Predicadores,
políticos, publicistas somos amantes de las grandes y hermosas palabras. Así,
fácilmente nos convertimos en demagogos. Conceptos abstractos como justicia,
libertad, igualdad y un largo etcétera podemos utilizarlos todos, muchas veces
como arma arrojadiza frente al adversario, sin ser para nada libres, justos ni
solidarios.
Hay otras
palabras más humildes, menos utilizadas, y que denotan más la calidad de las
personas. Mejor si, en lugar de utilizarse en abstracto, se aponen como
adjetivo a nombres concretos. Por ejemplo, si hablamos de disponibilidad,
podemos decir que tal persona está disponible, que siempre está dispuesto a
echar una mano. Para mí que
la libertad de las personas se mide, ni más ni menos, por lo dispuestas que
están en cada momento a realizar lo que conviene, lo que es útil, lo que ayuda
al prójimo.
Acudid a
Misa el próximo domingo y veréis a personas disponibles. Un campesino que está
dispuesto a dejar de arar su campo para seguir al profeta y, a su vez,
convertirse en el gran profeta Eliseo. Tiene que sacrificar sus bueyes y con
los aperos hacer fuego para asarlos e invitar a sus colegas. Jesús exige a
quienes quieren ser discípulos suyos estar disponibles para la itinerancia, sin
casas ni bienes propios. Y también estar dispuestos para mirar hacia adelante
sin lastre ni añoranzas del pasado.
¡Qué
difícil es estar en cada momento disponibles para el bien! El bien que, como
apunta San Pablo, es ni más ni menos que hacerse esclavos unos de otros. No por
imperativos de nadie, no por leyes opresoras, ni por falta de oportunidades en
la vida que nos hacen dependientes unos de otros. Hacerse esclavos por amor. Tremendo y radical programa de vida que muy
pocos son capaces de asumir y seguir.
Vale esto de
hacerse disponibles y esclavos de los demás para todas las personas cuyo estado
y oficio nos exigen responsabilidades. Esposos, padres de familia, sacerdotes,
políticos... ¿estamos disponibles para servir a quienes nos debemos? El sí de
los esposos ante el altar o ante el juez, el juramento o la promesa de los que
nos gobiernan, el sí del sacerdote ante el obispo que lo consagra al
ministerio... ¿no es sino una promesa de disponibilidad para lo que la vida nos
depare?
Pues ¡qué
lejos estamos de todo esto en nuestra sociedad! Puede hacerse demagogia hasta
el infinito para camuflar nuestra irresponsabilidad, cuando no la propia
corrupción. En esto son maestros los partidos en la oposición, sean del signo
que sean. La cosa es de una actualidad lacerante con el asunto de la dichosa
reforma de la Administración
Pública. Se ha elaborado un proyecto de mínimos, que se queda
muy corto para lo que habría que hacer, y ya están las protestas en boca de los
demagogos de turno. No están nuestros políticos disponibles para el sacrificio.
Mañana, sin embargo, se les llenará la boca de las ampulosas palabras como
libertad, justicia e igualdad. Y hablarán en abstracto de los parados sin
subsidio de desempleo... Es sólo un ejemplo. Busquemos cada uno dentro cuál es
nuestra disponibilidad.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
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