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lunes, 13 de octubre de 2014

TENGO PREPARADO EL BANQUETE

            Raramente los comentaristas del Evangelio nos fijamos en los destinatarios de las palabras de Jesús. Sin embargo, es frecuente que los evangelistas expliciten a quienes se dirige preferentemente Jesús. En el caso de la parábola del banquete de bodas que el Rey prepara para su hijo, esta denuncia tiene un destino preciso: los sacerdotes y “ancianos” del pueblo. Entrecomillo “ancianos” porque no se trata de los mayores de edad, sino de los notables, los dirigentes, los que parten y reparten el bacalao. La parábola que leíamos el domingo pasado de los arrendatarios asesinos que se quedan con todos los frutos de la viña también se dirigía a los mismos.

            Jesús sabía que “el mayor problema” de Israel, de su pueblo, no era la gente llana y empobrecida. El mayor problema eran los dirigentes. En su tiempo, la clase dirigente estaba conformada por los sacerdotes (poder religioso), los saduceos (poder económico) y los “ancianos” (poder político). Todos ellos subordinados a un poder superior que, en ese momento, lo detentaba el Imperio de Roma. Estoy inclinado a pensar que a la pregunta de las encuestas sobre los principales problemas de nuestro país, ya no hay que responder con el paro, el terrorismo (ahora el las minorías radicales musulmanas), la deuda con la que nacen los españolitos que vienen al mundo (más bien pocos), ni con ningún otro que no sea el de los dirigentes. Sí, éste es el gran problema: nuestros dirigentes

            Unos, endiosados, iluminados y locos, manipuladores de la opinión pública y empeñados en destruir la unidad nacional; otros, especialistas en incumplir lo que prometieron (por ejemplo traicionándose a sí mismos y a quienes les votaron no reformando leyes injustas e inhumanas), corruptos muchos y encubridores todos de latrocinios generalizados; los de más allá, populistas, acertados quizá en el análisis y la crítica a los demás, pero instalados en la utopía y no exentos ellos mismos de corrupción; y los de más acá, a la deriva, sin alternativas que no sean el insulto y las ocurrencias de turno, al más puro estilo de quienes negaron mendazmente lo evidente (la crisis económica) y nos condujeron a la ruina.  Difícil solución la de este gran mal, porque, efectivamente, toda sociedad necesita dirigentes. Y no se atisba la llegada de quienes quieran serlo con vocación de servicio. Ni tampoco se adivinan los valores morales en una sociedad generadora de fuerza humanizadora y solidaria, de donde emerjan buenos dirigentes.  

            Sí parece claro que nuestra sociedad va tomando conciencia del problema. Pero no es suficiente. Esa conciencia ha de llevar, no sólo a la crítica sino a una mayor lucidez a la hora de votar y, por supuesto, a una mayor honradez en la gestión de los asuntos personales (por ejemplo, el pago de impuestos) y profesionales. Seguramente, habrá que manifestarse contra las injusticias del sistema, pero echándose  a la calle sólo para reclamar pequeños intereses particulares y menos aún con la violencia, sino para reclamar el saneamiento de nuestra vida pública.

            Gran desafío al que estamos abocados los españolitos, sobre todo los de a pie.

           
                                                                                  JOSÉ MARÍA YAGÜE


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