"Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" (Mt
16,16).
El Salvador, Maestro bondadoso. Rusia, siglo XVI |
El reconocimiento de Simon Pedro de la verdadera identidad
de Cristo señala el momento culminante de la experiencia de los apóstoles y de
la Iglesia, que tiene en Cristo su fundamento. Pedro, según el texto del cuarto
evangelio (6,69), "cree y conoce" que Jesús de Nazaret es "es el
santo de Dios", el consagrado por excelencia, el Mesías—Cristo. Las
consecuencias de tal reconocimiento han marcado una historia bimilenaria y
todavía activa. Sobre todo, subraya que reconocer a Cristo es fruto de la revelación
del Padre acogida con Espíritu de fe (¡creído y conocido!). En segundo lugar,
un acto semejante es, a su vez, fuente de aquella bienaventuranza que le
concede al testimonio cristiano empuje y alegría. En tercer lugar es sobre la
roca de Pedro y los apóstoles donde tiene el fundamento la comunidad de Jesús,
el nuevo y universal pueblo de Dios. Contra él resultaran impotentes las
fuerzas de la muerte ("las puertas del infierno", en el lenguaje
bíblico). Pedro y los apóstoles (cf Mt 18,18) ejercen el poder de Cristo (cf Ap
1,18), la triple tarea de gobernar ("atar" y "desatar"), santificar y enseñar. El estupor de Pablo ante los
designios divinos bien puede equipararse al episodio evangélico de la
investidura de Pedro y la constitución de la Iglesia como una comunidad
cimentada sobre la roca de la fe y -lo recuerda Juan al final del evangelio-
del amor.
Concédele a tu Iglesia, Señor,
que no alimente actitudes soberbias,
sino servicios humildes, agradables a ti.
Que desdeñe el mal
y practique cuanto es recto
con amor y plena libertad
(oración fijada por la antigua liturgia romana para el 15 de
junio, en memoria de los mártires).
Como sabéis, el Señor Jesús eligió antes de su pasión a sus
discípulos, a quienes llamó apóstoles. Entre ellos solo Pedro ha merecido
personificar a toda la Iglesia casi por doquier. En atención a esa
personificación de toda la Iglesia que solo él representaba, mereció escuchar:
¡Te daré las llaves del Reino de los Cielos!. Estas llaves no las recibió un
solo hombre, sino la unidad de la Iglesia. Por este motivo se proclama la
excelencia de Pedro, porque era figura de la universalidad y unidad de la misma
Iglesia cuando se le dijo: Te daré, lo que en realidad se daba a todos. Para
que veáis que es la Iglesia la que recibió las llaves del Reino de los Cielos,
escuchad lo que en otro lugar dice el Señor a todos sus apóstoles: "Recibid el Espíritu Santo". Y a continuación: "A quien perdonéis
los pecados les quedarán perdonados, y a quienes se los retengáis les serán
retenidos". Esto se refiere al poder de las llaves, del que se dijo: "Lo
que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo, y lo que atéis en la
tierra será atado en el cielo". Pero lo de antes se dijo solo a Pedro. Para ver
que Pedro personificaba entonces a toda la Iglesia, escucha lo que se le dice a
él, y en él a todos los santos fieles: "...lo que atéis en la tierra
quedará atado también en el cielo, y lo que desatéis en la tierra será desatado
también en el cielo". La paloma ata, la paloma desata. Ata y desata el edificio
levantado sobre la piedra. Teman los atados, teman los desatados
Agustín de
Hipona
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