Cuántas veces nos hemos dicho: no veo nada. Dónde está
la luz que antes me era tan cercana…
Muchas veces pensamos que Dios se oculta, se vela, como si
nos hubiera abandonado.
Pero no siempre que no vemos es por falta de luz; ni
muchísimo menos. Nadie puede aguantar la mirada al sol: se ciega, no ve.
A nosotros nos pasa lo mismo. Muchas veces que no vemos no
es precisamente por falta de luz, sino por exceso de luz.
De Pastoral SJ
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