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martes, 21 de octubre de 2014

A VUELTAS CON EL “AMOR”


            Martín Buber decía acerca de la palabra “Dios”:

«Dios... es la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mancillada, tan mutilada... Las generaciones humanas han hecho rodar sobre esta palabra el peso de su vida angustiada, y la han oprimido contra el suelo.
Yace en el polvo y sostiene el peso de todas ellas. Las generaciones humanas, con sus partidismos religiosos, han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella...
Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra «Dios». Se asesinan unos a otros, y dicen: «lo hacemos en nombre de Dios...» Debemos respetar a los que prohíben esta palabra, porque se rebelan contra la injusticia y los excesos que con tanta facilidad se cometen con una supuesta autorización de «Dios». ¡Qué bien se comprende que muchos propongan callar, durante algún tiempo, acerca de las «últimas cosas» para redimir esas palabras de las que tanto se ha abusado!»”.
Continúa planteándose el mismo autor si será posible “purificar la Palabra de «Dios» de tanto vilipendio y mancillamiento”. Él piensa que no sólo es posible sino necesario y que habrá que levantarla del suelo y erigirla en un momento histórico trascendental.

            He traído a colación estos famosos párrafos del filósofo judío, porque habría que decir otro tanto del término quizá más usado en nuestro lenguaje humano: “el amor”. También esta palabra ha sido maltratada, vilipendiada, desprestigiada hasta el infinito. Pero de amor y casi sólo de amor trata el Evangelio de Jesucristo. ¡Es tan necesaria hablar de Dios y de Amor! Dios es amor, dice la Biblia. Jesucristo es la expresión más elocuente de ese AMOR de Dios a los hombres. Y el mismo Jesús propone como principal, si no único mandamiento: “amar a Dios sobre con toda tu alma, con todo tu corazón, con todo tu ser y al prójimo como a ti mismo”.

            ¡Cuán lejos estamos de entender y practicar el amor! Es, sin embargo, la clave suprema para traer al mundo la paz y la tan proclamada igualdad humana. Con tal de que la entendamos como Jesús, siguiendo las viejas enseñanzas de su Pueblo: “no oprimirás ni vejarás al emigrante... no explotarás a viudas y huérfanos... no serás usurero con el pobre... si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el sol”.

            A lo que hay que añadir hoy: serás fiel a tu palabra, juramento o promesa cuando contraes matrimonio, cuando te comprometes a servir a tu Pueblo como gobernante, maestro, médico, sacerdote... Renunciarás a tu bienestar, te sacrificarás en tus gustos, aficiones, lujos con tal de que tus hermanos los hombres puedan vivir con dignidad. Si así te comportas, has empezado a entender, dignificar la palabra AMOR y a disfrutar de su ejercicio. Sólo entonces entenderás también la palabra DIOS.

                                                                     JOSÉ MARIA YAGÜE





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