos padres viven hoy desbordados por diferentes problemas, y demasiado solos para enfrentarse a su tarea. ¿No podrían recibir una ayuda más concreta y eficaz desde las comunidades cristianas? A muchos padres creyentes les haría mucho bien encontrarse, compartir sus inquietudes y apoyarse mutuamente. No es evangélico exigirles tareas heroicas y desentendernos luego de sus luchas y desvelos.

    De   Eclesalia.net


miércoles, 26 de diciembre de 2012

DICHOSA PORQUE HAS CREÍDO


           Muchos recordarán aquella campaña publicitaria a favor del ateísmo en autobuses catalanes (no sé si pasó también a Madrid) que rezaba más o menos así: “Sé feliz. No tengas miedo. Dios no existe”. No sé qué idea o imagen de Dios rondaba por la cabeza de los diseñadores y promotores de aquella campaña. Pero ciertamente ningún parecido con el Dios real que se hace niño en Belén. Es justamente lo contrario. ¿Quién puede temer a un Dios, niño desvalido recostado en un pesebre?

            El Evangelio es oferta de dicha y felicidad. Quien no lo entiende así, no ha tenido la fortuna de entender en su más pura esencia el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Precisamente a su Madre se le dirige la primera bienaventuranza: “Dichosa tú que has creído”. La fe, es decir, la plena confianza en Dios y el actuar en consecuencia, es la más plena garantía de seguridad, paz y dicha, en medio de las dificultades y retos que la vida presenta a todos los humanos.

            Todos sabemos lo que pasa en un mundo empeñado en no creer, que trata de afirmarse en la autosuficiencia. No está logrando nuestra sociedad descreída un estado general de seguridad, paz y felicidad. Por el contrario, las divisiones son cada vez más profundas, empezando por las económicas. Los motivos de queja, protesta y crispación social se multiplican y arraigan en la población. La creencia y la propaganda de la inexistencia de Dios ni extirpan el miedo, ni logran que la gente sea más feliz. 

            Muy al contrario. Como en las bienaventuranzas de Lucas, en las que a la oferta de dicha sigue una serie de malaventuranzas, después del “Dichosa porque has creído”, hoy cabría decir “pero, ay de ti, sociedad española del s. XXI empeñada en no creer y expulsar a Dios de tu seno, porque te romperás en mil fragmentos”. Y en cada uno de esos fragmentos crecerán, como las malas yerbas, la insolidaridad, el miedo al futuro, las desigualdades sociales y, en definitiva, la carencia de libertad.

            Si esto hay que decirlo en todos los campos de la vida y la actividad humana (economía, política, hasta del deporte...), mucho más se constata en una institución tan decisiva para la paz, la convivencia y el desarrollo humano como es la familia. La familia estable, indisoluble, solidaria, superadora de mil pruebas, a imagen de la familia de Nazaret, puede proclamarse “dichosa”, aún en medio de sus dificultades. En cambio, esta familia “progre”, de la que se habla en los programas del “corazón”, ¿trae más dicha a los esposos y es mejor campo de cultivo EN VALORES para la prole?

            Porque una cosa es el respeto, la acogida y también el cariño a quienes no pudieron llevar adelante su proyecto matrimonial y familiar, ayudándoles a reorganizar su vida, y otra promover como modelo y paradigma de modernidad lo que fue y siempre será un fracaso y una fuente de sufrimiento para la pareja y su descendencia. Lo primero es positivo. Lo segundo es una lacra social.

                                                                     JOSÉ MARÍA YAGÜE    

martes, 25 de diciembre de 2012

MISA DEL GALLO DE LA UNIDAD PASTORAL



El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz

Los scouts trajeron la llama desde Belén

Ha nacido el que es

Adoración del Niño

El coro de la UP

Nacimiento de San Mateo



lunes, 24 de diciembre de 2012

NATIVIDAD DEL SEÑOR

"Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado"  (Is 9,5)

Icono de la Natividad. Rublev, siglo XIV

                Si el arte nace del estupor frente a la sacralidad de la vida, el icono quiere ser clave teológica y antropológica, respuesta a la contradicción entre trascendencia y encarnación. 
                Los iconos son oraciones contenidas en madera pintada que ligan lo terreno y lo celestial, son ventanas abiertas al infinito. Su lenguaje, intencionalmente restringido, mezcla teología y arte, integrando la razón en una unidad que la trasciende. Por eso se constituyen en soportes privilegiados para la expresión de un misterio que no tiene vocación de serlo, porque se empeña en la autorrevelación: el misterio de un Dios hecho carne en una mujer concreta, en un lugar y en un día determinados. 
     
                El Nacimiento de Cristo está narrado en el Evangelio de S. Lucas (2,7) con extrema brevedad. La piedad popular pedía más que esa lacónica información, y los Evangelios apócrifos acudieron en su ayuda bordando pintorescos adornos; a ellos se deben numerosas adiciones anecdóticas de profundo sentido didáctico que decoraban los dogmas sin desvirtuarlos, aportando una visión enriquecida y plena de poesía y de contenidos. 
                Todo esto se patentiza en el icono de la Natividad atribuido, no sin discusión, a Rublëv. En él se desarrolla un tipo iconográfico muy común en el arte bizantino, pero reelaborado por la escuela rusa del siglo XV con soberbia inspiración propia. 
                En este icono, fruto del diálogo entre la Sagrada Escritura y la Tradición, ningún elemento es superfluo, cada uno asume un significado concreto e intencionado que contribuye a hacer visible la perfección de la historia de la salvación. 
                La montaña, los ángeles, los pastores: La escena que el icono representa está encuadrada por una montaña en forma piramidal que simboliza la montaña mesiánica, que viene al mundo trascendiendo  la altura de los ángeles y de los hombres. 
                Si la montaña es Cristo, las dos cimas hacen referencia a su doble naturaleza: la divina y la humana. Pero la montaña también es imagen de la Virgen, cuyo útero se erige en monte santo que Dios ha elegido para su estancia. 
                Sobre este escenario se distribuyen dos grupos de tres ángeles, en simetría compositiva con los Reyes Magos y como símbolo trinitario. Uno de ellos se vuelve hacia unos pastores, a los que anuncia el nacimiento del Salvador, ejerciendo de vínculo entre el espacio angelical y el terrenal. 
                Los pastores representan al pueblo que "caminaba en las tinieblas y vió una gran luz" (Is 9,1) 
                La cueva, La Virgen, el Niño: Hacia el centro del icono se abre un hueco oscuro que muestra las entrañas de la montaña. En el corazón del monte, centrando la composición, se encuentra María recostada. Este dato es significativo porque, frente al gusto occidental que prefiere representar a la Virgen arrodillada y sin muestra de sufrimiento alguno, los orientales la presentan fatigada, desvelando otra teología. 
                Es curioso el efecto que consigue el autor porque, aunque la figura de María es la de mayor tamaño, no se convierte en el centro de atención. La actitud en la que ha sido representada, junto con el resto de la composición del icono, nos muestra su carácter de partícipe, pero no protagonista, de la obra de Dios. 
                Entre la Madre y la entrada de la cueva aparece el Niño, que más que envuelto en pañales, parece estar amortajado. El vendaje entrelazado recuerda la imagen de Lázaro resucitado y el pesebre parece más bien un sarcófago mortuorio. 
                Esta figuración presenta la cueva como las fauces de un monstruo infernal que intenta engullir a la criatura recién nacida. El bebé actúa de cebo arrojado en brazos de la muerte para que, mientras el dragón esperaba devorarle, tuviera que vomitar a aquellos que ya había devorado. La clave teológica es estremecedora: la Madre que da a luz a su Hijo para que, con su muerte, nosotros recibamos la Vida. 
                En el interior de la cueva, como única compañía del Niño, se distinguen un buey y un caballo (este último sustituye a la mula porque en la antigua Rusia no se conocía esta raza). Ambos animales no aparecen en los evangelios canónicos, pero sí en los apócrifos , y su presencia se justifica con el anuncio de Isaías: "el buey conoce a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel, en cambio, no entiende". Además, en la exégesis simbólica, el buey y el asno prefiguran a los dos ladrones con los que Jesús fue crucificado. Por otra parte, S. Gregorio de Niza asegura: "el buey es el judío encadenado por la Ley; el asno, que es una bestia de carga, lleva el pesado fardo de la idolatría". 
                José: En la escena inferior izquierda encontramos a José, y junto a él un hombre vestido con pieles apoyado en un bastón. 
                José encarna el drama humano del hombre ante el misterio, ante el cual permanece perplejo; parece subrayar la incredulidad con que el hombre se enfrenta a su Salvador, el escándalo que experimenta ante la Encarnación. 
                 La otra figura surge de la literatura apócrifa, que personifica la tentación en un ser diabólico disfrazado de pastor que dialoga con el confuso José, sumiéndolo en la  duda: "como este bastón no puede producir brotes... una virgen no puede alumbrar". La escucha del tentador parece distraer a José de la respuesta a sus interrogantes, que está en la simple contemplación de lo que sucede a su alrededor como manifiestación de la obra de Dios. 
                El baño del Niño: En la escena inferior derecha se representan dos mujeres preparando el baño del Niño. Interpretaciones apócrifas identificaron a la mujer que sostiene al Niño con Eva, nuestra primera madre. De este modo, aquella que introdujo la muerte por escuchar el mensaje de la serpiente, se convierte en la primera servidora del Niño concebido por escuchar el mensaje de un ángel, y por tanto, en la primera muestra visible de la redención. 
                La presencia de las comadronas parece insistir en el sufrimiento real de María en el parto. De cualquier forma, este motivo iconográfico desapareció tras el concilio de Trento, en beneficio de escenas más espirituales. 
                Pero el gesto del baño es, sobre todo, prefiguración del bautismo; de ahí que la bañera adquiera forma de pila bautismal.. Es como un entierro en el sepulcro líquido que simboliza el descenso a los infiernos para surgir después renovados a una nueva vida. En este caso, Jesús niño no necesita ser purificado, sino que El mismo purifica el agua del baño en una evidente simbología sacramental. 
                La estrella y los Magos: Sobre la cabeza del Niño, a cierta altura, se distingue una estrella de la cual surge un haz de luz que desciende dividiéndose en tres rayos resplandecientes que alcanzan al Niño: es la unidad y la trinidad de Dios que se manifiesta como luz. Iluminado por ella, el recién nacido se erige en centro teológico y también compositivo del cuadro. 
                La estrella, faro que había guiado a los Reyes Magos en su peregrinación hacia el Niño-Rey, constituye un elemento heredado del drama litúrgico de Navidad, donde el pesebre se situaba en el altar mayor, iluminado por una estrella que se deslizaba a lo largo de una cuerda. 
                Los Magos representan a los hombres ajenos a la Antigua Alianza que el nuevo reinado mesiánico debe incluir. La tradición iconográfica suele recurrir a reflejar en los rostros de los Reyes las tres edades del hombre: joven, adulto y anciano, encarnando así a la humanidad entera. 
                Para concluir, parece que el autor de este icono quiso implicarnos a todos en el espectáculo de una historia que es también la de cada uno de nosotros, porque para el cristiano, la venida de Cristo al mundo es el acontecimiento que da sentido a todo lo demás, a la propia vida.




Para contemplar el misterio de Navidad necesitamos, sobre todo, simplicidad para asombrarnos ante su mensaje. Capacidad de asombro y mirada de niño son los medios necesarios para gustar el anuncio lleno de alegría de esta noche santa. Y esta alegría tiene una motivación clara: el nacimiento de un niño, Salvador universal, que trae motivos de esperanza para todos, que son paz, justicia y salvación. Y ¿qué signos cualifican a este niño? La debilidad, la pobreza, la impotencia y la humildad, cosas que el mundo ha rechazado siempre y que, por el contrario, ha hecho propias el Hijo de Dios.

Con la venida de Jesús las falsas seguridades de los hombres han zozobrado, porque Dios ha elegido no a los fuertes ni a los sabios, ni a los poderosos de este mundo, sino a los débiles, a los pequeños, a los necios, a los últimos: ha elegido «un niño acostado en un pesebre» (Lc 2,7.12.16; cf. 1 Cor 1,27; Mt 11,26), pobre, marginado y desestimado. Precisamente sobre esta pobreza se despliega el esplendor del mundo del Espíritu, mientras nosotros estamos complicados en dramas de conciencia, porque nos tienta seguir principios de fuerza, de poder, de violencia. El niño de Belén nos dice que el milagro de la paz de la Navidad es posible para aquellos que acogen sus dones.

A esta luz el acontecimiento de esta noche no es sólo una fecha para conmemorar, sino evento capaz, también hoy, de contagio y de transformación. Cuatro son las noches históricas de la humanidad, según una antigua tradición rabínica: la noche de la creación (Gn 1,3), la de Abraham (Gn 15,1-6), la del Éxodo (Ex 12,1-13) y la de Belén, es decir, esta noche, que es la más importante, porque el Hijo de Dios ha traído su paz, distinta de la pax augusta, y es el fundamento de la «civilización del amor». ¿Somos capaces de vivir el misterio? 


Vídeo de Navidad:
http://www.youtube.com/watch?v=Em7ymnjj-vo

Lecturas:
http://www.aciprensa.com/calendario/calendario.php?dia=25&mes=12&ano=2012


domingo, 23 de diciembre de 2012

BELÉN DE LA ANUNCIACIÓN




AVISOS SEMANA 24 DICIEMBRE

La Misa del Gallo se celebrará este año en la iglesia de San Mateo para toda la Unidad Pastoral,
a las 12 de la noche.

El martes 25, fiesta de Navidad, las Eucaristías con horario de un domingo normal.

El miércoles 26, oración de silencio con exposición del Santísimo a las 5 de la tarde en la Anunciación.

Jueves 27, clase de guitarra de la UP a las 6 de la tarde en los locales de la Anunciación.

Viernes 28, a las 8:15, Vigilia de Fin de Año en la iglesia de la Anunciación.


RECAUDACIÓN OPERACIÓN VIVIENDA

Como señalábamos en una entrada de hace pocos días, Cáritas organiza la Operación Vivienda este domingo. La recaudación de la Unidad Pastoral en el año pasado fue la siguiente:

  • San Mateo  ...............   994 €
  • La Anunciación   .......   468 €

sábado, 22 de diciembre de 2012

viernes, 21 de diciembre de 2012

4º DOMINGO DE ADVIENTO

"Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá"  (Lc 1,45)

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad


Llevando en su seno al Señor, la Virgen corre a Isabel, y de repente el niño de ésta gozó reconociendo el saludo y con saltos de gozo aclamaba a la madre de Dios:
Alégrate, germen de una cepa llena de vida.
Alégrate, tierra fecunda de un fruto inmortal.
Alégrate, tú que cultivas al cultivador amigo de los hombres.
Alégrate, tú que das vida al autor de la vida.
Alégrate, campo donde florece el gozo de todas las gracias.
Alégrate, mesa que ofreces abundancia de manjares.
Alégrate, porque haces florecer un pasto de felicidad.
Alégrate, porque preparas un puerto seguro a las almas.
Alégrate, incienso agradable de oración.
Alégrate, expiación de todo el universo.
Alégrate, benevolencia de Dios con los mortales.
Alégrate, seguridad de los mortales ante Dios.
Alégrate, virgen esposa.

                                                      (Himno ortodoxo Akathistos, estrofa quinta)


Vídeo del domingo:

Lecturas:


miércoles, 19 de diciembre de 2012

MUJERES CREYENTES




Después de recibir la llamada de Dios, anunciándole que será madre del Mesías, María se pone en camino sola. Empieza para ella una vida nueva, al servicio de su Hijo Jesús. Marcha “aprisa”, con decisión. Siente necesidad de compartir su alegría con su prima Isabel y de ponerse cuanto antes a su servicio en los últimos meses de embarazo.
El encuentro de las dos madres es una escena insólita. No están presentes los varones. Solo dos mujeres sencillas, sin ningún título ni relevancia en la religión judía. María, que lleva consigo a todas partes a Jesús, e Isabel que, llena del espíritu profético, se atreve a bendecir a su prima sin ser sacerdote.
María entra en casa de Zacarías, pero no se dirige a él. Va directamente a saludar a Isabel. Nada sabemos del contenido de su saludo. Solo que aquel saludo llena la casa de una alegría desbordante. Es la alegría que vive María desde que escuchó el saludo del Ángel: “Alégrate, llena de gracia”.
Isabel no puede contener su sorpresa y su alegría. En cuanto oye el saludo de María, siente los movimientos de la criatura que lleva en su seno y los interpreta maternalmente como “saltos de alegría”. Enseguida, bendice a María “a voz en grito” diciendo: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre”.
En ningún momento llama a María por su nombre. La contempla totalmente identificada con su misión: es la madre de su Señor. La ve como una mujer creyente en la que se irán cumpliendo los designios de Dios: “Dichosa porque has creído”.
Lo que más le sorprende es la actuación de María. No ha venido a mostrar su dignidad de madre del Mesías. No está allí para ser servida sino para servir. Isabel no sale de su asombro. “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”
Son bastantes las mujeres que no viven con paz en el interior de la Iglesia. En algunas crece el desafecto y el malestar. Sufren al ver que, a pesar de ser las primeras colaboradoras en muchos campos, apenas se cuenta con ellas para pensar, decidir e impulsar la marcha de la Iglesia. Esta situación nos esta haciendo daño a todos.
El peso de una historia multisecular, controlada y dominada por el varón, nos impide tomar conciencia del empobrecimiento que significa para la Iglesia prescindir de una presencia más eficaz de la mujer. Nosotros no las escuchamos, pero Dios puede suscitar mujeres creyentes, llenas de espíritu profético, que nos contagien alegría y den a la Iglesia un rostro más humano. Serán una bendición. Nos enseñarán a seguir a Jesús con más pasión y fidelidad.

De  Eclesalia.net

martes, 18 de diciembre de 2012

LA ESPERANZA, VIRTUD DEL ADVIENTO. SÓLO ELLA HACE REAL Y POSIBLE LA NAVIDAD.


           Como uno de nuestros grandes déficits es la esperanza, hablemos de ella en este tiempo de Adviento. No hay Esperanza sin Adviento, como no hay Adviento sin Esperanza. Porque la Esperanza sin Venida real, objetiva, concreta, transformadora de la realidad, es ilusión vacía que aboca al desencanto. Adviento sin esperanza es imposible: se traduce en consumo para quien tiene y frustración para el que no puede comprar. Me copio a mí mismo en un texto de hace años, pero vigente hoy:

            Rosa Montero escribía así de la esperanza: “Pequeña luz que se enciende en la oscuridad del miedo y la derrota, haciéndonos creer que hay una salida. Semilla que lanza al aire la sedienta planta en su último estertor, antes de sucumbir a la sequía. Resplandor azulado que anuncia el nuevo día en la interminable noche de tormenta. Deseo de vivir aunque la muerte exista”.

            Hermosa, poética aproximación a la Esperanza. Hay algo en común en los cuatro chispazos: la pequeñez. Cuando la realidad global es tan amenazante, cuando la noche es tan densa y, efectivamente, parece interminable, cuando la muerte termina con todo, la luz de la primera alborada, la semilla lanzada al aire, y el deseo de vivir son mínimos destellos que logran que el mundo renazca.

            Ante las dos grandes virtudes teologales –fe y amor-, Ch. Peguy ve la hermana menor –la Esperanza- arrastrando a las mayores:

“Por el camino empinado, arenoso y estrecho,
arrastrada y colgada de los brazos de sus dos hermanas mayores,
que la llevan de la mano, va la pequeña esperanza
y en medio de sus dos hermanas mayores da la sensación de dejarse arrastrar,
como un niño que no tuviera fuerza para caminar.
Pero, en realidad, es ella la que hace andar a las otras dos,
y la que las arrastra,
y la que hace andar al mundo entero
y la que le arrastra.
Porque en verdad no se trabaja sino por los hijos
y las dos mayores no avanzan sino gracias a la pequeña”.

          Y sigue: “una llama temblorosa ha atravesado el espesor de los mundos, una llama vacilante ha atravesado el espesor de los tiempos, una llama imposible de dominar, imposible de apagar al soplo de la muerte, la esperanza”.

          Sobrecogidos por la pequeñez del pesebre en el que Dios reposa – y también llora, vulnerable-; liberados de afanes de grandeza y de poder; disponibles para el amor, es decir, para la acogida al diferente; anhelantes de un mundo de iguales, en que pueda habitar Dios…, incluso en medio de la noche, es posible la Esperanza. Que sólo ella hará real la Navidad.

         Sólo se nos pide sembrar la pequeña semilla: perdón y reconciliación; amor a quien no lo merece; padecer en el silencio; confianza ilimitada, a pesar de todo, en el ser humano. Nada fácil, pero esa es la llama temblorosa, vacilante, imposible de dominar o de apagar, que alumbrará la Navidad real: el nacimiento de Jesús entre nosotros. “Sólo un cúmulo de deseos hará estallar la Parusía del Señor” (Theilard de Chardin).  

                                                                        Jose María Yagüe        

PAUTAS DE ADVIENTO


 Esto es sólo eso, pautas, algunas claves para vivir el Adviento con mayor profundidad. Claves hay miles, los textos litúrgicos de estos días son muy intensos, están colocados ahí por algún motivo, nos hablan de esperar-esperanza-esperarte-espera, de alegría, de ilusión, de libertad,… de Dios, claro. Nos hablan y te hablan, sólo tienes que hacer silencio, dejar que se posen en ti. Estos creyentes de hace varios miles de años quisieron dejar su experiencia por escrito porque no les cabía en el corazón y necesitaban liberarla, darle alas, soltarla en el tiempo. Son textos que viajan en una fragilísima botella de cristal y que hoy se abren para ti. Aquellos hombres y mujeres, enamorados de Dios te envían un mensaje… “encuéntrale en el silencio”.

Primera pauta: vivir hacia el interior
Puede que no sea casualidad, sino “Diosidad” que dicen algunos, el hecho de que el Adviento coincida con el final del otoño y el principio del invierno. En este tiempo la naturaleza se sumerge en sí misma, vive hacia el interior, dándose calor, reconociendo su propio ser. Decimos que la naturaleza duerme, inicia su tiempo de descanso, pero… pero…, quizás no, quizás está enfrascada en crear algo nuevo, en desnudar su propia verdad, en dar calor a lo que esconde, a lo que desea ofrecer y a lo que se le pide… Algo así puede ser el Adviento para ti, un tiempo para vivir “curvada sobre ti misma”, viviendo en silencio, en soledad, desnudándote de adornos (hojas, frutos, flores…), absorbiendo desde lo profundo, buscando más allá de la superficie… ¿me explico?  Lo que te vaya sucediendo, sobre todo lo más nimio, es lo que más significado tiene en este tiempo, porque es lo que va haciendo grande tu vida, es la sencilla savia que va alimentándote hasta que brote algo grande. Es el tiempo de esconder en lo oscuro de tu tierra la semilla de Dios. Es el tiempo de descubrirnos embarazadas de vida, de proyectos, también de dolores y miedos…
Dios te ha dado una semilla que puedes hacer que dé fruto en primavera… y “que tu fruto dure”.

Segunda pauta: aceptación…
…de lo que Dios siembra en silencio. Como te digo Dios es el sembrador que pone en ti una semilla de futuro… ¿de qué futuro? Bueno, no tiene por qué ser nada extraordinario lo sembrado, o sí…: quizás sea más alegría, quizás siembra en ti una decisión de vida, o valor para afrontar algún cambio… Dios es el sembrador de esperanzas: “alza la cabeza, se acerca la liberación”. ¿De qué te libera el Adviento , ¿de tus miedos?, ¿de tu rutina?, ¿de ambiciones?, ¿de una vida que no te llena del todo?… tú sabrás. El Adviento es el tiempo de aceptar lo que viene  de Dios, lo que viene de la vida, lo agradable y lo menos gustoso… Acoge, acepta y ¡arriésgate!
Salió el sembrador a sembrar y vio en ti tierra fértil y… sembró.

Tercera pauta: dar calor
El Adviento no es tiempo de evaluaciones, de limpiezas ni acondicionamientos, eso, que es buenísimo, lo dejamos para cuaresma. Yo prefiero enfocar el Adviento como tiempo de acoger lo bueno que Dios coloca en cada una, en cada uno, agradeciéndolo, creando un espacio aceptado, amable (esto significa “que se puede amar”) para que así se produzca el milagro del nacimiento. Fíjate en los regalos cotidianos, desde los más pequeños (esos obsequios humildes de Dios que se nos despistan por pequeños unos y efímeros otros) hasta los que te llenan la boca. Dedica uno de tus días de oración a ser consciente de los regalos de Dios-Vida, descubrirás docenas y docenas de ellos, y si no te salen docenas… deberemos trabajar el tema del agradecimiento y tu capacidad de ver belleza a tu alrededor. Cuenta las docenas y… dale gracias a Dios.

Vivir hacia el interior, aceptando lo que llega y dándole calor para que la semilla fructifique.

                                                      Comunidad de monjas trinitarias de Suesa (Cantabria)

lunes, 17 de diciembre de 2012

ESPERANDO UN "PAPA RAZONABLE"

Aunque algo extenso, he recibido este texto del Foro de Sacerdotes de Vizcaya  http://baf-fcb.blogspot.com.es/2012/12/esperando-un-papa-razonable-y-congar.html  en el que, en referencia a Yves Congar, importante teólogo del Vaticano II , hace una reflexión acerca del primado de Pedro.



El domingo, 20 de marzo de 1955, Yves Congar escribía en su diario, comentando el trato que estaba recibiendo del Santo Oficio: “quieren reducir a la nada a un hombre que no es su lacayo” (“Diario de un teólogo (1944 -1956)”, Madrid 2004, pp. 404-405).
A continuación, señalaba que en el origen de los problemas que estaba padeciendo se encontraba su decantamiento a favor de una de las dos interpretaciones enfrentadas de Mateo 16, 19: “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos”.  
Para los Santos Padres, sostenía el teólogo francés, lo que se funda en Pedro es la Iglesia. Por eso, los poderes conferidos a Pedro pasan de él a la “ecclesia”. Este es el contenido fundamental del pasaje, en cuyo marco, proseguía Yves Congar, algunos de los Padres (sobre todo, occidentales) admitían la existencia de una primacía canónica del obispo de Roma dentro de la Iglesia.
Sin embargo, la comprensión patrística empieza a ser alterada -a partir, tal vez, del siglo II- cuando Roma cree ver en Mateo 16,19 su propia institución. Según esta interpretación, los poderes de Cristo no pasan de Pedro a la Iglesia, sino de Pedro a la sede romana. La consecuencia de semejante exégesis es clara: la Iglesia “no se forma solamente a partir de Cristo, vía Pedro, sino a partir del Papa”. Ello quiere decir que la consistencia y la vida de la Iglesia descansan -al estar construida sobre Pedro- en el Papa, cabeza de la comunidad cristiana y, por esto, residencia de la plena potestad (“plenitudo potestatis”).
Toda la historia de la eclesiología es, proseguía Yves Congar en su “Diario”, la permanente actualización de un conflicto (unas veces, latente y llevadero y otras, vivo y duro) entre estas dos concepciones del papado y del gobierno eclesial: la que sostiene que el poder de Cristo alcanza a toda la Iglesia vía Pedro y la que defiende que el poder de Cristo pasa a Pedro y de Pedro a Roma. Es un conflicto que llega hasta nuestros días y que no ha finalizado, a pesar de los esfuerzos desplegados por la misma Roma para extender su punto de vista al resto de la Iglesia. Sin embargo, se dan excepciones notables que indican que Roma no ha logrado su objetivo y que, sobre todo, muestran la persistencia de la comprensión patrística del gobierno eclesial.
La Iglesia en Oriente, por ejemplo, ha mantenido la posición de los Santos Padres (cierto que despojándola de lo más positivo que tenía). También la Iglesia de África (desaparecida por causa del Islam) ha permanecido fiel a la interpretación patrística de Mt 16, 19. E, igualmente, los países que se unieron a la Reforma. Incluso, en la misma Iglesia Católica nunca ha dejado de existir una cierta resistencia a dicha comprensión romana, en nombre tanto de la Biblia y de la Tradición como de la Verdad que fundamenta y habita en la Iglesia.
“Nuestra tarea (mi tarea) consiste -sentenciaba el teólogo dominico- en hacer que esta verdad no quede sofocada”. Por eso, “es necesario que, cuando llegue un Papa razonable o cuando aparezca el Pastor Soberano, encuentre todavía a la Iglesia en clamor, como dice Pascal”, a pesar de que nos hallemos en el hondón máximo de la ola y en el momento más intenso de una comprensión absolutista del gobierno eclesial.
Y proseguía, casi proféticamente, al paso que van las cosas, “se puede prever cuál será la próxima etapa de la eclesiología papista”, acompañada de un nuevo avance de la “mariodulía”: “consistirá en afirmar que las congregaciones romanas forman parte del magisterio ordinario; que son la parte superior de este magisterio, el cual, por su parte, reside en el gobierno pontificio”.
El Concilio Vaticano II superó la tesis, tradicional e históricamente insostenible, de que los obispos recibían su jurisdicción (“iure divino”) directamente del Papa, tal y como lo ratificó Pío XII en su día (Encíclica “Ad signarum gentes”, 1954). La constitución Dogmática “Lumen Gentium” recuperará el fundamento cristológico del episcopado (los obispos son “vicarios y delegados de Cristo”), la colegialidad en el gobierno eclesial e invalida la separación entre el “poder de orden” y el “poder de jurisdicción” al recordar que la autoridad de los obispos no es concedida por el Papa, sino derivada del sacramento del Orden.
Pablo VI reconocerá, mediante la carta apostólica “De episcoporum muneribus” (1966), el régimen de la concesión de poderes a los obispos: su autoridad, sostiene el Papa Montini, es “propia, ordinaria e inmediata” en sus iglesias locales. Además,  erige, mediante el “Motu Proprio” “Apostolica sollicitudo” (1965) el Sínodo de obispos para ayudar al papado en su solicitud por la iglesia universal e instituye las Conferencias Episcopales, dotándolas de cierta capacidad jurídica.
Son decisiones que le acreditan como un “Papa bastante razonable”, pero hay otras que lo cuestionan: la “reserva” a la sede primada de toda una serie de cuestiones teológicas y pastorales de enorme actualidad, el sometimiento del Sínodo de obispos a la autoridad “directa e inmediata” del Romano Pontífice y sus enormes dificultades para imaginar (y articular) un gobierno realmente colegial con la colaboración de las Conferencias Episcopales o, cuando menos, de sus presidentes.
El pontificado de Juan Pablo II será, comparativamente, “bastante menos razonable” que el de Pablo VI. Es cierto que pedirá ayuda en la encíclica “Ut unum sint” (1995) para repensar el ejercicio del primado y la forma de gobernar la Iglesia. También lo es que, incluso, abrirá el debate sobre la oportunidad o no de regresar al modelo de los patriarcados, vigente en el primer milenio; un debate que la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida por J. Ratzinger, intenta cerrar mediante un seminario “ad hoc” con expertos que se posicionan firmemente en contra de semejante posibilidad.
Sin embargo, el suyo es un papado en el que se regresa –“de facto”- a la separación preconciliar entre el “poder de orden” y el “poder de jurisdicción”, se refuerza el papel de la Curia vaticana en el gobierno eclesial (al precio de la sacramentalidad y de la colegialidad episcopal) (“Pastor Bonus”, 1988) y se reduce (hasta casi desparecer) la capacidad legislativa de las Conferencias Episcopales (“Apostolos suos”, 2004).
Yves Congar finalizaba las anotaciones del 20 de marzo de 1955 llamando investigar y socializar los argumentos teológicos que avalaban una forma de papado y de gobierno eclesial más colegial y corresponsable.  Junto con él, somos muchos los que seguimos esperando “un Papa razonable”. Mientras tanto, exponemos los argumentos que nos avalan para que cuando llegue el Pastor Soberano nos encuentre, por lo menos, clamando (B. Pascal).


domingo, 16 de diciembre de 2012

CAMPAÑA DE PERSONAS SIN HOGAR 2012

                        

Cáritas organiza para el próximo domingo 23 la campaña de personas sin hogar 2012
Más información en:

http://www.caritasalamanca.org/campanas/campanas-actuales/campana-personas-sin-hogar-2012.html


AVISOS SEMANA 17 DE DICIEMBRE

Lunes 17
-  4:30, reunión Cáritas de la Anunciación en los locales de Fátima

Martes 18
-  A las 5:30 reunión grupo de la Legión de María en los locales de San Mateo.

Miércoles 19
-  A las 4:30, reunión del Grupo de Mayores en el centro de San Mateo
-  A las 5, oración de silencio en la iglesia de la Anunciación, con exposición del Santísimo.
-  A las 8:15, grupo de liturgia de la UP en los locales de la Anunciación.

Jueves 20
-  A las 8, exposición del Santísimo en San Mateo

Viernes 21
-  A las 12 del mediodía, grupo de alfabetización en el centro de la Anunciación
-  A las 18:15, Eucaristía de la Hermandad Ferroviaria en la capilla de la Hermandad de la A. de París.
-  A las 8 de la tarde, reunión del Grupo de Formación de San Mateo.


sábado, 15 de diciembre de 2012

RETIRO DE ADVIENTO DE LA UNIDAD PASTORAL





El sábado 15 de diciembre, en los Agustinos, tuvo lugar el retiro de Adviento de la UP. Fue un día de comunión intensa y de oración. Lo presentó Miguel Marugán, laico. Los puntos que estuvimos meditando fueron los siguientes:





viernes, 14 de diciembre de 2012

SAN JUAN DE LA CRUZ


1. En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

2. A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

3. En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

4. Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

5. ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

6. En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

7. El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

8. Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.



CALVIN Y HOBBES



UN BELÉN SIN BUEYES NI MULAS





A quienes no creen les ha sorprendido la historia del buey y la mula. Le han dedicado tiempo, tinta y sonrisas. Y hasta se han sentido molestos. Sorpresas te da la vida. Un escribiente, famoso por sus incursiones televisivas, criticó al Papa por poner en duda estos elementos del costumbrismo. A los que creemos, nos da igual.
Hace tiempo que nuestra fe no se sustenta en estos detalles entrañables, pero que poco tienen que ver con la belleza de la fe profesada y vivida como seguimiento del auténtico centro del misterio de Belén: el Dios hecho carne. O como dijera san Agustín, ese Dios que se hace Hijo para que podamos ser hijos de Dios. Algo así, para no cansar con citas.
Y es que entre el ruido y las nueces, la paja y el grano, hay líneas de sombra que se van haciendo muros cuando la ignorancia, atrevida ella, se pone a pontificar. Thomas Mann escribió José y sus hermanos después de leer a Goethe decir que era triste que una historia tan bella como la de José fuera tan breve. Y añadió un escenario genial al patriarca y a la Biblia. La obra, a mi juicio, más importante del escritor bávaro. La verdad literaria no está reñida ni con la verdad teológica ni con la verdad histórica en este caso.
El Papa, en su nuevo libro, aborda cuestiones de índole teológica. No es dogma la compañía de Jesús en el pesebre, ni los pastores que al raso guardaban ovejas, ni los Magos, que desde Oriente ofrecían regalos. Nadie dijo que eran dogmas, pero sí está claro que los muchos personajes que rondaron Belén quedaron atrapados por la hondura del Misterio.
Los pastores salieron de su aprisco y los Magos, desde su lejanía y altura, ya no pudieron volver a su tierra por el mismo camino. Aquel encuentro los transformó. Belén cambió el ritmo de la Historia desde la sencillez. Con pastores o sin ellos; con bueyes o mulas, dromedarios o todo el Arca de Noé, lo importante es el Misterio. Y ese sí que nadie podrá arrebatarlo.
Pero insistimos en estos detalles porque cuando se pierde el sustantivo, crecen los adjetivos, y cuando se pierde lo importante, todo el monte es orégano. Que se lo digan a los fantasiosos autores de novelas esotéricas que encontraron un filón en los evangelios apócrifos que recorrían los caminos del Imperio Romano o las tertulias de los peregrinos a Santiago, a la Florencia de Boccaccio o la Canterbury de Chaucer. Me quedo con Dickens y su Cuento de Navidad.
Y ante tanta zarandaja de bueyes y mulas y la literatura volátil que está arrojando esta opinión del Papa, me quedo con un frío atardecer en la Navidad de 1886, cuando Paul Claudel asistía a las Vísperas en Notre Dame, en París. Allí, de pie, escuchaba la música que llenaba las naves de intensa alegría. En el momento del Magníficat, el agnóstico escritor sintió una sacudida interior de alegría que cambió su vida para siempre: “¡Qué feliz es la gente que cree! ¿Si fuera verdad? ¡Es verdad! ¡Dios existe, está ahí! ¡Es alguien, es un ser tan personal como yo! ¡Me ama! ¡Me llama! Y las lágrimas y los sollozos acudieron a mí, y el canto tan tierno del Adeste aumentaba mi emoción”.
Lo que cuenta no es el medio, sino el fin; no es el instrumento, sino el objetivo. Mirar a Belén es lo que hace falta. De ahí vendrá la alegría que nos arranque la miopía que impide ver lo esencial.

De  Vida Nueva

jueves, 13 de diciembre de 2012

ADVIENTO CATEQUESIS



Mural de los grupos de catequesis de la Anunciación

3er DOMINGO DE ADVIENTO

"Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres"  (Fl 4,4)

Amanecer en el desierto


La alegría es oración. La alegría es fuerza. Es como una red de amor que coge a las almas. Dios ama al que da con alegría. El que da con alegría da más. No hay mejor manera de manifestar nuestra gratitud a Dios y a los hombres que aceptar todo con alegría. Un corazón ardiente de amor es necesariamente un corazón alegre. No dejéis nunca que la tristeza se apodere de vosotros hasta el punto de olvidar la alegría de Cristo resucitado. Continuad dando Jesús a los demás, no con palabras sino con el ejemplo, por el amor que os une a él, irradiando su santidad y difundiendo su amor profundo, id por todas partes. Que vuestra fuerza no sea otra que la alegría de Jesús. Vivid felices y en paz. Aceptad todo lo que él da y dad todo lo que él toma con una gran sonrisa

                                                                                     Teresa de Calcuta


Vídeo de la semana:

Lecturas del día:


miércoles, 12 de diciembre de 2012

¿QUÉ PODEMOS HACER?

San Juan Bautista, ángel del desierto. Icono ruso del s. XVII.


             La predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?
             El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.
           No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, que haga lo mismo”. Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?
          Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.
           No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de “empobrecernos” poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.
          Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.
          Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…
          La crisis va a ser larga. En los próximos años se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestión de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

De  Eclesalia.net