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lunes, 30 de junio de 2014

TE DOY GRACIAS

            El evangelio que se leerá el domingo próximo contiene cien palabras. En ellas se expresa toda la sabiduría cristiana. Entre otras muchas muy bellas, estas pocas palabras son la más hermosa perla del evangelio de San Mateo.

            Te doy gracias. Es el sentimiento fundamental de Jesús. El que sobresale por encima de todos los demás. Es toda su vida. Vive en la gratitud y, por tanto, en la gratuidad. La vida no es un negocio. Es un don. Con todas sus venturas. Y también con todas sus desventuras. ¿Cómo ver en la Cruz la glorificación de Dios y de su criatura? Hacen falta unos ojos y un corazón nuevos para entender así la vida humana. Y también la muerte.

            ¿Quién puede entender, sentir, vivir la gratitud? Sólo los sencillos. ¿Quiere esto decir que hay que ser tonto, optimista compulsivo, ingenuo o estar de espaldas a la realidad para ser feliz? No casa en absoluto ninguno de esos rasgos con Jesús de Nazaret. La explicación es otra: él posee una sabiduría superior. La de ver la realidad, toda la realidad, desde la mirada amorosa de Dios. En la mirada y el quehacer de Dios, toda la miseria humana y cósmica va siendo transformada. Dichoso el que recibe esa iluminación.

            Conocer al Padre. Es, debería ser, la gran aspiración y también la principal ocupación del corazón humano. Pero el corazón se dispersa en la multiplicidad de lo real. Y así se di-vierte. También se pervierte. Por eso se pierde. Sin conocimiento de Dios, la mente y el corazón humanos están en riesgo permanente de errar el tiro. Y, por tanto, de construir un mundo al revés. Éste es el mundo en el que vivimos seducidos, engañados. Las ideologías pretenden suplantar el conocimiento de Dios. Capitalismo, comunismo, posmodernidad, nihilismo... Así nos va. ¿No sería mucho más fácil buscar la verdad de Jesús, el sencillo aldeano de Nazaret? El sabe entender incluso su muerte? Pero hay que ser valientes, fuertes y libres para acudir a Jesús.

            El nos susurra hoy estas tres invitaciones, contenidas en las cien palabras:
Venid a mí los cansados y agobiados. Para dar el primer paso hacia Jesús hace falta creer en él. Y no darse por vencido a las primeras dificultades. El viaje hacia Jesús transcurre por caminos recónditos y a veces empinados. 
Cargad con mi yugo. Cierto es que el hombre actual no quiere yugos ni cargas. Ahora bien, no se alcanza la tan soñada libertad sin disciplina, compromiso y fidelidad. Por otra parte, todo el mundo se unce a algún yugo. El asunto es a cuál queremos unirnos. El Señor nos dice que su yugo es llevadero y su carga ligera. Hay que leer más y antes las bienaventuranzas que los mandamientos.
Aprended de mí. El aprendizaje lo refiere a algo muy concreto: la sencillez y la mansedumbre. Estilo, forma de ser frontalmente opuestos a la tendencia actual a la arrogancia y la queja. ¿No habrá que invertir esta tendencia para mirar personas y acontecimientos con otros ojos menos agresivos y culpabilizadores?

            Dichoso quien se anima a entrar en este convite del Señor. Dichoso quien sabe y puede vivir en la gratitud.


                                                                                 JOSÉ MARÍA YAGÜE


sábado, 28 de junio de 2014

AVISOS DE LA UNIDAD PASTORAL

A partir del próximo lunes 30 de junio, las celebraciones quedarán como sigue a continuación hasta primeros de octubre:
  • De lunes a sábado, sólo habrá Eucaristía en la iglesia de San Mateo a las 7:30.
  • Los domingos, Eucaristía en San Mateo a las 11:30, y en la Anunciación a las 12:30.
En el mes de septiembre tendremos la Asamblea de la Unidad Pastoral para afrontar el nuevo curso.

Colecta de la festividad del Corpus, día de la caridad:
  • Anunciación del Señor,   256,30 €
  • San Mateo,                    501,00 €

viernes, 27 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

"El Señor me asistió y me confortó"   (2 Tim 4,17)


San Pedro y San Pablo, de El Greco, sorprende por su contenido argumental y su riqueza cromática. Aunque el tema central es la reunión entre los dos apóstoles después de haber mostrado su desacuerdo, se insinúa una reconciliación no cumplida en las manos unidas que se cruzan sin llegar a tomar contacto. Al mismo tiempo, muestra un gesto de cesión o reconocimiento por parte de San Pedro, que se representa como un anciano cansado en un fondo de nubes que se abre al azul del cielo para resaltar la aureola de santidad y llevando las llaves de la iglesia. A su lado aparece la poderosa imagen de San Pablo en la plenitud de su madurez, sin aureola, con túnica verde y manto rojo, sujetando con orgullo la espada o atributo que le es propio.
Las figuras estilizadas se envuelven con pesados ​​mantos que impiden contemplar su anatomía, destacando sus pliegos en los que se crean sugerentes contrastes luminosos.  La espiritualidad de los santos está resaltada en sus rostros, claramente diferenciados.



La confesión de Pedro es un texto de gran importancia para la vida del cristianismo y se compone de dos partes: la respuesta de Pedro sobre el mesiazgo de Jesús, Hijo de Dios (vv. 13-16), y la promesa del primado que Jesús confiere a Pedro (vv. 17-19). Por lo que respecta a la pregunta que dirige Jesús a sus discípulos, podemos subrayar dos puntos de vista: el de los hombres (v. 13: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»), con su apreciación humana, y el de Dios (v. 15: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?», con el correspondiente conocimiento sobrenatural.
La opinión de la gente del tiempo de Jesús reconocía en él a un profeta y a una personalidad extraordinaria (v. 14). La opinión de los Doce, en cambio, es la expresada por la confesión de fe de Pedro: Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios (cf. v. 16). Ahora bien, esa revelación es fruto exclusivo de la acción del Espíritu Santo, «porque eso no te lo ha revelado ningún mortal, sino mi Padre, que está en los cielos» (v. 17).
A causa de esta confesión, Pedro será la roca sobre la que edificará Jesús su Iglesia. A Pedro y a sus sucesores les ha sido confiada una misión única en la Iglesia: son el fundamento visible de esa realidad invisible que es Cristo resucitado. Ambos constituyen la garantía de la indefectibilidad de la Iglesia a lo largo de los siglos.
Por otra parte, el poder especial otorgado por Jesús a Pedro, expresado por las metáforas de las llaves, del «atar» y del «desatar» (v. 19), indica que tendrá autoridad para prohibir y permitir en la Iglesia.


La liturgia fija hoy algunos momentos en la rica y agitada vida de los dos apóstoles. Domina sobre todos la escena de Cesárea de Filipo, descrita en el fragmento evangélico. ¿Qué retendremos, en particular, de este episodio tan célebre? Estas palabras: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». La Iglesia, pues, no es una sociedad de librepensadores, sino que es la sociedad -o mejor aún, la comunidad- de los que se unen a Pedro en la proclamación de la fe en Jesucristo. Quien edifica la Iglesia es Cristo. Es él quien elige libremente a un hombre y lo pone en la base. Pedro no es más que un instrumento, la primera piedra del edificio, mientras que Cristo es quien pone la primera piedra. Sin embargo, desde ahora en adelante no se podrá estar verdadera y plenamente en la Iglesia, como piedra viva, si no se está en comunión con la fe de Pedro y con su autoridad, o, al menos, si no se tiende a estarlo. San Ambrosio ha escrito unas palabras vigorosas: «Ubi Petrus, ib¡ Ecclesia», «Donde está Pedro, allí está la Iglesia». Lo que no significa que Pedro sea por sí solo toda la Iglesia, sino que no se puede ser Iglesia sin Pedro (R. Cantalamessa, La Parola e la vita, Roma 1978, p. 307).

Lecturas de la festividad:

Vídeo:




miércoles, 25 de junio de 2014

SOLO JESÚS EDIFICA LA IGLESIA

El episodio tiene lugar en la región pagana de Cesarea de Filipo. Jesús se interesa por saber qué se dice entre la gente sobre su persona. Después de conocer las diversas opiniones que hay en el pueblo, se dirige directamente a sus discípulos: “Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?”.
Jesús no les pregunta qué es lo que piensan sobre el sermón de la montaña o sobre su actuación curadora en los pueblos de Galilea. Para seguir a Jesús, lo decisivo es la adhesión a su persona. Por eso, quiere saber qué es lo que captan en él.
Simón toma la palabra en nombre de todos y responde de manera solemne: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús no es un profeta más entre otros. Es el último Enviado de Dios a su pueblo elegido. Más aún, es el Hijo del Dios vivo. Entonces Jesús, después de felicitarle porque esta confesión sólo puede provenir del Padre, le dice: “Ahora yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
Las palabras son muy precisas. La Iglesia no es de Pedro sino de Jesús. Quien edifica la Iglesia no es Pedro, sino Jesús. Pedro es sencillamente “la piedra” sobre la cual se asienta “ la casa” que está construyendo Jesús. La imagen sugiere que la tarea de Pedro es dar estabilidad y consistencia a la Iglesia: cuidar que Jesús la pueda construir, sin que sus seguidores introduzcan desviaciones o reduccionismos.
El Papa Francisco sabe muy bien que su tarea no es “hacer las veces de Cristo”, sino cuidar que los cristianos de hoy se encuentren con Cristo. Esta es su mayor preocupación. Ya desde el comienzo de su su servicio de sucesor de Pedro decía así: “ La Iglesia ha de llevar a Jesús. Este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta”.
Por eso, al hacer público su programa de una nueva etapa evangelizadora, Francisco propone dos grandes objetivos. En primer lugar, encontrarnos con Jesús, pues “él puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestras comunidades… Jesucristo puede también romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo”.
En segundo lugar, considera decisivo “volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio” pues, siempre que lo intentamos, brotan nuevos caminos, métodos creativos, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual”. Sería lamentable que la invitación del Papa a impulsar la renovación de la Iglesia no llegara hasta los cristianos de nuestras comunidades.


De  Eclesalia.net


martes, 24 de junio de 2014

SAN PEDRO Y SAN PABLO: A VUELTAS CON LA IGLESIA

            El próximo domingo 29 coincide con la festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo. Por otra parte, el papa Francisco es responsable de muchos titulares, casi cada día. En general, favorables pero sin que falten las críticas. Gracias a Dios. Todo ello me lleva a dedicar estas líneas semanales a la Iglesia. Tan amada por unos y tan denostada por otros. Signo de contradicción no sólo por los valores que representa sino también por las miserias con las que carga.

            Lo primero que habría que poner en claro es que la Iglesia no es el Papa. Ni los obispos con los curas, religiosos y religiosas. Como no lo era San Pedro. Ni siquiera lo eran los Doce, aunque ellos la representasen y fuesen los primeros encargados de ensanchar, o mejor, eliminar sus fronteras. Pablo fue el mejor exponente de la pluralidad de la Iglesia primitiva. Mostrando la pluralidad de la Iglesia, fue el “jefe de la oposición”. Pluralidad que la Iglesia canoniza celebrándolos el mismo día. Merced a esta oposición, junto con Bernabé y otros, la Iglesia se abrió a los gentiles, a los paganos, a quienes los piadosos judíos negaban la salvación. Sin conocer la Ley, ¿cómo podían cumplirla? Y si no la cumplían, no había para ellos posibilidad de salvación.

            Estos hechos incontrovertibles de la primitiva Iglesia deberían ser algo más que temas de estudio para los especialistas. Son pautas de obligado cumplimiento. La intolerancia de las derechas e izquierdas eclesiásticas enfrentadas entre sí no tiene razón de ser. Más bien, es motivo de descalificación de unas y otras cuando se convierten en capillismos y rompen la unidad eclesial. O cuando, según preferencias ideológicas, unos exaltan a un papa hasta casi deificarlo mientras otros lo convierten poco menos que en el anticristo. O, como comentaba la semana pasada, de él se cuestionan hasta los zapatos que calza.

            Sería bueno ir bastante más adentro y buscar la coherencia de hechos y palabras del papa y de todos los cristianos con el Evangelio de Jesús. Mucho más, claro está, que con tradiciones, costumbres o hábitos adquiridos al arrimo de modas de poder o gobierno hoy ya insoportables en las sociedades civiles modernas. En todo caso, la crítica y la autocrítica son necesarias en la Iglesia. Pero quienes las realizan o realizamos deberíamos atenernos al menos a estros tres principios:

           Para tener derecho a la crítica se necesita un plus de autenticidad. De otro modo, nos ocurrirá lo que San Pablo escribía en Rom. 2,12: “no tienes excusa tú que juzgas, pues juzgando a otro a ti mismo te condenas, ya que obras esas mismas cosas que juzgas”. Una crítica positiva sólo puede nacer del amor a quien se critica. De no ser así termina en cisma y recíprocas exclusiones o condenas. Las críticas a la Iglesia han de ser ajenas, para ser legítimas y útiles, a un sutil mecanismo: encubrir y servir de tapadera a la evasión del compromiso o bien a la autojustificación. Por eso, con frecuencia, los más críticos son los más descomprometidos. Y los más estériles.


                                                                   JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO


SAN JUAN BAUTISTA


San Juan Bautista. Rublev. S. XV

Andrei Rublev revolucionó la pintura religiosa de su tiempo. A diferencia de la mayor parte de los artistas rusos, pintores de íconos suntuosos y llenos de alegorías secundarias, Rublev se concentró en representar únicamente aquellos aspectos esenciales que se relacionaban con los personajes representados. La frontalidad y el hieratismo característico de los íconos son transformados en suaves escorzos de líneas fluidas y suaves, utilizando una gama de colores más pura y luminosa, con mucho contraste de luz y sombra. Rublev fue el artista más imitado desde su época, a tal grado que es sumamente difícil saber qué obras atribuirle a él mismo con seguridad.
Sin embargo, la característica más sobresaliente de sus íconos y frescos es la profunda espiritualidad que emana de sus figuras sacras. A consecuencia de las rígidas normas que se imponían a los artistas y sus representaciones, los íconos bizantinos suelen ser hieráticos y distantes; los personajes están revestidos de una dignidad majestuosa, tal como correspondía a su categoría sobrenatural. En muchos casos la representación se convierte en un mero seguimiento de las fórmulas establecidas, convirtiéndose en estereotipado. Rublev rompe con estos esquemas establecidos sin contravenir las normas impuestas, lo cual es ya de por sí un logro extraordinario. Sus figuras se humanizan, se acercan más a la naturaleza mística del que las contempla, bajando de su trono celestial para hablarnos y establecer una íntima comunicación espiritual.

Este ícono, que representa la figura del bautista, constituye una de sus obras más notables. Es cierto que su ícono más famoso (y el único que se le atribuye con seguridad) es el de la Trinidad del Antiguo Testamento, con sus delicadas figuras angelicales y su novedosa tridimensionalidad, pero este San Juan Bautista es más cercano a la imagen del eremita del desierto que predica y bautiza en nombre de aquel que vendrá y del cual “… yo no soy digno de desatar la correa de su calzado” como dice la escritura.   
Este San Juan Bautista no es una deidad o la idea que se tiene en este sentido. Un santo es ante todo un hombre que ha vivido una vida ejemplar y ha sido, por gracia divina, capaz de hacer milagros. Nuestro San Juan tiene la mirada patética, y sus largos cabellos y barba descuidada nos hablan acerca del desprendimiento y del abandono de la vida terrena. Sus manos abiertas imploran por la venida de aquel que será el alimento de las almas, que al fin es lo que realmente importa porque es lo realmente trascendente, lo esencial para el verdadero creyente. Rublev era un místico convertido en pintor quien, a semejanza del Bautista, vivió y predicó la profunda y más auténtica espiritualidad.

                                                                       Julián González Gómez



lunes, 23 de junio de 2014

CÁRITAS DE LA UNIDAD PASTORAL INFORMA

Durante los primeros seis meses de este año 2014, en nuestra Unidad de Acción Pastoral, se han realizado 79 ayudas  y su cuantía asciende a 12.800 €.


AVISOS SEMANA 23 DE JUNIO

El miércoles 25  de Junio  habrá “Oración de silencio” en la iglesia de la Anunciación del Señor de 5 de 6 de la tarde.

Jueves 26 de Junio tendremos Eucaristía a las 6 de la tarde en la Capilla de la Hermandad Ferroviaria (Avenida de París).

También el jueves 26  de Junio  a las 8 de la tarde tendremos Exposición del Santísimo en la  iglesia  de San Mateo.



domingo, 22 de junio de 2014

CRISIS JURIDICA E INJUSTICIA LEGAL

INFORME DEL OBSERVATORIO SOBRE LA DOCTRINA SOCIAL DE
 LA IGLESIA EN EL MUNDO

Se habla, y con razón, de crisis económica. Pero según el V Informe sobre la Doctrina social de la Iglesia en el mundo del Observatorio Cardenal van Thuân, presentado hace unos días, hay una crisis oculta, sutil pero muy invasiva y desestabilizadora: la crisis jurídica o, como dice el Informe, la "injusticia legal".
Estamos ante una profunda crisis jurídica si los Tribunales internacionales de justicia entran a definir quién es persona, si los jueces ordinarios eliminan con sus sentencias las leyes y sustituyen a los Parlamentos, o si las Constituciones son ahora el terreno de ásperas disputas en lugar del reconocimiento común de algunos valores naturales, que luego se extiende a todas las relaciones sociales y económicas. Esto explica en gran medida la crisis actual: según el Informe referido se multiplican las normas, pero se menoscaba la ley. De este modo el verdadero Estado de derecho entra en crisis, incluso en las democracias occidentales.
Del análisis sobre lo sucedido en los cinco continentes, el Informe indica "tres tendencias peligrosas que acaban por minar la base de la ley para sustituirla con las normas".
La primera de las tendencias es la de las Cortes Internacionales de Justicia, que intervienen con mucho peso en los asuntos internos de los Estados para obligarlos a adoptar leyes sobre temas como la fecundación artificial o sobre los matrimonios entre homosexuales.
La segunda es la de los jueces ordinarios que, con sus sentencias, demuelen las leyes y, de hecho, sustituyen al Legislador. 
La tercera está constituida por la lucha por las constituciones. Muchas leyes sobre la vida y la familia impuestas por la presión internacional son anti-constitucionales. Algunos países, como Croacia y Eslovaquia, han blindado sus Constituciones para defender la familia y la vida. Sobre la Constitución, está en marcha una guerra que mina el sentido de pertenencia de las naciones, dado que las cartas constitucionales deberían, justamente, ser un punto de referencia compartido y no un campo de batalla. Todo esto "genera crisis jurídica, o bien injusticia legal, y se aumentan las situaciones que exigen soluciones como la objeción de conciencia".
Los datos de este informe del Observatorio Van Thuân demuestran la difusión de la anomia social en el mundo, la suspensión de la ley en muchas áreas, la crisis de las instituciones, la corrupción más o menos consentida, el oligopolio del uso de la fuerza, las prácticas ilegales impunes, las limitaciones del derecho a la objeción de conciencia. Ejemplos de lo dicho son América Latina o África donde este panorama es desolador, de modo que no se salva ni siquiera el mundo llamado desarrollado. Esto nos indica que no es poca la influencia que, sobre la organización de la vida cotidiana de nuestra sociedad (también de la europea a la que pertenecemos), tienen estos fenómenos del comportamiento de los jueces y de las Constituciones, fenómenos de crisis de la justicia que el Informe documenta a nivel de los tribunales internacionales. Cabe el riesgo de que esto se este extendiendo a otros ámbitos a modo de contagio, lo que exige una actuación rigurosa conforme a los principios y normas que inspiran la ordenación de los pueblos y de las sociedades. 


                                                                             Raúl Román Sánchez


jueves, 19 de junio de 2014

DOMINGO DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO

"El que come de este pan vivirá siempre"  (Jn 6,51).



Nos impresionan las palabras del Señor proclamadas en el evangelio de hoy. Significan que la "muerte" no tiene ninguna posibilidad de acceso allí donde se come "el pan de la vida". Sabemos que el pan de la vida es la carne de Jesús entregada para la vida del mundo. Quien come su carne vive en Cristo. Es transformado en una realidad eterna. Y desde ahora. Vive ya la vida eterna, que es propia de Dios.
Después, el futuro: "Y yo lo resucitaré el último día". El horizonte de la eucaristía es la resurrección de los muertos: "El que come mi carne y vive mi sangre tiene vida eterna". Nunca más el horror del desierto, la angustia de la noche y las insidias del camino, sino la vida eterna. Mejor aun, el misterio del amor que reina entre el Padre y el Hijo en la Santísima Trinidad. La vida eterna esta presente en quien come el cuerpo de Cristo. Es una realidad tangible. Es una vida que extiende y propaga el fuego inagotable de Dios y transforma al hombre, preparándolo para la "boda eterna". Por cierto, siempre existe el riesgo de tropezar en las propias limitaciones. Pero el Señor es el "pan vivo" que esta continuamente a nuestra disposición, El nos ayuda a vivir en la fe, esperanza y caridad y a gustar desde ahora, incluso sufriendo la soledad del desierto, la verdad de la resurrección. No por nada la vida eterna es la resurrección.
Ahora sólo nos queda corear el gozo y la alegría de haber encontrado en el corazón de nuestra vida un camino que no conocíamos. El camino que conduce a la resurrección. Desde ahora, y hasta el final, la resurrección esta aquí con nosotros: "El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día" (Jn 6,54).


Te damos gracias, Dios de eterno amor por el regalo de la eucaristía, comunión y unión con Cristo y los hermanos. Cuando participamos en la eucaristía no sólo nos unimos a Cristo y formamos una sola cosa con el ("un solo cuerpo"), sino que nos ponemos en común unión entre nosotros y nos convertimos en "un solo cuerpo" con Cristo y los demás. Te pedimos perdón porque no siempre hemos experimentado el misterioso e irresistible atractivo de la eucaristía, porque a veces hemos gastado el tiempo en conseguir seguridades personales, embaucados por nuestros egoísmos y atrapados por la desconfianza y la desesperación.
Te rogamos, Padre, que nos concedas el don de la sabiduría para que comprendamos que la fatigosa peregrinación por el desierto de nuestra vida es ya una confortable estancia en la patria del cielo. Porque "no sólo de pan vive el hombre", sino de ese "pan" que es él, en cuanto Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarlo. Te suplicamos que, comulgando del cuerpo de Cristo, nos convirtamos en lo que somos, como nos dice san Agustín: cuerpo de Cristo y miembros los unos de los otros. Este es el deseo profundo que queremos cultivar con la oración y en el corazón: dejar que tú, Señor, obres este milagro en nosotros. Tú eres el Señor; Tú lo puedes todo. Amén.



Cuando en 1975 me metieron en la cárcel, se abrió camino dentro de mi una pregunta angustiosa: "¿Podré seguir celebrando la eucaristía?". Fue la misma pregunta que más tarde me hicieron los fieles. En cuanto me vieron, me preguntaron: "¿Ha podido celebrar la santa misa?".
En el momento en que vino a faltar todo, la eucaristía estuvo en la cumbre de nuestros pensamientos: el pan de vida. "El que come de este pan viviré siempre. Y el pan que yo daré es mi carne. Yo la doy para la vida del mundo" (Jn 6,51).
¡Cuántas veces me acordé de la frase de los mártires de Abitene (siglo IV), que decían: "¡Sine Dominica nón possumus!" ("No podemos vivir sin la celebración de la eucaristía").
En todo tiempo, y especialmente en época de persecución, la eucaristía ha sido el secreto de la vida de los cristianos: la comida de los testigos, el pan de la esperanza.
Eusebio de Cesarea recuerda que los cristianos no dejaban de celebrar la eucaristía ni siquiera en medio de las persecuciones: "Cada lugar donde se sufría era para nosotros un sitio para celebrar..., ya fuese un campo, un desierto, un barco, una posada, una prisión...". El martirologio del siglo XX está lleno de narraciones conmovedoras de celebraciones clandestinas de la eucaristía en campos de concentración. ¡Porque sin la eucaristía no podemos vivir la vida de Dios! [...].
Cuando me arrestaron, tuve que marcharme en seguida, con las manas vacías. Al día siguiente me permitieran escribir a los míos para pedir lo más necesaria: ropa, pasta de dientes... Les puse: "Por Favor, enviadme un poco de vino como medicina contra el dolor de estómago". Los fieles comprendieron en seguida. Me enviaron una botellita de vino de misa, con esta etiqueta: "Medicina contra el dolor de estómago", y hostias escondidas en una antorcha contra la humedad.
La policía me preguntó:
- ¿Le duele el estómago?
- Si.
- Aquí tiene una medicina para usted.
Nunca podré expresar mi gran alegría: diariamente, con tres gotas de vino y una gota de agua en la palma de la mano, celebré la misa. ¡Este era mi altar y ésta era mi catedral! Era la verdadera medicina del alma y del cuerpo: "Medicina de inmortalidad, remedio para no morir; sino para vivir siempre en Jesucristo", como dice Ignacio de Antioquia.
A cada paso tenía ocasión de extender los brazos y clavarme en la cruz con Jesús, de beber con él el cáliz más amago. Cada día, al recitar las palabras de la consagración, confirmaba con todo el corazón y con toda el alma un nuevo pacto, un pacto eterno entre Jesús y yo, mediante su sangre mezclada con la mía. ¡Han sido las misas más hermosas de mi vida! 
(F.X. Nguyen Van Thuan, Testigos de esperanza. Ejercicios espirituales dados en el Vaticano en presencia de S. S. Juan Pablo II, Ciudad Nueva, Roma 72000, 143-146; traducción, Juan Gil Aguilar).


Lecturas del día:

Vídeo:


LA TRINIDAD DE LA MISERICORDIA



Contemplación de la representación de la “Trinidad de la Misericordia”, obra realizada en terracota por la dominica Sor Caridad Müller de Cazis, Suiza.

Vemos en tres círculos, inclinados el uno al otro, las tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Cada una de las tres personas está orientada hacia una persona débil, poco atrayente, indigente, enferma… situada en el centro: la criatura.
El Padre, la más grande de las tres personas, pone las manos bajo los brazos de la criatura humana para sostenerla es su enfermedad y debilidad: pone toda su fuerza para ayudar al débil a alzarse, a ponerse en pie.
El Hijo, al lado izquierdo, se inclina sobre la criatura y demuestra su misericordia hacia ella en un gesto que recuerda el lavatorio de pies.
El Padre y el Hijos son sostenidos por la fuerza del Espíritu desde lo alto, con los signos de fuego y la paloma juntos. Único en esta representación es el hecho que las tres personas salen de su propio círculo en su volverse hacia el débil; salen de sí para acoger en su amor a la criatura dándose la unidad de la misericordia.
Las tres personas viven ejemplarmente lo que significa verdaderamente el amor hacia el prójimo: se olvidas de sí mismas, llegan a ser todas dedicación y oblación hacia la criatura que está en medio de ellos. De este afecto el  débil es sostenido y en éste se puede confiar tranquilamente. En este afecto es creado y a él retorna –al fin de su vida- en el amor universal dela Trinidad.
El Hijo, investido por este amor, aceptó la misión del Padre en el Espíritu Santo y llega a ser este amor verdadero precio de la Redención de la humanidad y del mundo.

Al Cristo de la Trinidad:

                Tus manos sobre los hombres, por Ti llegados a Dios,
                y acogidos en familia de igualdad que es comunión.
                tus manos en las del Padre, corriente de un mismo Espíritu,
                que guía nuestros senderos a ritmo de vida y viento.
                Tus manos en cruz tendidas hacia las manos del Mundo.
                Rutas del tiempo nuevo, Camino, Verdad y Vida.
                Trinidad que pisa el suelo para hacernos todo a todos.
                Manos-Casa; Llagas-Pascua; Alas-Vuelo: ¡Uno y Nuestro!
                Trinidad que nos arrastra a vivir con la alegría que va dentro.
                Como hijos, como hermanos, por tanto camino incierto.
                                                                             

                                                                                                                 (Pedro Casaldáliga)


miércoles, 18 de junio de 2014

ESTANCADOS

El Papa Francisco está repitiendo que los miedos, las dudas, la falta de audacia… pueden impedir de raíz impulsar la renovación que necesita hoy la Iglesia. En su Exhortación “La alegría del Evangelio” llega a decir que, si quedamos paralizados por el miedo, una vez más podemos quedarnos simplemente en “espectadores de un estancamiento infecundo de la Iglesia”.
Sus palabras hacen pensar. ¿Qué podemos percibir entre nosotros? ¿ Nos estamos movilizando para reavivar la fe de nuestras comunidades cristianas, o seguimos instalados en ese “estancamiento infecundo” del que habla Francisco? ¿Dónde podemos encontrar fuerzas para reaccionar?
Una de las grandes aportaciones del Concilio fue impulsar el paso desde la “misa”, entendida como una obligación individual para cumplir un precepto sagrado, hacia la “eucaristía” vivida como celebración gozosa de toda la comunidad para alimentar su fe, crecer en fraternidad y reavivar su esperanza en Cristo.
Sin duda, a lo largo de estos años, hemos dado pasos muy importantes. Quedan muy lejos aquellas misas celebradas en latín en las que el sacerdote “decía” la misa y el pueblo cristiano venía a “oír” la misa o “asistir” a la celebración. Pero, ¿no estamos celebrando la eucaristía de manera rutinaria y aburrida?
Hay un hecho innegable. La gente se está alejando de manera imparable de la práctica dominical porque no encuentra en nuestras celebraciones el clima, la palabra clara, el rito expresivo, la acogida estimulante que necesita para alimentar su fe débil y vacilante.
Sin duda, todos, pastores y creyentes, nos hemos de preguntar qué estamos haciendo para que la eucaristía sea, como quiere el Concilio, “centro y cumbre de toda la vida de la comunidad cristiana”. Pero, ¿basta la buena voluntad de las parroquias o la creatividad aislada de algunos, sin más criterios de renovación?
La Cena del Señor es demasiado importante para que dejemos que se siga “perdiendo”, como “espectadores de un estancamiento infecundo” ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana”. ¿Cómo permanece tan callada e inmóvil la jerarquía? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación y nuestro dolor con más fuerza?
El problema es grave. ¿Hemos de seguir “estancados” en un modo de celebración eucarística, tan poco atractivo para los hombres y mujeres de hoy? ¿Es esta liturgia que venimos repitiendo desde hace siglos la que mejor puede ayudarnos a actualizar aquella cena memorable de Jesús donde se concentra de modo admirable el núcleo de nuestra fe?


De  Eclesalia.net


martes, 17 de junio de 2014

CORPUS CHRISTI: DÍA NACIONAL DE LA CARIDAD

            El papa Francisco acaba de hablar de la “cultura del descarte”.Se descarta a los niños, a los ancianos. Ahora a los jóvenes a quienes se les hace difícil encontrar su lugar en la vida condenados a no tener trabajo. Ya no son descartables sólo los envases. Cuando el descarte ha llegado a las personas hemos venido a parar a un mundo al revés. Se priorizan las cuentas de los ricos sobre la comida de los pobres. Esto suena a demagogia, pero no deja de ser la pura realidad.

            “El papa Francisco ha advertido de que no se puede tolerar «que los mercados financieros gobiernen la suerte de los pueblos en vez de servir a los necesitados», durante una audiencia a los participantes de la Convención «Invertir en la pobreza», promovida por el Pontificio Consejo de la Justicia y la Paz”. (ABC, 16 de junio, 2014).

            Viene todo esto a cuento de la fiesta que celebraremos el próximo domingo: el Corpus Christi. Fiesta que no sólo es para venerar el Cuerpo Eucarístico de Cristo, sino que ha de llevarnos a recordar el otro Cuerpo, al que nos remite Cristo mismo cuando dice “lo que hacéis con uno de estos (hambrientos, sedientos, desnudos, encarcelados, enfermos) lo hacéis conmigo”.

            El pasado domingo, invitados por un obispo, estábamos sentados a su mesa seis comensales. Uno de ellos, católico de misa diaria y excelente profesional, expresaba su disgusto porque el Papa calzase zapatos normales y viejos. “No es digno del Vicario de Cristo”, decía. A lo que respondí, “vicarios de Cristo son los pobres” y calzan peor. Dos de los cinco comensales manifestaron su apoyo al defensor de la “dignidad” del Vicario de Cristo; el Obispo y el más joven guardaron silencio y yo me quedé solo en mostrar mi agrado por estos comportamientos pontificios.

            Podemos celebrar muy devotamente la fiesta del Corpus y, sin embargo, todo seguirá igual. A no ser que nos tomemos en serio el otro Cuerpo de Cristo, el de los que lo pasan mal, y nos animemos, según el slogan del Día Nacional de la Caridad propuesto por Caritas, a construir “espacios de esperanza”.

            Construiremos espacios de esperanza en la medida en que, como también nos dice el Papa en la reciente entrevista al periodista Zimmerman, vayamos a las raíces de nuestra identidad cristiana que no son otras que el Evangelio de Jesucristo. No se trata de afán revolucionario, pero sí es cierto que algo muy a fondo tiene que cambiar en un mundo que descarta no sólo a personas sino a países enteros. Hace muchos años, el teólogo Gustavo Gutiérrez hablaba de la “prescindencia”. Los países ricos prescindieron de los países pobres cuando no les interesaron ya sus materias primas. Es lo que el Papa ha llamado ahora el descarte.  En la actualidad, se vuelven a interesar en la medida en que encuentran mercados para sus productos o inversiones en los países emergentes. O ponemos vallas para no ser invadidos. ¿Es lo que hay que hacer?

            Construir espacios de esperanza es “invertir en pobreza”. A esto estamos llamados todos. Y más los cristianos. No podemos celebrar el Corpus Christi participando en la misa o en la procesión si simultáneamente no nos empeñamos en tomar en serio el Cuerpo sufriente de Cristo, que forman todos los pobres de la tierra.


                                                                          JOSÉ MARÍA YAGÜE


domingo, 15 de junio de 2014

AVISOS SEMANA 16 DE JUNIO

El lunes 16 última clase del taller de punto de la UP a las 5 en los locales de la Anunciación.
El miércoles 18  de Junio  habrá “ORACIÓN DE SILENCIO” en la iglesia de la Anunciación del Señor de 5 de 6 de la tarde.
El 19 de Junio  a las 8 de la tarde tendremos ENCUENTRO DEL CONSEJO PASTORAL DE LA UNIDAD en el centro  de San Mateo.
El  mismo jueves 19, última clase del curso de guitarra de la UP, a las 5 en el centro de la Anunciación.







viernes, 13 de junio de 2014

EXPLICACION DEL ICONO DE LA TRINIDAD



Los tres peregrinos que, en la hora más calurosa del día, visitaron a Abraham en Mambré, un pueblo pequeño famoso por su encina, son ángeles mensajeros de Dios. En la iconografía, las majestuosas imágenes de los ángeles de alas desplegadas adquirieron cada vez más importancia respecto a las figuras de Abraham y Sara, que les dan de comer.
La mesa de la hospitalidad de Abraham se transformó en el altar del sagrado consejo de las tres personas de la Trinidad. Este tema pasó de Bizancio a Rusia, donde el monje pintor Andrei Rublev plasmó hacia 1441 el icono de la Trinidad, una extraodinaria obra maestra de equilibrio teológico y belleza artística y espiritual.
En el concilio de los Cien Capítulos (1551), en Moscú, la Iglesia Ortodoxa decretó esta obra como el modelo único e insuperable al que debían remitirse los pintores cuando quisieran representar el misterio trinitario.

Una  buena profundización del sentido de este icono podemos encontrarla en el siguiente enlace:
http://www.dominicos.org/manresa/castellano/temasdeespiritualidad-eliconostmatrinidad.htm


jueves, 12 de junio de 2014

DOMINGO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD

"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"


Trinidad de Rublev. S. XV



La concepción que se tenga de Dios nace en buena parte de nuestra experiencia en las relaciones humanas. Generalmente, hay dos aspectos bien diferenciados: el fundamento que la sostiene y el misterio que la envuelve. La supremacía de un aspecto sobre el otro determina los sentimientos: si el predominio es el del primero, será de confianza, al sentirse protegido y cuidado; si la preponderancia es el del segundo, será de temor, al considerarse supeditado y dominado. Las dos impresiones se expresan de dos formas en la oración: la alabanza agradecida y la invocación perpleja. En toda vivencia religiosa, incluida la cristiana, conviven distintas sensibilidades y formas de orar; sin embargo, ¿no nos sentimos ante Dios protegidos y amenazados, al mismo tiempo, y gozosos de mantener una relación cordial con él y suspicaces ante el temor de quedar anulados en algún momento por fiarnos totalmente?
Los textos que la liturgia nos propone en la solemnidad de la Trinidad nos presentan una descripción de Dios que va más allá de la proyección en la que, a menudo, caemos al prestarles atención a los sentimientos espontáneos que nos surgen. La manifestación de Dios como amor quiere recordarnos insistentemente que él se dirige a nosotros con la dedicación y el cariño de quien esta en el corazón de nuestra vida. El perfil de una vida así no esta determinado por nuestros deseos, solo pálidamente. En efecto, nuestro deseo de vida, por muy grande que sea, no logra alcanzar la plenitud de cuanto Dios quiere entregarnos; se aproxima solamente, igual que se aproxima la concepción que podemos tener del amor de Dios manifestado en Jesús.
Este amor; que aparece como el verdadero rostro del misterio, causa un estupor indecible: sentirse el centro de la atención y de los cuidados de Aquel que es la vida misma, rebosante y salvadora. Así se aprende que no es encerrándose, sino dándose, como se obtiene verdaderamente la vida. La vida coincide con el amor entendido como entrega, y la plenitud de la vida se experimenta cuando, abrazados y transformados, por tal amor nos dirigimos a él en alabanza agradecida, signo de que el temor ha desaparecido definitivamente.


Gloria a ti, Dios, Padre, Hijo y Espíritu, que eres el término excelso de mis ambiciones y el manantial inagotable de mis deseos. Gloria a ti, que has querido entrar en nuestra historia, y en la mía, y mostrarme mi soledad derrotada y vencida la muerte. Gloria a ti, que destronas mi temor a perderme si te dejo espacio en mi corazón. Gloria a ti, que me envuelves en tu nube y en ella me desvelas tu misterio, que es el misterio de mi vida, ardientemente buscado. Gloria a ti, que eres el amor rebosante, que me acoges y me salvas en mi fragilidad. Gloria a ti, que me concedes entrar en comunión contigo y me revelas relaciones inimaginables. Gloria a ti, que me conduces por el camino de la entrega seduciendo mi Espíritu deseoso de plenitud. Gloria a ti, que eres el principio, el ámbito y la meta de todo cuanto puedo disfrutar. Gloria a ti, que lo eres Todo.


¡Oh, mi Dios, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme totalmente de mi, para establecerme en Vos, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Vos, ¡oh mi Inmutable!, sino que a cada minuto me sumerja más en la profundidad de vuestro misterio.
Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada predilecta y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje jamás allí solo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, entregada del todo a vuestra acción creadora.
Oh mi Cristo amado, crucificado por amor; quisiera ser una Esposa para vuestro Corazón; quisiera cubriros de gloria, quisiera amaros... ¡hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y os pido <<revestirme de Vos mismo», identificar mi alma con todos los movimientos de la vuestra, sumergirme, invadirme, sustituirme Vos a mi, a fin de que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como Adorador como Reparador y como Salvador;
Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándoos; quiero estar atenta a vuestras enseñanzas, a fin de aprenderlo todo de Vos. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero estar fija siempre en Vos y permanecer bajo vuestra inmensa luz. ¡Oh, mi Astro amado!, fascinadme, para que no pueda ya salir de vuestra irradiación.
¡Oh fuego consumidor, Espíritu de Amor! <<descended a mi», para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo. Que yo sea para él como una humanidad complementaria, en la que renueve todo su misterio.
Y Vos, ¡oh Padre!, inclinaos ante vuestra pobre pequeña criatura, "cubridla con vuestra sombra», no veáis en ella más que al "Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias».
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, soledad infinita, inmensidad donde me pierdo! Yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en mi, para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas (Isabel de la Trinidad, Notas íntimas», en Obras selectas, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 2000, 110-112; traducción, Enrique Llamas).


Lecturas del día:

Vídeo:


miércoles, 11 de junio de 2014

CONFIAR EN DIOS

El esfuerzo realizado por los teólogos a lo largo de los siglos para exponer con conceptos humanos el misterio de la Trinidad apenas ayuda hoy a los cristianos a reavivar su confianza en Dios Padre, a reafirmar su adhesión a Jesús, el Hijo encarnado de Dios, y a acoger con fe viva la presencia del Espíritu de Dios en nosotros.
Por eso puede ser bueno hacer un esfuerzo por acercarnos al misterio de Dios con palabras sencillas y corazón humilde siguiendo de cerca el mensaje, los gestos y la vida entera de Jesús: misterio del Hijo de Dios encarnado.
El misterio del Padre es amor entrañable y perdón continuo. Nadie está excluido de su amor, a nadie le niega su perdón. El Padre nos ama y nos busca a cada uno de sus hijos e hijas por caminos que sólo él conoce. Mira a todo ser humano con ternura infinita y profunda compasión. Por eso, Jesús lo invoca siempre con una palabra: “Padre”.
Nuestra primera actitud ante ese Padre ha de ser la confianza. El misterio último de la realidad, que los creyentes llamamos “Dios”, no nos ha de causar nunca miedo o angustia: Dios solo puede amarnos. Él entiende nuestra fe pequeña y vacilante. No hemos de sentirnos tristes por nuestra vida, casi siempre tan mediocre, ni desalentarnos al descubrir que hemos vivido durante años alejados de ese Padre. Podemos abandonarnos a él con sencillez. Nuestra poca fe basta.
También Jesús nos invita a la confianza. Estas son sus palabras: “No viváis con el corazón turbado. Creéis en Dios. Creed también en mí”. Jesús es el vivo retrato del Padre. En sus palabras estamos escuchando lo que nos dice el Padre. En sus gestos y su modo de actuar, entregado totalmente a hacer la vida más humana, se nos descubre cómo nos quiere Dios.
Por eso, en Jesús podemos encontrarnos en cualquier situación con un Dios concreto, amigo y cercano. Él pone paz en nuestra vida. Nos hace pasar del miedo a la confianza, del recelo a la fe sencilla en el misterio último de la vida que es solo Amor.
Acoger el Espíritu que alienta al Padre y a su Hijo Jesús, es acoger dentro de nosotros la presencia invisible, callada, pero real del misterio de Dios. Cuando nos hacemos conscientes de esta presencia continua, comienza a despertarse en nosotros una confianza nueva en Dios.
Nuestra vida es frágil, llena de contradicciones e incertidumbre: creyentes y no creyentes, vivimos rodeados de misterio. Pero la presencia, también misteriosa del Espíritu en nosotros, aunque débil, es suficiente para sostener nuestra confianza en el Misterio último de la vida que es solo Amor.


De  Eclesalia.net


LA SANTA TRINIDAD

            Con Pentecostés hemos terminado el Tiempo Pascual. Pero los dos próximos domingos no son ordinarios. Nos esperan sendas fiestas. Primero la de la Santísima Trinidad: después de haber concluido la celebración de los misterios del Hijo, quien nos revela y comunica al Padre y al Espíritu Santo, celebramos el misterio de la unidad de Dios en la Trinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El domingo siguiente, aunque venido a menos desde su traslación del jueves anterior, será el Corpus Christi.

            “A Dios no le entendemos nunca”. Con esa breve sentencia respondía a algo que dije sobre Dios una señora de mi Parroquia hace muy pocos días. La tal señora perdió a una hija a los 14 años en trágico accidente de tráfico, su marido cayó muerto de un infarto al volver del trabajo en el campo, en el último año y medio le han muerto sus tres hermanas y padece una sordera severa que le impide seguir cualquier conversación normal. Nunca se le oye quejarse, mantiene siempre el mismo talante atento y sonriente, trasmite paz y goza de la simpatía de todos sus vecinos.

            Con las seis palabras arriba resaltadas ha sabido expresar lo que siguiente Santo Tomás explica acerca de Dios en largos tratados, lo que dijeron los místicos alemanes con pensamientos y términos enrevesados y lo que antes había sentenciado San Justino: “si alguien pretende definir a Dios es un perfecto estúpido”.  Pero ese Dios inefable que no puede ser entendido ni definido, sí puede ser acogido y amado. Acogido en su Providencia amorosa, que tantas veces se muestra esquiva y susceptible de ser interpretada como hostil. Muchos se niegan a creer en Dios Padre bondadoso y lleno de ternura ante las pruebas dolorosas de la vida. De manera misteriosa, el hombre y la mujer de fe lo acogen y aman y le dan gracias en medio de las situaciones más adversas. Han entendido a Dios más de lo que se atreven a confesar. “El santo nunca se queja”, decía el Cura de Ars. Por eso pienso íntimamente que la referida señora de mi parroquia es santa y bien santa.

            Acogido y amado no sólo como Padre “compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en clemencia y lealtad”, sino también como Hijo sufriente a nuestro lado. Que pasa haciendo el bien y piensa en los demás, en quienes lo están torturando, y pide perdón por ellos desde lo alto del suplicio más ignominioso. Amado y adorado cuando, tras su muerte, le confesamos como el Viviente, que siempre está a nuestro lado. Sólo es posible creer en Dios Padre en medio de las tribulaciones y fracasos que nos depara la vida, cuando creemos en el Hijo muerto y resucitado.

            Acogido, amado y sentido en el hondón del alma como el Espíritu en quien “vivimos, nos movemos y existimos”. Que por ser el AMOR, nos capacita para amar y nos regala el don del amor. No es fácil amar a quienes ni son amables ni procuran nuestro amor. Más bien, es imposible para el común de los mortales. Sin embargo, se hace realizable y hasta fácil cuando se ha entendido algo de Dios y se ha aceptado su Misterio. Aunque lo más grandioso e impenetrable, lo verdaderamente gozoso esté reservado todavía para cuando la fe deje paso a la Visión de Dios. Claro está que, para llegar a ella, hay que aprender a morir. Y morir sin más.


                                                                                          JOSÉ MARÍA YAGÜE


domingo, 8 de junio de 2014

CÁRITAS PRESENTA EL INFORME FOESSA CASTILLA Y LEÓN 2013




Francisco Lorenzo, coordinador del Equipo de Estudios de Cáritas Española, presentará este martes 10 de junio en la Casa de la Iglesia a las 8 de la tarde el último informe Foessa Castilla y León 2013, que lleva por sugerente título Exclusión creciente, derechos menguantes.




AVISOS SEMANA 9 DE JUNIO

El miércoles 11, a las 5, Oración de Silencio con exposición del Santísimo en la iglesia de la Anunciación.
También el miércoles, a la misma hora, se reunirá el Equipo de Pastoral de la Salud de la UP en el centro de la Anunciación.
El jueves 12, festividad de San Juan de Sahagún, no habrá Eucaristía en la Anunciación ni en San Mateo. El que lo desee deberá ir a la parroquia de Fátima o a Santo Tomás de Villanueva.

Como se ha anunciado, el día 12 celebramos el Día de la Familia de la UP.
Encuentro en el albergue de las Misioneras de la Providencia de Almenara de Tormes.
Salida a las 11:30 en coches particulares o autobús desde la Gaceta.
A las 12 llegada al albergue, juegos para niños y preparación de la Eucaristía y paella.
A las 13:15 Eucaristía al aire libre.
A las 14:15 nos comemos la paella.
A partir de las 16:00 damos un paseo hasta llegar a Almenara, donde disfrutamos del románico de la iglesia parroquial:  http://www.circuloromanico.com/index.php?menu_id=9&jera_id=879&page_id=715
Y a las 19:00, volvemos a casa.

Últimos días para apuntarse al Campo de Trabajo de Gema, chicos y chicas de 6º y 1º de ESO, que será del 30 de junio al 5 de julio.



sábado, 7 de junio de 2014

EL ICONO DE PENTECOSTES


Pentecostés. Escuela de Moscú. Siglo XVI


La iconografía para la fiesta de Pentecostés es constante, aunque se registran variantes más o menos significativas sobre las que han discutido largamente teólogos e historiadores del arte. La variante más importante es con mucho la presencia de la Madre de Dios en el centro de la reunión de los Apóstoles.
Hallamos a la Madre de Dios en la iconografía de los primeros siglos, como por ejemplo en el Evangeliario sirio de Rábula del 587, y fue de nuevo propuesta sólo a finales del siglo XVI. Su presencia ha sido explicada de diversos modos: en el sentido de una transportación adherente a la narración de los Hechos de los Apóstoles, o en sentido deductivo, es decir, teniendo presente que el evento se desarrolló en Sión, lugar donde la Virgen vivía; luego, por tanto, es de suponer que participaba dentro del grupo de los Apóstoles.
Por lo que respecta, en cambio, a las razones de su ausencia en la iconografía bizantina y en la occidental, durante tanto tiempo, se han formulado distintas interpretaciones: por el hecho de que, concebid sin pecado y habiendo concebido por el Espíritu Santo, ella había sido transformada por el Espíritu, o también porque los textos litúrgicos no ofrecen indicaciones relacionadas de forma clara y puntual con la presencia de la Madre de Dios y su papel concreto en el momento del descenso del Espíritu Santo; o aun como consecuencia de la transformación del significado del icono de Pentecostés de histórico a simbólico, por lo que la "reintroducción" de la Virgen en Occidente y sucesivamente en algunos filones iconográficos bizantinos refleja el influjo que tuvo sobre el arte el ascenso del culto mariano.

La tribuna y las lenguas de fuego
En la parte superior del icono están pintada lateralmente dos casas, similares a torres. De este modo se quiere dar a entender que la escena se desarrolla en el "piso alto" de Sión, el de la última Cena, convertido, después de la Resurrección, en el lugar de reunión de los Apóstoles y discípulos para la oración. Los edificios, simétricos, presentan aberturas solo en la parte alta, siguiendo las direcciones de las lenguas de fuego que emanan de la esfera celeste: de ésta parten los doce rayos.
"Apareciéndose en lenguas de fuego el Espíritu fija el recuerdo de aquellas palabras de salvación para el hombre que Cristo recibió del Padre y transmitió a los Apóstoles", se canta en el Canon de los Maitines de Pentecostés.
Los Apóstoles comenzaron a anunciar la Palabra a partir de ese momento en el que habían recibido al Espíritu, y su estar juntos daba vida a una junta, una unión espiritual, un sínodo; de forma análoga los iconos que representan los Concilios Ecuménicos reproducen el mismo esquema iconográfico.

El Viejo Rey
En el centro del hemiciclo, inmerso en la oscuridad, a menudo aparece un hombre anciano, con regios ropajes, que sostiene entre las monos un lienzo blanco. En algunas representaciones, sobre él aparecen doce rollos que simbolizan la predicación apostólica. El significado de esta figura no es unívoco. Parece haber tomado forma a partir del siglo X, mientras que anteriormente en su lugar figuraba una muchedumbre de gentes, de pueblos de distintas lenguas y nacionalidades como se dice en los Hechos de los Apóstoles.
Cuando se indica su nombre, se le llama: Ho Kósmos (el Mundo). El Viejo Rey pretendía ser una imagen simbólica que evocara el conjunto de pueblos y naciones que tenían en el Basileus (emperador) bizantino su punto de referencia.Este significado, fruto de una evolución conceptual de carácter histórico-político, puede ser más directo e inmediato si se encuadra la figura en a estructura que la rodea, en la así llamada Bema Sirio.
En la tradición arquitectónica de las iglesias sirias y caldeas, encontramos, en efecto, un elemento del que hoy solo queda algún resto: el ambón o bema en el centro de la Iglesia. Se trata de una tribuna con forma de herradura colocada en el centro de la iglesia frente al ábside y el santuario en el que se halla el altar. Sobre éste se desarrollaba la liturgia de la Palabra, el anuncio a Jerusalén y al mundo, y tomaban asiento los celebrantes. El rey entonces, en el centro del hemiciclo es el mundo, puesto que él detenta el mandato celeste sobre la tierra.
El anciano está representado de forma en que se suele pintar al rey David, puesto que está representado a los "muchos profetas y justos que han deseado ver lo que vosotros veis, y no lo vieron, y escuchar lo que vosotros escucháis, y no lo escucharon", aprisionados por la naturaleza humana que el Espíritu ha bajado a edificar.
En algunos casos, el rey es identificado con el profeta Joel. El motivo es de naturaleza litúrgica. En efecto, en la gran víspera de Pentecostés, la segunda lectura veterotestamentaria está extraída precisamente de Joel, que dice. "Yo infundiré mi espíritu sobre vuestra persona, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas, vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros mozos verán visiones". Profecía ésta que fue expresamente mencionada por Pedro para justificar el comportamiento de los Apóstoles frente a los "hombres de Judea" y a todos aquellos que se encontraban en Jerusalén después del descenso del Espíritu.

Los Doce
Los Doce se hallan por lo general dispuestos en las dos alas del hemiciclo y entre los dos grupos queda un sitio vacio. El trono vacío simboliza el trono preparado para la Segunda Venida. En este caso la representación asume el significado del Juicio Universal en el que los Doce se sientan "en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel". Cuando aparece la paloma, símbolo del Espíritu Santo, es la señal tangible de la realización de la economía de la salvación con su manifestación trinitaria.

El misterio de Pentecostés, en efecto, no es la encarnación del Espíritu, sino la efusión de los dones, que comunican la gracia increada a la persona humana, a cada miembro del Cuerpo de Cristo. La unidad que se realiza en la comunión eucaristíca es "por excelencia un don del Espíritu".




JESÚS EN SU AMOR NOS LLEVA

Un día fui a una carpintería como aprendiz,
Salió un hombre joven, tez morena y con expresión de sus ojos muy profunda.
Había puesto un anuncio  en la puerta que decía:" Se necesita aprendiz".
Me acogió con un cariño increíble, paciente ante el novato que recibía y tenía que enseñar.
Mi currículum vitae estaba en blanco, sin  experiencia.
No todos tienen facultades para enseñar bien. El si las tenía.
Una pequeña y hermosa carpintería es la suya, olía  virutas a madera.
Las herramientas guardaban un orden,  pero sin ser mucho el orden. En el desorden había orden.
Sencilla era la carpintería, un pajarillo en la ventana cantaba una canción que animaba el alma,
Era un  ventanal que dejaba entrar la luz de la mañana y  de la tarde mas todavía,  que ayudara a ver mejor lo que se hacía.
Un par de  sillas  para descansar pequeños ratos y coger fuerzas y volver a la faena,
Un poco de pan reciente y fruta, en una mesa dejaba su madre todos los días. "buenos días, buen trabajo, cuidaros", con una sonrisa se despedía
Por el  hermoso ventanal abierto parecía meterse todo el bello mundo, los paisajes,  calles y plazas, las risas, cantos y el trasiego que la gente tenía, los olores de las cocinas, el olor del campo pero también el olor de las fatigas, los dolores y desesperanzas que muchos con angustian sufrían. El se asomaba para escuchar todo eso, luego volvía a su tarea.
Todo  entraba por este ventanal. En el pequeño espacio que quedaba a un lado,  una palangana y una jofaina y encima una toalla daba una imagen sugerente.  Guardaban  para mi,  pobre y corto de sabiduría un misterio, invitaban a algo, era una pregunta que me hacía y buscaba una respuesta, el me miraba y se sonreía. A la hora del almuerzo y a la despedida me invitaba a lavarme y limpiarme del sudor y la mierda que cogía. Muchas veces era quien ese oficio conmigo hacia.
Al carpintero se le notaba destreza y conocía muy bien su oficio, silbaba y canturreaba canciones alegres que esponjaban el alma de quien las oía. A mi así me parecía.
El carpintero me cogió y como buen maestro, yo que no conocía el oficio, pues eran mis primeros pasos con el mundo de la madera iba aprendiendo. Me enseñaba los secretos para arreglar las deficiencias de los muebles, puso  mis manos al servicio del corazón y de la inteligencia para crear muebles que demandaran los clientes. Me dijo más de una vez,  que tengo que ser creativo, que me dejara llevar por el corazón, que hiciera lo que me mandara.
En fin me entregó en su taller su secreto mas guardado, mirándole  trabajar descubría, como amaba lo que hacía. Mirarle me enseñaba más que cualquier teoría.
Sus manos,  acariciaban y trabajaban las distintas maderas y como en cada una de ella su energía ponía. Buscaba en las estanterías la herramienta que mejor le servirían.
Corazón,  mucho corazón ponía,  y no se amedrentaba, sin perder la paciencia lo conseguía. Mucho amor salía de aquellas manos que tenia. El  carpintero me enseñó antes que nada buscar al maestro interior que tenía.
El carpintero me regaló su mejor receta,  el maestro interior que en él vivía.
El carpintero me abrazó, me besó y me dejó su carpintería algunos días.
Salió a buscar  lo que aquel ventanal su atención tanto requería, me dijo que el maestro interior así se lo sugería.
Se fue dejando la carpintería que tanto amaba para hacer del mundo su taller de carpintería.
Allá va con su maestro interior.
Si  con él maestro interior que El tanto quería.
Cantaba al irse "Yo en ellos, Tu en mi"...,"Tú en mí, Yo en ellos"
Dice el corazón: Me iré con el, a su nuevo  trabajo...

                                                                 MIGUEL RUANO SÁNCHEZ


viernes, 6 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

"Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos la llama de tu amor"
(de la liturgia)



El domingo de Pentecostés recoge toda la alegría pascual como un haz de luz resplandeciente y la difunde con una impetuosidad incontenible no sólo en los corazones, sino en toda la tierra. El Resucitado se ha convertido en el Señor del universo: todas las cosas tocadas por él quedan como investidas por el fuego, envueltas en su luz, se vuelven incandescentes y transparentes ante la mirada de la fe. Ahora bien, ¿es posible decir que «Jesús es el Señor» sólo con la palabra?
Que Jesús es el Señor sólo puede ser dicho de verdad con la vida, demostrando de manera concreta que él ocupa todos los espacios de nuestra existencia. En él, todas las diferencias se convierten en una expresión de la belleza divina, todas las diferencias forman la armonía de la unidad en el amor. Hemos sido reunidos conjuntamente «para formar un solo cuerpo» y, al mismo tiempo, tenemos dones diferentes, diferentes carismas, cada uno tiene su propio rostro de santidad. El amor, antes que reducirlo, incrementa todo lo que hay de bueno en nosotros y nos hace a los unos don para los otros. Sin embargo, no podemos vivir en el Espíritu si no tenemos paz en el corazón y si no nos convertimos en instrumentos de paz entre nuestros hermanos, testigos de la esperanza, custodios de la verdadera alegría.


Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don en tus dones espléndido;
luz que penetras las almas;
fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.
Ven, Espíritu enviado por el Padre,
en nombre de Jesús, el Hijo amado:
haz una y santa a la Iglesia
para las nupcias eternas del Cielo.


Muéstrate solícito en unirte al Espíritu Santo. Él viene apenas se le invoca, y sólo hemos de invocarlo, porque ya está presente. Cuando se le invoca, viene con la abundancia de las bendiciones de Dios. Él es el río impetuoso que da alegría a la ciudad de Dios (cf. Sal 45,5) y, cuando viene, si te encuentra humilde y tranquilo, aunque estés tembloroso ante la Palabra de Dios, reposará sobre ti y te revelará lo que esconde el Padre a los sabios y a los prudentes de este mundo. Empezarán a resplandecer para ti aquellas cosas que la Sabiduría pudo revelar en la tierra a los discípulos, pero que ellos no pudieron soportar hasta la venida del Espíritu de la verdad, que les habría de enseñar la verdad completa.
Es vano esperar recibir y aprender de boca de cualquier hombre lo que sólo es posible recibir y aprender de la lengua de la verdad. En efecto, como dice la verdad misma, «Dios es Espíritu» (Jn 4,24). Dado que es preciso que sus adoradores lo adoren en Espíritu y en verdad, los que desean conocerlo y experimentarlo deben buscar sólo en el Espíritu la inteligencia de la fe y el sentido puro y simple de esa verdad.
El Espíritu es -para los pobres de espíritu- la luz iluminadora, la caridad que atrae, la mansedumbre más benéfica, el acceso del hombre a Dios, el amor amante, la devoción, la piedad en medio de las tinieblas y de la ignorancia de esta vida (Guillermo de Saint-Thierry, Speculum fidei, 46).

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