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domingo, 3 de febrero de 2013

CONCIENCIA SOBRE LA FE Y NUEVA EVANGELIZACIÓN


Situación
Hay poco interés por la religión y lo que cuenta son, si acaso, las experiencias religiosas. Alguna gente busca modalidades diferentes de religión, que cada uno selecciona, dedicándose a lo que considera agradable porque le asegura la experiencia religiosa más satisfactoria de acuerdo a sus intereses o a las necesidades que tiene en ese momento.
La simpatía por un estilo de vida anti-cristiano o la indiferencia por el mismo que los medios promueven, ha arraigado de forma tan brillante e ingeniosa en los espectadores que, cuando la gente oye el mensaje cristiano, inevitablemente lo encuentra muchas veces ideológico y emocionalmente cruel en comparación con la ostensible "humanidad" de la perspectiva anti-cristiana. Eso cuando no sucede lo contrario, es decir, que sencillamente se ignora toda referencia religiosa. Una época de crisis como la actual corre el riesgo de ser también época de desesperanza, dejando pasar un momento de reflexión necesaria y de conversión.

Odres nuevos
Si la “nueva evangelización” quiere contrarrestar estas distorsiones de la realidad religiosa y ética que los medios de comunicación han logrado producir, los pastores, profesores y catequistas deberán mantenerse mucho más informados acerca del reto que representa evangelizar en un mundo dominado por dichos medios. Se trata de lograr pensar más allá de las categorías habituales, que limitan y a veces envenenan el discurso tanto privado como público. La cultura del individualismo debe ser contrarrestada con la cultura de los valores, y en la Iglesia con la creación de una variedad de nuevas comunidades eclesiales, fundamentalmente alrededor de las parroquias, que son y serán las piedras que edificarán las comunidades eucarísticas del futuro.
El empuje misionero de las nuevas realidades, de hecho, no debe derivar de un entusiasmo emotivo y superficial, sino que debe surgir de experiencias muy serias y exigentes de formación de los fieles laicos hacia una fe adulta, capaz de responder adecuadamente a los desafíos de la secularización.
La novedad de las acciones, por lo tanto, no hay que buscarla en sus métodos, sino en la capacidad de reafirmar la centralidad de Jesucristo en la vida de los cristianos. También para la tarea de la nueva evangelización es válido el antiguo adagio de que la acción expresa siempre lo que somos. La evangelización por tanto no es una cuestión de “saber hacer”, sino que es sobre todo una cuestión de “ser”, es decir, de ser cristianos verdaderos y auténticos.

Conciencia viva: la fe es útil
Por tanto urge despertar la conciencia misionera de los bautizados, y frente a la tentación de reducción de la fe a una simple opción personal, es necesario crear espacios nuevos en los cuales sea posible entablar un diálogo con quienes están alejados de Dios o no encuentran espacios, motivos o razones para hablar.
Frente a la globalización y el secularismo crecientes, es preciso renovar y cambiar los modelos de evangelización, comenzando por una formación apropiada de todos los miembros de la Iglesia, y testimoniar la fe en el mundo sin ignorar o descuidar las exigencias de la justicia en la Iglesia.
Todos los fieles cristianos necesitamos que se nos ayude a ser conscientes de que somos partícipes de la misión de Cristo y auténticos agentes de evangelización en el mundo actual. Evitemos por tanto ser museos y convirtámonos en vida. De esa forma evitaremos un cierre de la Iglesia en sí misma dejándola fuera del mundo, es decir, de la misión por todos.

Testimonio: vivir lo creído
El testimonio de fe se debe hacer en los ambientes, en las realidades muy amplias del vivir humano, a las que, quizás, debamos prestar mayor atención (escuela, universidad, hospitales, deporte, medios de comunicación, mundo del trabajo, generación joven que acaso se pueda instruir sobre la fe cristiana a través de Internet...). Es un testimonio que seguro que produce frutos si se hace con paciencia, de persona a persona, integrando también los múltiples grupos laicos, asociaciones, movimientos, grupos eclesiales. Ya no vivimos en un contexto de cristiandad, pero seguimos organizándonos como si todavía fuera así. No hay que pensar en términos de cobertura del territorio, ni de reclutamiento de personal frente a problemas como el reducido número de sacerdotes. Es preciso suscitar comunidades cristianas, vivas, alegres. 
Como hemos indicado antes, la comunidad parroquial es la puerta de la transmisión de la fe y de la experiencia eclesial, centro de irradiación y de testimonio de vida cristiana. Presbíteros y laicos integrados en la animación misionera, pues no podemos olvidar la gran riqueza que son los laicos comprometidos en la comunidad parroquial. Esta vocación laical es uno de los frutos más valiosos del Concilio Vaticano II, un impulso a la nueva evangelización y a la transmisión de la fe.

                                                                                           Raúl Román Sánchez


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