El episodio de una pesca sorprendente e inesperada en el
lago de Galilea ha sido redactado por el evangelista Lucas para infundir
aliento a la Iglesia cuando experimenta que todos sus esfuerzos por comunicar
su mensaje fracasan. Lo que se nos dice es muy claro: hemos de poner nuestra
esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio.
El relato comienza con una escena insólita. Jesús está de
pie a orillas del lago, y “la gente se va agolpando a su alrededor para
oír la Palabra de Dios”. No vienen movidos por la curiosidad. No se acercan
para ver prodigios. Solo quieren escuchar de Jesús la Palabra de Dios.
No es sábado. No están congregados en la cercana sinagoga de
Cafarnaún para oír las lecturas que se leen al pueblo a lo largo del año. No
han subido a Jerusalén a escuchar a los sacerdotes del Templo. Lo que les atrae
tanto es el Evangelio del Profeta Jesús, rechazado por los vecinos de Nazaret.
También la escena de la pesca es insólita. Cuando de noche,
en el tiempo más favorable para pescar, Pedro y sus compañeros trabajan por su
cuenta, no obtienen resultado alguno. Cuando, ya de día, echan las redes
confiando solo en la Palabra de Jesús que orienta su trabajo, se produce una
pesca abundante, en contra de todas sus expectativas.
En el trasfondo de los datos que hacen cada vez más patente
la crisis del cristianismo entre nosotros, hay un hecho innegable: la Iglesia
está perdiendo de modo imparable el poder de atracción y la credibilidad que
tenía hace solo unos años.
Los cristianos venimos experimentando que nuestra capacidad
para transmitir la fe a las nuevas generaciones es cada vez menor. No han
faltado esfuerzos e iniciativas. Pero, al parecer, no se trata solo ni
primordialmente de inventar nuevas estrategias.
Ha llegado el momento de recordar que en el Evangelio de
Jesús hay una fuerza de atracción que no hay en nosotros. Esta es la pregunta
más decisiva: ¿Seguimos “haciendo cosas” desde un Iglesia que va perdiendo
atractivo y credibilidad, o ponemos todas nuestras energías en recuperar el
Evangelio como la única fuerza capaz de engendrar fe en los hombres y mujeres
de hoy?
¿No hemos de poner el Evangelio en el primer plano de todo?.
Lo más importante en estos momentos críticos no son las doctrinas elaboradas a
lo largo de los siglos, sino la vida y la persona de Jesús. Lo decisivo no es
que la gente venga a tomar parte en nuestras cosas sino que puedan entrar en
contacto con él. La fe cristiana solo se despierta cuando las personas
descubren el fuego de Jesús.
De Eclesalia.net
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