Ciertos
títulos de Jesús suenan extraños. ¿Qué tiene que ver Jesús de Nazaret, el
nacido en un pesebre y muerto en una Cruz, el aldeano de Nazaret e itinerante
sin casa fija –como los que viven hoy en la calle- con un rey de los antiguos o
de los nuevos? Sin
embargo, Jesús se proclama Rey ante Pilato. Y en la Cruz , aparece la inscripción:
Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. Precisamente aquí está la clave para
entender este título aplicado a Jesús. Jesús recibe este título sólo y exclusivamente
en el contexto de la Pasión
y de su Muerte. Queda claro
para quien quiere entenderlo, que por
cierto no son muchos. No lo han entendido, desde luego, muchos papas,
obispos y párrocos en la historia de la Iglesia. Muchos antes y
bastantes todavía ahora –muy cercanos a nosotros en el espacio y en el tiempo-
parece que siguen entendiendo la autoridad de Jesucristo, y la de él derivada
que es la de la Iglesia ,
como ejercicio de un poder terreno, como “la de los jefes de los pueblos que
los dominan y tiranizan”. Hay
ciertamente cambios y muy relevantes. Es palmario que el papa Francisco ha
cambiado en poco tiempo la imagen de la autoridad en la Iglesia. No sabemos hasta donde
puede llegar y cuáles serán los resultados. De momento asistimos a la realidad
de un papa que calza, se mueve y vive como uno más. Y que se acerca a la gente,
como Jesús.
Casualmente,
en esta semana anterior a la fiesta de Cristo Rey, se reúnen los obispos
españoles para elegir nuevo Secretario de la Conferencia
Episcopal. Y seguramente cambiarán impresiones sobre la
elección que deberán realizar en marzo del nuevo Presidente. Esperamos que el
estilo papal de Francisco gravite sobre las cabezas de nuestros obispos, que
terminen con los politiqueos que les acompañaron en otras elecciones y que
busquen los servidores de esos ministerios entre los dispuestos a ejercerlos
evangélicamente, con el estilo y según el modelo que el mismo Papa al que tanto
citan (o quizá ya menos que a papas anteriores) les propone.
Esto vale
también para los sacerdotes, sobre todo los párrocos, que dirigen comunidades.
No puede hoy entenderse ningún ministerio eclesial que no evoque al Cristo que
reina desde la Cruz. No
puede tener otro sentido lo que nos enseña la liturgia de la fiesta de Cristo Rey:
en el Evangelio del día se proclama la Crucifixión de Cristo. Y desde aquella Cruz,
acogiendo al pecador y ofreciéndole su misericordia. Es
justamente la receta que acaba de ofrecer el Papa al mundo de hoy: un
medicamento nuevo llamado misericordina. ¿Pueden tener otro remedio los males
de este mundo? Esperamos que, al final del año de la fe y ante el próximo
Adviento, todos tratemos de entender y practicar lo que significa Cristo Rey
clavado en la Cruz.
JOSÉ MARÍA YAGÜE CUADRADO
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