Las primeras generaciones cristianas se interesaron mucho
por las pruebas y tensiones que tuvo que superar Jesús para mantenerse fiel a
Dios y vivir siempre colaborando en su proyecto de una vida más humana y digna
para todos.
El relato de las tentaciones de Jesús no es un episodio
cerrado, que acontece en un momento y en un lugar determinado. Lucas nos
advierte que, al terminar estas tentaciones, “el demonio se marchó hasta
otra ocasión”. Las tentaciones volverán en la vida de Jesús y en la de sus
seguidores.
Por eso, los evangelistas colocan el relato antes de narrar
la actividad profética de Jesús. Sus seguidores han de conocer bien estas
tentaciones desde el comienzo, pues son las mismas que ellos tendrán que
superar a lo largo de los siglos, si no quieren desviarse de él.
En la primera tentación se habla de pan. Jesús se resiste a
utilizar a Dios para saciar su propia hambre: “no solo de pan vive el
hombre”. Lo primero para Jesús es buscar el reino de Dios y su justicia: que
haya pan para todos. Por eso acudirá un día a Dios, pero será para alimentar a
una muchedumbre hambrienta.
También hoy nuestra tentación es pensar solo en nuestro pan
y preocuparnos exclusivamente de nuestra crisis. Nos desviamos de Jesús cuando
nos creemos con derecho a tenerlo, y olvidamos el drama, los miedos y
sufrimientos de quienes carecen de casi todo.
En la segunda tentación se habla de poder y de gloria. Jesús
renuncia a todo eso. No se postrará ante el diablo que le ofrece el imperio
sobre todos los reinos del mundo: “Al Señor, tu Dios, adorarás”. Jesús no buscará
nunca ser servido sino servir.
También hoy se despierta en algunos cristianos la tentación
de mantener, como sea, el poder que ha tenido la Iglesia en tiempos
pasados. Nos desviamos de Jesús cuando presionamos las conciencias tratando de
imponer a la fuerza nuestras creencias. Al reino de Dios le abrimos caminos
cuando trabajamos por un mundo más compasivo y solidario.
En la tercera tentación se le propone a Jesús que descienda
de manera grandiosa ante el pueblo, sostenido por los ángeles de Dios. Jesús no
se dejará engañar:“No tentarás al Señor, tu Dios”. Aunque se lo pidan, no hará
nunca un signo espectacular del cielo. Solo hará signos de bondad para aliviar
el sufrimiento y las dolencias de la gente.
Nos desviamos de Jesús cuando confundimos nuestra propia
ostentación con la gloria de Dios. Nuestra exhibición no revela la grandeza de
Dios. Solo una vida de servicio humilde a los necesitados manifiesta su Amor a
todos sus hijos.
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