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viernes, 10 de mayo de 2013

DOMINGO DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR

"Cristo, tú que por amor descendiste hasta nosotros, haz que nosotros, por amor, ascendamos hasta ti"




El icono de la Ascensión de Nuestro Señor es un imagen de alegría pintado con colores brillantes. En el, Cristo se muestra ascendente en su gloria y bendice a la asamblea con su mano derecha. En su mano izquierda sostiene un pergamino como quien enseña. Este icono muestra que el Señor en el cielo es la fuente de bendición y fuente de conocimiento; y que su enseñanza y mensaje esta en la Iglesia. Por eso da su bendición y se orienta hacia aquellos discípulos a quienes Él ha confiado su misión.
La Theotokos (Madre de Dios) ocupa un lugar muy especial en este icono. Ella está en el centro, inmediatamente debajo del ascendente Cristo. El gesto de sus manos es el gesto de estar en oración. Ella es claramente expuesta por la blancura de la ropa de los ángeles. La Theotokos es representada en una pose muy tranquila. Se trata de desplazarse, de hablar el uno al otro en una búsqueda apuntando hacia el cielo. Todo el grupo: La Theotokos y los discípulos representan a la Iglesia.
El icono de la Ascensión representando a la Iglesia toda incluye también a algunos que son testigos de la Ascensión. Por eso San Pablo aparece a la izquierda de la Theotokos, pero sabemos que él no estuvo presente en la Ascensión y, más aún, en ese momento todavía no cree en Jesús. Pero luego se convierte y fue uno de los más grandes apóstoles y misioneros de la Iglesia.
El icono expresa la soberanía de Cristo en su Iglesia, Él es el jefe, el guía, su fuente de inspiración y de enseñanza. Y ella (la Iglesia) recibe el ministerio de Su misión que cumple con el poder del Espíritu Santo

Y así en el Himno de la liturgia de la iglesia oriental se reza:
Te adoramos, Oh Cristo Dios nuestro, que ascendiste en Tu Gloria y alegraste los discípulos por la promesa del Espíritu Santo. Tu bendición les aseguró que Tú eres el Hijo de Dios, el Redentor del mundo. (Tropario)
Oh Cristo nuestro Dios, el cumplimiento de Tu Misión Redentora por nuestra causa te elevó en gloria, uniendo lo terrenal con lo celestial. Pero Tu nunca te has separado, sigues siendo inseparable y dices a los que te amamos: "Yo estoy contigo por siempre"
. (Kontakion).

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La solemnidad de la ascensión nos hace vivir uno de los muchos aspectos paradójicos de la vida cristiana, que la hacen tan adecuada a las exigencias más profundas del corazón humano. Un corazón desgarrado entre su estar en la tierra y, al mismo tiempo, tener su casa ya en los cielos. Cuando Jesús anunció, durante la última cena, su propio «éxodo» ya próximo, predijo que ese acontecimiento produciría tristeza en sus discípulos. Lucas, por el contrario, describe a los apóstoles, que vuelven a Jerusalén tras haber visto desaparecer a Jesús de su mirada, «rebosantes de alegría». ¿No hay aquí una contradicción?
Es preciso hablar de dos tipos diferentes de alegría o, por lo menos, de dos grados. Jesús ha dicho: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días», pero también nosotros podemos decir que, en cierto sentido, estamos siempre con él allí donde él ha «subido» con nuestra humanidad a la derecha del Padre, porque el bautismo nos ha incorporado profundamente a él. Por consiguiente, también nosotros tenemos el cielo como patria. Nuestra alegría será, en consecuencia, proporcional a la fe con que vivamos, a la certeza con que creamos que ahora, después de que Jesús ha llevado a cumplimiento la voluntad del Padre en el misterio pascual, ya nada es para el hombre como antes. Dios está con nosotros y nosotros estamos con él, siempre.
Nos corresponde a nosotros mantener viva nuestra fe, gozando por el bien del amado: Jesús, que, ahora asumido a la derecha del Padre, vive para siempre en la gloria. Allí, intercediendo en nuestro favor, hace que cada uno de nosotros lleve a cumplimiento el designio del Padre para vernos definitiva y eternamente consumados en el amor.

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No permitas, Señor, que las tinieblas del olvido ofusquen la esperanza que hoy se ha encendido en nuestros corazones: que en la oscuridad de la noche su luz resplandezca más viva. Que las tempestades de la historia no obstaculicen nuestra carrera hacia ti y que tu mano nos sostenga. Haz de nosotros un pueblo de peregrinos, pobres de todo, pero ricos de tu promesa y fieles custodios de tu secreto de unidad y paz.
Nuestra resurrección ya se ha iniciado, y también ha comenzado nuestra ascensión. Que nuestro deseo, como hijos agradecidos, sea dejarnos atraer cada vez más hacia ti y hacia el Padre con el vínculo del amor.



Vídeo de la semana:
http://www.youtube.com/watch?v=IRCZNh-LgtI

Lecturas del día:
http://www.servicioskoinonia.org/biblico/calendario/texto.php?codigo=20130512&cicloactivo=2013&cepif=0&cascen=0&ccorpus=0


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