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martes, 26 de noviembre de 2013

DAOS CUENTA DEL MOMENTO EN QUE VIVÍS

            Así comienza una de las lecturas que la misa del domingo próximo nos ofrece, al comenzar un nuevo año litúrgico. Con este domingo comenzamos los cristianos  a prepararnos espiritualmente para la gran fiesta de la Navidad. Ya sabemos que hay otras preparaciones más publicitadas, más callejeras, más comerciales. Por supuesto, se trata de otra concepción de la Navidad. Lo que se ha dado en llamar la navidad del Corte Inglés,o la navidad sin niño. Son navidades que necesariamente hay que escribir con minúscula, aunque sean mucho más caras y sonadas.

            En realidad la Navidad (Nacimiento de Jesús) fue muy poco sonada. Apenas se enteraron, de entrada, sus padres y unos pocos pastores. Resulta que luego, con el correr de los años y los siglos, esa Navidad perdura y hasta da pie –quiérase o no- para que se celebren esas otras navidades. Quizá el Niño sonría y se alegre en cuanto perciba que, en efecto, los hombres gozan de un momento mayor de felicidad y hasta crece un poco la solidaridad, con motivo de su Navidad. Aunque muchos ni se acuerden de él. Y, tal y como van las cosas, incluso es posible que algunos ni sepan por qué se celebra la navidad ni por qué estas fiestas se llaman así.

            Sin embargo, no conviene conformarse. Vivimos tiempos demasiado interesantes y cruciales como para que dejemos pasar las oportunidades para aprender a ser más humanos, más solidarios, menos distraídos y superficiales. Y si es posible, más religiosos y más cristianos. Sin Dios, es imposible la esperanza.  A eso nos invita este primer domingo de Adviento: “daos cuenta del momento en que vivís”. O también, “estad preparados”, “estad en vela”. Se nos pide a todos un esfuerzo de reflexión, de oración si somos creyentes, de inconformismo con las rutinas y los hábitos que no nos hacen mejores, sino que, por el contrario, nos deshumanizan.

            El Sr. Amin Maalouf decía en 2010 al recibir su premio Príncipe de Asturias de las Letras: “La nuestra es una época descarriada. Si nos descuidamos, este siglo recién empezado será un siglo de retroceso ético; lo digo con pena, pero no lo digo a la ligera. Será un siglo de progresos científicos y tecnológicos, no cabe duda. Pero será también un siglo de retroceso ético. Se recrudecen las afirmaciones identitarias, violentas en muchísimas ocasiones y, en muchísimas ocasiones, retrógradas; se debilita la solidaridad entre naciones y dentro de las naciones; pierde fuelle el sueño europeo; se erosionan los valores democráticos; se recurre con excesiva frecuencia a las operaciones militares y a los estados de excepción... Abundan los síntomas. Ante este retroceso incipiente, no tenemos derecho a resignarnos ni a cederle el paso a la desesperación”.  

            ¿Cómo no ceder a la desesperación y dar paso a la esperanza? En un lenguaje más cercano, más nuestro, tendríamos que decir con Santa Teresa: No corren tiempos para hablar de Dios sobre negocios sin importancia. Y tampoco, añado yo, para dormirnos y hacer imposible la esperanza. Levantad la cabeza. Mirad. Escuchad, Caminad. Y, cuanto más podáis, AMAD.


                                                                               JOSÉ MARÍA YAGÜE

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