Cada vez sabemos más de la situación social y económica que
Jesús conoció en la Galilea
de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la
riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se
quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez
más grandes.
En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué
piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un
mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y
atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la
insensatez en que viven instalados.
Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran
cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su
monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para
acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.
El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones.
Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí
toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo
vivirá para disfrutar:”túmbate, come, bebe y date buena vida”. De forma
inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te
van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.
Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la
abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar.
Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las
familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de
Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.
En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está
aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e
inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más
ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho
más pobres” (Zygmunt Bauman).
Este hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última
consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos:
sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común
de la Humanidad
por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más
poderosos del Planeta.
Desde la
Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra , se debería escuchar
el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el
modelo que guía hoy la historia humana.
De Eclesalia.net
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