El feroz
individualismo de nuestra cultura liberal, la concepción de la felicidad como
la inmediata satisfacción de los deseos y la exclusión de cualquier clase de
dolor y de compromiso de futuro, nos están impidiendo dejarnos acompañar.
Preferimos estar solos. Como solos iban y ciegos, alejándose del grupo,
aquellos dos discípulos “de vuelta” a Emaús. Menos mal que se dejaron
acompañar, si bien a cajas destempladas al comienzo (“¿eres tú el único que no
sabes lo que ha pasado?”), y supieron escuchar al viajante anónimo del camino.
Pronto empezaron a “arder sus corazones”. Y se abrieron hasta conceder
hospitalidad al desconocido.
¿Qué tiene
que ocurrir entre nosotros para que en lo cotidiano, en nuestros espacios ordinarios,
en la normalidad de la vida abramos las puertas a Jesucristo y nos dejemos
acompañar por él? ¿Cómo hallar la alegría del Evangelio en el servicio sencillo
y anónimo del día a día? ¿Es que sólo es posible vibrar y hacer vibrar a los
“creyentes” de hoy en grandes acontecimientos, en montajes extraordinarios, en
viajes costosos y alejados de la vida común? ¿Cómo aprender a salir al paso de
los decepcionados en los caminos rutinarios de la vida? ¿Cómo exigirnos a
nosotros mismos para buscar y acompañar a quienes perdieron la ilusión de “ser”
y derrochan su vida en la embriaguez del éxito, del dinero o del placer como
único horizonte vital?
Si,
rescatando sepulcro de Don Quijote, encontraba Unamuno el modo de “desencadenar
un delirio, un vértigo, una locura cualquiera sobre las pobres muchedumbres
ordenadas y tranquilas que nacen, comen, duermen, se reproducen y mueren”,
nosotros lo tenemos más a mano. Sí, habrá que ir al sepulcro de
Jesucristo. Encontrarlo vacío como la Magdalena. Para ,
después, encontrarse con Jesucristo Viviente que le dice: “os espero en
Galilea”. Sí, en la Galilea
de los gentiles, en las plácidas planicies de la agricultura o de la pesca en
el lago, en calma unas veces y otras agitado por vientos contrarios. Por muy
complejo, industrioso y variable que sea nuestro mundo de hoy, éste es el campo en que el Señor nos llama a
encontrarlo y manifestarlo con nuevo vigor y confianza.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
N. B. He estado tentado esta semana a no escribir nada nuevo
y remitir a mi reflexión de hace tres años porque me parece que sigue teniendo
total validez. Pero me pareció demasiado cómodo. Quien quiera releerla, la
encontrará fácilmente en valdelosa.com, año 2011, 4 de abril con el título de “Tomad en serio vuestro
proceder en la vida”.
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