"Mis planes no son como vuestros planes" (Is 55,8)
Es sugestivo el oráculo de Isaías, ya que nos ayuda a ver el
mundo y la vida según la perspectiva de Dios, desde el "cielo". Y es
sorprendente la enseñanza de la Palabra del Evangelio, porque en Jesucristo lo
anunciado por Isaías alcanza su plenitud y su sentido pleno, encuentra su
realización. En Jesús tenemos al Dios-con-nosotros, Dios cercano para siempre,
viaducto entre el cielo y la tierra. En Jesús tenemos "hecho hombre" (Col 2,9) y "en su condición de hombre" (Flp 2,7) el pensamiento de Dios
y, a su vez, el camino para encontrarlo.
La parábola de Mateo nos adentra en el misterio del Reino de
Dios, en el pensamiento de Cristo, en el corazón del Padre, desvelándonos el
secreto. Es, para todos, una fuerte invitación a cambiar de mentalidad, a pasar
de la lógica del mérito, de quien vive de pretensiones y no reconoce ni admite
regalos, al mundo de la gratuidad, que es la raíz del amor y el secreto del
Reino de Dios. Al inicio de la historia de cada uno hay un don: la llamada a
ser y a trabajar en la viña. La vida es el regalo precioso del tiempo para
vivir y trabajar en la viña. Al final del día tendrá lugar la recompensa, que
no será para nadie el fruto de sus propios méritos o esfuerzos, sino un regalo
divino e inmerecido. Aquello que es profundamente nuestro —"lo
tuyo"— es la llamada de Dios a participar en su vida y en su obra, la
posibilidad de trabajar y fatigarnos, de gastar la vida por él. Infeliz,
murmurador y envidioso es quien no reconoce el regalo.
Quien se siente acreedor, con derechos ante Dios y la vida,
porque piensa que ya ha hecho demasiado, considera todo lo gratuito como un
robo, como una amenaza a la presunta justicia. Sin embargo, descubrir que somos
amados gratuitamente es empezar a responder desde esa hora a la llamada de
Dios; descubrir que todo es don —la viña, el vino, el trabajo, la fatiga...— es
el modo de estar en la Iglesia buscando el Reino de Dios.
Pablo nos muestra que es posible y hermoso vivir así:
responder a la llamada, esforzarse en su viña y esperar de sus manos la
recompensa del modo que quiera y el día que quiera. Solo quien vive así puede
decir: "Para mí la vida es Cristo".
¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Tu estabas dentro de mi,
y yo afuera,
y Así por fuera te buscaba;
tu estabas conmigo,
mas yo no estaba contigo.
Me llamaste y clamaste,
y quebrantaste mi sordera;
brillaste y resplandeciste,
y curaste mi ceguera;
exhalaste tu perfume
y lo aspire,
y ahora te anhelo;
gusté de ti
y ahora siento hambre y sed de ti;
me tocaste
y deseé con ansia la paz que precede de ti.
Agustín de Hipona, Confesiones.
Tú vete en siendo llamado. Se te llama a la hora de sexta;
ven. El amo también te ha ofrecido un denario si vienes a la undécima, pero que
vivas hasta la hora undécima, eso nadie te lo ha prometido. No digo hasta la
undécima, sino hasta la séptima. ¿Por qué, cierto del salario, mas incierto
del día, haces esperar a quien te llama? Mira, no te quedes, por tu dilación,
sin la prometida retribución
Agustín de Hipona,
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