El aire
social en España hoy se está volviendo irrespirable. La queja, unida a la
indignación, crece y crece. Evidentemente no faltan razones. Cada día te
encuentras con más personas que han ido al paro, con ínfimas compensaciones, o
que están amenazados de caer en esa fosa. De la que cada día es más difícil
salir. Mientras
tanto, los políticos disfrutan de sus suculentos sueldos. Naturalmente ellos no
se perjudican a sí mismos ni a sus amigos. Otros, porque han tenido la fortuna
de trabajar en Bancos ruinosos y receptores de dinero público, pueden
prejubilarse a los 53 o 54 años asegurando su futuro. Nos alegramos por ellos,
pero el agravio comparativo con los que se van a la calle sin nada y sin futuro
laboral es evidente.
Empresas
públicas, tales como los Paradores y otras, son pésimamente gestionadas. En
lugar de profesionales que saben de qué va el asunto, los directivos son
familiares y amigos de políticos (“floreros”), con altos salarios, ruinosos
para sus empresas. ¿Con el fin de privatizarlas o por simple ignorancia e
incompetencia?
Este
ambiente de inconformismo extenso e intenso está plenamente justificado. Lo
reconocen hasta los mismos responsables de las medidas conducentes a esta
situación. Pero son incapaces de moralizarla. ¿Aguantaremos los españolitos más
desmadres y por más tiempo?
Las
tentaciones en este momento se diversifican por los extremos. Caer en la
resignación y el “nada podemos hacer”. Lejos, muy lejos está la resignación de
ser el comportamiento ético exigible en estos momentos. No podemos dejar las
manos libres a los responsables de esto para que sigan gozando de impunidad en
sus desmadres.
Por el otro
extremo, estaría la tentación revolucionaria del “quítate tú para que me ponga
yo”. Estaríamos en lo mismo si la oposición mantiene iguales o parecidos
niveles de corrupción y desinterés por el bien nacional, es decir, el cuidado
de los pobres, parados y creciente número de marginados. No nos infunden
ninguna confianza quienes mantienen sus privilegios y, ni desde el gobierno ni
desde la oposición, han hecho nada para buscar reformas y salidas eficaces a la
crisis.
Lo exigible
es que la autoridad sea ejercida como servicio a los pobres. Porque no estamos
contra la autoridad sino todo lo contrario. No entendemos de ninguna manera que
se quieran justificar, por ejemplo, los desmanes de un alcalde que roba en un
supermercado y que sea absuelto, por más que trate de explicarse. Abogamos por
reforzar el principio de autoridad, pero no con medidas autoritarias o
arbitrarias, sino con el sometimiento a las leyes justas de quienes ostentan o
detentan el poder y, sobre todo, a los principios constitucionales que deberían
ser más exigibles: que todos los ciudadanos somos iguales en dignidad y derechos
ante la Ley. Esto
es lo que exigimos ver puesto en práctica ya. Y basta de robo de guante blanco
e impunidad para los infractores merced a las habituales dilaciones y
tergiversaciones de la “Injusticia Española”.
JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO
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