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sábado, 5 de octubre de 2013

27 DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

"¡Creo, ayuda a mi poca fe!"  (Mc 9,24)



Señor, eres un amigo difícil. Nos pides una fe plena, total, absoluta, en ti, en el misterio de tu persona, y después te escondes o nos llevas por caminos en los que parece imposible reconocer las huellas de tus pasos. El mal del mundo nos atormenta y nos inquieta; ese silencio tuyo tan frecuente nos resulta aún más pesado, pues no es fácil creer que un Dios bueno vela por nosotros.
Abre los ojos de nuestro corazón, para que te veamos presente en nuestra vida y en la historia de cada hombre. Concédenos, sobre todo, la capacidad de abandonarnos a ti como niños confiados que no te plantean preguntas, sino que se están quietos en su sitio, seguros de que tú sabes el porqué de nuestro dolor y no te diviertes sometiéndonos a pruebas, sino que, si nos induces a socorrernos, es a fin de prepararnos para una alegría mayor.
  


El Señor nos invita a ir a la fiesta, cuyo tiempo -nos dice- está siempre dispuesto. ¿Cuál es esa fiesta? La fiesta más elevada, la más verdadera; es la fiesta de la vida eterna, es decir, la eterna bienaventuranza, donde se da de verdad la presencia de Dios. Ésta no puede tener lugar aquí abajo, aunque la fiesta que podemos celebrar ya aquí es un anticipo de aquélla. Éste es el tiempo de buscar a Dios y tener su presencia como punto de mira en todas nuestras obras. Muchas personas quieren pregustar semejante gran fiesta y se lamentan de que no se les conceda. Y si no encuentran ninguna fiesta en su corazón cuando oran, ni sienten la presencia de Dios, eso les aflige, y lo hacen cada vez menos y de mala gana. El hombre no debe proceder nunca así; no debemos descuidar nunca ninguna obra, porque Dios está presente, aunque no lo notemos: ha venido de manera secreta a la fiesta. Donde está Dios, está la fiesta de verdad; Dios no puede dejar de estar presente allí donde, con una intención pura, se busca sólo a él; aunque esté de una manera escondida, allí está siempre. El tiempo en el que quiera y deba revelarse y mostrarse de una manera abierta es un asunto que debemos dejar en sus manos. Pero no hay duda de que está presente allí donde le buscan; por consiguiente, no hemos de realizar ninguna acción buena de mala gana, porque Dios está ahí, aunque todavía esté escondido para ti.
Éste es el fundamento: amar a Dios con un corazón íntegro y puro y nada más, y amarnos con una caridad fraterna los unos a los otros como a nosotros mismos; tener un espíritu humilde y sometido a Dios y unas relaciones amables con los hermanos; despojarnos de nosotros mismos, de modo que Dios pueda poseer libremente nuestro corazón, en el que ha grabado su imagen divina, y morar en el lugar donde está toda su gloria.
                    
                                                                                Taulero


Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20131006&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0

Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=Qin9X5BdgvY&feature=c4-overview&list=UUUpxM9aeGr1dAVvlSX9VFdQ




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