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martes, 4 de marzo de 2014

IDEOLATRÍAS

            Sí, acabo de cometer un disparate. Me he liado con eso de las ideologías y las idolatrías. Y me ha salido ese neologismo o barbarismo o vulgaridad, ¡vaya usted a saber!, y he escrito “ideolatrías”. Pues vale por una vez, porque tiene su qué.  De hecho, el terminillo o terminajo refleja una realidad muy actual. A falta de adorar al Dios verdadero, nos hemos puesto a adorar a algunas ideas. Ya no son idolillos, como los que tenemos en nuestra imaginación, aquellos objetos de barro, madera o bronce a los que adoraban los pueblos primitivos. Ahora se nos ocurre adorar ideítas, tan pequeñas como ampulosas ideas. Y perdonen las barbaridades que voy a decir, todas ellas políticamente incorrectas.

            Adoramos, por ejemplo la idea de la democracia. No, por cierto, a la democracia real, de la que todos andamos muy lejos. Todos tenemos que proclamar que somos demócratas. Porque de lo contrario somos franquistas, fascistas y merecemos ir al paredón. A falta de democracia, adoramos su idea, mientras no nos merece ningún respeto el que piensa de manera diferente. Y el de la otra acera  apréstese para recibir toda suerte de improperios. Eso sí, el que insulta más y más fuerte es más demócrata. Repasen nuestro bestiario político y verán si tengo razón.

            Adoramos la idea del bienestar. Por supuesto la de nuestro bienestar. Ese bienestar incluye todos los derechos: educación gratuita, sanidad gratuita, autovías gratuitas, derechos sin límites como el de fornicar mucho, engendrar poco y no parir nada. Puede haber o no haber dinero, eso no cuenta. Lo que no puede haber son recortes económicos. Menos aún recortes a mi modo de entender la libertad.

            Adoramos, por supuesto, la idea de que los trabajadores tienen derecho al trabajo, al salario justo, al subsidio de desempleo... Pero todo el sistema está ideado para hacer del trabajador un instrumento, un número que produce y consume. En la realidad, cada día más pobre y con menos derechos. De reconocerlo como persona, nada de nada. Empezando por nuestros sindicatos a los que también se puede aplicar aquello que Jesús decía de sacerdotes y letrados: que dicen y no hacen.  Utilizando abiertamente las leyes que favorecen los despidos y que demagógicamente condenan.

            Adoramos (aquí se restringe el número pero van siendo muchos) la idea de emborracharse los fines de semana. El problema es que aquí sí, esa idea se convierte en botellón, en cogorzas de jóvenes y adolescentes que no tienen nada mejor que hacer los fines de semana. Penoso pero real. Ideolatría e idolatría terrible y nociva.

            Adoramos, ¿cómo no?, la idea de ser ricos, de tener mucho y de todo, del placer sin cortapisas, de sobresalir en ostentación, de obtener mucho trabajando poco, de una felicidad sin límites, de la plena e inmediata satisfacción de todos los deseos... Pero nos vamos encontrando con más pobreza, con más tristeza, con menos alegría interior, con diferencias abismales entre las personas, tantas que muchos dejan sus vidas en el mar o las alambradas fronterizas con tal de poder comer... ¿No va siendo hora, amigos, de decir con Jesús: “Adorarás al Señor tu Dios y sólo a él servirás?


                                                                                               JOSÉ MARÍA YAGÜE

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