Documento del Sínodo de los Obispos acerca de la Nueva Evangelización.
Este es el prefacio:
Este es el prefacio:
«Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado» (Mt 28, 19-20). Con
estas palabras, Jesucristo, antes de subir al cielo y sentarse a la derecha de
Dios Padre (cf. Ef1, 20), envió a sus discípulos a proclamar la
Buena Noticia al mundo entero. Ellos representaban un pequeño grupo de testigos
de Jesús de Nazaret, de su vida terrena, de su enseñanza, de su muerte y sobre
todo de su resurrección (cf. Hch 1, 22). La tarea era
inmensa, más allá de sus posibilidades. Para darles coraje el Señor Jesús
promete la venida del Paráclito, que el Padre enviará en su nombre (cf. Jn 14,
26) y que los «guiará hasta la verdad completa» (Jn 16, 13). Además,
asegura su presencia constante: «Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los
días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).
Después del acontecimiento de Pentecostés, cuando el fuego
del amor de Dios se posó sobre los apóstoles (cf. Hch 2, 3) unidos
en oración «en compañía de algunas mujeres, y de María la madre de Jesús»
(Hch 1, 14), el mandato del Señor Jesús comenzó a realizarse. El
Espíritu Santo, que Jesucristo da en abundancia (cf. Jn 3, 34), está
en el origen de la Iglesia, que es por naturaleza misionera. En efecto, apenas
recibida la unción del Espíritu, san Pedro Apóstol «presentándose ...
levantó su voz» (Hch 2, 14) proclamando la salvación en nombre de
Jesús, «que Dios ha constituido Señor y Cristo» (Hch 2, 36). Transformados
por el don del Espíritu, los discípulos se dispersaron por el mundo entonces
conocido y difundieron el«Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios» (Mc 1, 1). Su
anuncio ha llegado a las regiones de la cuenca Mediterránea, de Europa, de
África y de Asia. Guiados por el Espíritu, don del Padre y del Hijo, sus
sucesores han continuado dicha misión, que conserva su actualidad hasta el fin
de los siglos. Mientras la Iglesia exista debe anunciar el Evangelio de la
venida del Reino de Dios, la enseñanza de su Maestro y Señor y, sobre todo, la
persona de Jesucristo.
La expresión «el Evangelio», τò εύ αγγέλιον, era usada
ya en la época del nacimiento de la Iglesia. La emplea a menudo san Pablo para
indicar la predicación del Evangelio, que Dios le ha confiado (cf. 1
Ts 2, 4) «entre frecuentes luchas» (1 Ts 2, 2), y toda la nueva
economía de la salvación (cf. 1 Ts 1, 5 ss; Gal 1, 6-9 ss). Además
de Marco (cf. Mc 1, 14.15; 8, 35; 10, 29; 13, 10; 14, 9; 16, 15), el
término Evangelio es usado también por el evangelista Mateo, asiduamente en la
combinación específica «el Evangelio del Reino» (Mt 9, 35; 24, 14;
cf. 26, 13). San Pablo utiliza también el término evangelizar (εύ
αγγελίσασθαι, cf. 2 Co 10, 16), que se encuentra en los
Hechos de los Apóstoles (cf. en particular Hch 8, 4. 12. 25. 35.
40), y cuyo uso ha tenido un notable desarrollo en la historia de la
Iglesia.
En tiempos recientes con el término evangelización se indica
la actividad eclesial en su totalidad. La Exhortación Apostólica Evangelii
nuntiandi, publicada el 8 de diciembre de 1975, comprende dentro de
tal categoría la predicación, la catequesis, la liturgia, la vida sacramental,
la piedad popular, el testimonio de vida de los cristianos (cf. EN 17,
21, 48 ss).En dicha Exhortación el Siervo de Dios, el Papa Pablo VI, ha
recogido los resultados de la Tercera Asamblea General Ordinaria del Sínodo de
los Obispos, celebrada del 27 de septiembre al 26 de octubre de 1974 sobre el
tema La evangelización en el mundo moderno. El Documento ha dato un
notable dinamismo a la acción evangelizadora de la Iglesia en las décadas
sucesivas, que ha sido acompañado por una auténtica promoción humana (cf. EN29,
38, 70).
En el amplio contexto de la evangelización, una atención
particular es reservada al anuncio de la Buena Noticia a las personas y a los
pueblos que todavía no conocen el Evangelio de Jesucristo. A ellos se dirige la missio
ad gentes. Ésta ha caracterizado la actividad constante de la Iglesia,
aunque haya habido momentos privilegiados en algunos períodos históricos. Basta
pensar en la epopeya misionera del continente americano, o luego, en las
misiones en África, Asia y Oceanía. Con el Decreto Ad
gentes, el Concilio Vaticano II ha subrayado la naturaleza misionera
de toda la Iglesia. Según el mandato de su fundador Jesucristo, los cristianos
no solo deben sostener, con la oración y el apoyo material, a los misioneros, o
sea a las personas dedicadas al anuncio a los no cristianos, sino también están
llamados ellos mismos a contribuir a la difusión del Reino de Dios en el mundo,
según los modos y la vocación propios. Esta responsabilidad se hace particularmente
urgente en la actual fase de globalización en la cual, por diversas razones, no
pocas personas que no conocen a Jesucristo emigran hacia los Países de antigua
tradición cristiana y, por lo tanto, entran en contacto con los cristianos,
testigos del Señor resucitado, presente en su Iglesia, en modo especial en su
Palabra y en los sacramentos.
En el curso de sus 45 años, el Sínodo de los Obispos ha
tratado el tema de la missio ad gentesen varias Asambleas. Por una parte,
ha tenido presente la naturaleza misionera de toda la Iglesia y, por otra
parte, las indicaciones del Concilio Ecuménico Vaticano II que, en el Decreto
conciliar Ad
gentes, ha confirmado el interés misionero como importante finalidad de la
misma actividad del Sínodo de los Obispos: «Perteneciendo, ante todo, al cuerpo
de los Obispos la preocupación de anunciar el Evangelio en todo el mundo, el
sínodo de los Obispos, o sea “el Consejo estable de Obispos para la Iglesia
universal”, entre los negocios de importancia general, considere especialmente
la actividad misional deber supremo y santísimo de la Iglesia» (AG29).
En las últimas décadas se ha hablado también de la urgencia
de la nueva evangelización.Teniendo presente que la evangelización
constituye el horizonte ordinario de la actividad de la Iglesia y del anuncio
del Evangelio ad gentes –que exige la formación de comunidades locales,
las Iglesias particulares, en los Países misioneros de la primera
evangelización– la nueva evangelización es más bien dirigida a aquellos que se han
alejado de la Iglesia en los Países de antigua cristiandad. Este fenómeno,
lamentablemente, existe con diversos matices también en los Países donde la
Buena Noticia ha sido anunciada en los últimos siglos, pero todavía no ha sido
suficientemente acogida hasta transformar la vida personal, familiar y social
de los cristianos. Así lo han puesto de relieve las Asambleas Especiales del
Sínodo de los Obispos, de carácter continental, celebradas como preparación al
Año Jubilar del 2000. Se trata de un gran desafío para la Iglesia universal.
Por esta razón, Su Santidad Benedicto XVI, después de haber sentido el parecer
de sus hermanos en el episcopado, ha decidido convocar la XIII Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema La nueva evangelización
para la transmisión de la fe cristiana, que tendrá lugar desde el 7 hasta
el 28 de octubre de 2012. Retomando la reflexión desarrollada hasta el presente
sobre el tema, la Asamblea sinodal tendrá como finalidad examinar la situación
actual en las Iglesias particulares, para implementar, en comunión con el Santo
Padre Benedicto XVI, Obispo de Roma y Pastor universal de la Iglesia, nuevos
modos y expresiones de la Buena Noticia que ha de ser trasmitida al hombre
contemporáneo con renovado entusiasmo, como lo hacen los santos, testigos
gozosos del Señor Jesucristo, «Aquel que era, que es y que va a venir» (Ap 4,
8). Se trata de un desafío para extraer, como el escriba que se ha hecho
discípulo del Reino de los cielos, cosas nuevas y cosas viejas del precioso
tesoro de la Tradición (cf. Mt 13, 52).
Los Lineamenta que ahora presentamos, redactados
con la ayuda del Consejo Ordinario de la Secretaría General del Sínodo de los
Obispos, representan una etapa importante en la preparación de la Asamblea
sinodal. Al final de cada capítulo se encuentran algunas preguntas que tienen
como finalidad facilitar la discusión a nivel de la Iglesia universal. En
efecto, los Lineamenta se envían a los Sínodos de los Obispos de las
Iglesias Orientales Católicas sui iuris, a las Conferencias
Episcopales, a los Dicasterios de la Curia Romana y a la Unión de los
Superiores Generales, organismos con los cuales la Secretaría General del
Sínodo de los Obispos mantiene relaciones oficiales. Tales órganos eclesiales procuran
favorecer la reflexión del mencionado documento en las respectivas estructuras:
diócesis, zonas pastorales, parroquias, congregaciones, asociaciones,
movimientos, etc. Las respuestas de dichos organismos deberían ser resumidas
por los responsables de las Conferencias Episcopales, de los Sínodos de los
Obispos, así como también de los otros organismos enumerados, y luego deberían
ser enviadas a la Secretaría General del Sínodo de los Obispos antes del 1º de
noviembre de 2011, solemnidad de Todos los Santos. Con la ayuda del Consejo
Ordinario, las respuestas serán atentamente analizadas e integradas en elInstrumentum
laboris, documento de trabajo de la próxima Asamblea sinodal.
Mientras se agradece anticipadamente por la eficaz
colaboración, que representa un valioso intercambio de dones, de preocupaciones
y de atenciones pastorales, confiamos el proceso de la XIII Asamblea General
Ordinaria del Sínodo de los Obispos a la maternal protección de la Beata Virgen
María, Estrella de la Nueva Evangelización. Su intercesión obtenga para la
Iglesia la gracia de renovarse en el Espíritu Santo de modo que en nuestro
tiempo pueda poner en práctica, con renovado entusiasmo, el mandamiento del
Señor resucitado: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la
creación» (Mc 16, 15).
Vaticano, 2 de febrero de 2011, Fiesta de la Presentación
del Señor.
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