Vistas de página en total

Buscar este blog

martes, 1 de octubre de 2013

AUMENTANOS LA FE

            Cordiales saludos a mis lectores desde mi casita –provisional- en la esquina de Moreras y Begonias. Ya de vuelta a España tras seis semanas en las selvas amazónicas, con mucho calor y no poco trabajo, vaya mi gratitud a esos poquitos perseverantes en el seguimiento de estas reflexiones semanales. Con el deseo de que los pensamientos de este viejito –me he convencido por aquellas tierras de que lo soy- sean útiles para el espíritu y aporten sosiego, serenidad, paz y gozo en el Espíritu.

            Ese Espíritu que Dios nos ha dado y que se nos invita a reavivar en nuestro interior en la próxima segunda lectura dominical. Por cierto, Espíritu no de cobardía, sino de energía, amor y buen juicio para perseverar en los duros trabajos del Evangelio. Cierto que ese Espíritu sólo se percibe y se recibe en la fe. Aquella fe que los mismísimos discípulos pedían a Jesús: “Señor, auméntanos la fe”.

            Al reincorporarme a las tareas ordinarias de la pastoral en mis dos parroquias rurales (no sé aún cómo será mi colaboración en la Ciudad, tras haber cesado como Vicario Parroquial de San Mateo), yo me pregunto cómo es mi fe. Y veo necesario para cuantos nos llamamos creyentes, que nos detengamos a examinar esto mismo: ¿cómo anda nuestra fe?  ¿Es la que presta fundamento, dirección, solidez y apoyo a mi sentir y a mi quehacer? ¿O está arrinconada ahí, en la mente, como puro asentimiento a verdades que no ofrecen orientación a mi vida?

            ¿Cuántos de nosotros somos capaces de arrodillarnos cada noche ante Dios para decirle con el corazón y de verdad aquellas palabras del Evangelio: “soy un pobre siervo y he hecho lo que tenía que hacer”?

            Sin quejas egoístas, sin lamentos por los fallos propios y de los demás, dispuestos a despertar a un nuevo día que Dios nos dispensará para realizar algún bien y deshacer algún mal, ahorrándoles disgustos a los que nos rodean.  Sin grandes pretensiones, como nos enseña el Salmo 131: “no pretendo grandezas que superan mi capacidad”. Pero con la enorme libertad de quien se sabe puesto en la vida para recorrer un camino, el que nos traza la fe, único, personal e intransferible, de servicio y de bondad.


                                                        JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO

No hay comentarios:

Publicar un comentario