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jueves, 28 de agosto de 2014

DOMINGO 22 DEL TIEMPO ORDINARIO

"Dame, Señor, los mismos sentimientos de Cristo Jesús"  (Flp 2,5a)

Cristo. El Greco

Tomad, Señor y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento, toda mi voluntad,
todo mi haber y poseer
Vos me lo disteis, a vos, Señor, lo torno.
Todo es vuestro, disponed a toda vuestra voluntad.
Dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
                                             
                                                     Ignacio de Loyola


Hijo, no puedes poseer libertad perfecta si no te niegas del todo a ti mismo.
En prisiones están todos los ricos y amadores de si mismos, los codiciosos, ociosos y vagabundos, y los que buscan siempre las cosas de gusto y no las de Jesucristo, sino que antes componen e inventan muchas veces lo que no ha de durar.
Porque todo lo que no procede de Dios perecerá.
Imprime en tu alma esta breve y perfectísima máxima: Déjalo todo, y lo hallarás todo; deja tu apetito, y hallarás sosiego.
Reflexiona bien esto y, cuando lo cumplieres, lo entenderás todo.
Señor, no es ésta obra de un día, ni juego de niños; antes en tan breve sentencia se encierra toda la perfección religiosa.
Hijo, no debes volver atrás, ni decaer presto en oyendo el camino de los perfectos; antes debes esforzarte para cosas mas altas o, a lo menos, aspirar a ellas con deseo.
¡Ojalá hubieses llegado a tanto que no fueses amador de ti mismo y estuvieses dispuesto puramente a mi voluntad y a la del superior que te he dado! Entonces me agradarías sobremanera y toda tu vida correría gozosa y pacífica.
Aún tienes mucho que dejar; que si no lo renuncias enteramente, no alcanzarás lo que me pides (Tomás de Kempis, Imitación de Cristo, III, 32,1-3).



"Aprende a despreciar las cosas exteriores y dirigirte a las interiores y verás venir el Reino de Dios a ti" (Imitación de Cristo, 2,1).  Se trata de separarse, y con fuerza, de esa exterioridad en que queda aprisionada y reducida la vida del hombre, para volverse y renovar el interior, eso interioridad que caracteriza al hombre. El logro de una conquista semejante requiere distanciamiento de las cosas exteriores, yo que mientras estés ocupado en ellas no puedes pensar en ti: Cristo vendrá a ti si le has reparado en tu interior una digna vivienda; por eso el autor de la Imitación te sugiere insistentemente: hazle sitio en tu interior a Cristo y niégale la entrada a todo lo demás. ¿Cuántos desapegos no están incluidos en "todo lo demás"?
Desapego de las cosas, de todas las cosas a las que a veces se apega nuestro corazón inadvertidamente y que nos impiden adherirnos totalmente a Cristo; desapego de los lugares a los que fácilmente el corazón se vincula bajo la apariencia de bien; desapego de las personas, en el sentido de que los afectos no obstaculicen el triunfo de Cristo en nosotros ni se lo impidan a los demás...
 (G. Luzzanti, Il Regno di Dio é in mezzo o noi, I, Milán, 1976, Wss).


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