Nos preparamos para la Navidad. Lo más común en
nuestra sociedad consumista es que estos preparativos consistan en compras. Las
ciudades también se adornan con guirnaldas y estrellas luminosas, o flechas que
conducen a las grandes superficies comerciales. El consumo ha venido a ser el
centro de la Navidad.
Lo que ha
cambiado con la crisis es que habrá este año muchas familias más que no puedan
consumir, según los hábitos universalizados de tiempos anteriores. ¿No será
éste un momento adecuado para entrar más a fondo en lo que puede significar una
Navidad más sentida y verdadera?
Cuando a
Juan el Bautista, según lectura del domingo próximo en las misas, le preguntan
¿qué tenemos que hacer?, por supuesto que no responde “ir de compras”. Más bien
al contrario: “el que tenga dos túnicas que dé una al que no tiene, y el que
tenga comida que haga lo mismo”. Después sigue recomendando que no se haga
extorsión, ni se aproveche nadie de su posición para cobrar más de lo debido y
que cada uno se conforme con su paga.
Cierto es
que estas sugerencias parecen anacrónicas. Pero, ¿no son justamente las que
necesitamos para reconducir a la racionalidad y a la equidad nuestros
comportamientos sociales? Porque son muchos los que no quieren enterarse de que
estamos en recesión, de que muchos no pueden trabajar queriendo hacerlo, y de
que muchísimos españoles no pueden hoy obtener lo necesario para celebrar unas
navidades, no ya lujosas, sino simplemente dignas en su propia casa.
Es curioso
que, simultáneamente, la liturgia del domingo próximo nos exhorte
encarecidamente a la alegría. “Alegraos, sí, os lo repito estad alegres”.
Alegría y Navidad están indisociablemente unidas. Sin embargo, las navidades
del dispendio van unidas generalmente a la nostalgia, a la excesiva bebida y,
en no pocos casos, a fiestas que terminan en tragedias.
Pues,
efectivamente, no hay Navidad auténtica sin alegría. Pero no la que proviene
del excesivo ruido, del gasto inmoderado o de las candilejas intermitentes. La
alegría que perdura, aderezada con la esperanza, sólo puede emanar de los
hábitos solidarios que implican saber compartir y alegrarse a la hora de dar.
Que ya lo decía Jesús: “hay más alegría en dar que en recibir”. Por si alguien
lo tiene olvidado, hay que recordar que este Jesús es aquél, cuyo nacimiento
celebramos anualmente en la
Navidad. ¿Nos acordamos algo de él? Su nacimiento y posterior
forma de vivir ¿inciden algo en nuestra Navidad actual?
Sería bueno
que todos, creyentes y no creyentes, en estos días tan jaleados de la Navidad , nos preguntáramos
como los que se acercaban al Bautista: ¿qué tenemos que hacer en estos tiempos
de crisis? Y seguramente, ahí dentro, en el propio corazón muchos podremos
escuchar: alégrate, goza, disfruta de estas fiestas. Consíguelo, junto a la paz
y el equilibrio interior, compartiendo con los que no tienen lo mucho que a ti
te sobra. Y si es algo de lo necesario, mejor que mejor.
Jose María Yagüe
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