“Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad
y se os abrirá”. Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se
movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y
llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más
sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre
Bueno de todos.
Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de
pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la
actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan
para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como
desvalidos que llaman a la puerta de Dios.
Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la
confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes.“Pedir” es la
actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a
nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la
salvación. “Buscar” no es solo pedir. Es, además, dar pasos para
conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el
reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos. “Llamar” es
dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos.
La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que
sus seguidores no lo olviden nunca: “el que pide, está recibiendo; el que
busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben
concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que
alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se
les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”.
Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos
que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. “¿Qué padre o
qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda
como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de
esas culebras de agua que a veces aparecen en las redes de pesca? ¿O, si le
pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla
del lago?
Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les
dan algo que pueda hacerles daño sino “cosas buenas”. Jesús saca
rápidamente la conclusión: “Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu
Santo a los que se lo pidan”. Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir
de Dios es su Aliento que sostiene y salva nuestra vida.
De Eclesalia.net
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