Una convicción indestructible sostiene desde sus inicios la
fe de los seguidores de Jesús: alentada por Dios, la historia humana se
encamina hacia su liberación definitiva. Las contradicciones insoportables del
ser humano y los horrores que se cometen en todas las épocas no han de destruir
nuestra esperanza.
Este mundo que nos sostiene no es definitivo. Un día la
creación entera dará “signos” de que ha llegado a su final para dar paso a una
vida nueva y liberada que ninguno de nosotros puede imaginar ni comprender.
Los evangelios recogen el recuerdo de una reflexión de Jesús
sobre este final de los tiempos. Paradójicamente, su atención no se concentra
en los “acontecimientos cósmicos” que se puedan producir en aquel momento. Su
principal objetivo es proponer a sus seguidores un estilo de vivir con lucidez
ante ese horizonte.
El final de la historia no es el caos, la destrucción de la
vida, la muerte total. Lentamente, en medio de luces y tinieblas, escuchando
las llamadas de nuestro corazón o desoyendo lo mejor que hay en nosotros, vamos
caminando hacia el misterio último de la realidad que los creyentes llamamos
“Dios”.
No hemos de vivir atrapados por el miedo o la ansiedad. El
“último día” no es un día de ira y de venganza, sino de liberación. Lucas
resume el pensamiento de Jesús con estas palabras admirables: “Levantaos,
alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”. Solo entonces conoceremos de
verdad cómo ama Dios al mundo.
Hemos de reavivar nuestra confianza, levantar el ánimo y
despertar la esperanza. Un día los poderes financieros se hundirán. La insensatez
de los poderosos se acabará. Las víctimas de tantas guerras, crímenes y
genocidios conocerán la vida. Nuestros esfuerzos por un mundo más humano no se
perderán para siempre.
Jesús se esfuerza por sacudir las conciencias de sus
seguidores. “Tened cuidado: que no se os embote la mente”. No viváis como
imbéciles. No os dejéis arrastrar por la frivolidad y los excesos. Mantened
viva la indignación. “Estad siempre despiertos”. No os relajéis. Vivid con
lucidez y responsabilidad. No os canséis. Mantened siempre la tensión.
¿Cómo estamos viviendo estos tiempos difíciles para casi
todos, angustiosos para muchos, y crueles para quienes se hunden en la
impotencia? ¿Estamos despiertos? ¿Vivimos dormidos? Desde las comunidades
cristianas hemos de alentar la indignación y la esperanza. Y solo hay un
camino: estar junto a los que se están quedando sin nada, hundidos en la
desesperanza, la rabia y la humillación.
De Eclesalia.net
No hay comentarios:
Publicar un comentario