Esta
noticia puede ser leída en cualquiera de los periódicos de esta fecha. Jesús
había pronosticado: “se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá
grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también
espantos y grandes signos en el cielo...”.
Son las mismas
cosas, dicho con lenguajes distintos según la época. Nuestro mundo no se libra
del mal. Cuando éste arrecia, es frecuente esperar la solución de mesías
salvadores. También Jesús contaba con ello: “cuidado con que nadie os engañe.
Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “el
momento está cerca”; no vayáis tras ellos”. La
invitación del Señor para los tiempos calamitosos por catástrofes naturales,
cambios sociales vertiginosos y desconcertantes, crisis económicas o cualquiera
otra tragedia, es “no tengáis pánico”. Como también: no os dejéis engañar. Las
soluciones inmediatas y fáciles, sean de signo violento o prodigioso, no
resuelven los problemas.
Entonces,
¿qué queda? La propuesta evangélica ofrece dos caminos complementarios: la
confianza y la resistencia. La confianza de saber que nada ocurre que pueda
impedir la realización del proyecto de Dios. Con retrocesos y avances, pero
indeclinablemente, el Reino de Dios sigue adelante. A pesar de nosotros mismos,
en muchas ocasiones. Estamos seguros porque todo contribuye al bien de los que
Dios ama. Por ello, en las mayores contradicciones, podemos perseverar en la
confianza. Y, de otro
lado, la resistencia al mal. Nunca conformarse con el mal que llevamos dentro y
con el que nos amenaza desde fuera. San Lucas utiliza mucho una expresión
intraducible al español: epomoné. Que significa perseverancia, paciencia,
resistencia, aguante... Eso a lo que no estamos hoy especialmente
predispuestos. Nos cansamos y desesperamos fácilmente cuando no somos dueños de
la situación y tenemos que remar contra corriente.
Somos
enormemente impacientes en la cultura hodierna. Sin embargo, sigue siendo una
gran virtud y actitud positiva en la vida ante las dificultades. “La paciencia
todo lo alcanza”, llegó a decir Santa Teresa. Paciencia
que no es sólo esconder la cabeza y esperar que vengan por sí mismos tiempos
mejores. La paciencia, para ser auténtica, ha de ser activa. Como la esperanza.
Exige luchar contra el mal, esforzarse positivamente para que mejore todo lo
que está a nuestro alcance. No tiene derecho a esperar nada bueno quien no
construye positivamente. El bien no viene solo. Hay que aportarlo
solidariamente.
José María Yagüe
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