Así
comienza una de las lecturas que la misa del domingo próximo nos ofrece, al
comenzar un nuevo año litúrgico. Con este domingo comenzamos los
cristianos a prepararnos espiritualmente
para la gran fiesta de la Navidad. Ya sabemos que hay otras preparaciones más
publicitadas, más callejeras, más comerciales. Por supuesto, se trata de otra
concepción de la Navidad. Lo que se ha dado en llamar la navidad del Corte
Inglés,o la navidad sin niño. Son navidades que necesariamente hay que escribir
con minúscula, aunque sean mucho más caras y sonadas.
En realidad
la Navidad (Nacimiento de Jesús) fue muy poco sonada. Apenas se enteraron, de
entrada, sus padres y unos pocos pastores. Resulta que luego, con el correr de
los años y los siglos, esa Navidad perdura y hasta da pie –quiérase o no- para
que se celebren esas otras navidades. Quizá el Niño sonría y se alegre en
cuanto perciba que, en efecto, los hombres gozan de un momento mayor de
felicidad y hasta crece un poco la solidaridad, con motivo de su Navidad.
Aunque muchos ni se acuerden de él. Y, tal y como van las cosas, incluso es
posible que algunos ni sepan por qué se celebra la navidad ni por qué estas
fiestas se llaman así.
Sin
embargo, no conviene conformarse. Vivimos tiempos demasiado interesantes y
cruciales como para que dejemos pasar las oportunidades para aprender a ser más
humanos, más solidarios, menos distraídos y superficiales. Y si es posible, más
religiosos y más cristianos. Sin Dios, es imposible la esperanza. A eso nos
invita este primer domingo de Adviento: “daos cuenta del momento en que vivís”.
O también, “estad preparados”, “estad en vela”. Se nos pide a todos un esfuerzo
de reflexión, de oración si somos creyentes, de inconformismo con las rutinas y
los hábitos que no nos hacen mejores, sino que, por el contrario, nos
deshumanizan.
El Sr. Amin
Maalouf decía en 2010 al recibir su premio Príncipe de Asturias de las Letras:
“La nuestra es una época descarriada. Si nos descuidamos, este siglo recién
empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a
la ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda.
Pero será también un siglo de retroceso ético. Se recrudecen las afirmaciones identitarias, violentas en
muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógradas; se debilita la
solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle el sueño
europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva
frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción... Abundan los síntomas. Ante este retroceso incipiente, no tenemos derecho a
resignarnos ni a cederle el paso a la desesperación”.
¿Cómo no
ceder a la desesperación y dar paso a la esperanza? En un lenguaje más cercano,
más nuestro, tendríamos que decir con Santa Teresa: No corren tiempos para hablar
de Dios sobre negocios sin importancia. Y tampoco, añado yo, para dormirnos y
hacer imposible la esperanza. Levantad la cabeza. Mirad. Escuchad, Caminad. Y,
cuanto más podáis, AMAD.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
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