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miércoles, 17 de diciembre de 2014

UNA PEREGRINACIÓN DE CONFIANZA

                El añorado Hermano Roger hablaba continuamente a sus hermanos de Taizé y a los miles de jóvenes con los que se comunicaba de inaugurar en todo el mundo una "peregrinación de confianza". Él intuía que, en el nivel de la psicología humana, la gran carencia de nuestro mundo es la desconfianza.
                Hoy se ha agravado esta carencia. Sin trascendencia, empeñado el hombre actual en mirar solamente al presente y a la situación de nuestro mundo (desigualdades crecientes, corrupción en todos los niveles, paro masivo, jóvenes sin sitio en la sociedad, y un larguísimo etc.) no inclinan precisamente a confiar.
                La fe, por el contrario, conduce al creyente a "esperar contra toda esperanza". Como sabemos pero no practicamos, la fe no es meramente asentir intelectualmente a unas verdades o dogmas revelados. La fe es confiar.
                El gran modelo de fe, es decir de confianza, es la Virgen María. Ella es, por excelencia, el personaje del Adviento. Establecido el diálogo con Dios, ella se fía de que va a acontecer lo que se le promete, aunque contradice todos sus proyectos y expectativas. A partir de ese momento, ella se pone al servicio de un plan que la supera absolutamente.  Pero que lleva adelante, desde la Visitación a la Cruz, con total fidelidad, no confiando en sí misma sino apoyada en la Palabra escuchada: hágase.
                Por iniciativa de su Obispo, la Diócesis de Salamanca se ha embarcado  en un largo proceso de Asamblea permanente que culminará en la Pascua de 2016. En este periodo, lo decisivo no serán los temas que se debatan, ni siquiera las conclusiones a las que podamos llegar. Lo verdaderamente importante será re-establecer, a través de mucho diálogo, la confianza entre los diversos sectores del Pueblo de Dios. Entre los fieles de la ciudad y del campo, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y el Obispo. Una Iglesia más del pueblo cristiano, de todo el pueblo, ha de emerger. Una doble convicción ha de dirigir todo el proceso:

La confianza en que Jesucristo está en el mundo, en su iglesia, en cada corazón humano haciendo su obra de Resucitado en la medida en que se lo permite la libertad de cada persona. Por eso, la oración y el encuentro personal con el Señor Jesús será  el fundamento de todo fruto esperable.
La firme seguridad de que todos estamos implicados. Si asumimos el protagonismo los sacerdotes, no saldremos  del gran lastre que la Iglesia arrastra desde hace siglos: el clericalismo. Hemos de confiar más, mucho más los sacerdotes en los laicos. Pero, a la vez, los laicos cristianos han de tomar mucha más conciencia de que ellos, todos ellos, son Iglesia y esto significa participación, trabajo, información y confianza, en ellos mismos y en los demás. Si este Adviento (periodo de la Asamblea) lo vivimos con verdad y firmeza, podemos esperar una auténtica Navidad eclesial.


                                                                                      JOSÉ MARÍA YAGÜE 


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