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miércoles, 16 de octubre de 2013

DOMUND

             No sé exactamente cuándo fue instituida esta Jornada conocida como DOMUND. Sí sé que hace muchísimos años. Allá por los años cincuenta del siglo pasado, los colegiales salíamos con aquellas huchas de barro, cabezas de indios con plumas, negritos, indígenas latinos, etc. a hacer la única cuestación anual que se estilaba por aquellos tiempos. Hoy han proliferado los días en los que se ponen mesas en las calles y jóvenes, señoras y toda clase de voluntarios te ponen la banderita a cambio de una ayuda. Sin duda, aquel entusiasmo misional que nos infundían “in illo tempore” tenía mucho de folklórico, de ideal, de sueño. Lo poco que sabíamos de las misiones era a través de algunos misioneros religiosos que escribían a sus familiares o colegas de su congregación religiosa y que éstos nos leían a veces durante la misa o en las clases. También, por supuesto, gracias a los divertidos escritos del P. Llorente desde Alaska.

            Gracias a esto surgía en muchos de nosotros un deseo de “ir a misiones”, de ser misioneros, bien sea viajando a esos territorios exóticos o bien desde aquí apoyando con la oración, la ayuda económica u otro tipo de colaboración con los misioneros de avanzada. Hubo unos años, allá por las décadas de los 60 y 70 en que sólo de Salamanca estábamos por Latinoamérica alrededor de 30 sacerdotes.

            Han cambiado mucho los tiempos. Sabemos que hoy la misión “ad gentes”, es decir, a los gentiles, a los ateos, a los paganos no está sólo en aquellos territorios lejanos, de impenetrables selvas o nevados permanentes. Sabemos que la increencia está a nuestro lado y afecta a los vecinos, a los compañeros de trabajo, a los propios familiares. Por otra parte, la otrora abundancia de clero permitía enviar buenos porcentajes de curas y religiosos a “las misiones” sin que la pastoral de la propia casa se resintiera en absoluto. Pero el problema no está en eso. Lo que hay que preguntarse en estos tiempos, en los DOMUNDs hodiernos, es si verdaderamente los cristianos tenemos espíritu misionero. Es decir, si mantenemos la urgencia de compartir nuestra fe. Porque si no compartimos la fe, si no nos urge la evangelización, la pregunta es si nosotros mismos, es decir, religiosos/as, sacerdotes, laicos/as comprometidos mantenemos viva la fe o también estamos claudicando ante el avance de la laicización y la mundanización no sólo del mundo sino también de la Iglesia.


            De ahí la permanente llamada del papa Francisco a salir. Salir a las periferias, salir de templos y despachos parroquiales, en el fondo salir de nosotros mismos para encontrarnos con los hombres y mujeres para compartir la fe. En la misma línea va lo de los pastores con olor a oveja. Dentro o fuera, lejos o cerca, la urgencia hoy es salir como salió María tras la encarnación para convertirse en Ntra. Sra. de la Visitación. Quien es visitado por el Señor se convierte necesariamente en visitador para anunciar que la vida, la alegría y la paz sólo dimanan del Señor de la vida, de la alegría y de la paz. Y éste no es ni el dinero, ni el éxito, ni el prestigio o la fama, idolillos para andar o arrastrarse por casa. Ese Señor no es sino Jesucristo, el Crucificado y el Exaltado.

                                                                         José María Yagüe

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