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martes, 11 de diciembre de 2012

LA ALEGRÍA DE COMPARTIR


            Nos preparamos para la Navidad. Lo más común en nuestra sociedad consumista es que estos preparativos consistan en compras. Las ciudades también se adornan con guirnaldas y estrellas luminosas, o flechas que conducen a las grandes superficies comerciales. El consumo ha venido a ser el centro de la Navidad.

            Lo que ha cambiado con la crisis es que habrá este año muchas familias más que no puedan consumir, según los hábitos universalizados de tiempos anteriores. ¿No será éste un momento adecuado para entrar más a fondo en lo que puede significar una Navidad más sentida y verdadera?

            Cuando a Juan el Bautista, según lectura del domingo próximo en las misas, le preguntan ¿qué tenemos que hacer?, por supuesto que no responde “ir de compras”. Más bien al contrario: “el que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene, y el que tenga comida que haga lo mismo”. Después sigue recomendando que no se haga extorsión, ni se aproveche nadie de su posición para cobrar más de lo debido y que cada uno se conforme con su paga.

            Cierto es que estas sugerencias parecen anacrónicas. Pero, ¿no son justamente las que necesitamos para reconducir a la racionalidad y a la equidad nuestros comportamientos sociales? Porque son muchos los que no quieren enterarse de que estamos en recesión, de que muchos no pueden trabajar queriendo hacerlo, y de que muchísimos españoles no pueden hoy obtener lo necesario para celebrar unas navidades, no ya lujosas, sino simplemente dignas en su propia casa.

            Es curioso que, simultáneamente, la liturgia del domingo próximo nos exhorte encarecidamente a la alegría. “Alegraos, sí, os lo repito estad alegres”. Alegría y Navidad están indisociablemente unidas. Sin embargo, las navidades del dispendio van unidas generalmente a la nostalgia, a la excesiva bebida y, en no pocos casos, a fiestas que terminan en tragedias.

            Pues, efectivamente, no hay Navidad auténtica sin alegría. Pero no la que proviene del excesivo ruido, del gasto inmoderado o de las candilejas intermitentes. La alegría que perdura, aderezada con la esperanza, sólo puede emanar de los hábitos solidarios que implican saber compartir y alegrarse a la hora de dar. Que ya lo decía Jesús: “hay más alegría en dar que en recibir”. Por si alguien lo tiene olvidado, hay que recordar que este Jesús es aquél, cuyo nacimiento celebramos anualmente en la Navidad. ¿Nos acordamos algo de él? Su nacimiento y posterior forma de vivir ¿inciden algo en nuestra Navidad actual?

            Sería bueno que todos, creyentes y no creyentes, en estos días tan jaleados de la Navidad, nos preguntáramos como los que se acercaban al Bautista: ¿qué tenemos que hacer en estos tiempos de crisis? Y seguramente, ahí dentro, en el propio corazón muchos podremos escuchar: alégrate, goza, disfruta de estas fiestas. Consíguelo, junto a la paz y el equilibrio interior, compartiendo con los que no tienen lo mucho que a ti te sobra. Y si es algo de lo necesario, mejor que mejor.

                                                                                    Jose María Yagüe

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