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miércoles, 29 de mayo de 2013

DÍA NACIONAL DE LA CARIDAD

        


            Había tres jueves en el año que “relumbraban más que el sol”. Ahora esos jueves se han convertido en domingos por la supresión de fiestas religiosas. El próximo y relumbrante jueves-domingo, el de los líos en Toledo o Vitigudino, es el Corpus Christi. Que además está señalado en el Calendario por la Conferencia Episcopal Española como “día nacional de la caridad”.

            Lo que quiere decir que el jueves-domingo del Corpus ya no es sólo la fiesta de la Eucaristía, la de las alfombras florales, las procesiones con bandas militares, los balcones engalanados y las magníficas custodias renacentistas o barrocas. Si la piedad es sincera y la fe en el misterio eucarístico es profunda, bienvenidas sean tales procesiones, como manifestación pública de una fe que, por mucho que algunos se empeñen, no pertenece sólo al ámbito privado. Por cierto, ¿existe algo en el arte, el pensamiento, la cultura en general, que sea estricta y solamente privado? Cualquier realización del espíritu humano, ¿no tiende por su propia naturaleza a compartirse y hacerse pública? ¿No pretenden algunos adalides del progresismo reflejar en las leyes sus personalísimas opiniones sobre el aborto, el matrimonio, la religión, etc.?

            Pero además del culto público y urbano a la Eucaristía, el jueves-domingo del Corpus nos recuerda que el Cuerpo actual de Cristo son todos los miembros dolientes de eso que llamamos la Iglesia y que, demasiado frecuentemente, se confunde con la Jerarquía Eclesiástica. Más aún, no sólo los bautizados sufrientes son miembros del Cuerpo de Cristo sino todos los hombres y mujeres que padecen la pobreza, la enfermedad, la exclusión y que necesitan la solidaridad de quienes disfrutamos, quizá con abundancia excesiva, de recursos para dignificar la vida.

            Solidaridad viene del latín “solidum”. Llamamos sólido a lo que forma un bloque, un cuerpo bien trabado. Que no es evanescente, que no se evapora como los gases, ni se pierde al derramarse y desparramarse como los líquidos. Solidaridad, cuando hablamos de la humana, tiene sus componentes sicológicos y morales, pero arranca de un principio aglutinador más firme: el Espíritu de Cristo que lleva a todos a la unidad. Solidaridad es mucho más que la limosna. Ésta, cuando nace del sentimiento de superioridad, como la falsa compasión, no sirve al pobre; al contrario, lo humilla y lo arrincona en su desnudez. Escribía S. Vicente de Paúl a Sta. Luisa de Marillac: “los pobres sólo te perdonarán la limosna que les das por el amor que les tienes”.

            Por eso, la Fiesta del Corpus Christi conlleva el sentimiento de nivelación para restablecer la equidad y la justicia resquebrajadas. La misericordia nos impide, a la vista de un problema o sufrimiento, “mirar a otro lado”. “Amar al otro como a sí mismo” no es otra cosa que amar, con amor cordial y eficaz, al pobre que ha sido amado por Cristo hasta dar la vida por él. Es la solicitud espontánea e inmediata de un miembro por otro dentro del mismo cuerpo. El Cuerpo de Cristo es el “otro”. El Cuerpo Eucarístico, sacramento del  pan, no debe nunca separarse del sacramento del hermano (Olivier Clement). Esa separación es el peor cisma de la historia de la Iglesia.


                                                                                       JOSÉ MARÍA YAGÜE


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