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viernes, 5 de octubre de 2012

LO QUE DIOS HA UNIDO, NO LO SEPARE EL HOMBRE


El Evangelio del domingo, 7 de octubre en este año, nos recuerda ese dicho del título tan conocido y repetido como poco practicado en nuestra sociedad. Cierto es que, cuando Jesús pronuncia estas palabras, el contexto social y la situación de la mujer en nada se parecían a los de nuestro mundo actual en Europa. Sin embargo, este dicho me sugiere hoy una doble reflexión que –me parece- vale la pena compartir.

Europa no es el mundo.

            En efecto, asistimos en Europa y en España a una notable mejora de la situación de la mujer y su consideración a nivel global. No es que se haya logrado la plena igualdad de derechos (por ejemplo laborales) pero los avances han sido notables. Y asistimos, felizmente, al despliegue de las capacidades de la mujer en puestos políticos de relieve y lo mismo en las empresas y en todos los aspectos de la vida pública.

            No es el caso de otros países y otras culturas. Por supuesto el de los países de cultura musulmana. Pero también en otros de civilización occidental y cristiana. Recuerdo de mis años en el Perú un dicho sorprendente escuchado una y otra vez. En el Norte del País, en Piura, trabajábamos un grupo de sacerdotes castellanos. Entre otras actividades, manteníamos con periodicidad reuniones de mujeres para capacitarlas como promotoras de salud, catequistas, profesoras, etc. Cuando alguna de las convocadas no asistía y le preguntábamos después por qué no había ido a la reunión, la respuesta más frecuente era: “mi marido no me mandó”. No era inusual que ese “marido” tuviese uno o dos “compromisos” más e incluso no conviviese  con la mujer primera. Lo que no impedía que tuviese que “mandarla” a la reunión.

            En estos países de vejación consentida de la mujer, paradójicamente suele celebrarse con solemnidad el “día de la madre”. Es una forma de camuflar la falta de respeto y consideración hacia la mujer, como tal mujer, trabajadora o esposa.

            En los tiempos de Jesús, la situación de la mujer era más parecida a la que acabo de describir. Ahí recibe su fuerza la expresión del título. “Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre”. El despido de la mujer por parte del marido, sin reciprocidad del lado de la mujer, conducía a ésta a la prostitución o la mendicidad.

¿No vale lo dicho por Jesús para nuestro mundo europeo y español?

            Claro que vale y mucho. ¿Es deseable la facilidad con que hoy se cambia de pareja? ¿Es signo de progresismo o de debilidad? Cuando el 50% de los matrimonios contraídos –por la Iglesia o por lo Civil- se separan, ¿estamos en el buen camino? No y no. Detrás de ello hay mucho drama humano, mucha irresponsabilidad y mucha inmadurez a la hora de establecer una relación esponsal entre varón y mujer. Habría que añadir al dicho de Jesús aquel que procede del Génesis: “abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. “De modo que ya no son dos sino una sola carne”. La práctica del divorcio exprés o la separación y emparejamiento inmediato no es progresismo sino debilidad y vuelta a los tiempos pasados más anacrónicos y retrógrados.                                                
                                                                     
                                                                           JOSÉ MARÍA YAGÜE

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