Día de estrenos por nuestros pagos. Al llegar la primavera
hay que renovar el vestuario. ¿Qué mejor día para lucir nuevos trapitos a la
hora de acudir a la Misa
y a las procesiones del Domingo de Ramos?
Pero hay
otras cosas que también podemos estrenar. Este año, acabamos de estrenar Papa.
Que, por cierto, a su vez estrena nuevas formas. Y que, a juzgar por lo que ya
sabemos de él, son mucho más que formas. Apuntan a reformas de hondo calado.
Desde el nombre, el del “poverello de Asís”, pasando por juntarse con la gente
normal en autobuses o con la costumbre de cocinar para sí mismo siendo
Arzobispo de Buenos Aires, o ponerse directamente al teléfono para llamar a
otras personas, hasta su palabra cálida e improvisada, con mensajes nítidos e
inteligibles para todos... me parece que asistimos a algo muy nuevo en la cima
del gobierno de la Iglesia.
A ver si
resulta verdad que el papa, ese al que llamamos Vicario de Cristo (aunque según
el Evangelio los vicarios de Cristo son los pobres y los necesitados), osa
montarse –como Cristo entrando en Jerusalén- sobre el pollino de la debilidad
humana, de la pobre condición humana. Sería la mejor muestra de que realmente
el Espíritu Santo ha actuado y actúa a través de este papa, sin necesidad de
pensar en intervenciones extraordinarias supletorias y aniquiladoras de lo humano. Negadoras por
tanto de la verdad de la
Encarnación.
Pero el
Papa solo y por su cuenta no reforma la Iglesia ni acerca el evangelio a los hombres. Él
nos anima, nos da ejemplo, nos invita a subirnos a la Cruz de cada día. Pero ha de
encontrar acogida y seguimiento. Ojalá estemos dispuestos a separarnos de la
tiranía del dinero, de las mentiras del Estado del bienestar, del placer, del
lujo y de la imagen como objetivos centrales de la vida. Todo esto para entrar
en el seguimiento de Cristo, es decir, en el amor concreto y sencillo, sin
aspavientos, a las personas que nos rodean. No son los “gestos” lo que salvan
sino las actitudes y las acciones que nacen de nobles sentimientos de y compasión y solidaridad para con los
pobres.
Dios quiera
que el nuevo Papa, con su ejemplo, nos muestre y guíe a reconocer en Jesús al
esperado, al Señor, a Dios mismo viviendo la debilidad de la condición humana, y
presente en el sufrimiento del ultrajado, del que carece de apariencia humana.
Y aprendamos que el crucificado, es el Hijo de Dios, como confiesa el centurión
romano, y “El Hombre”, como dirá Pilato. Quizá así perdamos el miedo a las
cruces del camino.
Teólogos, reconoced que es mucho más lo que no sabéis de
Jesús que lo que sabéis. Obispos, descabalguen de los caballos, dejen de
esgrimir “formas” so capa de ortodoxia, y monten gozosamente en el burrito de
la debilidad humana. Pastores y pueblo, creamos de corazón en la dignidad de
ser hijos de Dios y vivamos como tales, dentro de la conciencia clara de
nuestra fragilidad. Y caminemos todos unidos hacia la Pascua con la seguridad de
que hemos sido perdonados, amados y elevados por Jesucristo, que pasa sentado
en un pollino y cuya sede terrena está en la
Cruz. Que el Papa recién estrenado
persevere en su empeño de mostrárnoslo así.
José María Yagüe
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