"Concédenos, oh Dios, la sabiduría del corazón" (Sal 89,12)
La Sabiduría, vestida de blanco y entronizada en el círculo celeste, a la izquierda del icono. El interior del círculo es oscuro, incognoscible, como la esencia divina; el exterior es rojo (ruedas animadas y querubines) y verde-marrón (jerarquías angélicas), signo de las energías no creadas.
Observamos a Salomón en una terraza, desenrollando un texto de los Proverbios que se refiere a la Virgen María. Ella aparece con el Niño en el interior de un círculo, como nueva sede de la Sabiduría.
En respuesta al llamamiento de Salomón, Juan Damasceno, debajo de la Virgen, muestra las palabras del canon del Jueves Santo de Cosme de Mayma.
Abajo, los profetas y los apóstoles servidores de la Sabiduría, distribuyen el vino a quienes tienen sed de ella. Los becerros sacrificados en la parte izquierda son imágenes del sacrificio eucarístico.
La Sabiduría se ha construido una casa, 1548. Icono procedente de Novgorod. |
Observamos a Salomón en una terraza, desenrollando un texto de los Proverbios que se refiere a la Virgen María. Ella aparece con el Niño en el interior de un círculo, como nueva sede de la Sabiduría.
En respuesta al llamamiento de Salomón, Juan Damasceno, debajo de la Virgen, muestra las palabras del canon del Jueves Santo de Cosme de Mayma.
Abajo, los profetas y los apóstoles servidores de la Sabiduría, distribuyen el vino a quienes tienen sed de ella. Los becerros sacrificados en la parte izquierda son imágenes del sacrificio eucarístico.
Soy yo, Señor, Maestro bueno, ese uno al que miras a los
ojos con un amor intenso. Soy yo, lo sé, ese uno al que llamas a un
desprendimiento total de sí mismo. Se trata de un desafío. Así es, también yo
me encuentro cada día ante este drama: el de la posibilidad de rechazar el
amor. Si en ocasiones me encuentro cansado y solo, ¿no será tal vez porque no
sé darte lo que tú me pides? Si en ocasiones estoy triste, ¿no será tal vez
porque tú no eres todo para mí, porque no eres verdaderamente mi único tesoro,
mi gran amor? ¿Cuáles son las riquezas que me impiden seguirte y saborear
contigo y en ti la verdadera sabiduría que da la paz al corazón?
Tú me sales al encuentro cada día por el camino para mirarme
a los ojos, para darme otra oportunidad de responderte de una manera radical y
entrar en tu alegría. Si a mí me parece imposible dar este paso, concédeme la
humilde certeza de creer que tu mano siempre me sostendrá y me guiará hacia
allí, más allá de todo confín, más allá de toda medida, hacia allí donde tú me
esperas para darme nada menos que a ti mismo, único Bien sumo.
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