Se cumple estos días el primer aniversario del llamado
Movimiento 15-M o de los “indignados”, protagonistas de una intensa agenda de
movilizaciones por toda España, y cuyo centro neurálgico y simbólico estuvo en
la madrileña Puerta del Sol.
Doce meses en los que las asambleas han continuado, pero a
nivel más local, con desorganización e, incluso, amagos de escisión. Un
movimiento espontáneo acarrea esos problemas. No es buena la ruptura por la
falta de unidad. Los problemas pueden resolverse aunando fuerzas.
Razones para la indignación sigue habiendo, y quizás sean
más y de más peso que hace justo un año. No se pueden quemar ilusiones, pero sí hay
que racionalizar los medios de protesta y de legítima manifestación.
Como hizo entonces, Vida Nueva ahora también
reflexiona sobre este movimiento y pregunta a creyentes comprometidos en
diversas tareas cómo lo ven y cuál debe ser el papel a jugar: implicarse,
distanciarse, compartir, dar esperanza…
Se ha repetido, y se repite en círculos eclesiales, que nada
humano es ajeno a los cristianos. Es el arranque mismo de la Gaudium et
Spes. Por eso, este hecho tampoco debe serlo. Y los creyentes tienen
derecho a indignarse, a comprender la indignación, lo cual no significa aceptar
algunas demandas y acciones irrespetuosas de grupos que integran el 15-M.
Además, para el creyente, la indignación va más allá y se asienta en las raíces
de la realidad que se contesta y que indigna.
Tiene cosas buenas esta nueva revolución juvenil y,
entre ellas, destaca que ha sido capaz de sacar del letargo a muchos jóvenes,
de movilizar a todas las generaciones en la búsqueda de una sociedad mucho más
humana, que tenga a la persona como centro y no supeditada al mercado, al
dinero o a meros intereses políticos.
Pero para los cristianos, no todo puede quedar en la
indignación, que es necesaria como paso a la denuncia profética, sino que debe
haber un mensaje de esperanza: que no es nada más y nada menos que Dios está de
parte de los crucificados y que el mal y la injusticia son derrotados.
Conociendo esto, el futuro que se nos abre es mucho más
alentador, un mensaje que se puede y debe complementar con la Doctrina Social
de la Iglesia y con la inspiración que tantas y tantas iniciativas cristianas
nos ofrecen cada día. El Papa, en su visita a España con motivo de la JMJ 2011,
ya habló de la revolución del amor como camino para salir de la
indignación.
Ante una situación económica como la actual, debemos ser los
creyentes, de cualquier confesión, punta de lanza: ser los primeros en respetar
los derechos de los trabajadores, ser justos con los empleados, ser honestos en
nuestro trabajo, hacer justicia con quienes menos tienen…
La regeneración es tarea de todos, porque hasta ahora la
hemos esperado de otros sin que llegara, y eso implica compromiso, trabajo y
mucho sacrificio. La esperanza de los cristianos es que el mal no nos
vencerá, porque ya fue derrotado.
Sobre estas claves, recordamos el 15-M, mirando más allá, invitando
a las instituciones a abrir sus puertas a los jóvenes que llegan cargados
de ilusión y limpieza y a aportarles la serenidad y otras lecciones positivas
de la madurez.
De Vida Nueva
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