La
megalomanía es delirio o locura de grandeza, dice el diccionario de la
RAE. Pero se entiende mejor lo que es cuando
se ve encarnada en algunos de los personajes, por ejemplo de nuestra escena
política.
No importa que sean altos o bajos,
inteligentes o necios. Ese delirio discurre por otros cauces. El megalómano
confunde sus deseos con la realidad. Por eso la realidad –o las urnas- le suele
dar batacazos. Es, de todos modos, lo mejor que les puede pasar a estos
personajes, a sus proyectos y a sus víctimas. Porque Dios nos libre de sus
éxitos. El mejor ejemplo de un megalómano de éxito fue Hitler.
Todos tenemos algo de megalómanos.
Lo somos cuando queremos construir nuestro futuro y el de quienes nos rodean a
nuestra medida y con nuestros medios. Si algo está claro es que el futuro no
nos pertenece. Sólo le pertenece a Dios. Sólo contribuiremos a edificarlo
sabiamente si lo esperáramos como don y ofrecemos nuestra respuesta en la
dirección que ese don nos marca.
Esperamos una Persona. La del Hijo
de Dios que se hace uno de nosotros y nos muestra un camino. Eso en medio de
tribulaciones y calamidades hasta el punto de que “los hombres quedarán sin
aliento y la ansiedad ante lo que se viene encima”.
Hoy llamamos crisis a esas
calamidades. No nos amilanamos. Al contrario, hay que levantar la cabeza. Y
convertir la crisis en oportunidad. Como decía Albert Einstein:
¨No pretendamos que las cosas
cambien, si siempre hacemos lo mismo. La crisis es la mejor bendición que puede
sucederle a personas y países, porque la crisis trae progresos. La creatividad
nace de la angustia, como el día nace de la noche oscura. Es en la crisis donde
nacen la inventiva, los descubrimientos y las grandes estrategias.
Quien supera la crisis, se
supera a sí mismo sin quedar ´superado´.
Quien atribuye a la crisis
sus fracasos y penurias, violenta su propio talento y respeta más los problemas
que las soluciones. La verdadera crisis, es la crisis de la incompetencia.
El inconveniente de las personas y los países es la pereza para encontrar las
salidas y soluciones.
Sin crisis no hay desafíos, sin
desafíos la vida es una rutina, una lenta agonía. Sin crisis no hay méritos. Es
en la crisis donde aflora lo mejor de cada uno, porque sin crisis todo viento
es caricia. Hablar de crisis es promoverla, y callar en la crisis es exaltar el
conformismo.¨
Hay que mantener la mente despierta. “No se os embote la mente con el vicio, la
bebida o los agobios de la vida”. ¡Cuántos ídolos embotan nuestras mentes! “Cuando todo esto suceda, levantaos, alzad
la cabeza, se acerca vuestra liberación”.
Finalmente, creamos en la esperanza. Avivémosla. Adviento significa venida. Viene, ya está ahí
el Salvador. El que nos arranca de
nuestras servidumbres. Esto exige mantenerse en pie. Para escuchar y responder,
para acoger y ponerse en camino ya.
José María Yagüe
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