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miércoles, 31 de diciembre de 2014

POR LA PALABRA SE HIZO TODO


            En Enero de 2009, últimos meses en Villarino de los Aires, antes de mi penúltima estancia en el Perú, escribí esto que hoy me place reproducir:

            “¡Que fuerza tiene la palabra! Hiere y sana. Paraliza y pone en pie. “Recrea y enamora”, que diría S. Juan de la Cruz. Es verdad que hay palabras vanas, pura cáscara. Significantes sin significado.

            Todo lo anterior se puede decir de la palabra humana. Pero hoy se nos habla de la Palabra. Con mayúscula y sin adjetivos. La Palabra eterna, que existe en Dios y es Dios, por la que se hizo todo. Y que ella misma se hace hombre, se encarna, En esto consiste la Navidad. Que Dios es ya uno de nosotros, hombre sin más.

            Niño en Belén. Trabajador en Nazaret. Predicador itinerante por los caminos tortuosos y torturados de Palestina, del mundo. Sufriente hasta la muerte en la Cruz. Uno de nosotros. Sabiduría escondida. Poder creador enterrado en un “sepulcro nuevo”, del que renace la Vida.

            La palabra humana es con frecuencia mentirosa. Interesada, porque busca el aplauso, el elogio, la seducción... o el voto. Se nota. Está vacía porque no tiene alma, contradice lo que el corazón siente, sofisma creado para confundir. No es palabra sino ruido. Ningún compromiso con lo humano. Necesita ser amplificada para hacerse notar e imponerse, ya que no puede persuadir ni ser amada. Bien orquestada, vence pero nunca convence. Oímos cada día muchas de estas palabras.

            La Palabra de la Navidad es otra. No hace ruido como las bombas. Es “música callada y soledad sonora”. Se parece mucho más a la caricia. Es caricia. Su poder reside en que Dios mismo se ha identificado con la tierra. Es la unidad indisoluble de lo humano con lo divino. Todo es verdadero porque la Palabra es la Persona misma. A la vez inmensamente grande, inabarcable en el tiempo y en el espacio, y pequeña y frágil. Niño de Belén.

            Nacido para ser amado y seguido. Para despertar e iluminar. Es Todo bajo la apariencia de Nada. Luz, Pan, Agua, Vida. ¿La palabra más importante pronunciada por la Palabra? No una, sino muchas pero verdaderas. ¿Por qué no nos quedamos con tres? Perdón, Amor, Entrega hasta el Calvario. Bien entendidas, son una sola Palabra: Dios Encarnado.

            Que nos invita a ser personalmente Palabra. No basta con que los cristianos anunciemos la Palabra de Dios. Para ser creíbles, hemos de trasformarnos en Palabra de Dios. Hacer posible el admirable intercambio: Dios se ha hecho Palabra Humana, para que los hombres seamos Palabra Divina. Largo y duro ascenso hasta la Nada de la Cruz. Sólo accesible a quien no nace de amor humano, sino de Dios, porque “ha contemplado la gloria del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad”.

                                                                          JOSÉ MARÍA YAGÜE



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