Carta XXII de Arsenio Troepolskij, monje del monasterio de
Simonov, acerca de la oración
(Navidad de 1845)
Para estimular el celo a la oración presta atención a lo que
sigue:
1. Convenceos que cada recuerdo de la oración, cada
pensamiento que expresa el deseo de orar o de invocar el nombre de Jesucristo,
revela en ti la acción del Espíritu que respira con nosotros.
2. Sabed aprovechar este pensamiento y no lo dejéis pasar
sin invocar el nombre de Dios, sin elevar aunque sea un solo suspiro hacia el
cielo, con la esperanza que sea agradable a los ojos de Dios enriquecer
imprevistamente al mísero, es decir derramar inesperadamente en tu corazón el
consolante don de la oración. Y por esto, viví también en la espera del
Espíritu de la gracia que desciende en nosotros: ¿Qué sabes si no será quizás
en aquel instante en el cual tu oración perezosa e inconsciente, con la ayuda
de Dios, te abra las puertas a un renacimiento espiritual?
3. No te turbes por la impureza y la aridez de tu oración,
sino permanece en paz, recordando todos los casos en los cuales una
oración impura y distraída se ha vuelto, por la gracia de Dios, pura, sincera y
salvífica, o bien vuelve al tiempo en el cual la práctica de la oración
imprimía en el alma extraordinarios afectos: ¡incluso sobre la lengua de los
pecadores, y sobre los labios y las mentes contaminadas por el mal, se
manifiestan signos de la gracia! Como el rayo del sol no se contamina cayendo
sobre un lugar impuro, así el rayo de la oración no daña y no es dañado si
también toca un corazón o un pensamiento profanados por el pecado.
4. Convéncete que como el divino nombre de Jesucristo, así
también la oración pronunciada en su Nombre está colmada del milagroso poder
que por sí mismo actúa y que se concentra en la misma oración, y es
incomparablemente más elevado y poderoso que cualquier fuerza pecaminosa, y por
esto vence y purifica los pecados y da la gracia espiritual para elevarnos de
la caída. Aquel que está en vosotros es más grande de aquel que está en el
mundo [1], dice el apóstol.
5. Con viva imaginación trae a la mente los momentos en los
cuales te sucedía, en la oración, que sentías algo más elevado que cualquier
placer sensible y te extasiabas por sobre lo terreno. Todo esto, expulsando la
tristeza y la pereza, bastará a incitarte a invocar el poderoso nombre de
Jesucristo y a vencer la aridez y la distracción en la oración.
6. Tomad pues coraje de los ejemplos de los santos ascetas y
vigilantes practicantes de la oración mental, los cuales, incluso sintiendo a
veces la aridez y el desaliento en el ejercicio de la oración, sin embargo se
obligaban y por este modo, contra toda esperanza, alcanzaron el don celestial.
Estos llegaron -por así decir unánimemente- a la conclusión de que la oración
interior, cuanto más árida y privada de consolaciones, cuanto más es acompañada
por la lucha contra las distracciones, la pereza y los pensamientos, tanto más
es agradable a los ojos de Dios, tanto más es humilde y sirve a quien se
ejercita: ya que ella introduce a la imitación de la oración de Jesucristo, que
con dolor oraba en Getsemaní, y toma parte en la cruz del Dios hombre.
Convencido de esto y confiando que tanto el calor como la aridez suceden por
voluntad de Dios y con motivo de sus secretos designios sobre ti, custodia la
paz interior y la tranquilidad del espíritu, siempre muy agradables a
Jesucristo. Además, no dejes de conversar a menudo sobre la oración con
aquellos que son expertos, o que han adquirido la ciencia recorriendo el
elevado camino de la contemplación. Lo confirma también el Apóstol aconsejando
tener conversaciones con los santos [2].
7. Después de esto –agrego también-, para vencer los
obstáculos y conseguir el celo, el deseo y la asiduidad en la actividad de la
oración interior decídete a: 1) trabajar sobre el corazón y la mente; 2) cada
día o noche reserva específicamente una hora libre para dedicar exclusivamente
a la oración, o bien asígnate la tarea cotidiana de una determinada cantidad de
invocaciones del nombre de Jesucristo; 3) convéncete que también el tiempo más
breve transcurrido en la oración es más precioso, útil y provechoso que todo
otro tiempo empleado en cualquier otra obra buena, pero sin oración; 4)
presta atención también a esto, que si todo los seres y las cosas que llenan la
naturaleza se desarrollan, crecen y llegan a una maduración gradualmente, de un
poco a la vez, así también esta semilla celestial, la oración, probablemente
necesite el mismo proceso; Finalmente, 5) leyendo la palabra de Dios, anota
sobre todo aquellos pasajes en los cuales se habla de este tema. Lee los santos
padres y la Filocalia… Esto calentará tu espíritu y te hará familiar a esta
oración a ti destinada en suerte en la vida…
Prueba también una sola de estas reglas. Ponla en práctica y
verás cómo te guiará también a las otras.
25 de diciembre de 1845. En el monasterio de Simonov. De
noche
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