"En
ti está la fuente viva, y tu luz nos hace ver la luz" (Sal 35,10)
Lecturas del día:
http://www.ciudadredonda.org/calendario-lecturas/evangelio-del-dia/?f=2014-03-30
Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=T-FXwxq0urY&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ
En el camino de la cuaresma hoy brilla una luz particular
que nos invita a encontrarnos con mayor profundidad con el Señor Jesús. El
ciego ha seguido un proceso desde las tinieblas a la luz de la fe en Jesús, que
le habla, que está delante de él. Creer que alguien le ha dado la vista no es
tan difícil. Encontrarse en una situación determinada de un hecho y reconocerlo
es ya tener cierta fe. Pero encontrarse de tú a tú con el que ha cambiado
nuestra situación, con el que nos ha sacado de la noche de la ceguera y nos ha
hecho pasar a la claridad de su día es la fe madura a la que debemos llegar.
Debemos ir más allá del creer ser cristianos, para manifestar con toda nuestra
vida este encuentro que nos vincula indisolublemente al Señor Jesús como su
fuente. Jesús no nos pide creer en una doctrina abstracta, sino que quiere una
adhesión plena e incondicional a su persona. Nos pregunta: "¿Quieres
encontrarte conmigo para vivir para mí?".
Todos los días y a todas horas, el Señor es el que está ante
nosotros y nos habla. Si él es mi luz, veo en su luz y me convierto en una
manifestación transparente de las obras de Dios para su gloria.
Aquí estamos, Señor Jesús, luz radiante de la gloria del
Padre, a tus pies, como ciegos ignorantes de su enfermedad. Míranos, hijo de
David, como miraste a tus discípulos cargados de sueño, en la luz del Tabor.
Despiértanos, Señor Jesús, verdadero sol sin ocaso; ilumínanos y quedaremos
radiantes. Cúranos, Señor Jesús, con el leve rozar del dedo de Dios y con la
Palabra que abre los ojos y corazones a la luz. Envíanos, Señor Jesús, a la
perenne piscina del bautismo de vida nueva. Danos a tu Madre, Señor Jesús,
cántaro de oro para sacar agua viva de la fuente perenne de tu corazón
traspasado por nosotros en la cruz. Guárdanos, amoroso Jesús, en la prueba de
la fe por la que todos pasamos, como la pasaste tú, Señor. Manifiéstate, Señor
Jesús, luz gozosa del día eterno, poniendo sobre nuestros labios el grito del
ciego curado: "¡Creo, Señor!".
Nuestro Señor dijo: "Yo soy la luz del
mundo"[...]. "Abandona tu luz, que en realidad es tiniebla
frente a mi luz, y me es contraria; puesto que yo soy la Luz verdadera, quiero
darte, en vez de tus tinieblas, mi luz eterna, para que sea tan tuya como mía,
y con mi luz te daré mi ser, mi vida, mi beatitud y mi alegría" [...].
Hay que indicar el modo y el camino para lograr la verdadera
luz. Se trata de la verdadera renuncia del hombre a sí mismo y una pura, profunda
y exclusiva intención de amar a Dios y no nuestras cosas: desear únicamente el
honor y la gloria de Dios y atribuir todo inmediatamente a Dios, provenga de
donde provenga, y dárselas a él sin escapatorias ni mediaciones: éste es el
verdadero camino recto. El es la verdadera luz que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo. Esta luz resplandece en las tinieblas, y las tinieblas no
la recibieron. Ninguno recibe esta luz, excepto los pobres de espíritu y de
voluntad propia. Hijos carísimos, poned en obra lo que podáis, tanto espiritual
como naturalmente, para que esta luz verdadera resplandezca en vosotros y
podáis gustar la luz. Pedid a los amigos de Dios que os ayuden; juntaos con los
que se adhieren a Dios para que os atraigan a Dios.
Que todos nosotros podamos cumplirlo. Nos ayude Dios amable.
Amén.
J. Taulero
Lecturas del día:
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