Malos vientos corren en España para los políticos. Cada día
están más desprestigiados. Entre muchos jóvenes el nivel de rechazo es muy
alto. No pueden entender, con razón, que en medio de los recortes y las
dificultades para todos, ellos sigan instalados en sus privilegios y burbujas
de cristal. Como si no les importase el sufrimiento de quienes padecen la
crisis que ellos mismos gestionaron muy mal, cuando no están en su raíz. Este
rechazo de muchos es transversal, sin colores ni partidos. “Los políticos son
los culpables de lo que nos pasa” y punto.
Claro que
esta apreciación es injusta. No se debe meter a todos los políticos en el mismo
saco. Pero tiene su explicación. No se ve que los partidos se impliquen en los
recortes de asesores, de sueldos, de dietas y otros privilegios... Por tanto,
lo que se impone antes que ninguna otra reforma es la de la Administración
Pública. No importa tanto el volumen de lo que con ello se
pueda ahorrar –aunque también- cuanto el ejemplo que los cargos públicos tienen que dar a los
ciudadanos. Por ahí deberían haber empezado y todos nos hubiésemos unidos de
mejor grado a las necesarias reformas. Porque lo evidente es que no podíamos
seguir con el despilfarro y el déficit consiguiente de los penúltimos años.
Somos más pobres de lo que nos creíamos.
Con este
panorama político, viene a ser como un contrasentido celebrar una fiesta
cristiana dando a Jesucristo el título de Rey. Por eso hay que precisar de
inmediato lo que este título significa en el Evangelio y en la celebración
actual.
Se le llama
Rey a Cristo justamente cuando está siendo juzgado como reo, a la vez es que despreciado
y objeto de las burlas de soldados y espectadores. Y figura el mismo título en
el patíbulo más ignominioso, en lo alto de la Cruz.
El mensaje
es claro y está al alcance de quien quiera entenderlo. Jesús es rey porque vive
en la verdad y da testimonio de la verdad. No necesita de máscaras, como los
tramposos, ni de la fuerza armada para imponer la injusticia como los
opresores. Por eso dice que su Reino no es como los de este mundo. El resultado
es que en el juicio de Jesús, aunque sea condenado a muerte, el vencedor es él
y Pilato el derrotado.
Y es que,
mirada la historia y la vida de cada uno en particular, los títulos y honores
no están hechos para el presente sino para la eternidad. ¿Nos atreveremos a
entenderlo y vivir en consecuencia?
En la
práctica, el llamar a Jesucristo Rey y decir que él instaura un nuevo Reino en
la tierra significa no sólo quejarse, protestar y desmarcarse de los políticos
corruptos y de una política que no es eficaz porque tampoco es ejemplar. Es
mucho más: es instaurar en sí mismo una forma de vida que enraíza en la verdad,
crece en la sobriedad y el trabajo honesto, y fructifica en compartir los
dolores y necesidades de los que más sufren. Quien sólo aspira a “vivir su
propia vida” no tiene derecho a protestar ni a criticar a nadie, ni siquiera a
los políticos.
Jose María Yagüe
No hay comentarios:
Publicar un comentario