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miércoles, 13 de febrero de 2013

NUESTRAS TENTACIONES HOY


           
           El aire social en España hoy se está volviendo irrespirable. La queja, unida a la indignación, crece y crece. Evidentemente no faltan razones. Cada día te encuentras con más personas que han ido al paro, con ínfimas compensaciones, o que están amenazados de caer en esa fosa. De la que cada día es más difícil salir.     Mientras tanto, los políticos disfrutan de sus suculentos sueldos. Naturalmente ellos no se perjudican a sí mismos ni a sus amigos. Otros, porque han tenido la fortuna de trabajar en Bancos ruinosos y receptores de dinero público, pueden prejubilarse a los 53 o 54 años asegurando su futuro. Nos alegramos por ellos, pero el agravio comparativo con los que se van a la calle sin nada y sin futuro laboral es evidente.

            Empresas públicas, tales como los Paradores y otras, son pésimamente gestionadas. En lugar de profesionales que saben de qué va el asunto, los directivos son familiares y amigos de políticos (“floreros”), con altos salarios, ruinosos para sus empresas. ¿Con el fin de privatizarlas o por simple ignorancia e incompetencia?

            Este ambiente de inconformismo extenso e intenso está plenamente justificado. Lo reconocen hasta los mismos responsables de las medidas conducentes a esta situación. Pero son incapaces de moralizarla. ¿Aguantaremos los españolitos más desmadres y por más tiempo?

            Las tentaciones en este momento se diversifican por los extremos. Caer en la resignación y el “nada podemos hacer”. Lejos, muy lejos está la resignación de ser el comportamiento ético exigible en estos momentos. No podemos dejar las manos libres a los responsables de esto para que sigan gozando de impunidad en sus desmadres.

            Por el otro extremo, estaría la tentación revolucionaria del “quítate tú para que me ponga yo”. Estaríamos en lo mismo si la oposición mantiene iguales o parecidos niveles de corrupción y desinterés por el bien nacional, es decir, el cuidado de los pobres, parados y creciente número de marginados. No nos infunden ninguna confianza quienes mantienen sus privilegios y, ni desde el gobierno ni desde la oposición, han hecho nada para buscar reformas y salidas eficaces a la crisis.

            Lo exigible es que la autoridad sea ejercida como servicio a los pobres. Porque no estamos contra la autoridad sino todo lo contrario. No entendemos de ninguna manera que se quieran justificar, por ejemplo, los desmanes de un alcalde que roba en un supermercado y que sea absuelto, por más que trate de explicarse. Abogamos por reforzar el principio de autoridad, pero no con medidas autoritarias o arbitrarias, sino con el sometimiento a las leyes justas de quienes ostentan o detentan el poder y, sobre todo, a los principios constitucionales que deberían ser más exigibles: que todos los ciudadanos somos iguales en dignidad y derechos ante la Ley. Esto es lo que exigimos ver puesto en práctica ya. Y basta de robo de guante blanco e impunidad para los infractores merced a las habituales dilaciones y tergiversaciones de la “Injusticia Española”.

                                                                  JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO

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