«El Señor dijo a Abrán: Sal de tu tierra nativa y de la
casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.» (Gen 12, 1)
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La gente da por sentadas muchas cosas, muchas seguridades,
muchos prejuicios: los jóvenes son superficiales; los cristianos son de derechas;
los justos son de izquierdas; los viejos se quejan; los pobres son buenos; los
creyentes son ingenuos o necios; los políticos son malos y corruptos; los curas
tienen panza, y viven como Dios; las monjas son monjitas; los científicos son
ateos; los guapos son tontos… suma y sigue. ¿No hace falta, alguna vez,
zarandear tantas estupideces, tantas afirmaciones que no tienen otro fundamento
que el vacío, y mirar, con audacia y valentía, el mundo de otra manera…?
¿Por qué no intentar mirar a tu mundo y a tu gente, por un
día, sin dar demasiadas cosas por sentado?
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