Estos días, nuestros hermanos mayores en la fe, el pueblo judío, celebra la fiesta de Janukkáh, o fiesta de las luces. Esa palabra significa "dedicar" o "inaugurar".
Se trata de una fiesta que conmemora la purificación del segundo templo posterior a las guerras de los macabeos. El helenismo se había impuesto en todo medio oriente y se obligó a dar culto a Zeus en el Templo de Jerusalén. A consecuencia de ello, hubo una insurrección armada judía y se logró expulsar de Israel a los helenistas, derrotando su ejército. Esto sucedió en el siglo II A.C.
Hay una tradición que explica por qué se celebra la Janukkáh como fiesta de la luz. Dice la leyenda que, tan pronto como el Templo estuvo purificado y había desaparecido toda huella del culto pagano, llegó el momento de encender la luz eterna. Pero entonces se dieron cuenta de que, entre todas las tinajas de aceite, sólo había una que seguía siendo ritualmente pura. Todas las demás tinajas estaban profanadas por haberse empleado para el culto a Zeus. El aceite de esa tinaja sólo bastaba para un día. Pero, gracias a un milagro, la lámpara pudo brillar ocho días con el aceite de dicha tinaja: tiempo suficiente para celebrar la inauguración y tiempo suficiente para traer aceite nuevo.
Desde aquí deseamos una feliz Janukkáh a todo el pueblo judío.
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