Yo salí de la boca del altísimo y cubrí la tierra como una
niebla. Habité en las alturas, y mi trono fue columna de nube. Sola recorrí el
círculo celeste, y por las profundidades del abismo me paseé. En las olas del
mar, en toda la tierra, en todo el pueblo y nación yo imperé. En todos ellos
busqué el reposo, y en qué territorio instalarme. Entonces me ordenó el creador
de todas las cosas, mi hacedor fijó el lugar de mi habitación, y me dijo: «Pon
tu tienda en Jacob, y en Israel ten tu heredad». Desde el principio y antes de
los siglos me creó, y existiré eternamente. En su santa tienda, en su
presencia, ejercí el ministerio, y así en Sión me instalé. En la ciudad amada
establecí mi residencia, y en Jerusalén tuve la sede de mi imperio. En el
pueblo glorioso eché raíces, en la porción del Señor, en su heredad. Crecí como
el cedro en el Líbano, como el ciprés en las montañas del Hermón. Crecí como
palmera en Engadí, cual brote de rosa en Jericó; como magnífico olivo en la
llanura, crecí como el plátano. Como el cinamomo y el espliego he dado mi
aroma, como mirra escogida exhalé mi perfume; como gálbano, ónix y estacte, y
como perfume de incienso en el tabernáculo. Yo extendí como terebinto mis
ramas, y mis ramas están llenas de gracia y de majestad. Como vid eché hermosos
sarmientos, y mis flores dan frutos de gloria y de riqueza. Venid a mí los que
me deseáis, y saciaos de mis frutos. (Eclesiástico 24,3-15)
Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20121012&cicloactivo=2012&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0
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