Se ha intensificado en la última semana la llegada de
pateras a las costas españolas, un sueño por una vida mejor que, en más de 20
casos, se ha convertido en tragedia. Hechos que vienen a recordar que no
debemos olvidar a nuestros hermanos del Sur, que sufren de tal modo que
arriesgan su vida y la de sus hijos por un futuro.
Por muy mal que estemos nosotros, en crisis, ellos
siempre están peor; aquí no hay guerra ni hay, en líneas generales, hambre. Es
una de las tareas de la Iglesia dar voz a los últimos y reclamar para
ellos dignidad. Así lo ha entendido la Diócesis de Cádiz, que acaba de reclamar
a los gobernantes esfuerzos para reorientar el flujo migratorio por cauces de
dignidad y que se fomente el desarrollo de los pueblos del Sur.
De Vida Nueva
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