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miércoles, 17 de octubre de 2012

DE RÉCORDS Y DESAFÍOS


           En la tarde del domingo, en un solo salto, se batieron tres récords. Félix Baurtgartner subió en globo a la estratosfera, se lanzó al vacío en caída libre superando la velocidad del sonido y recorrió la máxima distancia en paracaídas. Estas cosas encantan y entusiasman a nuestra sociedad.

            La competitividad se ha establecido en nuestra cultura. Por eso los deportistas, los científicos, los políticos, los mismos estudiantes se ven sometidos cada día a nuevos retos. Vivimos en la cultura de la Enciclopedia Guinness. Hay que batir records.

            Hay que alcanzar nuevas marcas, sea como sea. Si el cuerpo no da para más, tendrán que venir ayudas, incluso nocivas para el organismo y prohibidas (dopaje). Si se trata de logros espectaculares con los que se pueden obtener buenos resultados económicos por la propaganda, no faltarán “mecenas” que corran con los enormes gastos que los nuevos experimentos suponen, a veces perfectamente inútiles. Tampoco se excluye poner en riesgo la propia vida, si con ello se alcanza la gloria –efímera- de haber batido todas las marcas conocidas.

            No se escatima el sacrificio. Detrás de los éxitos deportivos hay mucho sacrificio, esfuerzo, disciplina, renuncias, dedicación de tiempo para el entrenamiento. Vean, si no, a los ciclistas, tenistas... No puede decirse por tanto, en general, que los jóvenes no son capaces de sacrificio, renuncia o disciplina.

            Ocurre, sin embargo, que esta competitividad y estos desafíos se limitan a ámbitos muy reducidos de la actividad humana: el deporte, el culto al cuerpo, la ciencia y pocos más. Bueno, algunos políticos también se empeñan en aparecer como los mesías de turno para alcanzar cotas de grandeza y singularidad insuperables. Aunque los resultados para la comunidad sean perniciosos.

            Por ello el verdadero desafío, al que hoy se enfrentan nuestra sociedad y la cultura dominante, es de orden moral. No se trata tanto de establecer récords  físicos, deportivos, ni siquiera científicos. Lo que tendría que estar como objetivo primero y por ello como el auténtico reto para nuestro mundo es la consecución de la convivencia en paz, con libertad y justicia.

            Libertad y solidaridad, educación para todos, extirpación del hambre en el mundo, supresión de armamentos (que las espadas se conviertan en arados), valoración personal y social del servicio gratuito y desinteresado a los marginados de la sociedad... he ahí los verdaderos retos que hemos de afrontar.

            Hay referentes. Son los voluntarios en cientos de ONGs, o en la Iglesia: misioneros, médicos, maestros que se van al tercer mundo... He ahí el gran reto: aprender que el ser humano es grande más cuando sirve que cuando es servido. Que el sueño de grandeza no tiene que pasar por ocupar los primeros puestos (como querían los mismísimos discípulos de Jesús), sino por dar la vida por los demás.

                                                                         JOSÉ MARÍA YAGÜE

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