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lunes, 14 de abril de 2014

VIERNES SANTO

"Se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó"  (Flp 2, 8-9a)

Icono de la Crucifixión. A. Rublev.

Como el Espíritu Santo había conducido a Jesús al desierto en el comienzo de su vida pública, así impulsa con fuerza a Jerusalén hacia "su hora", la hora del encuentro definitivo y de la manifestación definitiva del amor de Dios. El Espíritu Santo es quien da a Jesús la fuerza para mantener la lucha de Getsemaní, para adherirse a la voluntad del Padre y llegar hasta el final de su camino, a pesar de la angustia que le ocasiona sudor de sangre.
Luego, en el Calvario, aparece una escena casi desierta: en el cielo se dibujan las tres cruces y abajo -como dos brazos de una sola cruz- están María y Juan. En el profundo silencio del indescriptible sufrimiento se oye un grito: "Tengo sed". Es un grito que recuerda el encuentro de Jesús con la Samaritana. "Dame de beber", le había pedido, y siguió la revelación de que la sed de Jesús era de la fe de la Samaritana, sed de la fe de la humanidad, deseo de dar el agua viva, de saciar a todos con su gracia. La hora de la crucifixión y muerte de Jesús se corresponde con la hora de máxima fecundidad en el Espíritu.
Cuando el amor de Jesús llega al culmen de la inmolación, de su total anonadamiento, como del hontanar de un manantial subterráneo surge la Iglesia, la nueva comunidad de creyentes, nuevo Israel, pueblo de la nueva alianza. Y allí está María como cooperadora de la salvación, junto a Juan, que representa a los discípulos del Nazareno y a toda la humanidad, constituyendo el núcleo primitivo de la Iglesia naciente.

Jesús en la cruz suplica el perdón de los hombres a Dios y entrega el espíritu a las manos de su Padre. De su costado abierto mana, para todos, sangre inocente que no mancha, sino lava; y el agua que sacia nuestra sed de vida nueva, amor feliz y gloria eterna.
En la madre de Jesús y el discípulo amado, de pie junto a la cruz de Jesús, encontramos el espejo claro de la humanidad nueva, de todo el Pueblo de Dios.
Seguir al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo y pasar con Él a la gracia de la filiación divina, de la fraternidad humana y de la vida eterna… es la salvación definitiva.

Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-04-18

Vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=uQF-INRFqCM&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ


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