El
añorado Hermano Roger hablaba continuamente a sus hermanos de Taizé y a los
miles de jóvenes con los que se comunicaba de inaugurar en todo el mundo una
"peregrinación de confianza". Él intuía que, en el nivel de la
psicología humana, la gran carencia de nuestro mundo es la desconfianza.
Hoy se
ha agravado esta carencia. Sin trascendencia, empeñado el hombre actual en
mirar solamente al presente y a la situación de nuestro mundo (desigualdades
crecientes, corrupción en todos los niveles, paro masivo, jóvenes sin sitio en
la sociedad, y un larguísimo etc.) no inclinan precisamente a confiar.
La fe,
por el contrario, conduce al creyente a "esperar contra toda
esperanza". Como sabemos pero no practicamos, la fe no es meramente
asentir intelectualmente a unas verdades o dogmas revelados. La fe es confiar.
El gran
modelo de fe, es decir de confianza, es la Virgen María. Ella es, por
excelencia, el personaje del Adviento. Establecido el diálogo con Dios, ella se
fía de que va a acontecer lo que se le promete, aunque contradice todos sus
proyectos y expectativas. A partir de ese momento, ella se pone al servicio de
un plan que la supera absolutamente. Pero
que lleva adelante, desde la Visitación a la Cruz, con total fidelidad, no
confiando en sí misma sino apoyada en la Palabra escuchada: hágase.
Por
iniciativa de su Obispo, la Diócesis de Salamanca se ha embarcado en un largo proceso de Asamblea permanente
que culminará en la Pascua de 2016. En este periodo, lo decisivo no serán los
temas que se debatan, ni siquiera las conclusiones a las que podamos llegar. Lo
verdaderamente importante será re-establecer, a través de mucho diálogo, la
confianza entre los diversos sectores del Pueblo de Dios. Entre los fieles de
la ciudad y del campo, con los sacerdotes, religiosos, religiosas y el Obispo.
Una Iglesia más del pueblo cristiano, de todo el pueblo, ha de emerger. Una
doble convicción ha de dirigir todo el proceso:
La confianza en que Jesucristo está en el mundo, en su
iglesia, en cada corazón humano haciendo su obra de Resucitado en la medida en
que se lo permite la libertad de cada persona. Por eso, la oración y el encuentro
personal con el Señor Jesús será el
fundamento de todo fruto esperable.
La firme seguridad de que todos estamos implicados. Si
asumimos el protagonismo los sacerdotes, no saldremos del gran lastre que la Iglesia arrastra desde
hace siglos: el clericalismo. Hemos de confiar más, mucho más los sacerdotes en
los laicos. Pero, a la vez, los laicos cristianos han de tomar mucha más
conciencia de que ellos, todos ellos, son Iglesia y esto significa
participación, trabajo, información y confianza, en ellos mismos y en los
demás. Si este Adviento (periodo de la Asamblea) lo vivimos con verdad y
firmeza, podemos esperar una auténtica Navidad eclesial.
JOSÉ MARÍA YAGÜE
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