"Amarás
al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y al prójimo como a ti
mismo" (Mt 22,37.39)
La respuesta de Jesús al escriba con la cita del "Escucha, Israel" nos ayuda a aclarar qué conlleva amar a Dios, una
actitud que no puede entenderse como el mero sentimiento con el que una persona
ama a otra para hacerle el bien. En el Antiguo Testamento, "amar a Dios" es escucharlo, es confiar en su palabra prometedora, es condicionar la vida a la
Palabra. Amar a Dios equivale a decidirse por Dios con la totalidad del ser;
sin reservas. La actualidad de la respuesta de Jesús a la cuestión propuesta
por el escriba sobre el precepto mas importante de la Ley ilustra aspectos de
hoy día. Por ejemplo, numerosos bautizados vacilan y se preguntan qué hacer en
situaciones particulares, y todo porque no han decidido en realidad qué es lo
mas urgente o conveniente en la vida. Solo Dios es la causa por la cual vale la
pena invertir todos los recursos vitales, la única en la que tiene sentido
gastar la existencia.
La verdad del primer mandamiento depende de cómo se viva el
segundo, el amor al prójimo. ¿Y qué es amar al prójimo según la perspectiva de
Jesús? Jesús introduce una novedad en el concepto del prójimo que supera toda
barrera: no es solo el amigo o el consanguíneo, sino también el extraño o
extranjero, e incluso el enemigo (cf Mt 5,43-48). El prójimo no viene
determinado ni definido por un listado de principios generales, sino por el
amor concreto que descubre al otro y lo que puede hacer por él. Jesús nos enseña
la realización perfecta de este amor concreto con su profunda compasión por
cualquier persona necesitada, sana o enferma. En Jesús descubrimos el modelo
supremo para hacemos próximos, el ejemplo donde inspiramos en las situaciones
de "proximidad". Podemos enumerarlas bajo una triple tipología: el amor
al prójimo como atención solicita ante las necesidades del otro, como perdón y
reconciliación con el enemigo, y como servicio al amigo o al hermano.
Señor, te bendecimos porque nos muestras el sendero de la
vida con el mandamiento del amor cuya practica nos acerca cada vez mas a ti y
nos conforma mejor con Jesucristo, tu amadísimo Hijo.
Ayúdanos a amarte, destronando de nuestro corazón los ídolos
y dejando que tu Palabra plasme en nosotros la criatura nueva, que te pertenece
por entero. Te hacemos hueco en nuestra vida. Queremos amarte, Dios nuestro,
como el único y reconocer que eres el guía de la vida. Tu nos permites superar
las indecisiones en las pequeñas y grandes elecciones y nos ayudas a vencer
nuestro pequeño yo "autárquico", que continuamente nos dice que para
vivir hasta con nuestros propios recursos y que somos autónomos para amar. Que
tu Palabra nos libere de la seducción de este yo "diminuto", chato de
ideales, encorvado sobre si mismo y privado de amor y solidaridad con el
prójimo.
Te pedimos que nos concedas la gracia de tu Espíritu para
que podamos servirte fielmente amando a nuestros hermanos, especialmente a los
necesitados y humildes, tus preferidos.
¿Qué pensáis, hijas, que es su voluntad? Que seamos del todo
perfectas; que para ser unos con El y con el Padre, como su Majestad le pidió,
mirad qué nos falta para llegar a esto. Acá solas estas dos que nos pide el
Señor: amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar;
guardándolas con perfección, hacemos su voluntad, y Así estaremos unidos con
El. Mas ¡qué lejos estamos de hacer como debemos a tan gran Dios estas dos
cosas, como tengo dicho! Plega a Su majestad nos dé gracia para que merezcamos llegar
a este estado, que en nuestra mano esta si queremos.
La mas cierta Señal que - a mi parecer - hay de si guardamos
estas dos cosas es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a
Dios no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que lo
amamos), mas el amor del prójimo, si. Y estad ciertas que mientras mas en este
os viereis aprovechadas, mas lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande
el que Su Majestad nos tiene que en pago del que tenemos al prójimo hará que
crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar (Teresa de Jesús: "Moradas del castillo interior").
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